FIN DEL 21 E INICIO DEL 22

Algún día Colombia tendrá una voz de pueblo unido. Una voz que será respetada y oída; porque será la voz del pueblo dueño de su propio destino construido civilizada e ingeniosamente con nuevos liderazgos que se ocupen de las necesidades y los sueños del país.

Parodiando a Salvador Allende y a Juan Manuel Santos, en homenaje a Gabriel Boric, el presidente más joven en la historia del glorioso pueblo chileno.

¡Amable lector multicreyente y sentipensante!, apenas aparece diciembre en el calendario, afortunada e inevitablemente el ánimo cambia de estado y se alborota el optimismo hasta el punto que da la sensación de que ya desaparecieron la pandemia del covid-19 y las epidemias del narcotráfico, la corrupción y la desigualdad. Precisamente en el 2021 e inicio del 2022 es que quiero detenerme haciendo un balance general del primero y una perspectiva del segundo, para entender lo que nos pasa y para aumentar el bálsamo ante la nostalgia.

La educación primaria, básica y media estuvo dividida este año en dos semestres diferentes: el 1º siguió igual que el año pasado cuando la educación virtual reinó con su majestad el celular, y el 2º fue presencial. El 1º siguió en la etapa de conectividad que llegó para quedarse en los procesos de enseñanza y aprendizaje, razón por la que éstos nunca pararon a pesar de las dificultades. “La información se democratizó con el celular y las redes sociales. El cuarto poder abandonó la gran prensa, esa que muchas veces es más gobiernista que el gobierno, y se posó en las manos de los ciudadanos.” (Caballero, 2021) Mientras estudiantes y profesores avanzamos con todos los problemas propios de la educación virtual, el desgobierno uriduquista también avanzó difícil y tortuosamente hasta el punto de que esto nos condujo a la reactivación efervescente de la protesta social el 28 de abril de 2021.

“Los jóvenes, los indígenas, las comunidades afro, los estudiantes, las mujeres, los campesinos, los trabajadores, el personal de salud, los transportadores y una cantidad enorme de sectores sociales marcharon al mismo compás y gritaron al unísono a lo largo y ancho del país. Nuestra característica brutalidad policial reapareció y esta vez contó con la complicidad” (Caballero, 2021) de unos pocos colombianos que se creen dueños del otro y que, inclusive, disparan contra los que se atreven a pensar y exponer públicamente su inconformismo. Los indignados dejaron “otras dos historias captadas con celulares: el asesinato del estudiante Lucas Villa y los disparos de Andrés Escobar contra los marchantes” (ibidem), quedando para el 2021 la imagen de Villa como símbolo de las víctimas del paro y la imagen de Escobar, pistola en mano, como símbolo de la “gente de bien”, con la venia de los periodistas que apoyan al gobierno y le dan la espalda al pueblo.

Precisamente, esa amalgama fue la que los celulares denunciaron “con imágenes incontrovertibles. Ese, ese es el nuevo cuarto poder colombiano, pues fueron los mismos ciudadanos los que le informaron al país cómo es que las armas del Estado, que pagan los contribuyentes, asesinan a los colombianos.” (Caballero, 2021) Así, con los celulares en mano y el desgobierno uriduquista el despertar llegó. Ahora bien, muchos devotos de la prensa grande hablan de la cloaca de las redes sociales y afirman que esto es un foco de noticias falsas imparable y que con los celulares también se manipula al pueblo; quizá tengan razón, pero a ellos les pregunto con Farouk: ¿acaso los medios tradicionales no manipulaban (manipulan) al pueblo? ¿No será que el problema es que ya no tienen el monopolio absoluto de la información? Por fortuna, al lado de ese celular denunciante está también el valiente periodismo independiente.

