EDUCACIÓN, PERSPECTIVA DE GÉNERO E IDENTIDAD SEXUAL

Este escrito está en mi libro Triple aventura académica (Bogotá, autoreseditores.com, 2022, págs. 408-443). Ahora lo presento aquí resumido, actualizado y dedicado a nuestra vicepresidenta, Francia Márquez Mina, quien ha sido objeto de una andanada despiada por ser afro, mujer, trabajadora y alternativa en un país racista, misógino, clasista y godo. A esos despiadados les digo “de malas”, como la Vicepresidenta, cuando detrás de ciertas entrevistas e infamias de redes noto la nostalgia por aquella Colombia elitista.  

¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes y librepensadores!, en este mes de marzo en el que el mundo conmemora el Día Internacional de la Mujer para reconocer el trasegar de cientos de generaciones de mujeres, lideresas en sus comunidades, que han luchado por sus derechos y han abierto las puertas a una mayor participación femenina, también es necesario reconocer las luchas y entender las injusticias estructurales que hay en contra de la comunidad LGBTIQ+(lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual, queer -disidente de género e identidad sexual- y el signo + es para incluir a todos los colectivos que no están representados en las siglas anteriores). A pesar de los notables avances en la garantía de sus derechos, la realidad de los integrantes de estas comunidades a nivel global sigue siendo crítica en cuanto a sus libertades y a la idea de una igualdad real y efectiva. Una gran gama de injusticias históricas y actuales sigue permeando a sus integrantes, que tienen que enfrentarse a dinámicas que van desde la brecha salarial hasta la violencia de género.

Por varios autores y sobre todo por Alice Dreger se sabe que el sexo es complicado, pues, hay “que admitir que la naturaleza no traza una línea tajante entre hombres y mujeres o entre hombres e intersexuales y mujeres e intersexuales; somos nosotros quienes trazamos esa línea”. (Roa y Martínez, 2016) Aunque resulta que la realidad es infinitamente más compleja “y que el hombre, como ser histórico, es capaz de cambios y redefiniciones. Por fortuna —y el raciocinio es de Octavio Paz— desde que Copérnico mostró que el hombre no era el centro del universo, el sistema de creencias en que la humanidad se apoyaba se quebró y dio paso al “espíritu crítico” y al “espíritu laico”. Este cambio revolucionario hizo que el hombre fundara el mundo en su conciencia, y no en verdades reveladas. Nos sacaron del reino de las certidumbres y nos lanzaron a aguas menos claras, pero infinitamente más ricas…” (Bonnett, 2016)

Compatible con lo anterior, el propósito de este escrito es nadar en las irreligiosas aguas turbulentas de las diferencias de género para ayudar llegar al puerto del reconocimiento y respeto por las orientaciones sexuales distintas a las heterosexuales u orientaciones sexuales diversas a las hegemónicas, y de esta forma contribuir a la generación de espacios de diálogo, entendimiento, convivencia y resolución pacífica de conflictos compartiendo nuestra reflexión y desentrañamiento del tema: Educación, perspectiva de género e identidad sexual. Es decir, el texto intenta zanjar, bajo la luz de múltiples avances cognitivos, líneas de pensamiento e investigaciones científicas de diferentes disciplinas entrelazando la genética misma, la crítica cultural, la historia y la vivencia personal, la cada vez más candente disputa entre grupos ultraconservadores, que sólo aceptan una división binaria del género de los humanos, hombre y mujer, frente a grupos progresistas y/o alternativos para los que los roles de género son una construcción personal, cultural e histórica.

El abordaje se da por el insensato escándalo y la reacción falaz y virulentamente manipuladora de la ultraderecha conservadora y neoliberal ante la inclusión del tema en el Acuerdo de la Habana de 2017, y por la alharaca nacional originada al inicio de 2016 cuando el Ministerio de Educación Nacional (MEN) entregó a los colegios una cartilla sobre orientación sexual e identidad de género como insumos para la modificación de manuales de convivencia, lo cual se convirtió en un debate político y religioso sin seriedad y con mentiras, que en el fondo del asunto estuvieron errores gubernamentales y maquinaciones uribistas para ocultar los verdaderos derechos fundamentales de los estudiantes.

