EL SIGNO DE LOS CUATRO Y EL DIÁLOGO DE SABERES

A Orlando Fals Borda, el gran sociólogo caribe e investigador artífice, entre otros asuntos, del diálogo de saberes en Colombia y América Latina con su tetralogía Historia doble de la costa. Y en memoria de Rafael Ricardo Barrios, el hombre que dedicó toda su vida al vallenato como acordeonero, cantante, compositor y actor al que siempre recordaremos por las lindas melodías románticas con su acordeón piano.
¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes, librepensadores y exigentes caminantes pacientes!, tras 40 días de intensa búsqueda -desde el 1. ° de mayo-, el 9 de junio fueron encontrado los cuatro niños que habían desaparecido después de un trágico accidente en la Amazonía colombiana (corazón sin examinar de la desafiante selva virgen del Guaviare plagada de jaguares, boas, insectos, lluvia constante e insectos por doquier) donde murieron su madre Magdalena Mucutuy y otras dos personas. Sobre eso, el diálogo de saberes y la relación del hallazgo con la literatura y la política son estas páginas.
A pesar de la inicial euforia colectiva de los colombianos que nos hizo lanzar birretes al aire por la celebración de la aparición con vida de Lesly Jacobombaire Mucutuy, de 13 años quien acaba de cumplir 14; Soleiny Jacobombaire Mucutuy, de 9 años; Tien Ronoque Mucutuy, de 4 años; y Cristin Ranoque Mucutuy, el bebé que cumplió un año estando en la selva, esa alegría no fue suficiente para atajar teorías conspiratorias o rumores destinados a sembrar cizaña a las que algunos parecen habituados y que otros comparten fascinados. Los cuatro chiquitines, además de la angustia e incertidumbre de su situación cargaban con el duelo por la pérdida de su madre que sobrevivió cuatro días con ellos. Esta familia huía de Caquetá e iba para San José del Guaviare a reunirse con Manuel Ranoque -padre de dos de los menores-, quien se encontraba ahí huyendo de las amenazas de las disidencias de las Farc.
A pesar de esa proclividad de algunos colombianos a negarnos a aceptar sin suspicacias las pocas “buenas noticias que se presentan en este país, en el que no es raro ver cómo un hecho positivo es eclipsado por supuestos complots y mensajes con los que solo se busca retorcer un feliz desenlace” (Vladdo, 2023), la mayoría de compatriotas aún siente el corazón lleno de felicidad por este “hecho de inmenso valor simbólico en medio del valle de lágrimas que es la vida en Colombia.” (Mallarino, 2023) Por eso, aún nos seguimos preguntado ¿cómo sobrevivieron 40 días en la manigua? ¿Cómo pudieron salvarse? «¿Cómo se hace para amar y defender así la vida? ¿Cómo se hace para, en silencio, en el mundo de los niños, encontrar la dimensión inmensa, la más alta, de lo humano?» (Mallarino, 2023). “¿Por qué se demoró tanto el rescate si los niños siempre estuvieron cerca del lugar del siniestro y el área fue rastrillada con helicópteros, megáfonos, sensores, 120 comandos élite y 70 indígenas?” (Londoño, 2023)
Porque la zona es áspera, dicen los expertos. Selva espesa. Es probable, pero hay una hipótesis dolorosa del citado Londoño: los niños no se perdieron, estaban escondidos. Varias veces los grupos de búsqueda estuvieron a pocos metros de los cambuches de los niños. Tal vez Lesly le dijo a su hermanito Tien que estaban jugando al escondido, como en La vida es bella, y le tapó la boca al bebé para que su llanto no los delatara, cuenta José Alejandro Castaño que le contó Narciso Mucutuy, el abuelo de Lesly (portal Casa Macondo). Lo cierto es que los camuflados la aterraban -continúa Julio Cesar-. Quién no tiembla si está en lo profundo de la jungla y ve unos hombres que pueden ser disidentes de las Farc, del ELN o de los otros uniformados, los exterminadores de niños, de “máquinas de guerra”. ¿Pero por qué los niños se escondían también de los indígenas? Porque entre ellos estaba Manuel Ranoque, padrastro de Lesly, el macho que les daba muendas amazónicas cuando se emborrachaba, el que un día intentó abusar de ella y otro día le pegó un planazo en el cuello a Magdalena. Al igual que Manuel huía de la guerrilla, ahora Lesly huía de él.