Así, llegó diciembre y los estudiantes junto con sus profesores están en vacaciones de fin de año, después de un lento y extraño 1º semestre virtual que logró suplir algunas deficiencias y sirvió como período de transición a la presencialidad escolar en el 2º semestre. Por la peste y otras razones, los estudiantes mostraron mucha resistencia a entrar a clases y ajustarse a las rutinas. Así que este fue otro año traumático para la educación del país: muchos maestros tenemos la impresión de que los chicos regresaron a media marcha y que buena parte del 2º semestre “se les fue en un proceso de readaptación. El asunto de la alternancia resultó complicado, pues eso de atender a cada quien como mejor le pareciera, organizar los turnos, vigilar las medidas sanitarias, aplacar los miedos de las familias y ocuparse de ajustes logísticos no permitió centrarse” (Cajiao, 2021) plenamente en el proceso académico, pero comenzó a verse secuelas del largo período de aislamiento y virtualidad.

“Ya se conocen datos preocupantes de salud mental, que incluyen pensamientos y acciones autodestructivas, como suicidio, trastornos alimentarios, depresión y autolesiones, pero en la cotidianidad de los colegios se observan otras manifestaciones” (Cajiao, 2021) como la desidia para el estudio y la pereza mental. Estudiantes que en sus casas se acostumbraron a apagar sus cámaras y silenciar sus micrófonos para hacer otras cosas mientras los profesores hacían las clases por su computador. Así, los pupilos vieron a comienzos del 2º semestre la alternancia como la opción de elegir cuándo ir al colegio o quedarse en su casa, mientras sus familias exigían que se los atendiera en la finca o en otro sitio. Esto se agrava con manifestaciones agresivas, desmotivación, irritabilidad y apatía frente al trabajo escolar, así como mayor tendencia al consumo de sustancias. En realidad, el regreso estudiantil a las aulas ha sido lento y tortuoso, pues “el año terminó con un alto porcentaje de ellos que no estuvieron ni un día en su escuela, mientras el resto asistieron dos o tres días a la semana a partir de agosto.” (ibidem)

Alrededor de pandemia y educación gira el idioma con algunas palabras asociadas e incorporadas en 2021 al Diccionario de la RAE como “coronaplauso, coronomanía, coronalengua, coronabebé, covidiota, emergenciólogo, hisopo, cubrebocas, triaje o vacunología… la mayoría son conceptos que llevan apenas dos años en nuestras vidas y, sin embargo, ya han coronado el perenne universo del idioma.” Pero ¿cómo ha podido pasar esto así de rápido?, me pregunto junto a Melba Escobar (2021). Con ella creemos que a lo mejor somos covidiotas que pensamos que el mundo no se partió en dos el día que apareció la maldita peste. Hay «que creerles a los sabios, eruditos y letrados, lingüistas expertos de las 23 academias hermanas que conforman el mundo hispano. Un mundo contenido en palabras…Con 3.836 variaciones, entre novedades y modificaciones, el diccionario aparece vigoroso, activo, más vivo que nunca. Los académicos y estudiosos de las distintas geografías y culturas” demuestran que el español es una lengua mar y balsa desde donde podemos “navegar paisajes conocidos y extraños, pueblos, creencias y relatos capaces de trenzar valores, sueños y fábulas compartidas.”

Como jefe de Humanidades y profesor en el colegio Usaquén de Bogotá de la lengua que cobija por igual a 600 millones de hispanohablantes -lengua que alcanzó la cifra de mil millones de consultas en un año-, sé que la experiencia humana, lo que para los seres humanos representa la experiencia de la existencia, se realiza desde el lenguaje que representa para los seres humanos, en el decir de Nietzche, una prisión de la cual no pueden escapar; o, en el decir de heidegger, la morada de su ser: los seres humanos habitamos en el lenguaje. Pues bien, como el lenguaje marcha al ritmo de los tiempos inciertos y los verdugos, debemos evitar su abuso. Por eso, lamento que la protesta contra el abuso de la lengua sea visto como un arcaísmo sentimental como si no estuviera nuestra vida en cada letra, en cada palabra, como si no habitáramos en él y no fuera “el único lazarillo que no nos suelta la mano en medio de la negra noche. Nuestra lumbre y camino.”

