“LA SENDA QUE NUNCA SE HA DE VOLVER A PISAR”

¡Amables lectores multicreyentes y sentipensantes!, en medio de la conmemoración del mes del estudiante caído, hoy nos convoca cálidamente La cruz de Jacinto para volver la vista atrás y avanzar ad portas de una de las elecciones presidenciales más álgidas y esperanzadoras del siglo XXI. El autor material e intelectual de esta grata convocatoria es nuestro amigo de alma y vida, ¡cómo no!, Hernán Borja, escritor y educador nacido en El Cairo -Valle del Cauca-. Su libro Sangrenegra es una novela que refleja parte del complejo entramado de la realidad colombiana que ha sido desgarrada por la violencia más oscura y cobarde.

La primera edición de esta narración fue en octubre del año pasado y estuvo a cargo de la Universidad del Valle. La segunda que hoy presentamos fue editada este año por Gente Nueva, lo cual es una demostración de la acogida que ha tenido por parte de los lectores porque es una obra hermosa, bien escrita, alimentada con recursos literarios que permiten reconstruir la época violenta del país de 1946 a 1965 y convertir la lectura en una verdadera experiencia estética. Ella ofrece una visión de cómo se formó el carácter del bandolero apodado Sangrenegra, cuyo nombre real fue Jacinto Cruz Usma, “desde su niñez y adolescencia, y el marco histórico que posibilitó su accionar en la violencia partidista” (Baquero, 2021), que seguramente los lectores no olvidaremos.

Sangrenegra, el personaje principal de la novela, tuvo una fría infancia campesina con algunos destellos amorosos en cultivos y ríos, pero con muchas carencias y demasiados conflictos familiares entre su adusto padre Telmo Cruz, su bondadosa madre María Jesús Usma y sus juguetonas hermanas Beatriz y Mercedes; cariños, carencias y conflictos extendidos a su adolescencia que lo condujeron a abandonar el estudio para dedicarse a las labores del campo. Al inicio de su juventud conquistó la calidez del gran amor de la hermosa Idalba al que después renuncia, consecuencia de su primer asesinato vengativo (Ismael Santamaría, quien lo había agredido anteriormente); luego las metamorfosis de sus frustraciones se traducen en conformación de bandas criminales, atracos y asaltos a mano armada, más asesinatos, “secuestros femeninos y estupros: una geografía de sangre. Continuidad fatídica del transcurrir colombiano, de la cual no ha podido salir el país para reconstruir la nacionalidad lacerada por tantos años de violencia”, como bien lo dice Helena Baquero (2021).

Como la mayoría de las novelas, ésta se mueve entre lo ficticio y real. En esta línea, lo difícil es la manera de contar las historias reales para que parezcan ficticias, que es lo que piden los lectores siempre a las novelas, y Hernán Borja en SangrenegraLa cruz de Jacinto, “la ha encontrado, relatando sus episodios en crónicas muy próximas, que dan la impresión de confesiones y secretos confiados a los lectores, como si divulgaran la intimidad de una vivencia familiar preservada que, de pronto, gracias a esa magia que son las buenas novelas, se divulgara a todo el mundo.” (Vargas, 2021). El autor vallecaucano integra “testimonios de personas que tuvieron contacto directo con el protagonista, incluso familiares, y tiene de fondo precisión cronológica; así, se traduce en un texto ficcional de factura histórica. Conserva, sin embargo, el énfasis en lo creativo de las situaciones y en una prosa artística.” (Baquero, 2021).

Las 265 páginas conmovedoras de Borja que narran la trayectoria humilde y sanguinaria del protagonista Jacinto Cruz Usma están signadas por aspectos legendarios en la sabia memoria popular, fruto en parte del conocimiento directo de sus acciones macabras y de la invención de las gentes, cuando no son signadas por los intereses de los partidos Conservador y Liberal “fácilmente identificables. La información de las Fuerzas Militares, al respecto, realiza el inventario de muertos y heridos, el sesgo de sus comunicaciones.” (Baquero, 2021) Efectivamente, la gente decía que Jacinto tenía la sangre negra por su infinita maldad, que era inmortal y que las defecciones de su bando, según Borja (2022), solo “constituían un menoscabo pasajero. Se recomponía con facilidad con miembros de bandas desintegradas y de fugitivos de la justicia, no acogidos a las amnistías porque las consideraron sin garantías y también por estar acostumbrados a los avatares de la delincuencia. Bastaba que dijeran ser liberales para darles la bienvenida y si acreditaban crímenes contra conservadores, les daba mando.” Abocado al bandolerismo por la paulatina perdida de apoyos, multiplicó sus acciones bárbaras y repudiables. Estas páginas están admirablemente narradas, con una frialdad deliberada, para que todo aquello destaque y se convierta en repudiable heroísmo cotidiano.

Repudiable heroísmo cotidiano con sus conflictos, emboscadas, debilidades y traiciones, en las que Sangrenegra como jefe no sólo incumple su role, sino que contrae vicios, se acostumbra a ese patrón directivo putrefacto y trata a sus compañeros con la punta del pie, quienes sufren lo indecible con aquella experiencia de su asfixiante bandolerismo. Ahí está Jacinto Cruz, el personaje de catadura siniestra y amenazante que en el delirio de su bandolerismo desbocado se autoproclamó el mayor Sangrenegra  y capitán de las guerrillas del norte del Tolima. Según Borja (2022), Jacinto “no dejó a sus hombres y aliados más opción que atender sus inexorables mandatos y de la incandescencia de sus ojos de fría plata surgió un virulento frenesí que incitó a la matanza; se enfurruscó y acompañó con gritos la aniquilación; se transformó en el asesino de leyenda magnificado por la radio y los periódicos. Una ira ferina hizo emerger de él a Sangrenegra, ese renombrado monstruo mortífero que desconoció cuando despertó del trance alucinante de la crueldad.”

Finalmente, Sangrenegra se suicida en 1965 acorralado por el Ejército y después siguieron con su accionar los grupos armados existentes y se formaron otros nuevos. Así, Sangrenegra representa “la degradación que produce la violencia en los nefarios, los bandidos y las víctimas; estos tres grupos sufren los efectos de sus respectivos roles. La conclusión implícita es que los actos violentos, cualesquiera que sean sus motivaciones, es un sendero equivocado en el derrotero de las vidas individuales y el de la nación.” (Baquero, 2021) De acuerdo con Helena Baquero, esta novela registra, sin atenuantes, la espiral brutal con que se anegó de sangre el país, con la equívoca justificación del enfrentamiento entre los desastrosos partidos tradicionales colombianos.

Como creo que se viene demostrado en esta presentación, este libro es una gran novela histórica, novela de región, de pueblos, caminos, montañas, de mil y un protagonistas que refleja, desde ópticas nítidas, el complejo entramado de la realidad colombiana, “de sus grandes carencias, y de sus fracasos, vista como una inmensa utopía siempre en construcción, y siempre fallida.” (Ramírez, 2021) Es la historia macabra de personajes sanguinarios como Jacinto Cruz, pero también es la historia “del fracaso de las ideologías, que desde su simpleza no pocas veces han pretendido sustituir a la compleja realidad, y su halo romántico ha terminado en un halo trágico.” (Ramírez, 2022) Tal vez por eso el también novelista Juan Gabriel Vásquez dijo: “Hay una parte de ese pasado que si no contáramos con la novela, con la ficción, quedaría a oscuras: cómo se sentía un hombre en las guerras.” Además, en esta obra el elemento unificador es la injusticia social que se convierte en el leitmotiv que lleva a los personajes centrales a obrar en procura de ponerle fin, usando estrategias violentas: el bandolero Jacinto Cruz por la vengativa vía sangrienta y otros personajes con la lucha armada.