Una respuesta obvia a los interrogantes sería: “por el coraje de Lesly, esa niña gigante, y luego por una minga de dioses orientales y nativos, por el espíritu del jaguar y la energía del agua y de los “elementales” de las plantas. Sin una minga de entidades sobrenaturales, es imposible entender la hazaña de Lesly.” (Londoño, 2023) Tal vez otras respuestas estén en el pensamiento mágico y la poesía, en la tierra y la magia milenaria de los indígenas, en la tecnología militar y las ciencias o en el diálogo de saberes poblado de amor y virtud, el cual encierra varios canales comunicativos que desembocan en una multiplicidad de sentido que lo convierten en una fuente especial de conocimiento y emoción; en este diálogo se emplea el método de cotejar disciplinas científicas con la sabiduría popular y se implementa la diversidad epistémica para esclarecer cualquier asunto que posibilite la germinación de colectividades con nuevas narrativas del buen vivir y del nuevo caminar ético y político: “Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre”, dice y agrega Paulo Freire parodiado: aceptar y respetar la diferencia es una de esas virtudes sin las cuales el diálogo de saberes no se puede dar.
“El filósofo Sócrates, adalid del conocimiento dialogante, solía derrotar a sus adversarios atribuyéndose un perfil bajo. Se presentaba como el más ignorante; iba descalzo a todas partes y bromeaba sobre su mayúscula fealdad; siendo maestro se comportaba como un discípulo. Era alguien que tenía las dudas muy claras. Astutamente, prefería reconocer sus errores antes de que otros los exagerasen. Creía que el proceso de aprender desafía a la vanidad, que no se detiene a pensar porque está ocupada en alardear… Para ponernos en el lugar de otros, la vanidad debe bajarse del pedestal. Como escribió C. S. Lewis, no es humilde quien piensa de sí mismo que es poca cosa, sino quien piensa poco en sí mismo.” (Vallejo, 2023) Sócrates propuso en los Diálogos de Platón -que constituyen el mejor monumento a su gloria- unirse con humildad para no dominar, aplastar o dejar caer a personas iguales o en peor situación, ni ver al prójimo como objeto o como enemigo.
En esta línea, los cuatro hermanos deambularon por la selva durante 40 días por cuenta de las últimas palabras de su madre que aguantó cuatro días de agonía -follaje del capitel de esta columna-, por cuenta de las sabidurías ancestrales, la suerte, la benevolencia de la Madremonte, el trueque con los duendes, u otra razón enigmática, pero sobrevivieron comiendo fariña, frutas, algunos víveres hallados en el avión accidentado y otros lanzados desde naves militares. Estremece al mundo y a Colombia esta historia porque ellos hubiesen sobrevivido al accidente, en el que Lesly -la niña mayor-, sustentada en un conocimiento ancestral incorporado a su conocimiento instintivo, estructuró un sistema que les permitió alimentarse y resguardarse.
Esta indígena Huitoto de 14 años tuvo que ser hermana, madre y enfermera en la espesura de la selva. Con Cristin en los brazos y Soleiny y Tien bien cerquita de ella, Lesly logró lo que parecía inconcebible. “Desempeñó una labor de cuidado admirable apoyada en su sabiduría ancestral. Fue guía y valiente protectora de sus hermanos… en medio de la incertidumbre, en medio de una espesa selva es algo jamás visto, es un extraordinario hito de esos que difícilmente se borrará de la memoria colectiva del país.” (El Tiempo, 2023) Mención especial merecen el Ejército, las comunidades indígenas, el ICBF, la Aerocivil y varias dependencias del Estado que se la jugaron sin reserva, sin jamás perder la esperanza: todos articulados en el propósito de encontrar con vida a los cuatro chiquitines, que son sin duda héroes del año.
