DIME LO QUE ATIENDES -ENTIENDES- Y TE DIRÉ QUIÉN ERES

“En un mundo de imágenes fugaces, lo habitual es la atención…saltarina…Sin embargo, no podemos estar pendientes de todo a la vez. El cerebro está preparado para pensar conscientemente en una sola cosa, y esta limitación fundamental no ha cambiado en miles de años. Hacemos más, sí, pero con eficacia decreciente. Todos nuestros logros perdurables han requerido gran dedicación: volcarnos en una sola tarea, sin interrupciones, se ha convertido hoy en un acto de rebeldía.” (Irene Vallejo, 2023) Pero “las propiedades adictivas de las nuevas tecnologías no son meras casualidades, sino características de diseño cuidadosamente concebidas”. (Cal Newport, 2021, citado por Renán Vega Cantor, 2022:88)
¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes, librepensadores y exigentes caminantes pacientes!, en medio de los despojos o las miserias humanas y las bellezas nacionales e internacionales que todos los días pasan por nosotros, me atrae la paradoja que para algunos las redes son lo máximo, “el ágora contemporánea, un aleph líquido, el punto que contiene todos los puntos. Para otros, un vasto mar de babas, una biblioteca desordenada, un foro sin agenda ni moderador, el sitio donde cualquier idiota puede decir lo que se le antoje.” (Londoño, 2023) Sobre esas dos posiciones acerca de las redes sociales y sus relaciones con la educación, la salud y la política versa esta columna.
“En las redes hay de todo, genios y gente normal, jóvenes y viejos, frivolidades y asuntos trascendentes, pero es bueno recordar que las fronteras entre estos campos son difusas, no líneas nítidas. Las personas de 40 años no son viejos ni jóvenes. Con frecuencia los genios emiten bobadas, y las frivolidades pueden ser, también, asuntos trascendentes —por ejemplo, la moda y el mundo del espectáculo—… A los viejos nos molesta que los jóvenes vivan pendientes del celular. En realidad nos molesta todo… lo que nos enrostran con su sola presencia: la belleza, la esbeltez, la infinita cantidad de tiempo de que disponen, la sospecha de que fornican como animales magníficos. A ellos les molestan las normas que les imponemos; envidian nuestra billetera, quizá nuestra experiencia… y pocas cosas más.” (Londoño, 2023)
Es probable que muchos individuos frente a las redes “solo estén quemando datos y minutos, sí, pero es probable que esa persona que va ahí, joven o viejo, esté invirtiendo muy bien su tiempo. Puede estar flotando en una nube mientras chatea con su amada. Si es joven, puede estar leyendo información sofisticada: genética, economía, artes, física de partículas, cálculo de variaciones o algo sobre “la cosa en sí” de Kant, expresión que lo llevará a pensar otra vez en su amada. Todos estos son temas juveniles porque, como es sabido, los adultos manejamos solo información burocrática y nuestra operación matemática más sofisticada es la regla de tres.” (Londoño, 2023)
“Es verdad que los jóvenes no se detienen mucho en un solo tema, como hacíamos, cuando jóvenes, los jóvenes de dos generaciones atrás, que fuimos quizá más profundos. Hoy los jóvenes van rápido. Tal vez demasiado. Lo suyo es el surfing, el zapping, la multimedia, el hipertexto… pero nada nos permite asegurar que estos sean caminos equivocados. Pueden ser buenos atajos. ¿Quién dice que no? (En “Los bárbaros, ensayo sobre la mutación”, Alessandro Baricco se aparta de la manida posición de los críticos de “la sociedad del espectáculo” y analiza sin pedanterías los hábitos culturales de la juventud contemporánea).” (Ibíd)
En lo que a mí respecta, al igual que Londoño, no me siento con autoridad para darles consejos. Al fin y al cabo, nosotros, “los profundos”, somos corresponsables de la plutocracia, el consumismo y el deterioro ambiental; de varios holocaustos y de ningún paraíso. Podemos darle un giro de 180° a esta columna y hacer un elogio de la vejez igual que lo hice en La prolongación de la juventud en abril pasado. Ahí esgrimo varios argumentos; ahora sólo recuerdo con Londoño “que los jóvenes y los viejos no son razas distintas, y que un joven aplicado y generoso hoy será mañana un viejo extraordinario, un capital social invaluable. Pero sería repetir obviedades. Por eso consideré más pertinente quebrar una lanza por los jóvenes, en particular por esos que viven fascinados por las pantallas.”
