ENMIENDAS DEL SUEÑO A LA MEMORIA

Amables lectores multicreyentes y sentipensantes, el sueño tiene el efecto o tal vez incluso la función de podar la memoria todas las noches. En medio de guerras cercanas y lejanas, a la altura de mis 66 años bien contados, detecto los huecos que ella va dejando. Por eso, casi nunca puedo recordar los sueños en su totalidad; sé que son muy elaborados y complejos como lo demuestro en https://www.dairogonzalezquiroz.com/leer/dormir-y-sonar-actos-complejos/ Ahora intentaré transcribir algunas enmiendas del sueño a la memoria, pues, frecuentemente “suelo soñar que sueño”.
El día que comencé a hacer esa transcripción, me fui a dormir cansado por el intenso trabajo lectoescritor focalizado en la ciencia, en Arthur Miller y sobre todo en la literatura, pues, “la literatura trata de la vida. La ciencia, de las ideas y las interpretaciones de la realidad. Ambas de la elusiva verdad…” (Botero, 2025) Me dolían los ojos satisfechos. Algún tiempo permanecí tendido pensando y buscando un sueño que pudiera arrastrarme a la inconciencia. Y buscándolo me quedé dormido y surgió el sueño real de Segismundo quien termina con estos octosílabos su soliloquio en La vida es sueño: «¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son».
Si toda la vida es sueño, “la literatura proyecta apenas la duplicación de su mecanismo, la intensificación, lírica, grotesca, de su método: con los ojos cerrados y la mirada vuelta hacia el interior, componer con las imágenes de la vigilia —y con las de la noche que improvisan su entrada por los oídos— una zona de distorsiones donde las figuras abruptas resultan familiares al corazón y extrañas a los ojos.” (Torres, 2024)
Después de todo, continúa J. D. Torres Duarte, la literatura sí imita a la naturaleza: a la naturaleza ondulante del sueño. Realismo del real sueño. Que la exploración de la realidad parte de su deformación en sueño parece un principio de la operación literaria: señal de que el deslumbramiento superior, como intuía Dante, pasa por los senderos alterados del infierno. Que la literatura es un ejercicio de sueño y variación está lejos de ser una anomalía: los vivos pasan más tiempo muertos que vivos, constituyen una horda de fantasmas, una ráfaga de transparencias, son más onda y trueno que carne y hueso. Dice Shakespeare a través de Próspero en un monólogo de melancolía: «Somos del material con el que se fabrican los sueños, y nuestra pequeña vida se redondea con el sueño».
En busca del tiempo perdido abre con una incursión en el sueño, “cuyos instrumentos de desdoblamiento deparan las turbulencias del tiempo y el espacio:… El sueño, sinuoso y dilatado en ramificaciones sobre las que es posible dar brincos monumentales, es la pasarela hacia la memoria. Auden canta en En memoria de W. B. Yeats que el tiempo venera al lenguaje, que el tiempo se subordina al lenguaje: junto al lenguaje, aun en su interior, adentro de los adentros, está el sueño.” (Torres, 2024)
En esta línea, Marcel Proust –guerrero de la memoria e incisivo escritor que con el lenguaje atrapó una y otra vez el tiempo perdido– me enseña que la realidad sólo se forma en el recuerdo y nada ocurre realmente hasta que no se retiene en él. “Emparedados en el presente, ungidos y condicionados por el mundo que nos rodea, sólo podemos respirar por la historia, por la memoria”, señala Emilio Lledó. Pero nuestra memoria y el lenguaje deforman siempre el sueño de acuerdo con los intereses del palpitante presente. Ver con la imaginación del sueño o volver a ver por medio de la memoria es el patrimonio que enriquece el lenguaje. Puesto que la vida es la fuente, el origen de todo, para escribirla simplemente hay que vivirla o soñarla lo que ya amerita el placer o el dolor del complicado recuerdo para rebelarse contra el olvido. Dentro de lo humano, el recuerdo del sueño es importante para la vida y la verdad porque atrapar lo soñado rehace parte o partes del todo o de la nada.
Por eso, mientras sueño, encomiendo los sueños “a la memoria (pues suelo soñar que sueño); al día siguiente, conservo una clara visión del tinte que tenían, si era alegre, triste o extraño, pero cómo eran en lo demás, cuanto más me esfuerzo por hallarlo más lo hundo en el olvido. Igualmente, de esas reflexiones fortuitas que se me pasan por la cabeza no me queda en la memoria sino una vaga imagen, lo justo que necesito para reconocerme e irritarme en su búsqueda, inútilmente.” (Montaigne, 1984: 1711) Así, la moraleja que me deja el padre del ensayo es: no hay que fastidiarse o preocuparse en el intento fallido de recordar algunos sueños, es normal que eso suceda.
El mismo autor francés dice: “El sueño sofoca y suprime las facultades de nuestra alma; el sexo las absorbe y disipa de igual manera.” Estoy de acuerdo con esto porque creo que en el sexo uno está con todo: alma, vida y corazón. También estoy de acuerdo con el poeta portugués Fernando Pessoa cuando dice que “lo soñado me agrada, lo falso me repugna. El sueño puro me encanta, el sueño que no guarda relación con la realidad, ni contacto con ella. El sueño imperfecto, con un punto de partida en la vida”, igualmente me encanta, pues, por los escalones del mundo desciendo a la irrealidad para sustituir a la realidad: otra razón del por qué me escucho soñar.
