EXORDIO DE OSCURIDADES Y DESTELLOS DE LA MEMORIA

In memoriam del cantautor iberoamericano Pablo Milanés, quien entonó con amor y dulzura y denunció sin piedad la desigualdad, ojalá que su espíritu lúdico siga rasgándonos el corazón para que su gran legado perdure eternamente en nuestra memoria. En homenaje póstumo al profesor nariñense de Sociales Gustavo Moncayo, quien caminó por Colombia pidiendo la liberación de su hijo secuestrado por la entonces guerrilla de la Farc, y quien se convirtió en un símbolo de la búsqueda de la paz nacional. Y en memoria de la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo de Buenos Aires Hebe Pastor de Bonafini, donde desde 1977 clamó por los desaparecidos de la dictadura argentina (1976-83), entre ellos sus dos hijos y una nuera: ¡descanso eterno en sus tumbas y encuentro glorioso con nuestro porvenir!

Amables lectores multicreyentes, ¡sentipensantes y librepensadores!, el pasado 18 de noviembre se cumplieron cien años de la muerte de Marcel Proust (1871-1922), el clásico escritor francés que pasó a la historia por las novelas que componen En busca del tiempo perdido. Con motivo del centenario del autor que sigue tan vigente como su obra, es para mí un placer adelantarles el exordio múltiple de Oscuridades y destellos de la memoria; mi cuarto libro que publicaré en 2023.

A propósito de Proust, él y Virginia Woolf -guerreros de la memoria e incisivos escritores que atraparon una y otra vez el tiempo perdido- me enseñaron que la realidad sólo se forma en el “edificio inmenso del recuerdo” y nada ocurre realmente hasta que no se retiene en él. Pero “nuestra memoria deforma siempre el pasado de acuerdo con los intereses del presente, y la más fiel autobiografía muestra más al autor de hoy que el de ayer”, afirma Rubem Fonseca; aunque “No hay historia propiamente dicha, solo hay biografías”, dice Ralph Emerson.

Como sea, mi doble deseo es que la memoria pase a ser escritura y que la escritura sea un relato fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo, según Jorge Luis Borges. Claro que, de acuerdo con Ernesto Sábato, una biografía o “autografía es inevitablemente mentirosa. Y sólo con máscaras, en el carnaval o la literatura, los hombres se atreven a decir” sus verdades últimas. “La narración de hechos reales, agrega Sergio Ramírez, `admite la duda y la cordura de lo imaginario´ porque lo real desborda tantas veces a la imaginación”, y entonces es la memoria la que hace brillar lo que siendo verdadero parece mentira: “Ver con la imaginación o volver a ver por medio de la memoria es el patrimonio de la escritura”, sentencia Annie Arnaux.

De cualquier manera, he venido acumulando muchas dudas, demasiadas indecisiones sobre la meta a seguir. Ahora que cumplí 60 años y que ya pasamos la 2ª década del siglo XXI, he recurrido a las páginas de un diario como medio para comprender mi país de la segunda mitad del siglo XX e inicio del XXI, mis debilidades y fortalezas. “El buen diarista, aconseja Virginia Woolf, es aquel que sólo escribe para sí mismo, o bien para una posteridad tan lejana que podrá escuchar sin riesgos cualquier secreto y evaluar correctamente cada motivo”; por eso no he buscado contar sino contarme sin peligro y con examen justo.

Otros sabios consejos interiorizo al recrear a Sócrates y a Enrique Santos Calderón: Conócete a ti mismo y al país convulso que te tocó vivir, así seas contradictorio y múltiple o por eso mismo. Pues entre todos, éste es, sin duda, el conocimiento más importante porque nada sabe quien no se conoce a sí mismo ni a su país. No hay mejor manera de que un hombre o mujer se conozca así mismo que observando los sentimientos de su corazón y sus acciones externas, a partir de los cuales podrá juzgar con tolerable certeza qué tipo de persona es y en qué país vive.

Por todo lo anterior, resolví hacer una mirada retrospectiva en la que observé mi generación, la Generación del Bicentenario, la generación activa y sentipensante y mis reacciones más diversas, lo que fue útil y placentero. Anoté aquí mis reflexiones sobre distintos aspectos colombianos en distintos momentos, las ocurrencias que se me vinieron… Tomé nota de las historias y relatos que escuché, de las conversaciones instructivas o amenas en las que estuve presente y de las diversas aventuras que tuve.

–Eso sería como escribir tus memorias. Pero ¿no eres todavía demasiado joven? –me preguntó Hernán Borja (quien también tiene 60 años y piensa que esta edad es la juventud de la vejez), después de haberle comunicado la idea.

–¡Ah, qué gusto me da oír ese insólito reproche! No olvides que yo, intercambiando conmigo, he estado presente año tras año.