En el diálogo de saberes, este es el tipo de empeños que reconcilian, “que nos enorgullecen y nos hace pensar en el valor de unir esfuerzos, indígenas, civiles y militares, de trabajar unidos, de perseverar. Honor y respeto a nuestro ejército no solo por el tesón indoblegable, sino por la pericia y la vocación de sacrifico. Este es un ejemplo de lo que se logra cuando hay un objetivo único, al costo que sea… se coordinaron los esfuerzos de búsqueda.” (El Tiempo, 2023) Tiene toda la razón el presidente Petro cuando resaltó en este final feliz la conjunción de saberes: “la colaboración entre distintos, el respeto por las tradiciones y el reconocimiento de una condición en común, como lo era la humanidad de todos los que participaron en esta operación.” (Acevedo, 2023) Es imposible dejar de lado a otro de los protagonistas de esta historia: el perro pastor belga Wilson, fundamental en la búsqueda, que se perdió en la selva del Yarí, aunque fue muy buscado; justo al terminar estas líneas el general Sánchez aseguró que se hizo todos los esfuerzos necesarios para localizarlo, mas fue imposible. Así Wilson quedó en la selva, pero permanecerá en el corazón de los colombianos.
El feliz desenlace demostró que se puede llegar más lejos si se va acompañado; fue “la constatación de que solo en el reconocimiento del otro, con respeto por las diferencias y tomando en cuenta sus puntos de vista, se podía ver mejor. Por eso cuando el general Sánchez saludaba a su tropa extendida con un “guardia, guardia”, ellos le contestaban “fuerza, fuerza”, y cuando él les preguntaba “¿hasta cuándo?”, ellos le respondían “¡hasta siempre!” … Sin mezquindades, comprendiendo que en la complementariedad de sus acciones y saberes estaba la fuerza del entendimiento que los llevaría a los cuatro niños, la gente del general Sánchez y del indígena Ordóñez fue, al final, una sola gente que trabajó por un propósito común” (Acevedo, 2023) que al final se consiguió: colaboración armoniosa y esencial entre militares e indígena, otro pilar del diálogo de saberes.
“Después de años de discursos estigmatizadores desde los gobiernos de turno y prejuicios en los pronunciamientos de líderes políticos” (El Espectador, 2023), al finalizar el encuentro escuchamos algo inédito: en RTVC, Pedro Sánchez, “comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales de Colombia, dijo, refiriéndose a los guardias indígenas, que “ellos son los héroes. El reconocimiento es para ellos”. Ocurren milagros cuando los colombianos decidimos superar las trincheras ideológicas para trabajar juntos por un objetivo común” (Ibíd) trazado por el diálogo de saberes que ahondó Daniel Pardo (2023), corresponsal de BBC Mundo en Colombia, a través de Alex Rufino, fotógrafo e indígena ticuna y profesor de la Universidad Nacional, quien afirmó:

“Los niños aprenden mucho de sus padres… Cuando van a cazar, a recolectar frutas. Su observación es fundamental. Van aprendiendo lo que les puede servir y lo que no… Cada árbol, cada planta, cada animal indica dónde estamos, qué hay disponible y cuáles son las amenazas. Y los niños saben interpretar eso… Además de su aprendizaje, se ayudan de los animales. Por ejemplo, de los micos, que como se alimentan parecido a nosotros, con muchas frutas dulces, sirven de guía. Hay una convivencia entre nosotros y ellos, que, como están en los árboles, van tirando alimento al piso. El reto es adaptarse a su movimiento… No se trata de imitarlos, sino seguir y observar su paso para encontrar la comida. El quiebre de una rama, por ejemplo, es un indicio del camino a seguir. Su sonido y su paso da alertas de los animales (del jaguar, de la boa) … En esa relación con el mico podemos camuflarnos y protegernos.”