Pero en este mundo frenético de las pantallas sorprende que alguien nos sostenga la mirada largo tiempo, que nos escuche con total intensidad. “En un mundo de imágenes fugaces, lo habitual es la atención menguante, saltarina, nutrida con comida mental rápida, brincando de la pantalla a la prisa. Sin embargo, no podemos estar pendientes de todo a la vez. El cerebro está preparado para pensar conscientemente en una sola cosa, y esta limitación fundamental no ha cambiado en miles de años. Si le exigimos pasar rápido de una tarea a otra, sus malabarismos nos provocan una sensación de omisión y de exceso. ¿Qué me acabas de preguntar? ¿Qué leí en las redes que me dejó inquieta? ¿Ha llegado otro mensaje? Hacemos más, sí, pero con eficacia decreciente. Todos nuestros logros perdurables han requerido gran dedicación: volcarnos en una sola tarea, sin interrupciones, se ha convertido hoy en un acto de rebeldía… No estamos solos. Los monjes del cristianismo primitivo, deseosos de ausentarse del mundo para concentrarse en Dios, descubrieron pronto la dificultad de su empeño. Fueron tal vez los primeros en dar la batalla de la atención.” (Vallejo, 2023)
Hoy el mundo continúa dando esa batalla porque “sin prestar atención no se puede aprender nada, pero tampoco se puede disfrutar de un buen libro o de una película, ni gozar con cuadro o una melodía, ni siquiera hacer el amor como satán manda (cuando Gustav Malher consultó a Freud sobre sus problemas conyugales con Alma, el sabio doctor le dijo que tenía una sexualidad “distraída”). Sin atención no hay conocimiento, ni placer, ni siquiera amor o justicia: los insolidarios, decimos con acierto, viven junto a la desgracia “mirando para otro lado”, procurando hacerse los distraídos.” (Savater, 2003: 327)
En esta línea, “la filósofa irlandesa Iris Murdoch construyó su ética alrededor de la idea de concentración como aprendizaje y entrenamiento. Reclamaba “una mirada justa y amorosa, dirigida sobre la realidad individual”. Esa “atención amorosa” implica captar qué necesita el otro. No se trata de enunciar una norma y actuar siempre de acuerdo con ella, sino de remediar la sed y la angustia de cada cual en su particularidad. El amor atento sería la herramienta moral que nos ayuda a captar la realidad de una persona al orientar la atención hacia ella. En su ensayo La idea de perfección, Murdoch afirma que cambiar el modo en que miramos afecta instantáneamente a nuestra forma de actuar, también a nuestros lazos con los demás. Y nos revela bellezas inadvertidas.” (Vallejo, 2023)
Con lo anterior ya estamos de lleno en la relación entre redes y educación -y, ¡claro!, seguiremos ahondando en sus pros y contras-. Hace unos años era elogioso decir que alguien vivía clavado en los libros. Ahora la expresión “viven clavados en las pantallas” es fatal. “Significa que estamos ante una generación que no tiene vida real, que son hordas de zombis, hikikomoris insomnes, fantasmas de la era del silicio, ectoplasmas con cédula pero sin ciudadanía” (Londoño, 2023); cuestión que involucra, además de la educación, a la política y a la sanidad. En mayo pasado “se reveló un estudio de la mayor autoridad de salud pública de EE. UU. alertando sobre los efectos adversos del uso de las redes sociales en niños y adolescentes.” (El Universal, 2023) Ese estudio “no desconoce los beneficios que las redes sociales ofrecen; pero no oculta que también suponen un riesgo cierto para la salud mental y el bienestar de los muchachos” (Ibíd), quienes con su prepotencia entre líneas parecen sugerir que sólo ellos y un puñado de elegidos tienen derecho a opinar en ellas.