Así, en este mes universal de la mujer lo que se sigue discutiendo “es nada más ni nada menos que la educación sensorial, espiritual, ética, afectiva, que deben recibir nuestros niños y nuestros jóvenes en los colegios” (Restrepo, 2016) para ayudar a seguir construyendo el nuevo país que irrumpió tras la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno de Santos y la extinta Farc, y el nuevo país del cambio que se avecina con la paz total del presidente Petro. Se habló y se está hablando de la erradicación del sufrimiento, del miedo, la humillación, el dolor y la estigmatización de esos seres “diferentes” en nuestras aulas escolares y universitarias, lo cual “es un reflejo de lo que ocurre en las calles y en los campos de nuestro país. Es más, lo que hoy ocurre en nuestras calles y en nuestros campos” se inicia en las instituciones educativas. La intolerancia y la violencia están sentadas en los pupitres de nuestras escuelas, colegios e incluso universidades “como unos alumnos más: intolerancia y violencia que llevan a los niños y jóvenes que se sienten o se saben `otros` a esconderse, a camuflarse, a negarse, a angustiarse… ¡a matarse!” (Ibíd)

Para alcanzar el propósito mencionado he dividido este artículo en cinco incisos: primero, la introducción que ya casi termina; segundo, el antecedente contextual y horizonte conceptual que hace un leve barrido histórico del tema convocante desde la Revolución Francesa hasta los actuales manuales colombianos de convivencia escolar; tercero, se toca levemente la polémica político-religiosa y cultural entre el Ministerio de Educación Nacional -MEN- y la oposición recalcitrante a la perspectiva de género; cuarto, se refiere a la perspectiva de género e identidad sexual en el Acuerdo de la Habanay las posverdades de la ultraderecha católica y cristiana liderada por el uribismo; y quinto, el cierre parcialmente abierto.

Sigamos pues con el antecedente contextual y el horizonte conceptual. “Mientras los dioses antiguos del paganismo eran más liberales con el sexo, a partir de la llegada del monoteísmo y, concretamente, el cristianismo influenciado por Pablo de Tarso, el ejercicio de la sexualidad con su fuerza de liberación, empezó a ser considerada como pecado…” (Arias, 2020). A pesar de los recientes testimonios de liberalidad, humildad e irreverencia del papa Francisco, a través de la historia, la Iglesia católica como institución ha condenado tanto la homosexualidad “que incluso llegó a reclamar la hoguera para los homosexuales; que ha justificado la discriminación de los gays en los contratos de trabajo, en los alquileres de vivienda, en la contratación de profesores y entrenadores deportivos y, por supuesto, en la adopción de niños; que ha llegado a oponerse a la despenalización de la homosexualidad; y que ha pedido que no se dé ningún reconocimiento institucional al matrimonio igualitario.” (Caputo, 2017) Fue a finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa -1789- que empezamos a comprender que la igualdad era para todos los individuos al decir: “O bien ningún miembro de la raza humana posee verdaderos derechos, o bien todos tenemos los mismos; aquel que vota en contra de los derechos de otro, cualesquiera que sea su religión, su color o sexo, está adjurando de ese modo de los suyos”. (Montero, 2003, p.16)

En Colombia, “cuando se decretó la separación entre Iglesia y Estado en 1853, aquella regó en los púlpitos la idea de que el presidente José Hilario López y los legisladores liberales radicales eran ateos. Muchos creyeron la mentira. El problema entonces no fue la educación, sino la autorización de cementerios laicos. Hasta entonces controlados por la Iglesia, solo podían enterrarse allí, previo pago, por supuesto, quienes, a su juicio, nunca soltaron la mano de su Dios. Treinta años después, Soledad Román convenció a su marido de firmar el concordato. Núñez lo hizo, entre otras razones, para que su mujer fuera aceptada por la sociedad bogotana. Y fue más allá: en la Constitución del 86, artículo 12, entregó a la Iglesia el monopolio –el negocio- de los colegios y las universidades.” (Sánchez B., 2016)

El Partido Conservador, que desde el siglo XIX se erigió como heredero del Tribunal del Santo Oficio y curador de las sanas costumbres, no dejaba de sancionar a los `desviados` ya que “las costumbres tradicionales son el cerrojo de las libertades sexuales y de las búsquedas eróticas, castigadas brutalmente con el pecado mortal y el infierno. Pero, además, defender el dogma de la Iglesia de la época era una mina de votos porque el púlpito era una sucursal de la tribuna electoral. Desde una y otro se denunciaban los… homosexuales, los onanistas, la prostitución, el protestantismo y el comunismo. Todo iba en el mismo paquete.” (Molano, 2016)  

