FIN E INICIO DE AÑO Y DECENIO

En memoria de Orlando Pachón e Isidoro León, excelsos maestros luchadores y formadores de generaciones en el pensamiento crítico, fallecidos por causa del coronavirus. Gran saludo de condolencias a sus familias e invito a todos los colegas a redoblar cuidados en estos momentos tan delicados de la peste. 

¡Amables lectores reflexivos!, como todos ustedes, soy un soñador voluntario e involuntario, y como pocos, soy amante eterno de los horóscopos de la gran Mavé de El Espectador; por eso, el 2 de enero de 2021 sueño involuntariamente en el ombligo del Altiplano cundi-boyacense con ella y me dice:

–A pesar de la advertencia de algunos científicos del futuro espantoso de la humanidad y a pesar de la pandemia del covid19 y de las epidemias de la corrupción, desigualdades e injusticias que no terminan, este año es de horizontes amplios, en parte por los coletazos del buen azar y también por su serenidad para manejar la vida. El año es impetuoso, con compromisos a fondo y una clara conciencia del tiempo que lo llevará a no desperdiciarse en tonterías por la levedad del ser…

Quise aprovechar esta pausa para intervenir, pero…

–En un descanso absolutamente necesario que siguió todas las normas de bioseguridad, usted comenzó pisando duro en el ecológico hotel-hacienda Tres Ríos de Playa del Carmen (México) desde el primero de enero cuando se levantó con el canto de los pájaros de la Ribera Maya y el ruido sereno del oleaje de las primeras horas, decidido a acabar con su vicio viejo…

–El de complicarme por complicarme –me aventuré atropelladamente.

–¡Exactamente! Usted huirá de las personas y de los objetos oscuros que se atraviesen en su camino porque sabrá cuidarse. Decantará las experiencias del pasado y conseguirá lo que quiere, esta vez, sabio como un viejo zorro no se equivocará…

–¡Espero que así sea!

–El año pasado fue para su signo túnel largo con luz escasa; en cambio éste, aunque no hayan terminado pandemia y epidemias ni científicas predicciones fatalistas, gracias a la dialéctica que rige la vida, le pertenece como lo mejor. Y en medio de tantas bonanzas no se confundirá frente al éxito ni frente a la fama ni frente a los afines. Si una persona se enamora de su propio auge, cae en el abismo del pequeñismo

–Así es.

–Romperá sus antiguos amarradijos, las sogas mentales que lo atan al fatídico pasado pandémico y epidémico; se sentirá libre. Su Tarot es firme, convierte sus ideas de cambio en hechos ciertos, contundentes…

Después de despertar para alistarme y coger vuelo en “el nido empapado de serpientes doradas” (Cancún) de regreso a mi adolorida pero amada patria, el diálogo anterior me conduce a reflexionar seriamente sobre los finales e inicios de años y decenios (según la RAE el nuevo empieza en 2021 porque «cada década comienza en un año acabado en 1 y termina en un año acabado en 0«). Si algo tienen de fascinantes los finales de año y decenio -a pesar de las plagas, del cansancio, del aburrimiento y de las rasgaduras de nostalgias y recuerdos- es que el derecho de soñar, conservando todas las normas de bioseguridad, se puede ejercitar en medio de una cena especial en familia.

Ciertamente, se sueña una utopía para todo el año, utopía tejida por los deseos que se piden, mientras se comen lentamente las doce uvas que tenemos en las manos, y en la orquesta lejana se escucha aquella canción del compositor venezolano Oswaldo Oropeza, Faltan cinco pa´ las doce. En pocos minutos, entre los abrazos alborozados y el llanto común de tristeza y, a la vez de alegría, cambia la visión de una realidad que se está soñando, que se está imaginando. Afloran los deseos ya interiorizados por cada uno, y el tiempo ansiosamente esperanzado en el toque de las doce campanadas termina gimiendo en un júbilo general: “¡Feliz año!”, gritamos como si hubiéramos pasado la página, pero la verdad es que seguimos en lo mismo porque ahora estamos soportando el crucial confinamiento extendido por el segundo pico pandémico, lleno de mucha incertidumbre.

De todos modos, el fin del 2020 fue despedido con alivio; difícil recordar un año más espantoso que el que acaba de terminar. Por eso, se sueña con robustecer el crecimiento económico y sembrar las condiciones para retomar una senda de crecimiento con equidad; se sueña con bajar las cifras de desempleo y con el pago de las deudas que tanto nos acosan; se sueña con el estómago lleno en un espacio propio, en casa propia; se sueña con la biosegura educación presencial sin riesgos vitales porque la experiencia virtual “ha desdibujado el rostro humano de la enseñanza; en vez de acercarnos a estudiantes y profesores, nos ha terminado de alejar” (Sandra Borda Guzmán, 2021), aunque la mayoría de educadores y padres desempeñó bien su rol; a pesar de que exista una oscura negociación secreta, se sueña con la puesta en marcha de programas de vacunación masiva, o, por lo menos, para la mayoría de la población, cuidarnos más, y detener la pandemia; se sueña con el cese de masacres y asesinatos de líderes sociales y desmovilizados y el cese de la pavorosa indiferencia estatal; se sueña con un decisivo diálogo social entre Gobierno y organizaciones sindicales, femeninas, juveniles e indígenas porque hasta ahora se han desconocido los justos reclamos y quejas del movimiento ciudadano. En fin, se sueña con la solución efectiva y eficaz de los problemas coyunturales y estructurales.

Entonces se baila con frenesí hasta las horas de la madrugada, mientras  en las calles yace desfigurado y en cenizas el muñeco que representaba el desastroso año viejo. Las maletas han vuelto a su sitio, después de acompañar a sus dueños en la loca carrera alrededor de las casas en busca de un gran viaje soñado. Y las mujeres, los hombres y los integrantes del tercer sexo deciden meterse a la cama con su ropa interior de color amarillo, y con sus cuerpos recién bañados en olorosas yerbas de buena suerte. Finalmente, el cansancio adormila a los soñadores.

Al estrenar el almanaque, cerca de lo que los psicoanalistas llamarían Depresión de fin de año o década, aparece el fúnebre cuatro de enero con todas las noticias que abrirán los ojos de espanto a la imagen de lo que será la nueva realidad, aquella realidad que no se sueña, sino que apenas se sobrevive con los pocos alientos que nos dejaron las fiestas navideñas, que en Colombia y otros países del continente y del mundo se cierran con la de los Reyes Magos. Noticias ocultas naturalmente en el optimista discurso de final de año del negligente e inepto Iván Duque, subpresidente de Colombia o de Donald Trump, fascista y estrambótico presidente del Mundo. Es el golpe directo del autoritarismo, el cinismo, la falacia y la petulancia que jamás debieron haber llegado al Palacio de Nariño o a la Casa Blanca; es el golpe directo también de las alzas, alzas que afectarán el costo de la vida no en un mentiroso uno por ciento como dicen los anuncios oficiales, sino en un 35 y más por ciento. Sube la gasolina, sube el costo de la canasta familiar, sube el transporte urbano, interurbano y aéreo; suben la ropa, las drogas y el licor; aumentan los cánones de los arrendamientos, hasta terminar el mes de enero agobiados por las alzas, complementado por el azote diario del impuesto al valor agregado (IVA) y también, por supuesto, por el azote diario de la pandemia y de las epidemias.

Y claro, vendrá el incosteable mes de febrero, con la libertad de los nuevos costos de matrícula, de textos y de los buses escolares. Y el acoso no termina. Llegarán, como las lluvias, los meses de abril y mayo con las alzas en el impuesto predial y los definitivos impuestos de valorización por todas las calles de la ciudad, gobernada ahora por la neoliberal disfrazada de verde Claudia López, primera mujer elegida como alcaldesa de Bogotá. Vendrá la mitad de año, y las nuevas alzas de gasolina y del transporte no se quedarán en el papel. Y todo sujeto al discurso de un gobierno embaucador que habla maravillas del miserable incremento del 3.5% del salario mínimo, que sólo alcanza mínimamente para unas pocas necesidades; así entendemos que en Colombia y Estados Unidos no existe democracia porque tenemos aquí alrededor de un 60% de la población en la pobreza y un 20% en la miseria y allá tienen el único presidente con dos juicios políticos en su expediente por ser el peor presidente de su historia, y porque acá somos uno de los países más inequitativos de América Latina.