En el control al uso o al tiempo que nuestros hijos destinan en las redes, los padres solemos perder la pelea; o nos cansamos de prohibir pues los menores o jóvenes “saben encontrar las maneras para romper las reglas, o sus amigos, hijos de padres más relajados con estos temas, compensan lo que no logran conseguir aquellos en sus hogares.” (El Universal, 2023) Aparece inevitablemente el suicidio juvenil que “no debe atribuirse solo a los efectos de la pandemia en la salud mental. También pudiera estar influyendo lo que perciben en las redes, en las que figuran modelos que demeritan el amor propio y la imagen que niñas, niños, adolescentes y jóvenes tienen de sí mismos… En algún momento se tendrá que acordar, en serio, qué se puede hacer para que los algoritmos de esas redes morigeren las tendencias que explotan en sus cultores, y que maximizan defectos, prejuicios y frustraciones para enganchar, seducir y retener a cualquier costo a sus usuarios.” Ibíd)
Parafraseando a famosos columnistas pocos leídos, es necesario enfatizar que “así como el algoritmo de Twitter es la ira, el de Facebook es la envidia, la vanidad el de Instragram, Linkedin el de la codicia, Netflix el de la pereza y la lujuria el de Tinder, con lo cual cada pecado capital encuentra su nirvana virtual. Tendríamos que ser conscientes de que hay una miríada de ingenieros sociales tratando de crearle vicios a las distintas pasiones del alma, aunque en ese proceso y con sus productos se lleven por delante la tranquilidad mental de nuestros hijos… Tendríamos que ser conscientes que detrás de los hilos que manejan los placeres que conceden las plataformas tecnológicas, está la avaricia de un grupo de magnates que expanden sus riquezas sin prestar atención al daño que subyace en sus creaciones digitales. Tendríamos que estar discutiendo, en todos los niveles sociales, cómo hacer para contener la creciente frustración de nuestros jóvenes por cuenta de los mundos irreales que muestran las páginas virtuales y las invenciones de alguna parte de influenciadores que, a pesar de no tener cinco dedos de frente, se posicionan en los pedestales del éxito que les conceden sus fieles seguidores.” (El Universal, 2023)
En torno a esos jóvenes, la democracia, el empleo y la seguridad, cada seis meses la Universidad del Rosario en asocio con un diario capitalino, la fundación Hanns Seidel y la firma Cifras y Conceptos les toma el pulso a ellos en el país. A comienzos de la última semana de mayo pasado dieron a conocer los resultados de la encuesta de este semestre, cuyo trabajo de campo se extendió por 11 municipios y permitió obtener respues tas de más de 4.000 jóvenes ubicados en la franja de los 18 a los 32 años.
En esa encuesta es un buen indicador “que siga en aumento la confianza en las universidades públicas y privadas. La Registraduría y las Fuerzas Militares también reciben una nota alta. Es llamativo que, al contrario de lo que se podría creer, los encuestados confían muy poco en las redes sociales y en los llamados influencers. Lo anterior sorprende y por lo menos invita a cuestionar ciertos lugares comunes sobre la juventud como población desencantada. No se trata de negar que las duras condiciones materiales y emocionales en las que millones de jóvenes viven se traducen, entre otros, en serios problemas de salud mental. Esta es una realidad, pero es real también, a juzgar por estos resultados, que existe una vitalidad que ojalá pueda canalizarse en la tarea de traer aire fresco” (El Tiempo, 2023) a nuestro adolorido país amado.
En cuanto a ataques políticos y tendencias socioemocionales en las redes en esta Bella República Truculentamente Trágica y Vergonzosa, la tercera semana de mayo circuló por ellas una imagen de la vicepresidenta Francia Márquez en la que aparece acompañada de una agente de la Policía que le carga un par de carteras en la mano. Esa imagen sirvió para atacarla. “Los radicales de las redes, que son los más activos, los que más contenido ponen a circular, están dedica-dos a tumbar a sus adversarios y no lo hacen a partir de análisis sesudos, con argumentos y cifras, sino detectando algún traspié del oponente: una palabra indebida, una imagen comprometedora, un atuendo inapropiado. Esas denuncias puntuales y sobre todo visuales dan lugar a las llamadas “tendencias”, que convierten el debate público en una algarabía de polemistas cositeros, acusones y moralistas, acolitados por periodistas que ya no buscan noticias o ideas sino reyertas.” (García, 2023) Con razón, la vicepresidenta dijo que “muchos medios de comunicación nos atacan con visceralidad”.

Esto nos conduce al término fake news -noticias falsas en las que se cree sin pestañear- que se popularizó en el gobierno de Donald Trump con su intención de estigmatizar las críticas de la prensa. De esas noticias “siempre han sido más responsables los políticos que los periodistas. Es verdad, el periodismo debe revisar videos y audios.” (Uribe, 2023) Sin embargo, para llegar al vaivén en el que nos encontramos se ha requerido del esfuerzo sistemático de la oposición de saltarse el escrutinio de la prensa, del Gobierno y del público. “Llegarle directamente a la gente”, no a la verdad o al consenso, es el lema del Centro democrático, que de centro no tiene nada ni de democrático tampoco. “Aristóteles considera que es deber de magnanimidad odiar y amar al descubierto, juzgar, hablar con toda franqueza, y en pro de la verdad, hacer caso omiso de la aprobación o desaprobación de los demás. Apolonio decía que era propio de siervos mentir y de hombres libres decir la verdad.” (Montaigne, 2014: 1269) Sin dudas, este es el elemento primordial del verdadero periodismo hoy aupado de fake news.
Esa tendencia de noticias falsas no es nueva. “Históricamente, los políticos han tratado de baipasear el control político. Así sucedió con las tácticas propagandísticas de los líderes populistas de los 50 y los dictadores de los 60 y 70.” (Uribe, 2023) En sus afanes reeleccionistas, no solo Uribe sino también Chávez “crearon programas de radio y televisión, como Aló, presidente, o espacios como los consejos comunales. Su objetivo: tener el control del micrófono sin la intromisión… de la prensa. Las redes sociales han hecho que los políticos hoy no tengan que hacer tantas maniobras. Twitter permite el amplio desarrollo de personalismos sin mayor desgaste. A Petro se le ocurre decir cualquier cosa y ya está, les llega a 6,5 millones de personas. Una comunicación unidireccional, gratuita y sin cuestionamientos” (Ibíd) sí, pero que el presidente y otras personalidades colombianas han abusado con varios mensajes apresurados. De este modo, en nuestra nación, “Twitter no es solo el salón en el que transcurre una charla entre interlocutores, sino también el amplificador de anuncios apresurados.”
Es cierto, entre los usuarios de las redes, algunos parecen producirle tanta inquietud a Petro, que se siente compelido para contestarles. ¿Eso es bueno o es malo para él, su popularidad y, ante todo, para la su gobernabilidad? “Fuera de que está por probarse la eficacia de su estrategia digital para controlar el presunto daño que sus contradictores querrían infligirle, el jefe de Estado se equivoca cuando pone a su nivel y echa en el mismo saco de sus disputas instantáneas a un órgano autónomo de la rama judicial, a un expresidente desocupado que todavía trata de encontrar su verdadera identidad, a una alcaldesa en el fin de su periodo, a una segregacionista-terrorista en trance de abrirse camino electoral para 2026 y a unos comunicadores cuya medida de éxito autoimpuesto o impuesto por sus jefes es que él los controvierta.” (Orozco, 2023)
No todos esos sujetos merecen el honor de Gustavo Petro. Otros sí, pero sin los enredos provocados por sus emotivos mensajes intuitivos el presidente “ha contestado a quien le aconseja que deje de trinar que no va a abandonar la comunicación directa que tiene con siete millones de seguidores, sus votantes.” (Ibíd) Un poco de reflexión, mesura y más calculador con el propósito explícito del análisis riguroso para solucionar los problemas haría que pudiera gobernar mejor para 50 millones de colombianos, así haya fuerzas antidemocráticas que no lo quieren dejar gobernar.
