LA NOVIA VASCA DE GABO EN PARÍS

¡Amables lectores multicreyentes y sentipensantes!, después de la chiva del pasado 16 de enero que dio el periodista y escritor Gustavo Tatis Guerra quien reveló la existencia de Indira Cato, la hija desconocida –aunque sí reconocida- de Gabriel García Márquez con la escritora y cineaste mexicana Susana Cato, ahora nos convoca la amorosa relación parisina de Gabo a pesar de su compromiso con Mercedes Barcha, tema esencial del que vamos hablar en esta ocasión, y especialmente en el caso de un escritor cuyos motivos centrales son el amor, el erotismo y, por supuesto, la infidelidad.

Amor y erotismo concebidos como partes fundamentales del ser humano fueron desplegados por García Márquez en su vida con su esposa Mercedes por casi 60 años y su amante Susana por tiempo indeterminado que dejó tres grandes vástagos: Gonzalo, Rodrigo e Indira. Y, por supuesto, en obras como Cien años de Soledad, El amor en los tiempos del cólera, El amor y otros demonios, Diatriba de amor contra un hombre sentado, Crónica de una muerte anunciada y algunos cuentos. Y obvio, allí están personajes infieles como Florentino Ariza, Aureliano Buendía, Pilar Ternera, aquel hombre sentado en una larga infidelidad, etc., para demostrar que ese es un tema recurrente en la obra del ilustre colombiano y al parecer también en su vida, lo que reafirma el historiador inglés Gerald Martin -el gran biógrafo de Gabo-, ahora en El País de España a propósito de la chiva citada.

La narrativa del asunto fue más o menos así: hacia 1955, cuando García Márquez ya había escrito La hojarasca y unos pocos libros de cuentos y era periodista de El Espectador en Bogotá, donde vivía entonces, él mantenía un noviazgo con Mercedes que vivía en Barranquilla. Precisamente de ahí se fue un jueves de ese año para Ginebra-Suiza por dos semanas como enviado especial de ese periódico a la Conferencia de los Cuatro Grandes de entonces -EE.UU., Unión Soviética, Gran Bretaña y Francia-; pero, por algo que no tuvo que ver con su voluntad, no se demoró dos semanas sino casi tres años porque en Colombia el general Gustavo Rojas Pinilla dio un golpe de Estado y cerró repentinamente el periódico -que dejó de enviar el cheque al corresponsal-. “Para subsistir, Gabo tuvo que vender el boleto de regreso a Colombia” (Orozco, 2014) y realizar oficios humildes.

Después de haber volado de Bogotá a Cartagena, donde vivían sus padres de los cuales se había despedido, y yendo al aeropuerto Ernesto Cortissoz, de donde salía el vuelo de París, pasó por la avenida Veinte de Julio. Por un reflejo que ya formaba parte de su vida desde hacía cinco años miró hacia la casa de Mercedes. “Y allí estaba, como una estatua sentada en el portal, esbelta y lejana, y puntual en la moda del año con un vestido verde de encajes dorados, el cabello cortado como alas de golondrina y la quietud intensa de quien espera a alguien que no ha de llegar. No pude eludir el frémito de que iba a perderla para siempre…, y por un instante pensé en parar el taxi para despedirme, pero preferí no desafiar una vez más a un destino tan incierto y persistente como el mío.” (García, 2002: 578)

En el avión en vuelo castigado por el arrepentimiento, el escritor y periodista decide escribirle para darle la noticia oficial de su viaje con esta posdata: “Si no recibo contestación a esta carta antes de un mes, me quedaré a vivir para siempre en Europa.” Y el jueves de la semana siguiente, cuando entró en el hotel de Ginebra al cabo de otra jornada inútil de desacuerdos internacionales, encontró la carta de respuesta: así termina Vivir para contarla, la autobiografía de Gabo inconclusa por su muerte. Pero sabemos que Mercedes lo esperó con paciencia por casi tres años y después se casarían el 21 de marzo de 1958 precisamente en la capital del Atlántico. 

Así pues que García Márquez tuvo, a pesar de su compromiso con Mercedes, una relación amorosa en París en 1956 con Tachia Quintanar -María Concepción Quintana es su verdadero nombre-: Dasso Saldívar, el otro gran biógrafo del Nobel, apenas la nombró en El viaje a la semilla, y Gerald Martin la nombra moderamente en Una vida (2009) en un sugestivo capítulo titulado “Hambre en París: La Bohème” (págs. 230-254) donde además revela detalles desconocidos de su vida en la ciudad luz. Tachia es una actriz de teatro y una poeta “vasca temeraria” proveniente de una familia burguesa y un papá franquista. Ella había llegado a la capital francesa en 1953 a sus 26 años “huyendo voluntariamente de un romance intenso y amargo, con el gran poeta español Blas de Otero” (Orozco, 2014), ahí el autor colombiano la conoció un día de primavera de 1955, un 21 de marzo, y enseguida protagonizó con ella “una historia de amor y amistad apuntalada gracias al tiempo fecundo del arte, la poesía, la música, el teatro, el cine.” (Olaciregui, 2008) Fue el amor inolvidable de la época de estrechez económica cuando él acababa de abandonar la escritura de La mala hora y acosado por esas penurias del hambre, escribió febrilmente El Coronel no tiene quién le escriba.