Ante la dificultad del escritor anciano para escribir su diario íntimo, lo primero que debe escribir es éste porque estando tan viejo “y con la muerte tan generalizada apenas se acuerda de nada y apenas le importa aquello de lo cual sí se acuerda”, acota Alfredo Bryce Echenique; y no es un acto de egolatría, a no ser que la obra de un escritor comience con su diario íntimo el cual no es mi caso porque Oscuridades y destellos de la memoria es mi cuarto libro. Es simplemente que la gente escribe de lo que mejor conoce y “lo que mejor conozco, apunta Walt Whitman, soy yo mismo”. Precisamente, Paul Ricoeur, en el ensayo titulado La vida: un relato en busca de narrador afirma que cada uno es el narrador de su propia historia y nos lleva a reconocer la relación intrínseca entre narrar y vivir. El derecho a narrar es la necesidad de vivir la propia trama de una historia que solo cada uno puede contar o, mejor, vivir (otro paradigma, además de En busca del tiempo perdido de Proust, es Vivir para contarla, memorias de Gabriel García Márquez). Aunque, a veces, el yo mismo es arbitrario “y ciertos recuerdos suelen desencadenarse porque sí. Una vez que se han instalados en la imaginación ya no quieren moverse y el único modo de librarse de ellos es contándolos. Casi toda escritura nace del tormento de algún recuerdo”, dice Tomás Eloy Martínez.

–Entonces, será cautivo de una vida que has escogido recordar y el que quiere recordar y está lleno de oscuridades como usted y su país, tiene que estar al lado de sí mismo como al lado de una luciérnaga que difunde su destello para admirar el esplendor y la diversidad del mundo, aunque todo lo que sabemos de él es incompleto, es inexacto –aclaró mi gran amigo.

–Sí, pero para que no olvidemos la historia colombiana de la segunda mitad del siglo XX y las dos décadas del XXI, dentro del contexto americano porque nos podemos encontrar a nosotros mismos en los anales de otras latitudes. Por eso, este libro no trata de mí, sino de lo que el tiempo ha hecho con Colombia y, por supuesto, conmigo –me justifiqué.

–Recuerde que usted no es hombre de su tiempo, sino contra su tiempo –sentenció mi compañero.

Me reí de buena gana ante la observación del colega que era en parte cierta. Le comenté también que escribo estas memorias, espero que sin mentir, sin engañarme, con placer, como si se tratara de un extenso correo electrónico a un amigo. Aunque sabemos que éste es un testimonio, reconozco que hay una mezcla indiscernible de verdad y mentira; mentir, dice Günter Grass, es ampliar el concepto de verdad, claro que para ser veraz hay que razonar, pero para mentir es preciso fantasear. Los diarios son, según Felicien Marceau y Enrique Santos Calderón respectivamente, “las novelas de aquellos que, antes de escribirlas, han tomado la precaución de vivirlas” a fondo, para después “rememorar, revivir y reflexionar sobre lo recordado… con una mente abierta”, sin benevolencia e indiferencia patriarcal sobre los acontecimientos y los personajes de los últimos setenta años.

Foto de Dairosky González Romero en la que el autor autobiografía su tercer libro en el lanzamiento, Bogotá, agosto de 2022 

Ahora bien, acerca del planteamiento de Santiago Gamboa de que “la vida es la fuente, el origen de todo, pero no hay que vivir vidas extraordinarias para escribir. Sólo hay que vivirla de manera ingenua y responsable»; ya amerita el placer del recuerdo seductor para rebelarse contra el olvido. “Dentro de lo humano, el recuerdo es lo único que nos asegura un poco de eternidad”, precisa Jacinto Benavente porque «el tiempo rehace lo que perdemos; la eternidad lo guarda para la gloria y también para el fuego», sentencia Jorge Luis Borges.

Creo que este diario le puede servir a muchos seres humanos para no «perder tanto tiempo» en la definición de la meta porque “cuando el hombre no se encuentra a sí mismo no encuentra nada” y claro, «nosotros no somos nada; lo que buscamos lo es todo». Ahora, si ese todo lo encontramos en poco tiempo, mucho mejor. Empero soy de los que piensa que los 60 vividos ardiente e intensamente, de cara a la vida, en plenitud, es la mejor edad del hombre (máxime si hoy 78 es el promedio de vida y más si uno proyecta pasar la frontera de los 120: ¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal, / pero agota toda la extensión de lo posible”, aconseja Píndaro): “Uno es tan viejo como se siente”, concluye una encuesta reciente del Pew Research Center de Estados Unidos, entre 3.000 adultos.