La historia de muchas de las victorias más radicales de los 50, 60 y 70 del siglo XX en materia de género se dieron a punta de desacuerdos, disputas y fricciones entre las mujeres y hombres trans que empezaban a transformar sus cuerpos, los hombres gais que lideraban el movimiento de emancipación homosexual y las mujeres lesbianas y heterosexuales que insistían en que la lucha permanecía masculinizada y las marginalizaba. Es decir, las victorias se dieron porque se resaltaron las contradicciones, lo que constituía un logro desde una óptica y una puja desde otra. Se descriminalizó la homosexualidad progresivamente, las personas trans empezaron a acceder a servicios médicos, las mujeres participaron de una revolución sexual con mayores garantías de contracepción.” (Sánchez L., 2020)

Con la Constitución del 1991 se abrió la puerta a las minorías, aunque “la clase política nunca ha estado a la altura de los desarrollos que le impuso la Carta en materia de discriminación e igualdad de los colombianos ante la ley. Esas peleas no las dieron por temor a perder votos en un país fuertemente católico y por cuenta de esa cobardía, el trabajo de ir construyendo una cultura política acorde con la Constitución del 91 se lo dejaron única y exclusivamente a la Corte Constitucional que sí se ha metido a legislar sobre los derechos de las minorías. Ni el aborto, ni el matrimonio gay ni la adopción para parejas del mismo sexo han pasado por el Congreso, porque se sabe” que sólo unos pocos las va a defender. Eso explica por qué la ministra de Educación del momento, Gina Parody, no contó con el apoyo de ningún partido de la coalición santista “y por qué todos los avances que en materia de derechos de minorías ha hecho la Corte Constitucional hoy los está cuestionando el Partido Liberal y La U, dos colectividades que han dejado en manos de los cristianos el tema de los derechos de las minorías gais y de las mujeres.” (Duzán, 2016)

Como el liberalismo le dio la espalda, Uribe hizo «lo mismo que Núñez: aliarse con las iglesias. Sus alfiles son Ordoñez y Morales, una mujer muy creyente –lo cual hay que respetar- que se consume interiormente por la culpa de haber engendrado una hija a quien su Dios no ama. Pobre mujer, lo digo sin una ñisca de ironía: ¿cuántos golpes de pecho se dará al día?” (Sánchez B., 2016) Tal vez por todo lo anterior, según la Universidad de los Andes (2016), alcanzar el propósito 5 de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 de la Asamblea General de la ONU se convierte en una prioridad para nosotros los colombianos. El logro de esta meta referida a la equidad de género “exige que todos los agentes sociales nos comprometamos con acciones concretas que contribuyan a cerrar las brechas de inequidad que existen en todos los indicadores de bienestar que evalúan anualmente los organismos nacionales e internacionales que se encargan de hacer seguimiento al cumplimiento de estos objetivos.”

Pues bien, la perspectiva de género como categoría de análisis social o instrumento analítico surgió en la década de los años 60 para “explicar cómo hombres y mujeres experimentan el mundo de formas diferentes, en lugar de asumir que el hombre es la medida de lo humano.” Fueron las feministas quienes popularizaron la perspectiva de género “para hacer evidente que el sexo se refiere a los rasgos biológicos de machos o hembras, y el género a los roles y actitudes que se entienden como masculinos o femeninos. Tradicionalmente se esperaba que, por naturaleza, todos los hombres fueran masculinos (fuertes, racionales y proveedores) y todas las mujeres fueran femeninas (débiles, emocionales y cuidadoras). Al diferenciar el sexo del género podemos entender que haya hombres femeninos y mujeres masculinas.

De hecho, muchas de las prohibiciones que existían históricamente para las mujeres y de los estereotipos que se siguen usando hoy en día se explican al confundir el sexo y el género. No podían votar ni aspirar a cargos públicos, porque su “naturaleza” era cuidar a los hijos y estar en la casa. Tampoco podían ser jurados ni testigos en procesos judiciales, porque su “emocionalidad” les impedía ser objetivas…Pero los hombres también se han visto afectados con los estereotipos de género; por ejemplo, al haber sido educados bajo la premisa de que ‘los hombres no lloran’”. (Roa y Martínez, 2016) Así, la orientación sexual se refiere a la atracción afectiva y sexual que una persona siente hacia otra. Esta orientación no es una elección, sino una condición natural de la persona como lo son el color de su piel o el ser zurdo o diestro. 

Todas las personas sentimos atracción hacia otras, tanto si somos heterosexuales (atraídas hacia el sexo contrario), homosexuales (atraídas hacia el mismo sexo) o bisexuales (atracción hacia ambos sexos). Esto es sólo un factor de la personalidad y la sola orientación sexual no determina las calidades éticas o morales. La orientación sexual no se puede cambiar, aunque algunas personas aprendan a reprimirlo para evitar la discriminación. Es independiente del sexo y del género de cada persona; así, por ejemplo, un hombre homosexual puede ser muy masculino, o una mujer heterosexual tener actitudes masculinas.” (Ibíd.) Entonces, ¿cómo se determina el sexo de una persona?

La pregunta de Nani (Adriana Mosquera). Bogotá, marzo 13/23

Tradicionalmente, el sexo de las personas se asigna al momento de nacer sólo con base en una revisión rápida de los genitales. “Los avances científicos han permitido identificar otras características biológicas que determinan el sexo de una persona. Por ejemplo, desde el punto de vista cromosómico, un individuo XX es hembra, uno XY es macho. Cuando los genitales presentan características ambiguas o cuando la composición de cromosomas presenta alguna alteración como XXY o XXX la persona es intersexual.” (Roa y Martínez, 2016) Pero ¿qué tantos genes estaban involucrados en esa tarea? En 1980, el joven genetista londinense, Peter Goodfellow, “logró demostrar que tan sólo un gen, que bautizó SRY, era el responsable de las grandes diferencias entre hombres y mujeres. Una prueba de esto es que las personas con síndrome de Swyer son anatómica y fisiológicamente femeninas, pero todas las células de su cuerpo esconden un código diferente: son XY. Es decir, en esos casos el gen que da la orden para desplegar todas las características anatómicas y fisiológicas para convertir en hombre a un organismo está apagado y por lo tanto se produce el desarrollo femenino.” (Correa, 2017)

También se puede indagar el sexo de una persona “estudiando el tipo de hormonas que producen sus gónadas (testículos u ovarios). Hombres y mujeres producen los dos tipos de hormonas que determinan las características sexuales secundarias, pero normalmente los hombres producen más testosterona y las mujeres más estrógenos. La mayoría de nosotros nos identificamos como hombres o mujeres con base en los genitales que desarrollamos de forma evidente. Sin embargo, existen casos, donde al realizar otras pruebas podríamos descubrir que nuestro sexo no es tan claro. Por ejemplo, un hombre casado en la China descubrió que era intersexual a los 44 años, cuando acudió al médico por tener dolor estomacal y orina en la sangre. Los exámenes descubrieron que tenía una composición cromosómica de mujer (XX) y que a pesar de tener un pene y testículos normales, en el interior de su abdomen también tenía un útero y ovarios, y que el dolor y la sangre eran causados por la menstruación. La corredora sudafricana Caster Semenya tuvo que someterse a exámenes cromosómicos para que la dejaran correr en las competiciones de mujeres. Los resultados demostraron que tiene cromosomas XX, pero también se comprobó que produce testosterona como un hombre, lo que explica por qué es más rápida que otras mujeres con niveles más bajos de testosterona.” (Roa y Martínez, 2016)

Según Pablo Correa (2017), el escritor y médico indio Siddhartha Mukjerjee en El gen, una historia personal (2017) también “nos recuerda el caso de Burce Reimer, un hombre de 38 años que se suicidó el 5 de mayo de 2004 con una escopeta… en un supermercado de Winnipeg. Reimer había nacido cromosómica y genéticamente como hombre, pero en la operación de circuncisión fue mutilado por el cirujano. Sus padres consultaron a John Money, un psiquiatra de la U. de Johns Hopkins quien, influenciado por las teorías de moda en los círculos académicos de los años sesenta, en los que la identidad de género no era considerada una característica innata sino un elaborado producto de los roles sociales y culturales, recomendó criarlo como una niña. Burce se convirtió de la noche a la mañana en Brenda. Comenzaron a tratarlo como niña, le dejaron crecer el cabello y recibió muñecas como regalos. Al llegar a la adolescencia todo el experimento de Money y los padres se vino al piso. Reimer se negó a continuar siendo niña. Pero las cicatrices psicológicas eran hondas.”

Por eso, de acuerdo con el mismo Pablo Correa (2017), Mukjerjee en el libro mencionado se pregunta: ¿cómo podemos conciliar esta idea de un solo interruptor genético que domina una de las dicotomías más profundas de la identidad humana con el hecho de que la identidad de género en el mundo real aparezca en un espectro continuo? El autor hindú explica que para posibilitar aspectos más profundos de la determinación del género y de la identidad sexual, el SRY debe actuar sobre docenas de interruptores, conectándolos o desconectándolos, activando unos genes y reprimiendo otros. Como en una carrera de relevos en la que un testigo pasa de mano en mano. Estos genes integran a su vez inputs del yo y del ambiente para definir el género.

Así, lo que llamamos género es “una elaborada cascada genética y procesual, con el SRY en la cima de la jerarquía y los modificadores, integradores, instigadores e intérpretes debajo”, escribe Mukjerjee… “En la cima de la cascada, la naturaleza funciona con resolución y unilateralidad”, concluye Siddhartha. “En la parte inferior, por el contrario, el enfoque puramente genético falla; no permite comprender de una manera particularmente sofisticada el género o la identidad. Aquí abajo, en los llanos estuarios donde se entrecruza la información, la historia, la sociedad y la cultura chocan y se intersectan con la genética cual mareas. Algunas olas se anulan entre sí, mientras que otras se refuerzan. Ninguna fuerza es particularmente potente, pero su efecto combinado produce un paisaje singular… que llamamos ‘identidad personal’”. (Correa, 2023)

La identidad de género es, entonces, “el sentido interno que todas las personas tenemos de ser hombres o mujeres, independientemente de nuestra anatomía. Como la orientación sexual, la identidad de género no se escoge ni puede ser modificada, es algo con lo que nacemos. En la mayoría de los casos la identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer, pero a veces no. Las personas que sienten una fuerte disonancia entre su sexo y su identidad de género son llamadas transgénero. No se trata de un capricho ni de curiosidad, sino de sentir de manera insistente, persistente y consistente que la identidad de género no coincide con la anatomía propia y, por lo tanto, es necesario empezar un proceso de cambio para alinear estos aspectos de su identidad. Dicho proceso se conoce como “transición”, y es único en cada caso. A veces incluye cirugías de reasignación de sexo, otras veces sólo hormonas, en ocasiones ninguna de estas cosas o las dos.” (Roa y Martínez, 2016)

A propósito de esto, el Parlamento español “acaba de aprobar la denominada Ley Trans, que permite a los mayores de 16 años modificar el componente “sexo” en su documento de identidad mediante una simple declaración administrativa. Anteriormente, quien quisiera realizar esa variación debía aportar informes médicos que acreditaran disforia de género (trastorno psiquiátrico ocasionado por la discordancia entre el sexo físico y la identidad de género) y demostrar que había estado sometido a tratamiento hormonal durante dos años.” (Reyes, 2023) En Colombia “esa opción existe desde el 2015 y en buena parte fue posible gracias a una decisión en la que la Corte Constitucional (T-063) se ocupó extensamente del problema. Señaló entonces la necesidad de distinguir entre los conceptos de sexo biológico, identidad de género y orientación sexual para concluir que… la modificación del componente “sexo”… no implica un “cambio” en el registro civil ni mucho menos un “cambio de sexo”…, sino tan solo una “corrección” para solucionar la falta de correspondencia entre el sexo asignado por terceros a la persona desde su nacimiento y la adscripción identitaria del propio individuo. A partir del dato objetivo del sexo biológico, en las inscripciones del registro civil se clasifica a cada recién nacido como masculino o femenino; si con el paso del tiempo ese individuo es consciente de que su género no corresponde al que alguien le asignó al momento de registrarlo, puede solicitar que se “corrija” ese error para que el documento refleje la identidad de género que él mismo ha escogido en ejercicio de derechos fundamentales como el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad.” (Ibíd)

“A partir de esa sentencia, el Ministerio de Justicia… expidió junto con el Ministerio del Interior un decreto (el 1227 de 2015) con el que se reglamentó el procedimiento de corrección del componente sexo en el registro civil para permitir que pudiera ser efectuado en una notaría y no en los juzgados a través de un proceso judicial en el que se tuviera que demostrar un trastorno psiquiátrico por parte del solicitante, como hasta entonces se hacía. Con este decreto Colombia se adelantó a la discusión que hoy se está dando en países como España y hace parte de un todavía reducido grupo de naciones en las que se ha reconocido el derecho que las personas tienen a optar por su propia identidad de género y a plasmarla en los documentos oficiales, sin que su condición sea previamente calificada como patológica.” (Reyes, 2023)

En el campo de las ciencias de la salud y las ciencias sociales, según la Universidad de los Andes (2016), “se ha encontrado que aunque factores biológicos como el sexo contribuyen a las diferencias que se observan entre los seres humanos, la categoría de género permite comprender fenómenos que van desde la desnutrición infantil, el desempeño en matemáticas hasta el desarrollo humano y social, pasando por el consumo de sustancias psicoactivas, el embarazo en la adolescencia, la mortalidad materna, la violencia sexual, la intimidación en el contexto escolar, las enfermedades cardiovasculares, los homicidios, los accidentes de tránsito, los suicidios, entre muchos otros. Críticos culturales, teóricos extravagantes, fotógrafos de moda, Lady Gaga y otros nos han recordado que las categorías masculina y femenina no son precisamente tan fundamentales como podría parecer. Pero el citado Pablo Correa (2017), basándose en Siddhartha Mukjerjee, afirma: “hay tres hechos esenciales que no admiten disputa: que los hombres y las mujeres son anatómica y fisiológicamente diferentes; que estas diferencias vienen especificadas en los genes, y que dichas diferencias, con las construcciones culturales y sociales del yo a ellas interpuestas, ejercen una poderosa influencia”.

Ahora continuemos con la perspectiva de género e identidad sexual en el Acuerdo de la Habanay las posverdades del uribismo: Gobierno y Farc presentan acuerdo en temas de género, fue el titular de El Espectador del 24 de julio de 2016B. Ese acuerdo busca abrir las puertas para la participación política, capacitación, vinculación laboral y espacios en equidad para las mujeres y población LGBTI. La incorporación de un enfoque de género en los acuerdos giró alrededor de ocho ejes temáticos: “Acceso y formalización de la propiedad rural en igualdad de condiciones; garantía de los derechos económicos, sociales y culturales de las mujeres y personas con identidad sexual diversa del sector rural; promoción de la participación de las mujeres en espacios de representación, toma de decisiones y resolución de conflictos; medidas de prevención y protección que atiendan los riesgos específicos de las mujeres; acceso a la verdad, a la justicia y  a las garantías de no repetición; reconocimiento público, no estigmatización y difusión de la labor realizada por mujeres como sujetas políticas; gestión institucional para el fortalecimiento de las organizaciones de mujeres y movimientos LGTBI para su participación política y social, y sistemas de información desagregados.” (Ibìd). La subcomisión de género de las negociaciones de paz de La Habana estudió el impacto de la guerra sobre las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ e incluyó la perspectiva de género en los acuerdos, de tal forma que reconoce y responde a sus diferentes realidades en el país.

El uribismo de manera falsa difundió la información que el Acuerdo de La Habana contenía elementos de la mal llamada ideología de género. No es cierto. Se trataba de una maniobra para atacar el Acuerdo como un todo: “El Acuerdo no toca los temas del matrimonio, la familia… ni nada de lo que uno pudiera imaginar como ingrediente de la llamada ideología de género. Entendemos y respetamos la sensibilidad de estas disyuntivas morales. El enfoque de género corresponde exactamente a los principios constitucionales vigentes. Su única ideología es la Constitución.” (De la Calle, 2016) Y dentro del amplio marco de la no discriminación, “la mención de la comunidad LGBTI busca un compromiso dirigido a evitar el gueto cultural que han padecido, en menoscabo de derechos fundamentales a toda persona.” (Ibíd)

Alrededor de la paz, el mensaje que nos envió el papa Francisco fue esperanzador: “Espero que los países que trabajaron para hacer la paz y que dan la garantía que esto siga adelante lo blinden a tal punto que jamás se pueda volver a un estado de guerra. Muchas felicidades a Colombia que ahora da este paso.” Pero la cúpula de la Iglesia católica colombiana, en contravía de estas señales, se unió a la cruzada que adelantaron el procurador Ordóñez, el uribismo y las Iglesias evangélicas contra la que era la ministra de Educación del momento, quien había hecho pública su condición homosexual y que, en cumplimiento de una orden de la Corte Constitucional, promovió la actualización de los manuales de convivencia en los colegios con el fin de prevenir y conjurar la discriminación por motivos de orientación social, raza o situación social. En este punto y en las discusiones sobre la familia, la Iglesia católica anduvo a rastras de sectores evangélicos especialmente fanáticos ignorando la apertura del sumo pontífice.

Los profetas del apocalipsis convencieron con patrañas a muchos creyentes de que el Acuerdo de Paz le abría la puerta al homosexualismo. Las corrientes ultraconservadoras impusieron a los feligreses su estrecha visión de la sociedad, haciéndoles creer que lo acordado con las Farc era un manual de sodomía que acababa con el concepto de familia y las buenas costumbres. Estos sectores recalcitrantes montaron la mentira que dicho acuerdo era una afrenta a la familia porque abordaba “el enfoque de género, una política pública que existe en nuestro ordenamiento institucional, propia de las democracias modernas.” (Duzán, 2016B) La ultraderecha religiosa quiere acabar en Colombia con el enfoque de género instrumentalizando el fanatismo religioso que “quiere obligarnos a que nos devolvamos en la historia y a que miremos el enfoque de género como si se tratara de Lucifer. Quiere imponernos la tesis de que esta política pública que ha sido creada para proteger los derechos de las mujeres y demás minorías, como los LGBTI, es una fachada tras de la cual anida de forma encriptada la diabólica ideología de género, una teoría que según la ultraderecha religiosa fue creada en mala hora por la Naciones Unidas con el propósito de deconstruir la identidad sexual, porque plantea los roles de género no como una condición biológica, sino como una construcción social.” (Ibíd) A punta de estas patrañas, dichos personajes convencieron a muchos creyentes de que ese acuerdo era la perversión. Y siendo sinceros, la campaña les funcionó perfectamente porque el 2 de octubre de 2016 mucha gente votó por el No, pensando que este acuerdo era en realidad una invitación a la sodomía.

En este sentido hay que precisar que el enfoque de género hace parte de los llamados “enfoques diferenciales”, que no son una novedad del Acuerdo de Paz, “sino que son una consecuencia del principio de no discriminación, establecido en la Constitución y en los pactos de derechos humanos, y que por ello han sido usados en Colombia y el mundo desde hace años.” (Uprimny, 2016) Según este abogado e investigador, la idea del enfoque diferencial es simple: “como está prohibido discriminar, entonces el Estado debe evaluar el impacto distinto que tienen ciertos fenómenos o sus propias políticas sobre poblaciones tradicionalmente discriminadas, como las mujeres, los afros, los indígenas o la población LGBT. Esta evaluación diferenciada permite entonces evidenciar la discriminación que sufren estas poblaciones y adoptar correctivos para superarla… La adopción de enfoques diferenciales, y específicamente de un enfoque de género, busca entonces visibilizar los impactos diversos del conflicto armado sobre las mujeres y las personas LGBT y las desigualdades históricas que han sufrido, para que esas poblaciones sean adecuadamente reparadas, las discriminaciones sean superadas y evitar que se repitan las atrocidades en su contra.”

Un enfoque de género, entonces, no promueve la homosexualidad, “ni desconoce la libertad religiosa ni el derecho de los padres a escoger la enseñanza de sus hijos, que son derechos reconocidos en la Constitución. Este enfoque… tampoco desconoce que es deber del Estado amparar a la familia como institución básica de la sociedad.” (Uprimny, 2016) Igualmente, no excluye “que se investiguen los impactos del conflicto armado sobre las familias, ni que sean reconocidas y reparadas las personas victimizadas por sus convicciones religiosas.” (Ibíd) Así, “es claro que nuestra guerra no tuvo nada que ver con debates sobre matrimonio o adopción por parejas del mismo sexo, ni tampoco sobre el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo, ni sobre la libertad religiosa y los alcances y límites del derecho de los padres a escoger la educación de sus hijos. Y por ello el acuerdo no aborda estas discusiones.” (Ibíd) En efecto, el enfoque de género no erosiona la libertad religiosa, ni ignora que el conflicto armado afectó a las familias y a integrantes de distintas iglesias. Y muestran que no corresponde al acuerdo de paz abordar temas polémicos, como la adopción igualitaria.

Queda claro pues que en este tema (educación, perspectiva de género e identidad sexual) hubo de todo: “Padres realmente preocupados, una Iglesia pescando en río revuelto, unos políticos aprovechándose de esto, un gobierno distraído y una gran cantidad de homofóbicos y retrógrados”. (Zuleta, 2016) Todo lo que pasó alrededor del tema puso de manifiesto que Colombia sigue siendo un país bastante intolerante. “Los insultos a la ministra y las frases en contra la comunidad LGTBI dejan muy en claro que seguimos siendo un país intransigente. Frases como ´prefiero un hijo muerto que marica´ lo dejan a uno realmente preocupado. Entre otras cosas porque eso no solo muestra ignorancia, sino un gran sectarismo. Quienes así piensan, desconocen que de acuerdo con las estadísticas al menos el 10% de la población es homosexual. Esto en plata blanca pone a cada familia con al menos un homosexual. ¡Así de fácil!” (Ibíd)

En suma, todo esto nos demuestra “que ‘debemos crear espacios amables alrededor nuestro’; es decir espacios regidos por el amor… ‘como la urgencia de resolver el problema del otro’. Definición dialéctica del amor que se consuma en el otro y que más allá de cualquier abstracción teológica ‘el amor se trata de resolver el problema de los demás’, o sea amor igual a fraternidad, solidaridad, cooperación, tolerancia, ayuda mutua, ternura, acción conjunta, preocupación recíproca. El amor como la expresión máxima de la condición humana, como la manifestación de lo óptimo de los valores humanos. Hannah Arendt en sus escritos habla de la ‘brillante luz de la presencia constante del otro’ refiriéndose a una responsabilidad conjunta ‘de cuidar el mundo que compartimos’ ‘mundo común’ y ‘su inevitable conexión con la pluralidad de opiniones y la libertad humana’”. (Paz, 2020) Claro que la intención no es tampoco impartir ideas de cómo amar. ¡Eso no se puede enseñar!, ¡por Dios!, el sentido del amor es ese: la compasión -padecer con- hacia el otro, la eterna poesía de la vida y sus pequeñeces, el compartir el matiz de los sueños, de lo que se es y de lo que se siente.

Por último, ¡amables lectores multicreyentes, sentipensantes y librepensadores!, los invito con la actual Rectora de Universidad Nacional, Dolly Montoya (2023), a que construyamos espacios de diálogo, discusión y trabajo conjunto, en nuestros hogares, calles, aulas y plazas, para que mujeres, hombres e integrantes de la comunidad LGBTIQ+ podamos profundizar en este cambio cultural que nos brindará la sociedad incluyente y sin segregación que anhelamos para cerrar las brechas de género y por la que estamos trabajando como educadores comprometidos, políticos alternativos y ciudadanos responsables. Por eso, el desafío primordial es hacer posible una emancipadora educación crítica y una genuina política alternativa que reivindiquen la libertad auténtica, la justicia transparente, la efectiva igualdad real, la verdadera democracia plena y la segura paz total.

REFERENCIALES SOLLOZOS E INDISPENSABLE MURMULLOS ESCOGIDOS MÁS DE LOS MUNDOS FEMENINO Y LGBTIQ+

6 respuestas a «EDUCACIÓN, PERSPECTIVA DE GÉNERO E IDENTIDAD SEXUAL»

  1. Muy interesante el documento, enriquecedor del tema sexo-género. A todos los humanos nos falta el verdadero conocimiento sobre este tema esencial para convivir y vivir.
    Fraterno y dinámico saludo.

  2. Sus asertos dan en la raíz de este asunto, que a estas alturas del siglo no debería ser motivo de preocupación, si no es porque el nivel de conocimiento del país es tan mediocre que la mayoría se atrinchera en sus prejuicios cómodos, de los cuales sacan dividendos los oscurantistas. Recordé al gobernador del Valle, cuando lo criticaron por tener funcionarios homosexuales: «Ellos van a gobernar con la cabeza y no con el culo». A raíz del incremento de las sectas protestantes, el panorama se enturbia cada vez. «¿Cuándo seremos libres?», se preguntaba en alta voz una chiquilla en alguna clase que se me ha perdido en el tiempo.
    Los espíritus de mentalidad amplia y justa debemos seguir con nuestra prédica, pues los fanáticos desinformados y malintencionados disponen de arsenales de combate desmedidos. Muchos pasos adelante con esta labor de abrir conciencias hacia un universo nuevo. Vale.

  3. El mundo creía que era poblado de machos y hembras, determinados por sus genitales.
    Hoy, ese mismo mundo ha comprendido y aceptado que No es así.
    L@s poc@s que No lo han comprendido y aceptado, se están quedando solos con ese pensamiento absurdo.
    Muy pronto, los pocos escépticos irán entrando en razón y No tendrán otro camino y muy a su pesar, aceptar a sus congéneres con su condición normal.

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