En cuanto a las redes y la `paz total` del binomio Petro-Márquez, vemos que más allá del lío de su diseño “nunca será un mal propósito el acallamiento de fusiles de toda suerte de grupos que agobian territorios abandonados por el Estado. Las expresiones de verdad, reconciliación y justicia resuenan como elementos indispensables para el logro de la paz.” (Orduz, 2023) ¿No pasa, sin embargo, la paz por el respeto mutuo en las redes sociales? ¿De qué tipo de reconciliación hablamos cuando muchos líderes de la oposición y algunos del gobierno incendian con el lenguaje? “Es hora de reflexionar y promover un cambio hacia el respeto y la tolerancia en nuestras interacciones en línea, reconociendo que la paz y la reconciliación en Colombia no solo se relacionan con el acallamiento de los fusiles de los grupos armados, sino también con la manera en que nos tratamos en las redes sociales.” (Ibíd)
Aunque suene a cliché es crucial comprender que la diversidad de opiniones es esencial “para una sociedad democrática y pluralista. El respeto hacia las opiniones diferentes debe ser un pilar central en nuestras interacciones en línea. El anonimato y la distancia física en las redes sociales no deben ser excusas para abandonar los principios básicos de cortesía y empatía… El respeto mutuo, la escucha activa y la búsqueda de puntos de encuentro son fundamentales para la construcción de una sociedad en paz. Si perpetuamos la agresividad y la polarización en línea, estamos alejándonos de ese anhelo de reconciliación” (Orduz, 2023) que tanto necesita este bello país enfermo o “país de emociones tristes” tal lo llamó Mauricio García V. en 2021 apoyado en Spinoza quien definió las “emociones tristes” como “todas aquellas que corroen nuestra vida, sabotean nuestras posibilidades y nos causan sufrimiento: la envidia, la rabia, el odio, la venganza, el miedo, la cólera, el desprecio, la malevolencia” (Vásquez, 2023), la desconfianza y el delirio: este país es, hoy, “un revoltijo bíblico en el que poderosos de todos los oficios lanzan la primera piedra y la última, en sus redes, y entonces devalúan las palabras. Colombia es, más que nunca, El señor de las moscas.” (Silva, 2023)
¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes, librepensadores y exigentes caminantes pacientes!, permítanme finalmente seis conclusiones: Primera. Es claro que en el mundo digital es inevitable un detrimento en la calidad del nuevo ciudadano, cuando la tendencia es la de satisfacer lo insustancial y favorecer la banalidad de muchos idiotas –“Cuando cedemos a la tentación de escribir la palabra “idiota”, lo que sigue es, en el 97% de los casos, una idiotez. Es como un corolario maldito del teorema de la maldición del que escupe hacia arriba.”- (Londoño, 2023). Según Héctor Borja, “Escapa más fácilmente la mosca de la telaraña, que aquella persona atrapada por las redes sociales.” Por eso, urge crear mecanismos eficaces para que la humanidad pueda defenderse de ellas, corresponde a seres humanos responsables hacer un esfuerzo concreto por encontrar métodos ingeniosos para suscitar el espíritu crítico en los nuevos aprendices e incluso en los ya aprendidos, de un nivel que los habilite a no menospreciar el apetito por el conocimiento científico y humanístico, que están en una alternativa política democrática y en la emancipadora pedagogía crítica que mencioné en mi artículo anterior.
Segunda. En la era de la tecnología y la conectividad, “las redes sociales se han convertido en el escenario clave para la expresión de ideas y opiniones políticas. Sin embargo, es alarmante el nivel de agresividad y polarización que se ha propagado en estos espacios virtuales. En Colombia, no somos ajenos a este fenómeno, donde las diferencias políticas se han transformado en una batalla digital marcada por el aniquilamiento moral del adversario… (Orduz, 2023) Para la muestra ahí están los ataques racistas a Francia Márquez que son difundidos por “bodegas conformadas por individuos de carne y hueso y legiones de “bots” políticos programados para diseminar propaganda, desinformación o para manipular la percepción de eventos políticos… Son útiles para amplificar ciertas narrativas o tendencias. Generar seguidores falsos, retweets y “me gusta” en publicaciones específicas, con el objetivo de influir en la opinión pública o en las tendencias en línea.” (Ibíd) Esos energúmenos digitales mentiroso son de muchos sectores de la oposición y algunos también son del “oficialismo”.