Todo ese escenario apocalíptico con que se ha pretendido enlodar la reputación de los sesentones está siendo arrasado y desbordado por la poderosa realidad. Y la realidad, aunque muchas mujeres y algunos hombres no lo crean, es que, no hay mejor edad que los 60 ya que es la vejez del joven -vejentud, diría Clara Lourdes Peña Castro, exdecana de la Facultad de Educación Física de la Universidad Pedagógica Nacional- y esta edad se percibe hoy más como una entrada entusiasta a los años más productivos e interesantes de la vida (a pesar que investigadores neoliberales del tema determinaron que es alrededor de los 30) “porque los años pueden envejecer la piel, pero dejar a un lado el entusiasmo envejece el alma”, tal lo enfatiza Samuel Ullman en su impecable ensayo poético Juventud.

Opté por un diario porque éste no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido Colombia, según Enrique Santos Calderón en El país que me tocó: “una sociedad convulsa”; al igual que él, “este es un sentimiento que nunca me ha abandonado. Como muchos colombianos he estado en vilo desde el momento en que comencé a ser consciente de mi entorno, con la sensación de una gran tensión que hemos heredado de una generación a otra, que se transforma y que por más que se tense no termina por reventar.” El diario representa a la serie de puntos de referencia que un ser humano establece para reconocerse. Es camino todavía posible y una especie de adarve que bordea, vigila y a veces reemplaza el otro camino, donde errar es la tarea sin fin. «Existe la meta, mas no el camino. Lo que llamamos camino es la duda», dice Franz Kafka. La obra verdadera consiste no en su forma definitiva, sino en la serie de aproximaciones para alcanzarla. Hoy, la literatura es la vida misma, contada o protagonizada en el juego de la cotidianidad; el entorno de todo lo que pasa. Por eso, es interesante hablar de los problemas que todavía no han resuelto Colombia ni yo, que no sé cómo resolver, ni qué me llevaría a escribir, a pesar de los 212 años del tortuoso andar republicano y de mis 60 años de vida.

Desde que empecé a escribir he tratado de seguir el recorrido fulmíneo de los circuitos mentales que capturan y vinculan puntos alejados en el espacio y en el tiempo. Todo lo que aquí cuento está des-mentido por lo que no cuento. Sólo lo que está oculto en nuestro yo es inmortal para nosotros y libre del azar, en armonía con las voces de las esferas. A pesar de las frías argumentaciones racionales, el mundo sigue habitado por «espíritus» que enriquecen la experiencia humana; sin embargo, hay que escribir con un pie en la erudición, otro en la magia, o más exactamente sin metáfora, sobre esa magia simpática que consiste en transportarse mentalmente al interior de otro. ¿Me contradigo? Pues bien, me contradigo. Colombia también se contradice. Soy amplio, contengo multitudes como Walt Whitman. Cada vida es una enciclopedia, una biblioteca, un muestrario de estilos donde todo se puede mezclar continuamente y reordenar de todas las formas posibles, como sucede precisamente en mi patria.

El escrito que sigue es un texto donde el frenético juego de las citas académicas y amorosas se mezcla con mis mitos personales: haber amado a los libros, a mis abuelas y madre, a mi mujer e hijas, y a algunas novias o amantes (¿o ellos y ellas me amaron a mí?) es una gracia afortunada o pasión con consecuencias porque esos amores tan celestiales y apasionados me han hecho perder todo contacto con la tierra colombiana para transportarme al país de las quimeras, pero de las quimeras más divinas, más deliciosas y anheladas. A los 60 años bien cumplidos, me siento auténticamente satisfecho y feliz; no puedo pasar bien un día o una semana sin mujer ni cita siempre la mujer y el libro cerca de mi corazón, esta abstinencia me pone muy contrariado (¿o la fastidia a ella, a él o me fastidia a mí?). En Oscuridades y destellos de la memoria, la mirada personal, la expresión, el conocimiento y la historia avanzan hacia una especie de diario de mi vida y de Colombia hecho con frases propias, ajenas o propi-ajenas, donde pareciera que fuera un hombre enteramente hecho de mujeres-citas.

La bibliografía que he movilizado es inmensa, sin pretender ubicar a la erudición como una coartada para disfrazar de «profundo» al testimonio. Lo cierto es que este libro es pródigo en mujeres y citas, que pueden estar tácitas o expresas. Esto torna el texto más cercano a un aparente «foro» de discusión que a una reflexión. Y esas mujeres-citas son, de entrada, el reconocimiento de la labor ajena pero también una manera de avanzar hacia el camino azaroso de los contrastes y por la nada fácil vía de lo polifónico. Walter Benjamin escribió una vez, que ahora parafraseo: En mis trabajos, las citas son como ladrones apostados en el camino que atacan armados y desposeen convicciones al ocioso. Mucho tiene que ver con este libro la estrategia enunciada por el ilustre alemán, quien soñó con producir una obra que consistiera únicamente de mujeres y citas.