En esa selva, “cada árbol, es un ser que puede dar enseñanza, un vínculo que puede dar a cambio medicina y comida y agua… los árboles tienen la función de proteger mientras duermes: son el gran ancestro, el gran protector. Te dan cobijo, te abrazan.” (Pardo, 2023) Con seguridad, las técnicas que pudieron haber usado los niños para arreglárselas en la selva fueron “limpiarse el cuerpo con hojas que sirven para que los zancudos e insectos no te ataquen tan fuerte… Seguro encontraron una pequeña mata que permite limpiar los pies para evitar que las serpientes los piquen. A esa edad, los 14, ya se tienen ese tipo de sabidurías claras… Es posible que hayan tenido que comer algún tipo de gusano… Lo que deja detrás un jaguar es otra opción… Y sobre todo creo que comieron… manzanillas, unas pepas rojitas dulces… Esas ayudan a no deshidratarse y dan energía. También hay polvos que sirven igual que el mambe de coca, un remplazo que da calorías, que calienta el cuerpo… En la selva uno no se da cuenta que está perdiendo peso: siempre tiene la idea de que está bien. Solo cuando te encuentras gente de fuera te das cuenta de que fuiste vulnerable. Uno nunca piensa que se va a morir…” (Ibíd)
El educador citado cuestiona el hallazgo como un milagro centrándose en que “los territorios indígenas siempre se las ha mirado con una narrativa heredada de la conquista, de la religión católica, pero nosotros no hablamos de milagros, sino de la conexión espiritual con la naturaleza.” (Pardo, 2023) Milagro es la palabra que vende, pero él habla del abrazo de la madre que es la selva, la madre que te cuida. Es difícil de entender esto, pero esta es una buena oportunidad para que los seres humanos, aprendamos de las distintas cosmovisiones que hay en los territorios. “Más que un milagro, hay que entender que en la selva hay seres que protegen, que acompañan. La selva no es solo lo verde, sino que hay energías milenarias con las cuales las poblaciones se relacionan, aprenden y se ayudan… El aprendizaje de estos 40 días nunca se les va a olvidar a los niños. Ellos son la cara visible de lo que es ser niño en la selva. Sin el accidente del avión, nadie voltea a mirar cómo viven los niños en la selva… La misma madre, que se convirtió en espíritu tras el accidente, los protegió.” (Ibíd) Desde la narrativa del milagro se evidencia una ignorancia, cierta incomprensión de lo indígena, de su cosmovisión “porque más allá de la inmediatez, hay que entender cómo funciona el territorio. Los mismos abuelos hablaron de los duendes que los pudieron ayudar.”
Entonces, entender el hallazgo de los niños como un “milagro” o como un “rescate” o como un logro “heroico” del Ejército Nacional es algo extraño a las cosmogonías indígenas porque no hay que glorificar sino aprender. Según Rufino: “Los niños estaban en su entorno, bajo el cuidado de la selva y la sabiduría de años de poblaciones indígenas en contacto con la naturaleza”. Porque, claro, para la mirada blanco-mestiza la selva era y sigue siendo la adversaria, un lugar misterioso e incomprensible que podía engullir a los niños en sus profundidades. Que los niños hubieran convivido con la selva de otra manera, en armonía y simbiosis, fue clave para su supervivencia: “Nosotros no lo vemos desde el miedo o desde el peligro, sino desde el respeto. Cada centímetro de la selva tiene una espiritualidad que no puedes evadir. Cualquier movimiento implica un diálogo con el chamán, con el espacio. Si no, puede afectar tu salud o tu seguridad”, concluyó. Este indígena ticuna, a pesar de tener una mirada del mundo totalmente distinta a la de los militares, vuelve a remarcar lo espiritual, que parece ser el punto común de todas las versiones de esta historia porque “las prácticas espirituales de cada una de las personas que estuvieron en la búsqueda jugaron un rol clave para mantener la esperanza, construir comunidad y hacer sentido de lo inexplicable.” (Ruiz, 2023)