El hijo de Aracataca era entonces un muchacho de 28 años que la hija de Éibar “evoca como alguien con mucha poesía en su ser, en su manera de ver el mundo”; muy delgado y tímido, algo petulante, pero muy dulce y muy romántico. Y ella era también joven y hermosa: “La energía de la juventud le dará un velo romántico a las privaciones de esa época, todos eran artistas en ciernes, cada uno buscaba su destino.” (Olaciregui, 2008) Además, Tachia admira la humildad, la modestia y la sensibilidad de Gabo, alguien “que cala de tal manera en el alma humana… puedo decir que en los nueve meses que pasamos juntos me conoció más que mi marido en 40 años”, le dijo al escritor colombiano Julio Olaciregui que la entrevistó en París en el 2008.   

Dicha relación terminó pues en un embarazo y en un aborto consensuado, que si no se hubiera realizado, de esa relación habría nacido el primer hijo de García Márquez. “La madre” o la “vasca temeraria”, así la llamaba él, había inspirado varios personajes importantes y sendos temas centrales en su obra narrativa y había seguido siendo importante en su vida posterior, tan importante que le dedica la traducción francesa de El amor en los tiempos del cólera y la invita a la fiesta del premio Nobel de Literatura en Estocolmo. Por todo eso, el historiador inglés Gerald Martin (2022) juzgó que ella “merecía” estar en su libro biográfico, y ella, después de meditarlo, estuvo de acuerdo.

Conocí a Tachia en París en marzo de 1993, sigue Gerald Martin (2022), casada desde hacía muchos años con Charles Rosoff, un ingeniero de petróleos cosmopolita francés con quien tuvo un hijo -Juan- compositor e intérprete de música funk. Como ya anotamos, ella había tenido antes dos novios: uno fue Blas de Otero con quien tuvo un romance de casi 10 años; “a la coronela de París”, fue una dedicatoria de uno de sus libros y precisamente fue él quien “le puso el apodo de Tachia, creado a partir de la inversión de las dos últimas sílabas de ´Conchita´” (wikipedia.org). Y el otro fue, por supuesto, García Márquez. Paseamos y conversando por las mismas calles de la ciudad que ella y Gabo habían recorrido a mediados de los cincuenta (para decir la verdad, continúa Gerald, mis conversaciones con Tachia nunca cesaron). Meses después, en la casa de García Márquez en Ciudad de México, biógrafo y biografiado tuvimos una conversación histórica: definitiva y definitoria.

Después yo recordaría en la biografía: “Me armé de valor y le pregunté: ‘¿Y Tachia?’. En ese momento eran muy pocos los que sabían de ella, y menos aún quienes conocían la historia entre ambos, aun a grandes rasgos; supongo que había esperado que se me pasara por alto. Respiró hondo, igual que alguien que ve abrirse lentamente un ataúd, y dijo: ‘Bueno, ocurrió’. Le pregunté: ‘¿Podemos hablar de ello?’. ‘No’, me contestó.» Fue en aquella ocasión cuando el Nobel colombiano le dijo a Gerald Martin “por primera vez, con la expresión del director de una funeraria que con determinación cierra de nuevo la tapa del ataúd, que ‘todo el mundo tiene tres vidas: una vida pública, una vida privada y una vida secreta’. Como es lógico, la vida pública estaba a la vista de todo el mundo, yo simplemente tenía que hacer mi trabajo; de vez en cuando me daría acceso y me permitiría comprender mejor la vida privada, y evidentemente se esperaba que dedujera el resto; en cuanto a la vida secreta: ‘No, jamás’. Si en algún lugar estaba, me dio a entender, era en sus libros. Podía empezar por ellos.» (Martin, 2022)

Volviendo al testimonio de la novia vasca en el punto después del legrado, ella le dijo a Olaciregui (2008): “Nosotros nos separamos de común acuerdo diciendo ‘esta historia termina aquí…’. Yo me fui pa’ España y ya, nunca más nos volvimos a hablar ni a ver, nos separamos amigos, no enfadados, comprendiendo que esa no iba a ser nuestra historia, y así fue.” Posteriormente, ambos casados y felices, él con Mercedes y ella con el francés, se convirtieron en grandes amigos: “Un año de amor, pero una amistad eterna”, le dijo ella a la periodista Natalia Orosco que la conoció en París en 2010; para entonces esta eibarresa de alma libertaria tenía 80 años, una elegante belleza y la memoria fresca que aún conserva. Así pues que Gabo le fue infiel a Mercedes con esa cálida mujer carismática y sofisticada de pensamiento.