Así termina pues el año y el segundo decenio del tercer milenio con algo distinto a lo que habíamos soñado y así se cierra este círculo vicioso por cuyo borde caminamos. Pero lo grave no es como se asume la irrealidad de unos sueños ni la realidad del grave círculo que caminamos. Lo inquietante es cómo el pueblo colombiano recibe ese proceso alcista y de corrupción política que tanto desangra sus bolsillos. Por muchas razones, pero sobre todo por la ignorancia y el fanatismo religioso y deportivo, todo se acepta con una apabullante resignación cristiana. Por las jugadas maquiavélicas del poder uribista, la resignación y la indiferencia se han vuelto como los signos de una época en que protestar por los derechos propios es el síntoma de una vergüenza social, disminuido afortunadamente con las gloriosas marchas del 21N del 2019. Entonces sólo quedará la esperanza por la espera del fin e inicio de año o década, para volver a soñar y construir el paraíso que tanto se nos viene anunciando de un mejor país.

Sea como sea, ¡amable lector reflexivo!, estamos en el 2021 y en el umbral de la tercera década del siglo XXI que comenzó a las 12 de la noche del 31 de diciembre del 2020. «Los sentimientos y la emociones, en lugar de los hechos, se han convertido en la manera como juzgamos las cosas», afirma Walter Williams. Así sea sentimentalismo o producto de la publicidad del engaño, ignorancia o estupidez milenaria, a pesar de -o tal vez gracias a- el coronavirus, la mayoría del mundo celebró en forma optimista con apoteósicos juegos pirotécnicos, espectaculares rayos láseres, solemnes ceremonias, ritos autóctonos y brindis con champaña o licores tradicionales la llegada del 2021 como si fuera el comienzo de una nueva era. Lo cierto es que nos gusta lo cíclico. Un decenio, según Fernando Savater, “es un ciclo que acaba para dar comienzo a otro distinto. Lo que se nos hace insoportable es afirmar que nada empieza y nada acaba.» Al igual que hace una década, el mundo espera guardar en el pasado los errores que dejan muertos y, con el mejor vestido y la cara lavada, recibir el nuevo decenio.

Hoy, sin embargo, los copos de nieve, al igual que los hombres, caen en España, en Comala, en México, en Venezuela, en Siria, en Yemen, en Palestina, en Macondo, en Colombia y en Estados Unidos, donde “el déspota de atar, el sociópata… da un golpe a su democracia a punta de negar los resultados de las elecciones y de empujar a sus fanáticos a tomarse el Capitolio el día en que va a certificarse su derrota” (Ricardo Silva Romero, 2021): conflictos, cismas y pacificaciones forzadas que han popularizado de hemisferio a hemisferio “la manía de desconocer, falsear, violar e injuriar lo que sea necesario con tal de reinar.” (Ibíd) Al paso del calendario, en 1994 se describió el fracaso del llamado «nuevo orden» mientras las academias, con modelos de análisis como grandes lupas de cristal, tratan de averiguar qué fue lo que pasó, y más difícil aún, analizar el balance de las transformaciones en diferentes áreas tras los dos primeros decenios del siglo XXI y lo que acompañará la entrada del 2021 y la próxima década.

Pues sí, a pesar de que el choque de la pandemia y de las epidemias con sus riesgos sanitarios y sociales sigan vivos –incluso hoy estamos en cuarentenas sectorizadas y/o toques de queda en Bogotá, en Colombia y algunos lugares del mundo–, a pesar de las arremetidas de la rutina y los dramatismos de la vida, a pesar de los halagos del poder económico-político, seguiremos vivos para soñar única y exclusivamente con un mejor país y asomarnos al próximo decenio sin esperar nada más aquello que sea capaz de llevar: la esperanza de un mejor país porque puede más la ilusión. “Al fin y al cabo, es una de las puertas que se abren al comienzo de los años, y dura no más que unos pocos días. Pero basta con cruzarla para refrendar las ganas de vivir y de gozar” (Fernando Quiroz, 2021), precisamente dos de los verbos más amenazados por el fascismo y el coronavirus que cada vez mutan más y agarran más fuerza: “No dejen que les roben la alegría ni la esperanza”, nos aconsejó el papa Francisco en su visita al país.

Entonces, a pesar del peligroso círculo vicioso por cuyo borde caminamos, tengo esperanza en la vía democrática. Mi fe en el futuro del porvenir venturoso consiste en saber que aún quedan en nuestro país gente y líderes honestos, éticos, insobornables y capaces de diseñar hojas de rutas claras y contundentes. Este 2021 y este tercer decenio del siglo XXI se abre como un abanico de oportunidades y riesgos. Somos nosotros, amables lectores reflexivos, “quienes debemos decidir el destino que queremos para la nación. Estamos al borde de seguir cayendo al precipicio como borregos si no paramos en seco esta ruleta rusa.” (Aura Lucía Mera, 2021) Colombia no solo merece, sino que necesita la paz (“… ¿cuántas muertes se necesita hasta que él sepa que ya ha muerto demasiada gente?”, interroga el Nobel de Literatura Bob Dylan), la honestidad en todos los frentes, el desinteresado liderazgo político y ciudadano. Colombia no aguanta otro año como el que acaba de pasar.

Difícil pero no imposible -dos adjetivos que encarnan, grosso modo, dos actitudes posibles- mantener el optimismo en medio de este desesperanzador e incierto inicio de año y decenio, teniendo en el horizonte las elecciones de 2022 con posibles polarizaciones estériles, que debemos afrontar con altruismo, entereza y grandeza para buscar el bien común antes que el personal. Podemos enfrentar todas las pandemias y epidemias si somos capaces de templar el acero de nuestro carácter y trazarnos el camino de la construcción colectiva de nuestros sueños, para que al final tengamos un mejor país para todos: se trata de ir de la verticalidad a la horizontalidad, de la caridad a la solidaridad, de la condescendencia a la compasión, de la conspiración a la democracia antes de que ese populismo reaccionario, inescrupuloso e infernal acabe con todo…” (Ricardo Silva Romero, 2021)

El triunfo de la dupla Biden-Harris y la certificación de la victoria por el Congreso norteamericano son excelentes noticias que prometen un escenario mundial más propicio para luchar contra las plagas. Solo una política global, apoyada en democráticos y honestos gobiernos nacionales y serias instituciones multilaterales, permitirá desplegar las acciones requeridas para combatir con éxito los problemas coyunturales y estructurales. Y, como nos enseña la releída novela de Albert Camus que ahora parafraseo: tan pronto como fue posible para la gente tener una pizca de esperanza, el reinado efectivo de la peste y las epidemias había terminado. Y ojalá que el dramático epílogo perfecto que tuvo el populista grotesco e ignorante estadista de Trump y su caída en la ignominia, nos ayude a reconocer aquí a los cómplices criollos de ese fascista americano, diestro en el manejo del discurso de incitación al odio y a la violencia. Y ojalá también que mis lectores y yo podamos obtener resultados tangibles del inicial presagio anunciado a través del sueño con el horóscopo esperanzador de la gran Mavé.

10 respuestas a «FIN E INICIO DE AÑO Y DECENIO»

  1. Excelente reflexión. Una radiografía de las turbulentas aguas de la humanidad que amenaza seriamente a los vulnerables y prende las alarmas a los poderosos que recurren a las maniobras y triquiñuelas más llenas de odio y autoritarismo. Mi amigo Dairo. Este fin año no hubo tiempo ni para consentir la resaca de los viejos problemas. Abrimos una nueva década de esperanzas y sueños. ¿»La vida es sueño y los sueños sueños son»? Calderón de la Barca, no creo que las realidades de hoy sean sólo sueños. Actuar debe ser la consigna, desde las trincheras donde nos hallemos.

    1. Profesor Castro, gracias por sus certeros comentarios que enriquecen el texto; de acuerdo: este fin de año «no hubo tiempo ni para consentir la resaca de los viejos problemas» y la consigna es actuar «desde las trincheras donde nos hallemos.»

  2. Sin palabras… Gran realidad, de los acontecimientos de nuestra patria, felicitaciones y éxito en tus quehaceres González.

  3. Estimado profesor, en medio de mi carrera con trabajos y exámenes de mi estudio, me doy hoy un tiempo para ponerme al día con sus tan bien escritos y hermosos artículos.

    Una hermosa reflexión, que considero, no solo nos invita a soñar y tener esperanza, sino además, de trabajar y luchar por ver todos esos sueños realidad.

    Un saludo.

    1. Apreciada Catalina, gracias por dedicar tiempo a este portal que también es tuyo. Me encanta saber que estás en la Universidad haciendo realidad tus sueños.

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