Tercera. “En una gélida y ajetreada mañana de enero, un hombre empezó a tocar el violín en los túneles del metro en Washington. A su alrededor se apresuraban más de 1.000 personas, rumbo al trabajo. Quien prestó más atención fue un niño de tres años. Su madre tiraba del brazo, apurada. La escena se repitió con otros niños, y todos los padres… los forzaron a seguir la marcha. Solo siete personas se detuvieron, así que el violinista recaudó apenas 30 dólares. Cuando se hizo silencio, no hubo aplausos. El agobiado gentío había desperdiciado la oportunidad de escuchar a uno de los mejores músicos del mundo con un violín tasado en millones. Solo unos días antes, Joshua Bell había abarrotado un teatro con entradas a precios imposibles. La actuación de incógnito fue organizada por el diario The Washington Post como experimento social. Pretendían averiguar si percibimos la belleza en momentos de prisa, en lugares sin prestigio. Si nos detenemos a apreciarla, si reconocemos el talento en contextos inesperados. Cuando no reparamos en un don tan rotundo, qué más estaremos pasando por alto.” (Vallejo, 2023) Definitivamente, nos “define un volátil entramado de clarividencias y cegueras. Dime lo que atiendes —entiendes— y te diré quién eres.” (Ibíd)
Cuarta. Claro que uno puede ser “un distraído selectivo y un atento intermitente”. Pero me pregunto con Fernando Savater (2003:328) si la capacidad de atender a lo que más me importa está totalmente disminuida, si hoy lo que prima -lo más cool- es jibarizar la atención, y si convertir la compulsión a distraerse ha dejado de ser un vicio clásico para transformar-se en una virtud moderna. Me imagino con este autor a mucha gente viviendo entre retazos las angustias del mundo global, incapaces de fijarse en nada el tiempo suficiente para que les apasione a fondo o les conmueva de veras, sin paciencia para atender a argumentos o debatirlos, compasi-vos instantáneos a ratos pero sin tenacidad para enmendar los males que tan pronto deploran como olvidan. Así, “considero la `distracción` un peca-do mortal, aunque me sigue gustando muchísimo el entretenimiento. Pero es que hasta para entretenerse es imprescindible saber estar atento.”(Ibíd)
Quinta. En suma, las redes -que ya podemos llamar antisociales- “afectan a los cuatro pilares básicos de nuestra identidad: el aspecto cognitivo, el aspecto emocional, el aspecto social y la salud” (Desmurget, 2020, citado por Vega, 2022: 94), para producir enfermedades como el cretinismo digital o síndrome de estupidez informática -patología que abarca a usuarios digitales convertidos en consumidores compulsivos que devoran lo que les ofrece la pequeña pantalla, con la que se da la impresión de tener al mundo al alcance de un dedo- y la whatsappitis -consistente en dolores y rigidices de las manos y los dedos por el uso prolongado en la acción de pulsar el celular-. Estas enfermedades, que desafortunadamente no son consideradas como tales, deben enfrentarse luchando por recuperar hábitos, costumbres, formas de comportamiento que van en contra del fetichismo digital, para lo cual necesitamos palabras, sonrisas y abrazos, recuperar los vínculos sociales y colectivos, desprendernos de los artefactos y usarlos solo cuando sea estrictamente necesario. Esto supondría dedicar más tiempo a los hijos, a la familia, a los amigos, a la lectura, a la política, al arte, a caminar, al deporte; es decir, todo lo que es indispensable en la vida porque la lucha por otro mundo mejor requiere mucho tiempo libre. Afrontar esas patologías no significa desconocer la importancia que han tenido las tecnologías digitales, sino renunciar a su absolutismo totalitario que ha invadido los más diversos ámbitos de la vida humana hasta casi transformarnos de Homo Sentis en Phono Sapiens puesto que esas redes se han apoderado de la vida privada e íntima de las personas, con su consentimiento como si fuera expresión de libertad y autonomía. (Vega, 2022: 89-94)
Sexta. Está claro entonces que es esencial educar a la población sobre la alfabetización digital y el pensamiento crítico –que se adquiere no con la voluntad de creer sino de averiguar y confrontar rigurosamente-; reitero que una herramienta básica para lograrlo es la emancipadora pedagogía crítica. “La capacidad de evaluar la información de manera objetiva y de considerar diferentes perspectivas es fundamental para evitar caer en trampas de polarización y desinformación… Un sueño: líderes que, del lado del gobierno y de la oposición, se atrevan a enarbolar el respeto como premisa básica de cualquier interacción en las redes sociales y que repudien, de manera pública, las prácticas intolerantes.” (Orduz, 2023) Así pues que es momento de fomentar la responsabilidad en el uso de las redes sociales lo cual implica lo anterior y “pensar antes de publicar, verificar la información antes de compartirla y abstenerse de participar en discursos de odio o ataques personales.” (Ibíd)
De este modo, le quebraremos el espinazo a las redes sociales y, junto con la desmovilización de guerrilleros y narcotraficantes, lograremos la tan anhelada paz total. En verdad, ver a Colombia “con mirada clara, leer la realidad correctamente, siempre ha sido una tarea difícil: requiere tiempo, información y una mente abierta, y eso no parece estar al alcance de todos” (Vásquez, 2023) en este país, que privilegia los canales extrainstitucionales y adora los sectarismos y tiene más respeto por los fanáticos que por los moderados. También requiere de una actitud inseparable de ciertos valores -resplandecer por la humanidad, veracidad, lealtad, templanza y sobre todo por el respeto a la vida- que hoy echamos de menos en nuestra bella sociedad enferma: solo merced a la voluntad del pueblo podrá el presidente Petro lograr más justicia social en el país, y ninguna otra cualidad puede atraer tanto esa voluntad como las que he citado.