En síntesis, este diario de oscuridades y destellos ha sido concebido como un sistema de mujeres y citas académicas y amorosas, referencias culturales, alusiones, parodias y pastiches; en él se enmienda, se alude sin dar crédito ni pedir disculpas. Este diario abarca fragmentos privados y públicos o vestigios íntimos y públicos de Colombia y de mi fragilidad humana, de mi familia y de mi oficio; esto es, un recuento impreciso e incompleto de hechos y recuerdos colectivos e individuales. Cada una de sus tres partes con sus respectivos capítulos y el epílogo son el resultado de un inmenso esfuerzo de búsqueda, del cual a mí me corresponde una pequeña porción; creo con Cabrera Infante que este libro encierra tumultuosas construcciones de palabras vividas que han pasado por el tamiz de la imag(i)n-ación. Es un texto atestado de hechos nacionales y míos, el libro que siempre había buscado y que… nunca había encontrado.

Hoy siento que este tropel de memoria es una esperanza que desea porque se convirtió en un utópico testimonio real y en el más definitivo instrumento de mi arte, de mi pedagogía, de mi lucha, de la lucha de Colombia y de América Latina. En torno a luces y penumbras que avizoro, pues, en medio de una extraña combinación de alegría y nostalgia, me dispongo a contar lo sucedido en estos primeros 60 años, pidiendo a las Energías Positivas del Universo, a los Faros Meridianos de la Humanidad, a los Susurros Sagrados y a los Astros Prodigiosos–acompañado del borgiano café colombiano y del licor universal– que se alineen y me enseñen el arte de ver la historia de mi patria y de mi propia historia como si éstas fueran cenizas en la memoria.

Conforme a los astros, el cuatro aurífero de bastos terrenos, al revés, nuestro primer arcano, que habla sobre la memoria, nos recomienda tener en cuenta las consideraciones sobre nuestra indecisa personalidad cuando decida narrar o escribir nuestra vida en paralelo con el accidentado trajinar de la historia colombiana para entenderla, compartirla y de acuerdo con Enrique Santos Calderón “contribuir a que esta desmemoriada sociedad recuerde, o asuma, realidades nada gratas” de los últimos 70 años: ¡velas rojas, muchas velas rojas!

Finalmente, permítanme acudir al gran Julio Cesar Londoño para rogar con él que los manes de las letras hagan su trabajo, que la atención del lector multicreyente o sentipensante y librepensador encuentre en estas páginas el rescoldo del placer con que fueron escritas, reescritas y vueltas a reescribir a lo largo de estos años: ¡Afables lectores generosos!, espero además que algunas líneas tengan el oscuro poder de erosionar tu más cara certeza y descubras algo que pueda merecer tu memoria! Por eso, te doy honestidad, tú muéstrame com-pasión y paciencia.

6 respuestas a «EXORDIO DE OSCURIDADES Y DESTELLOS DE LA MEMORIA»

  1. Pasarán los años y por muchos que pasen, jamás llegamos a conocernos.
    El hombre ha sido y será un ser indescifrable.
    Gocemos de lo mejor que tenemos.

  2. El proyecto de vida se parece al proyecto arquitectónico, cuyo inicio comienza con los estudios preliminares y la consecución del lote.Luego el anteproyecto con la localización en el terreno definiendo actividades, funciones y relaciones espaciales para acercarse a la solución del objeto (arquitectónico.) El edificio!..con los ajustes previos, se define el proyecto, con planos a escala para construir!.localización con ejes, cimientos, desagües, instalaciones sanitarias y redes de agua,alcantarillado,eléctricas,comunicación, domótica y demás. Plantas, cortes ,fachadas,cubierta y acabados. Hasta aquí, vamos en la primera etapa del edificio!.!!!! Seguimos con el presupuesto y la programación para la construcción, efectuando los contratos con los obreros, técnicos y demás. La tercera etapa corresponde a los trámites legales para permisos y licencias de construcción, ejecución de la obras con todos sus bemoles!! Hasta aquí llevamos apenas los primeros 50 años!…y aún no hemos comenzado la obra física!…seguimos la etapa de materializar el proyecto, el edificio!.. se nos acaba la plata !…y suspendemos la construcción y esta etapa es de obra gris, aún no Habitable!…pero con la ilusión de terminar para vivir allí, disfrutando los espacios, el ambiente y el territorio. Y bla!…bla!…bla!..como colombia y bogota, 500 y 200 respectivamente de Obra gris!…🥸

  3. «No basta saber, hay que saber decir»te identificas con el profesor Enrique Cabeza.Con los avatares de ésta vida que nos tocó… Genial los referentes utilizados…Auguro éxito.

Responder a admin Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *