ALVARO LEYVA DURÁN, EL GRAN CONSPIRADOR PRESIDENCIAL

En homenaje a La Gran Liebre, Delgys Romero Cabeza, mi esposa de siempre, en su inolvidable cumpleaños porque representa a la adorable y misteriosa sacerdotisa que en El Banquete de Platón enseña a Sócrates la verdadera naturaleza del amor: que las energías positivas del universo, los cósmicos susurros sagrados y las ciencias poblada de amor, educación y virtud te ayuden a alcanzar todos los años que quieres vivir.   

Amables lectores multicreyentes y sentipensantes, a más de 70 años de los golpes de Estado perpetrados por Mariano Ospina Pérez en 1949 y por Gustavo Rojas Pinilla (GRP) en 1953, y a casi 200 años del inicio de conspiraciones contra un presidente colombiano orquestado por Francisco de Paula Santander (F de PS), Álvaro Leyva Durán -ÁLD- recoge ese hilo histórico nefasto para intentar el suyo enderezado a derrocar a Gustavo Petro Urrego -GPU-, el primer presidente de izquierda en Colombia: he ahí el asunto de este breve ensayo.

Lo primero a decir es que ÁLD es “un hombre nacido en las entrañas de la aristocracia bogotana, criado en New York e incorporado desde muy joven en las filas del Partido Conservador.” (Nicholls, 2025) Él ha dado siempre vueltas extrañas en su vida política: “Como conservador fue secretario privado de Misael Pastrana Borrero en su gobierno y luego, en la administración de Belisario Betancur, fue ministro de Minas. Después se convirtió en el más acérrimo defensor de los procesos de paz, siendo el confidente de las FARC y de sus jefes Manuel Marulanda Vélez -Tirofijo- y Jacobo Arenas. A nombre de ese grupo llegó a la Constituyente del 91 y, al asumir el presidente Petro, fue su canciller” (Alarcón, 2025) por su contribución a la paz colombiana. Acusado por enriquecimiento ilícito, pocos años antes se había ido al exilio en Costa Rica para evadir una detención de la Fiscalía de Alfonso Gómez Méndez, delito del cual al final fue absuelto por la Corte Suprema de Justicia. También fue miembro del Congreso de la República en varias ocasiones.

Leyva fue sancionado disciplinariamente en febrero de 2025 por la Procuraduría General de la Nación debido a irregularidades en los trámites de la licitación de pasaportes en la Cancillería, cargo del que fue separado en abril por el presidente a solicitud de esa entidad debido a esas y otras irregularidades. Poseído por un rencor rancio, al verse despojado de poder, el excanciller bogotano se dedicó a buscar todas las formas de desacreditar al primer presidente colombiano de izquierda. En largas misivas puerilmente adornadas, él “hablaba de supuestas enfermedades del presidente, de consumos desmedidos de sustancias, de abandono del cargo y de cuanta cosa se le pasó por la mente. Relataba episodios sórdidos solo respaldados por su propia imaginación que, por supuesto, fueron aplaudidos hasta rabiar por los odiadores de Petro. Una tras otra, las cartas fueron sucediendo y, de tanto en tanto, fueron haciendo mella incluso en personajes serios de la vida nacional. Nos dimos cuenta de que estas no eran simples misivas de un hombre despechado por la orfandad de poder. Estaba todo calculado: Leyva quería ambientar en el país una incapacidad del presidente para gobernar.” (Nicholls, 2025)

Fueron Audios publicados el pasado 29 de junio por el periodista hispano Juan Diego Quesada en el diario El País de España los que revelaron la intentona del excanciller neoconservador -supuestamente progresista- quien habría buscado posibles apoyos en el gobierno estadounidense, en la vicepresidenta Francia Márquez, en algunos empresarios, en el ELN y el Clan del Golfo. Leyva habla de sacar a ese tipo de su puesto y de adelantar las gestiones que sean necesarias para lograrlo. También de reuniones en USA -el pobre arrodillado- que le resultaron infructuosas y de cómo se sentía por encima de Francia, asegurando que estaba jugada, “sin más pruebas que su propio prejuicio para sustentarlo.” (Nicholls, 2025) El hecho parecía sellar una conspiración contra el primer mandatario iniciada con la difusión de dichas cartas que lo señalaban de drogadicto: “Vileza de bajos fondos, un atentado personal que deshonraba más al agresor que a la víctima.” (De la Torre, 2025)

ÁLD también habla de la necesidad de “salvar la Constitución”. Asegura que continúa trabajando para que GPU no acabe su periodo Presidencial en 2026, aunque no lo considera un golpe de Estado. En una entrevista publicada el pasado 5 de julio por la revista Semana, Leyva afirma que existen fórmulas en la Constitución que permiten que los poderes conversen entre sí. “La aspiración que yo tengo es que se entre en ese escenario para salvar la Constitución, en una colaboración armónica. Y que, si es del caso, se estudie el caso de Petro. Se hace una evocación; entonces, pueden hablar con el presidente porque él lidera otra rama. Entonces, dialógicamente, van y le dicen: “Hombre, ¿a usted qué le pasa? ¿Qué problema tiene?”. Inclusive le pueden decir: “¿Y por qué no se retira?”.

Así que ALD, con décadas de carrera, ha sido tantas cosas que uno se pregunta si hay alguna mesa de negociación en la que no haya dejado su huella. Su cercanía a expresidentes y al presidente y su irrefrenable protagonismo en temas sensibles como la paz total, han levantado muchas ampollas: ¿operador paralelo?, ¿conspirador?: las etiquetas llueven, y él, con su trayectoria de abogado polémico, diplomático curtido y político de alto voltaje, las deslizó. Como abogado en una nación donde la legalidad suele caminar al borde de lo excepcional, él hizo del orden constitucional una cancha de juego estratégico más que un conjunto de principios rígidos; su interpretación jurídica de los procesos de paz, por ejemplo, desafió conceptos tradicionales de justicia transicional que generaron fricciones en el sistema legal y la opinión pública. Como protagonista en la historia reciente de Colombia, él fue un actor constante en los momentos de inflexión del Estado, fue coautor y negociador en procesos claves como el que derivó en la Constitución de 1991, y años más tarde jugó papel determinante en los diálogos con las FARC, donde su visión legalista se combinó con una voluntad casi obstinada de alcanzar la paz, incluso a costa de romper esquemas normativos.

Los conspirativos episodios recientes consolidaron su imagen de poder en la sombra. Se le acusó de moverse como un satélite presidencial con órbita propia, desafiando la institucionalidad y el sentido común. Leyva no pidió permiso, pidió espacio; y lo consiguió. En la política colombiana, donde el silencio rara vez es gratuito, su voz se volvió sinónimo de conspiración. ¿Es ÁLD un conspirador? Lo es a lo grande: históricamente, él representa esa figura híbrida entre jurista y operador político, un rol que en Colombia ha sido fundamental pero también peligroso. Como canciller y figura cercana al presidente, su estilo de liderazgo se vio envuelto en polémicas institucionales, planteando dudas sobre la separación de poderes y los límites de la diplomacia ejecutiva. En ese sentido, más que conspirador, es símbolo de una tradición colombiana donde la ley es maleable y el poder personal puede eclipsar el institucional. Y desde una perspectiva crítica, se le señaló por actuar fuera del marco estrictamente jurídico, argumentando la necesidad de flexibilidad frente a las urgencias del conflicto armado. Ese enfoque pragmático lo llevó a ser acusado por algunos sectores de reinterpretar la ley según la causa, alimentando el perfil del conspirador presidencial. Así, su habilidad para intrigar lo convirtió en un personaje digno de estudio, según la inteligencia artificial y humana, pero sobre todo la humana.

Por Chócolo, 06 de julio de 2025 https://www.elespectador.com/opinion/caricaturistas/chocolo/chocolo-318

Tal vez quiso el excanciller conspirador revivir el golpismo apadrinado por el imperio que proliferó en América Latina y del que Colombia, afortunadamente ha sido tocado esporádicamente. Pero falló el intento con el secretario de Estado, Marco Rubio, y con figuras del Congreso de ese país. “Lo que no le impidió al presidente precipitarse a dar por hecho la conjura y, aunque moderara después el tono, terminara por poner al país en la antesala de ruptura de relaciones con Estados Unidos: Petro y Trump llamaron a consultas a sus embajadores. Mientras el Gobierno lidia con el peor escollo diplomático en 200 años de relaciones con esa potencia, Marta Lucía Ramírez se postra de hinojos ante ella y descalifica al presidente de su país: que la actitud de Gustavo Petro no representa el sentir de los colombianos, escribe en misiva a Marco Rubio, cuando Trump, el perdonavidas, caza motivos para acorralar a este paisito del Sur.” (De la Torre, 2025) A pesar de que nadie ignora que la hipocresía rige las relaciones diplomáticas desde tiempo inmemorial, afortunadamente, por el momento, la salida diplomática predominó.

Desenredado el hilo histórico del ovillo conspirador, me topé con dos escritores: el inglés David Icke, uno de los descubridores de los secretos más oscuros de nuestra especie y teórico general de la conspiración en sus libros La guía de la conspiración mundial y El mayor secreto. Y el colombiano Enrique Santos Molano, autor de Grandes conspiraciones en la historia de Colombia -2011-. Por el objeto de mi escrito, me detendré lógicamente en el colombiano quien cuenta con minucia quiénes, cómo y por qué desarrollaron célebres golpes que, exitosos o fracasados, tuvieron profunda influencia en las distintas etapas de la vida nacional. Colombia ha sido fecunda, desde los tiempos coloniales, en conjuras que buscan el acceso al poder por medios distintos a los que indican las leyes y las normas constitucionales. El libro abarca ocho conspiraciones que sucedieron entre 1715 y 1867: la primera, de los oidores contra el presidente Francisco Meneses Bravo de Saravia, y la última, de los Gólgotas y los conservadores contra el presidente Tomás Cipriano de Mosquera.

Nuestro historiador ilustre hace un recorrido por las confabulaciones, intrigas y traiciones más importantes de la historia de Colombia, y se detiene en el factor común a ellas: el de la dependencia económica, política y social de nuestro país. En el siglo XIX destaca la del 25 de septiembre de 1828 contra Simón Bolívar, por la que acusa a F de PS de “conspirar junto con el Gobierno de Estados Unidos para que los deseos de una América unida, liderados por Bolívar, fracasaran”. Inauguró, asevera, el vicio de “la historia política de Colombia”, “el vicio de que enemigos y opositores quieran tumbar a un Gobierno legítimo.” (Suárez, 2025)

Ese vicio y otros, de la propia entraña de ellos, fueron enseñado a sus hijos y a sus nietos cómo hacer invivible una república: exacerbando el gusanillo conspirativo y violento “mediante la acción intrépida y el atentado personal para abrir puertas a regímenes de fuerza. El 8 de septiembre de 1949, un congresista conservador mata de un balazo en el Capitolio al representante liberal Gustavo Jiménez. Un mes después, ingresa la Policía al recinto, desaloja a los parlamentarios, el Gobierno declara el estado de sitio en todo el territorio y clausura el Congreso. Se ha ejecutado un golpe de Estado… A poco, asume Laureano Gómez. Viene él de proponer la instauración de un Estado autoritario, católico y corporativista, copia del impuesto en Portugal por Oliveira Salazar. Lo acolita desde el gabinete Jorge Leyva Urdaneta, padre de nuestro excanciller. En 1953 asume, por golpe apoyado en las élites de los partidos, en el empresariado y en la Iglesia, el general Rojas pinilla (De la Torre, 2025); la mayoría de los historiadores ven en el golpe de Rojas, según Hernán Borja, una salida de las élites económicas al desastre que estaba provocando la violencia de Laureano Gómez contra los liberales. Sea como sea, hubo dos golpes de Estado en el suspiro histórico de cuatro años.

Leyva Urdaneta hizo parte, con Álvaro Gómez, del binomio que estuvo detrás del poder en el gobierno de Laureano -padre de Álvaro-. “Fue Jorge su ministro de Obras Públicas. Cuando se avizoraba el golpe de Rojas Pinilla, Laureano destituyó a Lucio Pabón Núñez, como ministro de Guerra, y designó en su reemplazo a Jorge Leyva, a quien le ordenó que se presentara ante el batallón Caldas para hacerse reconocer de las tropas. Cuando llegó, ya el golpe se había producido y fue puesto preso.” (Alarcón, 2025) El presidente titular se fue a España y luego de tres años de gobierno de la dictadura, “Alberto Lleras fue en su búsqueda para suscribir el acuerdo del Frente Nacional. Concretado el pacto, Jorge Leyva se encontró con Lleras en Nueva York, lugar de escala para regresar a Colombia, y este le entregó en el aeropuerto un sobre cerrado que Laureano le enviaba al director de El Siglo… en donde suponía que iba el documento firmado por los dos, pero además le adicionó su declaración en donde manifestaba su desacuerdo con el pacto. Sin saberlo, Lleras fue el “mensajero” del mensaje en donde rompió de por vida con su “íntimo” Laureano Gómez, y se convirtió en su más acérrimo enemigo.” (Ibíd)

A propósito, en estos días el Partido Conservador conmemoran los 60 años de la muerte del expresidente colombiano Laureano Gómez -1889-1965-, considerado símbolo histórico de ese movimiento político, actualmente presidido por la senadora Nadia Blel Scaff, la primera mujer que ejerce el cargo. Aparte de celebrar el legado de quien fuera llamado por sus seguidores El tribuno del siglo XX y El monstruo por sus detractores, los conservadores también revisan la vida y obra del hijo de Laureano, Álvaro Gómez Hurtado, de quien se cumplen 30 años de su asesinato, el próximo 2 de noviembre.

Así que los Leyva siempre han sido los Leyva. Por eso, ÁLD se cree mejor que el resto. Él, cuando observa a este país, siente desprecio, “lo ve como una finca habitada por iletrados que no pueden gobernarse a sí mismos y que necesitan de su erudición para ser conducidos. En su interior maldice su linaje y el haber nacido en esta tierra. La forma en la que habla de Márquez lo dice todo, con la condescendencia de quien expresamente se siente arriba y con facultades para mandarla como le plazca.” (Nicholls, 2025) La traducción de ese “está jugada” es “yo la manejo porque al final es una sirvienta”. En verdad, da grima escucharlo hablar de sus viajes, de sus amigos internacionales, de las invitaciones a foros por fuera, como si con ellos lavara el pecado original de ser colombiano. “Justo de ahí brota su odio, de su propio complejo, de sentir que lo único bello es lo extranjero. Leyva: un hombre que estaba dispuesto a propiciar un golpe de Estado en su propia patria sin importarle en lo más mínimo las consecuencias de ello, las vidas, la violencia, las instituciones, al final siempre es más importante la defensa férrea de la fealdad. Lo horrible para una tierra horrible con gente horrible. Así piensan.” (Ibíd)

En verdad, así actúan y piensan entonces personajes como Álvaro Leyva Durán, abundantes en la derecha y ultraderecha colombiana neoconservadora. Él, quien ocupó titulares de prensa en los casi tres últimos años por ser mano derecha -y sobre todo derecha- del presidente Petro, pasó “a convertirse en su más ferviente conspirador y divulgador de su vida privada y secreta” (Alarcón, 2025), esto es, un arquetipo singular: Leyva, el golpista. Definitivamente, detrás de todo hito histórico en Colombia se oculta una gran conspiración como la intentada por Álvaro Leyva Durán -el hijo de Jorge Leyva Urdaneta- con su otrora íntimo, el presidente Petro. Es que lo que se hereda no se hurta, así las víctimas de aquel entonces fueran los Gómez Hurtado.

 El golpe de Leyva por Mheo, 02 de julio de 2025 https://www.elespectador.com/opinion/caricaturistas/mheo/el-golpe-de-alvaro-leyva/

“Hasta el día de hoy, cuando un vástago de aquel extremismo quiso reeditar el golpe de mano pero se topó con una democracia afirmada en instituciones capaces de neutralizar la amenaza” (De la Torre, 2025), se han sorteado otras contra la institucionalidad. Claro que también hubiera sido Golpe de Estado si hubiera también prosperado “la inconstitucional convocatoria de una constituyente por el partido de Gustavo Petro. Si en la derecha dura llueve, entre vociferantes del petrismo místico no escampa.” (Ibíd) Ojalá, entonces, que la amenaza de la conspiración de Leyva no prospere porque sería el acabose. No seré yo -como Cristina de la Torre- quien hable de santos y conductas sin tacha, pero a los 82 años espero estar felizmente rodeado de un poco más de gracia y bondad que este hombre que en el ocaso de su vida decidió anteponer su vanidad a mínimos valores de civilidad y republicanismo. Ahora pasarán los días, meses o años que le quedan arropado por la vergüenza. Ese será su castigo. Y ojalá lo sea para quienes decidan seguir su ejemplo.

INDISPENSABLE TÁBULA GRATULATORIA

Alarcón, Óscar (2025, jul 8). Los Leyva son así. El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/oscar-alarcon/los-leyva-son-asi/

De la Torre, Cristina (2025, jul 8). Leyva juega al golpe. El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/cristina-de-la-torre/alvaro-leyva-juega-al-golpe/

Nicholls Ocampo, Cristina (2025, jul 14). La discreta fealdad de la burguesía: el golpista. El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/cristina-nicholls/la-discreta-fealdad-de-la-burguesia-alvaro-leyva-el-golpista/

Quesada, Juan Diego (2025, jul 5). Álvaro Leyva: “Cualquier cosa le puede pasar a un presidente elegido, se puede morir”. El País, Madrid, https://elpais.com/america-colombia/2025-07-05/alvaro-leyva-cualquier-cosa-le-puede-pasar-a-un-presidente-elegido-se-puede-morir.html

Suárez Montoya, Aurelio (2025, jul 4). Historias de conspiraciones con el gringo ahí. Semana, Bogotá, https://www.semana.com/opinion/articulo/historias-de-conspiraciones-con-el-gringo-ahi/202503/#google_vignette

4 respuestas a «ALVARO LEYVA DURÁN, EL GRAN CONSPIRADOR PRESIDENCIAL»

  1. Artículo lúcido y bien documentado. El formato agota el contenido, pero es posible recordar también el golpe de Estado contra Belisario Betancur en noviembre de 1985, en los sucesos de la toma del palacio de justicia. La mayoría de los historiadores ven en el golpe de Rojas Pinilla, una salida de las élites económicas al desastre que estaba provocando la violencia de Laureano Gómez contra los liberales.

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