INDISPENSABLE TÁBULA GRATULATORIA
- De Montaigne, Michel (2014). Ensayos. Edición bilingüe, traducción y notas de Javier Yagüe Bosch. Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores: Barcelona.
- El Tiempo (2023). La voz de los jóvenes. Editorial de El Tiempo, Bogotá, mayo 30, disponible enhttps://www.eltiempo.com/opinion/editorial/la-voz-de-los-jovenes-editorial-el-tiempo-773277
- El Universal (2023). Suicidio y redes. Editorial de El Universal, Cartagena, publicado el 28 de mayo en https://www.eluniversal.com.co/opinion/editorial/suicidio-y-redes-JD8360391
- García Villegas, Mauricio (2023). La política del traspié. El Espectador, Bogotá, mayo 26, disponible https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-garcia-villegas/la-politica-del-traspie/
- Londoño, Julio Cesar (2023). ¿Zombis digitales? El Espectador, Bogotá, mayo 26, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/julio-cesar-londono/zombis-digitales/
- Orduz, Rafael. Paz en Colombia: el papel de las redes sociales y el respeto. El Espectador, Bogotá, mayo 29, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/rafael-orduz/paz-en-colombia-el-papel-de-las-redes-sociales-y-el-respeto/
- Orozco Tascón, Cecilia (2023). Trinos para siete millones y caos. El Espectador, Bogotá, mayo 30, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/cecilia-orozco-tascon/trinos-para-siete-millones-y-caos/
- Savater, Fernando (2003). Mira por dónde. Autobiografía razonada. Taurus: Bogotá.
- Uribe Rincón, Catalina (2023). Los políticos y sus imaginaciones. El Espectador, Bogotá, mayo 26, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/catalina-uribe-rincon/los-politicos-y-sus-imaginaciones/
- Vallejo, Irene (2023). El demonio del mediodía.El País de España, Madrid, publicado el 26 de mayo en https://elpais.com/eps/2023-05-27/el-demonio-del-mediodia.html
- Vásquez, Juan Gabriel (2023). El viejo malestar del Nuevo Mundo. El País de España, Madrid, publicado el 1 de junio en https://elpais.com/america-colombia/2023-06-01/el-viejo-malestar-del-nuevo-mundo.html
- Vega Cantor, Renán (2022). Cretinismo digital. Revista Cepa 34, Bogotá, septiembre-diciembre.
Dice un canción popular: «el que tenga tienda que la atienda y el que tenga hogar que lo respete». Una realidad Monda y lironda.
Así es profe Víctor, gracias por su lectura y comentario.
Artículo coherente y bien documentado. Es un estudio muy actual y, los educadores de vocación como lo es González Quiroz, trascienden con su investigación y reflexión, los límites estrechos de tanta falsa sabiduría difundida en las redes, para quienes se exponen sin criterios a ellas.
Muchas gracias maestro Borja. De acuerdo con su comentario.
Existe mucha subliteratura de la cual el hombre ocio aprecia ,dejándose llevar por banalidades.Se hace necesario tener en cuenta lo benéfico de las redes para seguir construyendo una mejor y pensante sociedad.Felicitote González.
Gracias profe Aguilar.
Escapa más fácilmente la mosca de la telaraña, que aquella persona atrapada por las redes sociales.
Llegaron para quedarse y dominar completamente la humanidad.
Y; lo más grave, falta por llegar.
Espero que las mismas redes sociales creen mecanismos, para que la humanidad pueda defenderse de las redes sociales.
Profe Héctor, lo veo muy pesimista, ¿o tal vez yo soy muy optimista? Como sea, muy gentil por su lectura y comentario.