CONSAGRADA PRIMAVERA COLOMBIANA

En la imagen: arriba, el autor del artículo con otros colegas en el paro de 2019. Abajo, él mismo en el paro de 2021.

“Estamos… cansados de ser los cómplices de nuestros verdugos, de elegir a los que nos matan, de alimentar a los que nos roban, de admirar a los que nos desprecian…cansados de que las soluciones sigan siendo las mismas que nunca solucionaron nada.”

Willian Ospina en Estamos cansados (2019)

Para todas las rebeldes flores valientes segadas en la apoteosica estación multicolor: “Habrá que hacer un siglo de silencio por un país al que se viene a perder a los hijos por protestar…”

Ricardo Silva Romero en Duelos (2021)

¡Amables lectores reflexivos!, estos acertados planteos me sirven de umbral para decir que el objetivo de este artículo es realizar un análisis de lo que llamo la Consagrada primavera colombiana, explicando su concepto, lo que hay detrás de ella, sus propósitos y la identificación de lo bueno, lo feo y lo malo de esta fase inédita de protestas sociales sostenidas en 2019 y 2021; además, elaborar un balance general de los mensajes que el pueblo está enviado con ella al Gobierno nacional y a la comunidad internacional.

Verano e invierno son las dos estaciones de Colombia, pero lo sucedido con el clamor multitudinario, pacífico y festivo de los paros gloriosos de 2019 y 2021, la eterna primavera de Medellín y Cali se extendió a todo el país y provocó la primavera colombiana, tal como se dio la primavera árabe, cuyo reclamo por la democracia y los derechos sociales tuvo un final feliz: en unos países derrocaron al régimen vigente, en otros, los gobiernos tuvieron que hacer reformas. Si le sumamos a Colombia El otoño del patriarca macondiano completamos entonces sus cuatro estaciones.

Un punto recurrente de las jugadas maquiavélica del poder, de las redes envolventes de la repugnante araña mediática y de la política del temor y sus subsecuentes secuelas fueron las expresiones: “¡Plomo es lo que hay!, ¡plomo es lo que viene!; plomo al cuidadano: ¡ajúa!”; y “¿de qué me hablas, viejo?”. Igualmente, “el recurso institucional por securizar la movilización social, se sustenta en el miedo como recurso de contención e incitación política.” (Duarte, 2019) Así, inicialmente podría definirse la Consagrada primavera colombiana de 2019 y 2021 (desafiando en este año la contagiosa y mortífera pandemia) como la apoteósica estación multicolor donde la mayoría del pueblo con formidables marchas multitudinarias, alegres cacerolazos sinfónicos y movibles rapsodias emancipadoras en ágoras, parques, calles, barrios y en ventanas han hecho reclamos coyunturales y estructurales al decepcionante y pésimo Gobierno de Iván Duque y su partido, el Centro Democrático que de centro no tiene nada y de democrático, tampoco.

Lo que hay detrás de esta memorable manifestación multitudinaria es un mar de preocupaciones e inconformismos o desahogo colectivo en contra del actual mandatario y en contra del agotamiento del antipopular modelo neoliberal y de la crisis de representación de los partidos y del Congreso que vienen de hace muchos años, lo cual se resumiría en nefastas reformas socioeconómicas (tributaria, sanitaria, pensional y laboral) inspiradas en la Ocde, el FMI y el Banco Mundial; en la lucha por la vida que impugna el continuo asesinato de lideresas y líderes sociales, indígenas y excombatientes de las Farc; el rechazo al permanente reclutamiento forzado de menores por parte de grupos ilegales; en contra de la regulación, criminalización y restricción del derecho a defender derechos (el de la protesta es uno de los principales derechos constitucionales); en el incumplimiento reiterado de los acuerdos con las organizaciones sociales; en contra del segundo desempleo más alto de América Latina; en contra de los flagelos de la generalizada corrupción rampante, la desigualdad social, el narcotráfico y la violencia; en la lucha por una democracia transparente, sin trampas ni juego sucio; y, por supuesto, en contra de las mentiras y argumentos falaces del Gobierno nacional alrededor de los objetivos centrales del paro y de la irrebatible alegría patriótica de la justa rebeldía juvenil.