En suma, pues, esta narración se convierte en un gran documento-denuncia sobre ese gran mal social y la violencia eterna que nos aqueja. Por varias conversaciones que he sostenido con el autor de esta narración, sé que ella es fruto de una profunda investigación bibliográfica, de una gran consulta de fuentes directas y de un enorme trabajo de campo por parte de él, quien se tomó más diez años antes de publicarla. La conclusión de esta novela de Borja está ahí, en los años gastados en aquella lucha sin término, en todos los muertos y heridos, “en la inagotable guerra en que un país se va extenuando”, mientras las víctimas crecen y se multiplican, siempre en vano. Esa conclusión, Borja la deja entrever en todas las víctimas y victimarios del país violento. Ciertamente, en esta novela “es posible discernir entre la importancia de las acciones y los sentimientos, y las motivaciones que las animan, pues la anécdota se supera a sí misma al traernos unos vencidos frágiles en sus principios, crueles en la soberbia del poder cuando lo detentaron, autoritarios frente a los débiles, lacayos de los poderosos -quienes los abandonaron cuando ya no les eran útiles-.” (Baquero, 2021)

Entonces, esta historia novelada de ese personaje que ha dejado huella en los últimos 70 años en nuestro país están allí, “con su conglomerado de experiencias, y cada cual debe sacar sus propias conclusiones: ¿Hasta cuándo seguir matando? ¿La sangre y los cadáveres resuelven los problemas? Hay quienes creen apasionadamente que sí. Sin embargo, no es tan sencillo sacar estas conclusiones, sobre todo si se ha vivido la experiencia” (Vargas, 2021) de Sangrenegra, quien para que no lo capturaran vivo, se suicidó acosado por las autoridades. “Estas conclusiones no serán fáciles, hay que medirlas y sacar las respuestas debidas, que serán siempre contradictorias.” (ibidem) Sea como sea, es indudable que esta novela histórica tiene “como trasfondo la política, que involucra ideologías de izquierda que pugnan por encontrar arraigo popular. En Colombia, la extrema izquierda ha pretendido llegar al poder haciendo uso de las armas; la moderada, por su parte, ha seguido la vía pacífica” (Sánchez, 2022) que hoy nos tiene soñando con un verdadero cambio profundo y sincero. 

La obra del novelista no tiene por qué reemplazar a los lectores, dándoles soluciones fáciles, liberándolos de la tarea de reflexionar y decidir por su propia cuenta qué es lo que harían enfrentados a aquellos dilemas en que se debatieron Sangrenegra y otros personajes. Afortunada o desafortunadamente, el primero está muerto, arrepentido o no; pero hay otros que están desafortunadamente vivos y causando muchas víctimas. “Las buenas novelas no facilitan las respuestas, toca a los lectores sensibilizados por la fantasía depositada en esas páginas saber cómo responder.” (ibidem) Cumpliendo como lo ha hecho el autor de esta narración sobresaliente podemos tranquila o inquietamente Volver la vista atrás con La cruz de Jacinto para ver “la senda que nunca/se ha de volver a pisar.”

¡Amables lectores multicreyentes y sentipensantes!, es evidente pues que estamos ante una obra brillante y descomunal de un magistral narrador colombiano. Sabemos que Sangrenegra de Hernán Borja -quien también escribió Al pie de la hoguera, novela sobre La Violencia que trasgrede “los límites generalmente admitidos por los historiadores”- mereció la atención de la línea de Investigación sobre la violencia en Colombia y la Colección Artes y Humanidades (Narrativa) de la Universidad del Valle la publica en una primera edición impecable que enriquece de manera significativa el acervo sobre el tema, al igual que esta segunda edición de Gente Nueva, publicada en Bogotá. A Hernán, amigo y colega, gracias infinitas por hacerme tan feliz con esta obra de arte de nuestra lengua, que está traspasando los límites de las regiones del país para trascender como libro clásico del complejo mundo colombiano y ocupar un honroso puesto en su novelística: ¡Maestro Borja, congratulaciones y larga vida!

Bogotá, D. C., junio 11 de 2022.

INDISPENSABLES MURMULLOS REFERENCIALES

6 respuestas a «“LA SENDA QUE NUNCA SE HA DE VOLVER A PISAR”»

  1. Gracias por dirigir la atención de los lectores hacia la novela. Ella sigue su curso y debe trazar con su andar su propio camino.

  2. Excelente presentación de tan importante y exquisito escrito de la narrativa histórica de hechos acaecidos en nuestro entorno nacional.
    Gracias Profesor Dairo por sus apuntes.

  3. Apreciado amigo, Ojalá colombia con este gobierno que tanto hemos deseado se cierre la brecha del egoísmo y de la barbarie acaecida y sirva de modelo para un buen devenir inmediato. Buena por esa ilustración que haces en ésta ejemplar columna de tu plataforma…

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