Del hallazgo se desprenden lecciones sobre la importancia de la educación contextual, pues la supervivencia de ellos se debió a los conocimientos que tenían. También muestra cómo el diálogo de saberes entre los diferentes sujetos participantes, con sus conocimientos y maneras de proceder, permitió articular tecnología militar y sabiduría popular para ese éxito. Hablando con El Espectador (2023), Fabián Ulcué, uno de los 40 indígenas del Concejo Regional del Cauca que se unieron a los soldados para buscar a los niños, dio más pistas de cómo los encontraron: “Por la frescura de las huellas determinamos que nos llevaban de ventaja apenas dos días. Eso lo determinamos según la lluvia. Si había llovido mucho, sabíamos que la huella debía estar muy llena; si había llovido poco, debía estar medio fresca, y si no había llovido, el rastro debía estar más consistente”. Definitivamente, haber encontrado a los niños “es una muestra de cómo la resiliencia colombiana, forjada en años de conflicto y en la terquedad de apostarle a la creación de una sociedad en paz a pesar de la violencia, es clave para la construcción de país.” (Ibíd)
Ulcué dice que ningún otro ecosistema es como esa selva amazónica, que está ubicada a una hora y 47 minutos en helicóptero desde la capital de ese departamento, San José. Pasó 13 noches buscando a los niños. “Me tocó ver caer enfermos a muchos compañeros de la guardia y del Ejército, que teníamos que sacar de emergencia de la selva”, recuerda. Durante esos días, su labor y la de los otros 39 indígenas del Cauca que iban con él, “fue bordear y abrir camino a orillas del río Apaporis. Se dividieron en cuatro grupos de 10, para cubrir varios puntos. En sus maletas llevaban brújula y relojes para no perder la noción del tiempo, y algunas plantas sagradas como la coca para mambear, de la que obtenían energía y sabiduría. Antes de cada jornada, según cuenta, se encomendaban a la madre Tierra y a Dios para que se les abriera el camino” (Parada, 2023), que era tan espeso, que a veces era imposible abrirlo con el machete.
Fabián tiene en su mente dos casos: el de un compañero indígena que se chuzó los testículos y el de un comando del Ejército que se lastimó el ojo con una rama: “Esos casos fueron los más difíciles. El soldado salió con el ojo infectado porque la rama le tocó la retina. A otro soldado se le enterró una rama y se le rasgó el labio, la nariz y los ojos”. En esos momentos, el ánimo y la esperanza parecían extraviarse. “Los últimos dos días de la búsqueda, el 1. ° y 2 de junio, los indígenas del Cauca los pasaron en vela. A su alrededor escucharon rugidos de jaguares toda la noche. Nunca tuvieron la certeza de qué tan cerca estuvieron, pero el miedo y la ansiedad enfermaron a muchos de ellos.” (Parada, 2023) Así, el rescate de los cuatro niños en la selva colombiana “nos han dado una lección de vida. Y a la vez han revelado cuán incapaz es la cultura urbana de entender otras cosmovisiones, otras formas de ser y estar en el mundo.” (Escobar, 2023)
Este caso es una saga de la vida real dada en algunos sitios del mundo que me da la oportunidad de recordar con Manuel Drezner (2023) “cómo en la literatura abunda ese argumento de personajes extraviados que han sido rescatados. La primera obra que viene a la mente es Robinson Crusoe, un náufrago en una isla desierta. Es una novelización hecha por Defoe de las aventuras reales de Alexander Selkirk, que además es considerada por muchos críticos la primera novela inglesa. Esta obra inspiró otra llamada La familia Robinson suiza, que cuenta las peripecias de una familia que naufraga en las Indias Orientales y cómo sobreviven allí. Ya antes Shakespeare había escrito su drama La tempestad, donde un monarca es abandonado en una isla por traidores cortesanos y familiares.”
Otros casos en la literatura de seres que han naufragados serían: Simbad, el marino en Las 1.001 noches, y el de Gulliver, dos desafortunados que parece que se viven perdiendo, lo cual desde luego da lugar a diversas aventuras. También “Julio Verne hizo varias novelas sobre muchachos perdidos, entre las cuales se destacan Los hijos del capitán Grant y Dos años de vacaciones, que al usar el argumento de los niños perdidos muestra la razón por la cual son tan apasionantes esas historias. Hay otra obra que es una de las grandes de la literatura del siglo XX llamada El señor de las moscas, de William Golding, ganador del Premio Nobel, que ha sido llevada al cine en varias ocasiones. En esta novela se muestra a un grupo de muchacho perdidos en una isla desierta que tratan, sin éxito, de iniciar una sociedad donde se puedan gobernar por sí mismos. La novela tiene fondo de gran importancia, como la manera en que surgen actitudes irracionales, la creación de una moralidad propia e incluso la desaparición de la individualidad.” (Drezner, 2023)
Como se ve por lo anterior, “la vida real una vez más ha reflejado a la literatura, aunque desde luego casos auténticos de personas perdidas y rescatadas han abundado. Lo cierto es que se recuerdan más los libros escritos sobre esas circunstancias que a las personas reales que así sufrieron, como les pasó a los niños perdidos en la selva del Guaviare.” (Drezner, 2023) Sin embargo, como el caso de estos niños liderados por Lesly es tan excepcional, pienso que ella se recordará más que cualquier libro que se escriba sobre su caso, aunque muchas situaciones contrarias se han visto a través de la historia de la literatura.
“La otra cara de la moneda es la conmoción nacional por la odisea de los niños perdidos en la selva. Fue muy bello ver la solidaridad, la preocupación nacional, el júbilo del rescate. A uno le provoca volver a creer en Colombia” (Londoño, 2023) hasta que recuerda que buena parte del país desprecia a los indígenas. “En Cali, los carapálidas ricos practicaron “tiro al indio” el domingo 9 de mayo de 2021, hirieron a 10 indígenas y subieron a las redes los videos de su divertido “safari”.” (Ibíd) La matanza de líderes indígenas en nuestra nación ha sido infame -solamente el año 2022 han muerto 42- y, tanto el extractivismo ciego como la violencia armada los ha golpeado de manera despiadada. (Escobar, 2023) “Una bella y culta senadora propuso levantar un muro para separar la chusma indígena de la mestiza pero hidalga población del Cauca. En casi todo el país, “indio” es un escupitajo. Con frecuencia escuchamos que los indígenas tienen demasiada tierra, que son traquetos y borrachos, como si no hubiera sido suya toda esta tierra, como si los grandes capos de la droga fueran indígenas y los mestizos fueran abstemios.” (Londoño, 2023)
Claro que los indígenas no son buenos, per se. También depredan, pero son mucho más cautos y ecológicos que nosotros: “Leen la selva, con una sabiduría impresionante. Para ellos, la tierra no es un pedazo de polvo y rocas; es el territorio donde viven sus ancestros, sus deidades y sus espíritus.” (Escobar, 2023) Como sea, la conmoción de los mestizos “es un sainete despreciable. Parecen criaturas bipolares: oran por los niños indígenas de la televisión pero los desprecian en la calle. Los trajes de fantasía de las reinas se inspiran en cosmologías indígenas, los políticos hacen gárgaras retóricas con lo “pluriétnico” y lo “multicultural”, los señores revenden artesanías indígenas y aman las vasijas precolombinas, pero desprecian al indígena de carne y hueso. Viven en una suerte de matrix esquizoide y miserable… ¿Qué engendro de país han desovado nuestros sinuosos líderes para que unos niños se escondan 40 días en la selva y les teman más a los hombres que a la selva?” (Londoño, 2023)
A pesar de todo, el ejemplo de los líderes militares e indígenas debe llegar de la selva a la política nacional. “Por eso creo que el señor Presidente debería arrancar por él mismo y por su gobierno para introducir en la política actual el ejemplo que nos llegó desde la selva en estos días y reinventar” (Acevedo, 2023), a partir de este caso extraordinario, “la manera en que se relacionará de aquí en adelante con esa porción significativa de país que no votó por él o, que habiéndolo hecho” (Ibíd), hoy algunos le han perdido la fe. El parangón entre lo que pasó en esos 40 días y lo que podría pasar en Colombia en los próximos tres años largos que le quedan a la dupla Petro-Márquez es muy poderoso si se aplica con cuidado y si no se queda simplemente en teoría.

En Colombia pocos sucesos logran unirnos como pueblo, el de los cuatro niños encontrados fue uno de ellos. Hace falta escarbar mucho para encontrar en un suceso que haya logrado unir a todo un país en torno a una alegría profunda y sincera tal y como sucedió el pasado 9 de junio cuando se supo del hallazgo de los cuatro infantes flacos y desnutridos, pero vivos que nos dieron una cátedra de vida y resistencia de la cual todos tenemos algo que aprender. En esta historia tormentosa, pero al final feliz de los niños huitotos está la templanza de Lesly, “la resistencia de Soleiny, Tien y Cristin. El amor y la fe de los abuelos, que nunca perdieron la esperanza de que sus nietos estuvieran vivos; la tenacidad de un general de la República que trabajó en el rescate de los menores como si se tratara de sus propios hijos; el empeño y la sabiduría de las comunidades indígenas” (Acevedo, 2023); el respeto y la paciencia en el marco del diálogo de saberes entre los diferentes sujetos que intervinieron en el rescate. Ojalá que a los niños les garanticen la dignidad, el respeto de su territorio y su cultura, «estamos en mora de reconocer y valorar la amplia gama de conocimientos ancestrales de nuestras comunidades indígenas.»
“Históricamente, el Ejército ha tenido fuertes tensiones con la Guardia Indígena, azuzadas por un discurso político agresivo. Por eso, el simbolismo de lo ocurrido debe trascender el caso puntual del Guaviare. Bajar la violencia, sea retórica o física, abre muchas oportunidades. En la apuesta por la paz, este es un paso que tenemos que dar.” (El Espectador, 2023) El hallazgo fue un éxito producto del tesón de militares e indígenas, Colombia debe escuchar los aprendizajes de confianza y colaboración entre ambos. El diálogo de saberes en esta ocasión se materializó en un hecho concreto y feliz. “De cara al futuro este episodio tiene que servir de guía: en torno a una buena causa se produjo un encuentro entre seres humanos de distinto origen y poseedores de conocimientos de diversa índole que fue posible articular. El mensaje aquí es muy claro: pasan cosas muy buenas cuando se dejan de lado prejuicios que se pueden tener sobre quienes vemos como diferentes y de manera humilde y sincera se produce un diálogo marcado por el respeto mutuo.” (El Tiempo, 2023)
“Cuando ponemos los saberes y las instituciones a trabajar con persistencia al servicio del pueblo podemos solucionar, salvar vidas y construir colectivamente la esperanza”, dijo la vicepresidenta Francia Márquez. “Esa construcción colectiva de la esperanza no es posible sin entender y compaginar la inmensa fuerza política que siempre ha tenido esa conexión con la comunidad y con la vida, que a veces llamamos espíritu.” (Ruiz, 2023) Ojalá pues que las lecciones de este suceso afortunado y memorable le siga resonando poderosamente al país. Y ojalá que sirva sobre todo para entender que es más lo que nos une que lo que nos divide, así incluir siempre sea más difícil que excluir -lastimosamente Colombia es, según Julián de Zubiría, un país en el que tres de cada mil personas saben leer de manera crítica y la gente no se mueve por las ideas, sino por emociones primarias como el miedo, la ira o la venganza-.