Después de esa extraña mezcla de peste, educación e idioma, este año termina entonces con el cierre de los años escolar y universitario y con todos los estudiantes en plenas vacaciones, cuando las prioridades claramente son otras para ellos, pero el 5 de diciembre se realizaron las elecciones de los Consejos Municipales de Juventud en las cuales más de un millón de jóvenes salieron a votar como muestra de que hay una población sedienta de participación política y capacidad de vigilancia como también lo demostraron con su participación alegre y masiva en la reactivación del estallido social colombiano después de abril de este año: “¡Cuán hermosa generación la de los jóvenes activos!”, dice el gran poeta José Martí.

Por otro lado, las ideas extranjeras sobre Colombia “se mueven en dos ejes: el del mal, país de narcos, guerrilleros violentos, paramilitares, y el eje maravilloso, entonces el realismo mágico, la costa caribeña, cumbia y la preciosidad de sus paisajes.”  (Silva, 2021) En este eje, aparece Encanto de Disney como una hermosa versión del país maravilloso. Repensada mediante una investigación académica se concluyó “con una Colombia campechana y soñadora, en tres talantes: geografía majestuosa; vitalidad de su gente en diario vivir, familia, comida, trajes, fiestas, música y diversidad étnica. Un cartel de turismo lo sintetiza: ‘Si quiere ver negros, vaya a Brasil, indígenas lo esperan Bolivia o Perú; blancos, en Argentina: pero si quiere ver todo a la vez, esa es Colombia’.” A pesar de errores fílmicos, “no se puede menos que agradecer tan espléndido gesto; a los colombianos, acostumbrados a ser maltratados, nos despiertan un día con tan exótico regalo, que para muchos les devuelve el orgullo del país de tanta belleza geográfica y humana.” (ibidem)

También en este fin de año circuló por las redes sociales la imagen de un grupo de chicos y chicas indígenas zenúes de la Institución Educativa Álvaro Ulcué Chocué, del municipio de Tuchín, al norte del departamento de Córdoba, que se reciben de bachilleres usando sombreros vueltiaos en vez de birretes. Hay algo sublime en esta fotografía hermosa de ese grupo de adolescentes y jóvenes, “perfectamente formados, con su sombrero sobre el lado izquierdo del pecho, quienes escuchan con solemnidad lo que podría ser el himno del colegio, el departamento o la nación, mientras atrás a los familiares también se les hincha el pecho de orgullo.” (Ortiz, 2021) Y la belleza que nos atrae de este acto de graduación está puesta en la prenda más natural de sus tradiciones: el sombrero vueltiao, “un manantial de luceros, /de infinito logaritmo/como es infinito el cielo; su trenza, abstracción matemática, lazo del diseño geométrico continental aborigen.” (González, 1993)

Es evidente que esta prenda tradicional representativa de la nación es una de las más arraigadas tradiciones ancestrales de Tuchín, descendientes de la etnia Zenú experta en esta costumbre. “La noción de patrimonio suele volver las cosas elementos de uso común, pero se manosea tanto el discurso estético que se pierden los contextos sociales y políticos de su producción… La idea de patrimonio a veces descontextualiza y domestica. Tanto, que al país le sorprende que unos escolares zenúes usen en una ceremonia el sombrero que toda la vida han producido ellos y sus antepasados. Como si el papel que le hubiéramos dado en esta repartición internacional de los símbolos culturales sea únicamente el de producirlos para que otros… los presuman” (Ortiz, 2021): ¡Vaya!, ¡vaya!

2021 fue un año más del virus con sus secuelas de muertos cercanos y lejanos, los de antes y los de este año que lucharon y defendieron los intereses del magisterio y del pueblo colombiano como Abel Rodríguez, William Agudelo, Isidoro León y Luis Alberto Garzón: educadores revolucionarios imprescindibles, intelectuales orgánicos y camaradas entrañables. También hubo muchos inconvenientes para todos, pero sobre todo para los más vulnerables: pedirles que respetaran la cuarentena era condenarlos a no tener qué comer. Además, este año fue otro de las epidemias del narcotráfico, la corrupción y la desigualdad. Mas, hoy, “secuenciar un nuevo virus y diseñar una vacuna no debe tomar más de dos días.” Incluso “se habla de vacunas contra diez enfermedades simultáneamente. Con la misma tecnología se puede poner a las células a producir enzimas que faltan en enfermedades genéticas.” Esto se constituye, según Moisés Wasserman (2021), en una verdadera revolución detrás de la pandemia. Bienvenida, pues, esta revolución de la medicina del 2021 y ojalá en 2022 logremos sepultar en Colombia nuestras epidemias eligiendo alternativos dirigentes honestos.

Con relación a la Paz, este año se celebró un lustro en que el expresidente Santos y la extinta Farc firmaron en el Teatro Colón su Acuerdo Final -AFP-, que prometió cambios esenciales en reforma rural, representación política, atención integral a los territorios abandonados y cambiar el paradigma de la guerra contra las drogas, entre otros asuntos acordados en La Habana durante varios años de diálogo. El arranque del tren de la paz no se ha podido detener a pesar de fundamentalismos religiosos, odios viscerales e incontables obstáculos de la caverna que nos gobierna, pues la fobia por la paz del subpresidente Duque, su presidente eterno y su partido no ha sido un secreto para nadie; este gobierno se rige por la directriz “Paz con legalidad”, solo para dejar en claro la supuesta ilegalidad del AFP, e incluso el mismo Uribe le dijo en una carta al secretario de la ONU que “no existe acuerdo”, lo que afortunadamente cayó en el vacío.

Aunque más de la mitad de los procesos de paz en el mundo han fracasado antes de los cinco años, esta oportunidad histórica nuestra avanza a troche y moche, pero avanza. El balance del quinto aniversario tiene logros, lunares y enfrenta retos y riesgos: “en términos de vidas salvadas, finalización de una guerra interna de medio siglo, posicionamiento de la JEP y continuado respaldo mundial” (Santos, 2021), lo alcanzado es significativo. EE. UU. sacó a las extintas Farc de su lista de organizaciones terroristas porque entendió que éstas les dijeron adiós a las armas para meterse en la política legal, y era inadecuado seguir “llamándolos terroristas cuando están sometidos a la legalidad y además están cumpliendo sus compromisos ante la JEP.” Así sea tardíamente ese país dio un paso decisivo en apoyo a lo acordado al reconocer la nueva realidad y envió un claro mensaje al Gobierno para que acelere la implementación del AFP y pare las persecuciones y asesinatos de los excombatientes que ya contabilizan más 300 muertos.

A propósito de esto, al sol de hoy no conocemos las pugnas de poder que llevaron a la muerte de Santrich, El paisa y Romaña. No ser transparente con el AFP origina muchos problemas. Esos son los que han tenido el actual gobierno y esos tres disidentes, al parecer asesinados en Venezuela. El precandidato presidencial del Pacto Histórico, Gustavo Petro, sostuvo que no deja de ser paradójico que esos líderes guerrilleros, que fueron perseguidos por un Ejército tan experimentado como el colombiano, mueran a manos del Ejército venezolano, que no tiene experiencia. Ahí “Hubo más que un simple azar”, dijo.

Ahora bien, si es cierto aquello de que el fútbol recrea el estado de una sociedad, que pensándolo bien sí lo es, entonces la Colombia de este fin de año “sigue padeciendo como un fardo a la Colombia de ayer: sigue lidiando el machismo, el clasismo, la explotación, la marrulla, el desdén olímpico de unos cuantos encorbatados que… se resisten a dejar atrás ese mundo morcilludo en el que ellos viven… por encima de la ley. Sí, el partido que terminó en el ascenso del Unión Magdalena a la A… fue otra cumbre de la degradación, pero nada es ni ha sido tan grave como el desprecio de los dirigentes por los derechos de los jugadores.” (Silva Romero, 2021) Cuando se empieza a notar que éste es el reino del sálvese quien pueda, y el tuerto sigue siendo el rey, se está descubriendo que el agua moja. “Revelar el supuesto `pacto de caballeros` que hicieron los presidentes de 16 clubes del fútbol colombiano, en la mesa de la Dimayor y cumpliendo una de nuestras peores tradiciones, para armar una lista negra de los jugadores que reclaman sus derechos.” Y desenmascarar a los dirigentes que están empeñados en acabar con la Asociación de futbolistas, es algo necesario en este fin o inicio de año.