En suma, “el culto del sueño por la deformación entraña también la posibilidad de extraer de una deformación otra deformación: entraña la posibilidad de un número infinito de deformaciones. El siglo XX cristalizó esa posibilidad en las pesadillas de parálisis, de reiteración, de escarmiento, de Kafka.” (Torres, 2024) Y el siglo XXI proyectó esas pesadillas en las guerras, de repetición, de Rusia, USA e Israel. Se sabe que los sueños son considerados mensajeros de los demonios por una parte de la humanidad, parte que no volvió a soñar para que no la tilden de demoniaca, pesimista y fantasiosa; ella solo quiere ser accionista, protagonista y mensajera de las guerras. Pero soñar es exclusivo de todos los seres humanos, animadas por la palpitante realidad escalofriante o gratificante, y expuesto sin tapujos a ella. Por eso, toda la humanidad seguirá teniendo sueños que le mantenga los sentidos y le mantenga los pies en la tierra firme “pues toda la vida es sueño”, tal lo dijo Pedro Calderón de la Barca.
Quizás la literatura, entonces, “al proponer mundos nuevos (en especial la novela, que por definición tendría la misión de llevarnos a una nueva realidad, aunque pequeña, pues tiene que limitar a una parcialidad del género humano; del latín –novum e illum–), esté demandado de cada cual su inmersión en el sentido”, como bien lo dice Hernán Borja Al pie de la hoguera novelística. “Así sería para hombres libres; pero no para los esclavizados mental y materialmente por los detentores de los medios de producción” (Ibíd) o protagonistas y mensajeros de las guerras. Sea como fuere, el proceso de soñar –así sea imposible recordar todo lo soñado– nos ayuda a regular las emociones y a potenciar la creatividad, que se vale de la frágil memoria y el lenguaje para su conservación y divulgación.
INDISPENSABLES MURMULLOS REFERENCIALES
Borja, Hernán (2025, oct 30). Comentario a Un destino hambriento de la vida. Portal: https://www.dairogonzalezquiroz.com/
Botero, Jorge Humberto (2025, nov 4). El gran garrote. Semana, Bogotá, https://www.semana.com/opinion/articulo/el-gran-garrote/202558/
De Montaigne, Michel (2014). Ensayos. Edición bilingüe, traducción y notas de Javier Yagüe Bosch. Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores: Barcelona.
Torres Duarte, J.D. (2024, ago 21). La literatura, ese género del sueño. El Espectador, Bogotá, en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/j-d-torres-duarte/la-literatura-ese-genero-del-sueno/

Tema muy seductivo. Freud en su «Interpretación de los sueños» se acercó de manera profunda a desentrañar sus mecanismos y, al menos, estableció allí un sistema coherente y muy racional.
Dada la evanescencia de sus contenidos (imágenes) he optado desde hace años por escribirlos apenas la de rosados dedos me instala en otra realidad. En fin, que así he descubierto repeticiones que, al interpretarlas, me han dado indicios ciertos sobre mi personalidad y mis anhelos en la vida despierta. Aun las pesadillas que se reiteran con su violenta carga son un camino cierto hacia la toma de decisiones, a la vez, descargan al subconsciente de anhelos insatisfechos (si uno quisiera ajusticiar a algún genocida, pues en la pantalla cierta de las noches resulta más fácil hacerlo), para no hablar del efecto catártico de los sueños húmedos.
Es, asimismo, grato reflexionar sobre este tema, para olvidar efímeramente el caos universal impensado que se nos ha atravesado en estos años.
La novela es también esa otra posibilidad de crearnos un universo paralelo, donde vivamos algunas de las vidas con que nos hemos ilusionado.
Mil y una gracias por tu juiciosa lectura y acertado comentario.
Este artículo me toma en una fase de mi vida en la que manifiesto un desorden del sueño, por lo tanto hasta los mismos sueños me despiertan y me llevan al desvelo.
No había pensado en, cómo hizo Borja, escribirlos. Interesante, puesto que en ellos se cuelan vicisitudes de realidades propias y extrañas… Hasta el autor se cuela en mis sueños en búsqueda de un justo reconocimiento a su participación en lo que hoy es mi más grande sueño logrado: ser maestro.
Me gusta el mundo de lo onírico en dónde muchas realidades, cómo en los cómics, son posibles. Viajo por lugares fantásticos, tengo sexo con desconocid@s, encuentro tesoros, invento canciones, vuelvo a mi pueblo, tengo encuentros familiares… En fin, vivo en universo que se me antoja paralelo y muy excitante.
Disculpas por la diatriba impensada (desahogo a las dos de la mañana).
¡¡¡Felices sueños!!!
Compadre, gracias por su leída y deshago que es un gran testimonio soñador.
Soñar, se dice que para alcanzar lo que se anhela o se sueña, es más probable cuando se sueña despierto.
Lo que le sucede a mi amigo Dayro es más sorprendente, aquello de soñar que se está soñando, dicen que es estar demasiado dormido, pero conociendo al maestro, diría yo, es ir más allá del sueño para alcanzar lo que se sueña.
Maestro, gracias por compartir, el sueño es una gran herramienta y compañía, para seguir viviendo en plenitud.
Con gusto profesor Víctor, muy amable por leída y comentario.
Lo único que no se quita; ni al condenado, los sueños.
Es cierto.