En suma, entonces, la oposición política, los monopolios económicos, los incrédulos, el gran empresariado y el primer mandatario están a tiempo para dar el timonazo incluyente, “sin terquedades, con respeto por el otro, sin abandonar sus propias creencias pero entendiendo –como lo hicieron los indígenas– que solo cuando se trabaja en equipo, aun con quienes piensan y obran de manera tan diferente, puede alcanzarse el objetivo común que es Colombia… Prevenciones siempre habrá, pero los resquemores del pasado y los resentimientos del presente deben superarse por el bien de la patria.” (Acevedo, 2023) El gran Pacto nacional que salvaría a este país reside en la voluntad de todos para que la vida se ofrezca como una flor sonrojada y salga sacudiéndose las cenizas de la oscuridad, para que la luz se imponga a las tinieblas con su presencia inalterable… Si encontraron a los niños en medio de la manigua, ¿por qué no vamos a ser capaces de echar para adelante este país, apalancados en las lecciones mencionadas que nos llegan del hallazgo de los niños y de la literatura?
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- Acevedo, Juan Manuel (2023). De la selva a la política. El Tiempo, Bogotá, junio 13, disponible enhttps://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jose-manuel-acevedo/columna-de-jose-manuel-acevedo-de-la-selva-a-la-politica-777096
- Drezner, Manuel (2023). La literatura y los personajes perdidos. El Espectador, Bogotá, junio 13, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/manuel-drezner/la-literatura-y-los-personajes-perdidos/
- Escobar la Cruz, Ramiro (2023). Sentir y leer la selva como Lesly y sus hermanos. El País de España, Madrid, publicado el 15 de juniohttps://elpais.com/america-colombia/2023-06-15/sentir-y-leer-la-selva-como-lesly-y-sus-hermanos.html
- El Espectador (2023). Un milagro en el Guaviare. El Espectador, Bogotá, junio 16, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/editorial/un-milagro-en-el-guaviare/
- El Tiempo (2023). Lecciones de un milagro. Editorial de El Tiempo, Bogotá, junio 12, disponible enhttps://www.eltiempo.com/opinion/editorial/editorial-de-el-tiempo-del-12-de-junio-de-2023-lecciones-de-un-milagro-776940
- Londoño, Julio César (2023). Tan bellos los indiecitos. El Espectador, Bogotá, junio 16, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/julio-cesar-londono/tan-bellos-los-indiecitos/
- Mallarino Flórez, Gonzalo (2023) ¡Los niños! El Espectador, Bogotá, junio 13, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/gonzalo-mallarino/los-ninos/
- Parada Lugo, Valentina (12 jun 2023). Trece noches de búsqueda: testimonio indígena de un rescate milagroso. El Espectador, Bogotá, mayo 26, disponible en https://www.elespectador.com/judicial/trece-noches-de-busqueda-testimonio-indigena-de-un-rescate-milagroso/
- Pardo, Daniel (2023). «La selva no era la amenaza, la selva los salvó»: ¿cómo pudieron sobrevivir los 4 niños que pasaron 40 días en la Amazonía colombiana? BBC Mundo, Londres, publicado el 10 junio en https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-65869230
- Ruiz-Navarro, Catalina (2023). Milagros y duendes. El Espectador, Bogotá, junio 14, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/catalina-ruiz-navarro/milagros-y-duendes/
- Vallejo, Irene (2023).Terrenales. El País de España, Madrid, publicado el 24 de junio en https://elpais.com/eps/2023-06-24/terrenales.html
- Vladdo (2023). Un viernes para rescatar. El Tiempo, Bogotá, junio 14, disponible en https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/vladdo/un-viernes-para-rescatar-columna-de-vladdo-777426
Hermoso texto. Felicitaciones. Esa pluma cada día ahonda más y su calidad expresiva aumenta.
Mi estimado amigo y colega, mil y una gracias por tu lectura y elogioso comentario.
Con todos estos avatares padecidos por estos niños ojalá sirva para emularlos en la gran lucha de nuestra sociedad, gran texto. ¡Felicitaciones!
Profe Alcides, muy amable por lectura y comentario.
El verdadero actor de la aparición de los cuatro niños indígenas; que nunca estuvieron perdidos, fue Wilson.
Los niños se encontraban retenidos por Arsenio; el duende propietario de ese pedazo de selva, quien cansado de su soledad los escondía de los intrusos que a su territorio llegaban.
Finalmente llegó Wilson; Arsenio liberó los niños y feliz se fue con Wilson.
¡Qué buena hipótesis!