Foto: Vimeo, 2021

Es verdad que los escritores han tenido en todas partes del mundo una relación más infiel de lo que nos gustaría creer; pero el caso garciamarquiano, tal como lo explican Gerald Martin y Dasso Saldívar, es mínimo ya que en su vida privada y pública se conocen los dos casos mencionados, claro que ignoramos muchos secretos que Gabo se llevó en la culminación de su vida maravillosa e importante para Colombia. De todos modos, la conclusión parcial sería: es evidente que la vida pública está a la vista de todos para apreciarla, despreciarla o serle indiferente; la vida privada es reserva del sumario, pero si una persona nos permite penetrar en ella seguramente la conoceremos mejor; ahora bien, si la intimidad dejara de ser secreta, ¡cuántas sorpresas nos llevaríamos todos! Es claro que María Concepción Quintana hizo por muchos años parte de la vida privada y pública y por un año de la vida secreta de García Márquez, que por lo general es la más apasionada, las más interesante, la más intensa de la existencia y en especial de un escritor y un artista. (Orozco, 2014)

En suma, entonces, la infidelidad es un asunto humano, muy humano y además divino porque Los dioses también pecan pues ellos, encabezados por Zeus, según el bioquímico y escritor colombiano Eduardo Lozano Torres (2020: 14), “fueron enamoradizos, hábiles para conquistar diosas y mujeres mortales, ingeniosos en el engaño para seducirlas y prolíficos copuladores.” Por supuesto, que esas eróticas travesía mitológicas y amorosas aventuras macondianos le trajeron muchos sinsabores a Hera, esposa del padre de los dioses, y a Mercedes Barcha, esposa del genial escritor, pero afortunadamente ellas como distinguidas y merecidas cónyuges que fueron las sortearon con mucha paciencia e inteligencia, perdonándoles sus pasajeras infidelidades.

¡Amables lectores multicreyentes y sentipensantes!, finalmente es necesario enfatizar que el amor es un entrañable afecto íntimo y el erotismo es lo más sublime que no debe ser atravesado por ningún prejuicio, imposición o desafecto encendido y enconado: “El Dios de la Literatura no pudo escapar a algunos comportamientos inculcados” (Restrepo, 2022) por la machista cultura caribe que lo formó y de la cual también somos víctimas mujeres, hombres y toda la comunidad LGBTI. He aquí pues a García Márquez convertido en objeto de conocimiento de nuestra cultura en donde se ha revelado “sujeto a la sexualidad y sujeto de su sexualidad.” (Michel Foucault) Pero en definitiva, lo esencial es que todos luchemos juntos contra ese machismo enquistado no solo en la cultura caribe sino en toda la cultura colombiana y latinoamericana e incluso griega, cuna de la cultura occidental.

INDISPENSABLES MURMULLOS REFERENCIALES

10 respuestas a «LA NOVIA VASCA DE GABO EN PARÍS»

  1. Muy interesante tú artículo amigo Dairo. En él dejas reflejar, vivencias de tan querido escritor colombiano, que por ser tan importante y respetado, me sorprende la doble, triple.. etc vida, del maestro. Gracias

  2. Y quedarán muchas historias secretas del macondiano sin escribir, perdidas en el correr del tiempo.
    Trataré de verificar una perdida en el tiempo y se la compartiré.

  3. Cada individualidad construye sus senderos, al decir de Machado. Por ello, las generalizaciones se contradicen con las individualidades; y viceversa, las individualidades terminan casándose en las generalizaciones y, por ese camino, anulándose.

  4. La infedilidad es inherente al hombre,hablar de ella es algo exquisito y sobretodo plasmado en las letras de nuestra joya literaria se hace mayor vivencia en su contenido…

  5. En ocasiones, he escuchado a ciertas personas mencionar que la infidelidad puede ser un arte, no lo sé. Pero, de forma segura, escribir de forma respetuosa y emotiva sobre episodios de infidelidad del Nobel colombiano, como lo hace Dairo, es un arte cultivado y dinámico. Además, llama la atención su evocación sobre una apreciable idea garciamarquiana; hay cosas sagradas como la vida secreta de cualquier ser humano.

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