La sola mención del circo del fútbol en los días del paro fue, para Ricardo Silva Romero (2021) como para mí, la constatación de que la Colombia excluyente de ayer sigue saboteando a la Colombia libertaria de hoy. Porque Duque suele ser alérgico a expresiones tan simples como “condiciones laborales” o “negociación colectiva”. Porque él tiende a echarle la culpa al mensajero: no a la corrupción, sino a su denuncia; no a la desigualdad, sino a la protesta. Sí, Duque, “futbolero como tantos colombianos que creen que los gritos de horror se resuelven con gritos de gol, ha llamado `una vergüenza nacional` al partido sin rival en el que el Unión logró su ascenso, pero no solo estamos hablando del enterrador de la ley de garantías, sino de un político de estos que atacan a los caídos” (ibidem) y que no tienen tiempo para hablar de los abusos diarios que montan los clubes contra los futbolistas. Así, en este país se confunde hacer política con impartir una justicia a la medida: no se suman voluntades sino que se restan enemigos. Y la clase dirigente del pasado sigue jugando al contragolpe. “Qué talento para tener la sartén por el mango. Qué astucia para decretar la `vergüenza nacional` cuando alguien más la comete… Qué claro es que aquí se respetará a los jugadores cuando se respete a los trabajadores: sí, de tal patria, tal fútbol.” (ibidem)

Si los rompecabezas en el fútbol no cesan, tampoco los asesinatos de los líderes y lideresas sociales; por eso, la ciudadanía rechazó el asesinato de la líder LGBTI, Cristina Cantillo, hechos ocurridos el martes 7 de diciembre, mientras departía con sus familiares en su residencia. “En los 333 días que hubo entre el 1°. de enero y el 30 de noviembre de 2021, 130 líderes sociales y defensores de derechos humanos fueron asesinados, de acuerdo con información de la Defensoría del Pueblo. Esto significa que cada 2,6 días fue asesinada una de estas personas” (El Tiempo, 2021): ¡Qué barbaridad! Como esos crímenes no solo han sido durante este año ni por solo esa razón, Petro afirmó en Twitter: “Hubo 6.402 jóvenes inocentes asesinados por un gobierno, y el gobierno que le siguió asesinó según la ONU, a 28 jóvenes por protestar. No puede seguir existiendo en Colombia un Estado que asesine”: ¡Qué horror!    

Pero es común que el uriduquismo niegue todo. Ya pasó cuando la CIDH “le presentó sus hallazgos al país junto con recomendaciones que fueron vilipendiadas. Ahora, la oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU hizo lo propio sobre el paro nacional y desde el Gobierno ya empezaron los desacuerdos y los rechazos.” (El Espectador, 2021) Esto a pesar de que en el informe se acreditaron 63 muertos desde el 28 de abril hasta el 31 de julio de 2021, 60 casos de violencia sexual y 27 personas que permanecen desaparecidas. “Sobre la mesa están las pruebas, las denuncias y una exigencia clara: que todo no caiga en la impunidad. Si el Estado sigue atrincherándose en negarlo todo con terquedad, lo único que logrará es bloquear el acceso a la justicia de las víctimas. Para sanar los lazos de confianza, Colombia necesita entender qué ocurrió y por qué se permitió que pasara.” (ibidem)

 A toda esa barbarie, en estos días de fin de año se suma otro enigma, pero afortunadamente poético, es la muerte de algunos escritores nuestros y de Almudena Grandes -que también sentimos nuestra-, escritora española autora de Las edades de Lulú (1989), su primer libro de ficción de casi 20 que escribió y que yo releí apasionadamente este año; texto erótico envolvente que se convirtió en un fenómeno literario porque ahí destripa atrevidamente “el deseo de una mujer sin caer ni en la sensiblería de la novela romántica ni en la pornografía de los cines X. Con aquel relato que arrasó en ventas, ganó el premio La sonrisa vertical. Era la literatura justa que necesitaba una sociedad que se quería desprender de la pelusa pacata del franquismo, transformar sus vivencias más íntimas y, también, la que empezaba a sentir cierta desilusión política.” (Constenla, 2021)

¿Cómo puede entenderse que una escritora tan talentosa y un ser tan esencialmente bueno pueda desaparecer tan pronto? Pregunta literaria de Santiago Gamboa (2021) que hago mía y que extiendo por sus colegas colombianos también fallecidos este año, me refiero a Antonio Caballero Holguín, a Germán Castro Caycedo y a Javier Ayala, tres grandes autores y periodistas independientes e implacables contra el corrupto poder criminal: “pregunta triste y a la vez sencilla, porque el destino de todo lo que está vivo es morir. ´Mi muerte no es un acontecimiento de mi vida`, escribió Wittgenstein, `no puedo vivir mi propia muerte`. No podemos, claro. Sólo anticipar y tratar de alejarla” con las sendas mejor iluminadas que son las del arte y los libros como símbolos de civilización y materia prima contra la muerte y lo inhumano.  

A propósito de salvajismos y muertes prematuras, libros y arte, la cinta de este año El olvido que seremos “transforma el decir literario de Héctor Abad Faciolince en lenguaje cinematográfico. Un reflejo de la vida familiar y profesional del padre del escritor, asesinado por paramilitares, el médico y líder cívico Héctor Abad Gómez. Las dos obras muestran realidades de nuestra trágica historia colombiana” (Senn, 2021), de las que se han hecho críticas, la mayoría favorables: “La novela, traducida a diferentes idiomas, con miles de lectores, y la película, ganadora de varios premios que enorgullecen a sus productores, artistas y al país.” (ibidem) Celebremos pues tanto el homenaje literario filial “como el que hace el séptimo arte –que es el arte de la vida– a ese hombre que ejerció la política con el sentido que da la democracia a quienes defienden los derechos fundamentales de los seres humanos.” (ibidem) Al pensar en él, pensamos también en los demás guías comunitarios asesinados. Desesperanza, tristeza y desasosiego se comparten con sus familias. Se claman verdad, justicia, reparación y no repetición de las atrocidades. Desgraciadamente, Abad Gómez y nuestros líderes sociales cayeron “y siguen cayendo en las garras de bestias salvajes que no alcanzan la dignidad de los lobos. Al contrario del sentido poético del título, aunque el tiempo pase, ninguna de estas víctimas habitará en el círculo dantesco del olvido. Ellos serán, más bien, una inspiración en los relatos de nuestra historia” (ibidem) y una motivación para seguir en la lucha por una mejor sociedad.

El año viejo ya casi se va y a pesar de sus enormes dificultades, hay que darle las gracias porque también el 2021 fue un año de aprendizajes, de recuperar saberes perdidos y muchos momentos que compartimos con amigos y familia. Se recogió lo sembrado, seguimos cultivando y seguimos trabajando por nuestros estudiantes, sus familias en mayoría campesinos, “que son realmente el eslabón más importante de la cadena productiva del sector gastronómico. Son ellos quienes madrugan a sembrar, a cosechar y a abastecer plazas y negocios para que a nuestras mesas lleguen sus frescos productos, resultado del trabajo de colombianos obstinados por hacer patria desde la tierra… Si algo nos han enseñado estos tiempos es que no estamos solos, que no somos como una célula única en el universo, y que estamos mejor si entre todos nos ayudamos, nos alimentamos y nos cuidamos.” (Madame Papita, 2021)

Ahora bien, como los gobiernos, las personas también tienen sus preferencias y prioridades en el gasto. En el plano nacional, la plata de 2022 para el Ministerio de Cultura no llega al 0,60 %. Así, el gremio artístico y cultural compite en un amplio espacio por el ocio. Según la última Encuesta de Consumo Cultural, el desinterés y el no gusto son las principales razones de la no asistencia a espacios culturales, bibliotecas, museos, galerías o exposiciones.  “Sin duda, en el concurso de mejorar la posición de la cultura y el arte en la canasta familiar hay que aplicar creatividad en las maneras de llegar al público y regenerar asociaciones, pero al ciudadano también hay que sacudirlo. A la cultura hay que salvarla de la propia patria apática e insensible.” (Monsalve, 2021)

Con relación a la cultura, la educación, el país y el virus, es evidente que estamos mejor que hace un año -otro motivo para celebrar-, pero la pandemia ni Duque no se han ido del todo por lo cual no podemos bajar la guardia ni disminuir las medidas de protección. Aunque en este 2021 los colegios tuvieron algunos eventos presenciales y mixtos como trabajo, clases, actividades y otros encuentros, la virtualidad y el mundo digital tuvieron un gran protagonismo, pero, en suma, en el 2022, la peste no puede seguir siendo la excusa para privar del derecho educativo a cientos de miles de niños, niñas y jóvenes, pues a lo que ya se sabe desde 2020 sobre el menor riesgo de enfermar y morir de la población infantil, a pesar de los picos que ha tenido el virus en diversos sitios, se añade el avance notable en la vacunación para maestros y estudiantes.

Eso, desde luego, no significa que las brechas digitales o las diferencias en conectividad entre grupos socioeconómicos estén solucionadas o “que el problema de infraestructura y servicios públicos de las instituciones escolares esté resuelto y que se deba trabajar para resolverlo, pero no justifica que se condene a las poblaciones más pobres al aislamiento y la ignorancia” (Cajiao, 2021): ojalá que, como indican los pioneros de la web, ésta sea más democrática, más abierta y descentralizada, y ojalá que, con soluciones estructurales y coyunturales, el próximo año haya un regreso pleno y optimista a los colegios que permita en lo posible recuperar el tiempo perdido y el daño social causado. Como colombianos nos vemos obligados a repensar la educación y las estrategias de enseñanza y aprendizaje, pues se hace evidente cada vez más la necesidad de un cambio y de una innovación pedagógica en todo el sistema educativo de nuestro país.

En definitiva, en torno a la implementación del AFP hay que decir que los dos años santistas fueron más o menos acertados, pero los más de tres de Duque no pueden ser más aciagos. Como “nunca es tarde para la paz”, sin más dilaciones y mezquindades, retomémosla en 2022 como una verdadera política de Estado, no de gobierno. Y a estas alturas del futuro electoral, “lo único que cuenta es no reelegir la política de la guerra.” Por fortuna, el líder de la Colombia Humana sigue liderando la intención de voto para las elecciones presidenciales, sin que en el horizonte cercano se pueda ver algún cambio en esta tendencia. Todos los demás apuestan por meterse a segunda vuelta contra el candidato de la izquierda. Porque “Petro parece el único candidato en campaña, pues lo demás están concentrados en hacer ver que el candidato de Colombia Humana solo dice disparates…, pero ninguno ha logrado encontrar y consolidar una narrativa por fuera de ello.” (Cuervo, 2021) En la reseña de su libro que publiqué en este portal demuestro cómo este hombre puede ser “uno, ninguno, cien mil”; es decir, tantos hombres como posibilidades de ser existen en él, tantos como observadores tenga, y cómo, aun en estos mismos, la verdad del otro es continuamente rehecha y modificada. El fenómeno Petro, como se ve, provisto del cambio verdadero, posee una esperanza mucho más real y profunda que los otros candidatos.

Petro ha logrado que mucha gente vea en él la persona que representa todo el descontento de las protestas sociales, las cuales reflejan un malestar profundo en la sociedad colombiana, relacionado con la inequidad y la exclusión en medio de logros considerables en términos sociales e institucionales -el incremento significativo del salario mínimo para el 2022 es un buen ejemplo de conquista de las movilizaciones ciudadanas de los dos últimos años- sobre los que es necesario seguir avanzando. Incluso “más allá de si comparten o no las propuestas de solución que plantea, él es visto como la alternativa al sistema, el líder del cambio que se necesita para restablecer la lealtad a la Constitución que su movimiento político impulsó luego de la desmovilización.” (Cuervo, 2021) Esto se da en medio de la peste y en medio de un contexto “en el que la clase política ha hecho de lo público un sistema de privilegios en contra de la cultura de derechos que propone la Constitución.”

A pesar de la advertencia de algunos científicos sobre el futuro espantoso de la humanidad y a pesar del coronavirus y de las epidemias que no terminan, el 2022 es un año de horizontes amplios, en parte por los coletazos del buen azar y también por la llegada de nuevas elecciones esperanzadoras para Congreso y Presidencia: que el 2022 nos regale pues «muchos Cervantes capaces de desenmascarar a los encantadores de serpientes, los locos con ansias de poder y los auto declarados salvadores de la patria.» Es claro que el 2022 será impetuoso, con compromisos a fondo y una clara conciencia del tiempo clave que viene. Total, he escrito todo esto porque me duele mi país, porque no tolero la injusticia, porque la escritura es el aire en comunión que respiro como don del cielo; para aumentar el bálsamo ante la nostalgia, sembrar reflexiones e ideas que conduzcan a la acción, y para no caer en el consumo que nos consume.

Entonces, en la recta final de las festividades decembrinas del 2021 e inicio del 2022, ojalá que las ciencias, las energías positivas del universo, los faros meridianos de la humanidad, el porvenir venturoso, los milagros cósmicos, los susurros sagrados y los astros prodigiosos se alineen en favor nuestro y de Colombia. Por eso, ¡amable lector multicreyente y sentipensante!, en medio de un férreo abrazo vital y una alegre rebeldía, ¡te deseo una Feliz Navidad, un Fin de Año de conexión familiar y descanso digital, y un próspero Año Nuevo lleno de nuevas experiencias, reflexión y aprendizajes!

SUSURROS REFERENCIALES

13 respuestas a «FIN DEL 21 E INICIO DEL 22»

  1. Buenos días, Dairo. Poniendo el dedo en la llaga, como siempre. Rectifico: los dedos en las llagas.
    Aunque el tono de tus escritos( siendo de denuncia) me parece siempre optimista y esperanzado, he de decir que me entristece bastante por cuanta similitud hay con lo que está ocurriendo en España; aunque, claro está, los frentes abiertos son por otro tipo de guerras.
    A pesar de todo, yo intento también vivir de la manera más optimista posible, centrándome en mi día a día y agarrándome fuertemente a los afectos.
    Valoro muchísimo tus escritos y te doy, una vez más, mi enhorabuena.
    Un fuerte abrazo y felices fiestas para ti y todos los tuyos.

    1. Mi estimada Ana, buen día. Tu lectura juiciosa y acertados comentarios enriquecen mi texto, mil y una gracias. Muy amable y lo mismo para ti, tu familia y la comunidad de Don Benito, la perla de Extremadura.

  2. Excelente artículo amigo Dairo, invita a la reflexión, para los cambios de conducta electoral en un pueblo colombiano sumido en la pobreza, iniquidad, violencia y manipulación por los gobiernos centrales.
    Amanecerá y veremos en las próximas contiendas electorales, si hay un ciudadano despierto y consciente.

  3. Buenos días mi amigo Dairo.
    Excelente radiografía del país que el uriduquismo le va a dejar a las generaciones venideras, su escrito es muy acertado, ese crecimiento que se pregona a los cuatro vientos solo beneficiará a las familias más ricas del país, seguirá mandando la corrupción si no le ponemos un «Tate quieto» el próximo año electoral.
    Quedé fascinado con su escrito, estaré atento a próximas publicaciones, un abrazo fuerte.

  4. Este majestuoso texto debes rotularlo como los hechos acaecidos del 2021 (darle un nombre) los cuales plasman los acontecimientos más relevantes de nuestra Colombia para que nuestra sociedad se eduque y tenga un pensamiento verídico de lo sucedido en el ocaso de la pandemia….

  5. Buena Noche.
    Se vislumbra una mejor Colombia, con un alejamiento de la de los opresores de Juan Pueblo.
    Y los héroes, la juventud que explora un mejor mañana.
    Felicidades.

  6. Bastantes temas tratados con claridad y gracia. Lo del birrete siempre me ha parecido la prenda más ridícula de las graduaciones, como si siempre tuviéramos que seguir mirando al Norte.

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