Detrás de la gloriosa multitud clamante hay pues una gran confluencia de quejas, frustraciones y reclamos de sindicalistas, obreros, líderes sociales urbano-rurales, estudiantes, afrodescendientes, indígenas, campesinos, profesores, medicos, jueces, camioneros, taxista, opositores políticos alternativos, artistas -músicos, teatreros, danzarines, escritores…- ambientalistas, feministas, organizadores de la población LGTBIQ, pobladores no organizados, cuidadanos comunes y gente que se representa a sí misma. Si el alucinado e impensado Duque entendiera que las manifestaciones de descontento e indignación son una manera en que el pueblo comunica sus problemas estructurales y coyunturales, haría menos señalamientos y estaría más abierto a las críticas y respetaría el derecho a la protesta y el proceso de paz. Además, ayudaría a bajar la tensión de un país que está mostrando graves síntomas de hostilidad hacia quienes piensan diferente y se convertiría en un presidente importante de la historia política del país.

Pero eso no va suceder porque el subpresidente Duque, su presidente eterno y la nueva derecha latinoamericana llaman a todo lo anterior la Revolución molecular disipada (mazacote teórico tomado del filósofo francés Félix Guattarri y del neonazi chileno Alexis López) para encerrar “una doctrina que se pretende explicativa del problema del vandalismo en las manifestaciones sociales y que buscan enmarcarlo como un problema de seguridad nacional… Para ellos las manifestaciones no son simplemente descontento popular” (Gómez Polo, 2021), sino que todo hace parte de un plan organizado desde Cuba y Venezuela. La Fuerza Pública tiene que atender el fenómeno de las manifestaciones como si se tratara de terroristas que ponen en riesgo al Estado. Dichas protestas deben tratarse policial, militar y paramilitarmente porque, a medida que escalan, se masifican y llenan espacios, terminando por desatar grandes conflictos que desestabilizan a cualquier Gobierno.

A esa mezcolanza conceptual peligrosa que una vez se llamó “la conspiración judeomasónicocomunista”, se antepone la nitidez altruista de la mencionada movilización cívica más significativa y trascendental de los últimos tiempos en Colombia, con la que el pueblo está envíando un mensaje evidente y contundente que no debe ser ahogado por el tropel policial, militar o paramilitar y sí escuchada por Duque y su Partido para que se conecten mejor con el país sufrido y tener una interlocución más efectiva con las nuevas dinámicas políticas y sociales, y reconocer que la diversidad de opinión nos permitirá salir de ser uno de los países más inequitativos del mundo, y de este momento de tensión con una sociedad fortalecida. No obstante, el subpresidente bisoño, débil y poco sagaz parece seguir enconchado en el mazacote teórioco de la revolución molecular disipada sin entender que las marchas y protestas son un proceso sano de radicalización democrática, y negando la verdadera crisis política que atraviesa el país agravada ahora con más de 76.000 muertos por una pandemia mal manejada y con más de 21 millones de colombianos viviendo en condiciones de miseria y pobreza.

En este orden de ideas, si se entiende lo bueno como algo sano con inclinación a hacer el bien, hay mucho sorprendente y bueno que decir sobre la naturaleza y el cariz de esta multitudinaria manifestación callejera, pero rotundamente el mayor mérito reside en la forma creativa y pacífica como se ha expresado la inmensa mayoría, la cual está estrechamente ligada a la pensada canción protesta y al espontáneo cacerolazo barrial o digna cacerolada que están sonando rítmica y metálicamente arruinando la arremetida de vándalos o delincuentes de sospechosa estirpe y la calma del sordo e inepto Gobierno, ubicando esta multitudinaria movilización de masas o singular proceso histórico de empoderamiento ciudadano como un vehículo de cambio social que propone una búsqueda de una solución colectiva a los problemas sociales y económicos que vive la enorme mayoría del pueblo colombiano, la cual ojalá sea ejemplar para el resto de la región latinoamericana.

Otro asunto muy bueno del tempestuoso e indignado clamor popular está relacionado con el valor, la generosidad y el alegre patriotismo de la creativa rebeldía juvenil cuando los estudiantes, “verdaderos gladiadores de la Resistencia”, potencian a la masa su poder “a montones, contentos, decididos a demostrar que son parte de la historia y que tienen un deber: el de rugir como los vientos, a lo Violeta Parra…” (Spitaletta, 2019) Marchando con una energía nueva, hacía años no se veían tantos estudiantes juntos, cantando, augurando un mundo nuevo. Protestando en paz, con sombrillas, bajo un sol de justicia o bajo una refrascante lluvia fructífera. “Una expresión vasta, magnífica, de indignación. De advertir que no se aguantan más las inequidades (y las iniquidades oficiales), de exigir que haya empleo productivo, que haya posibilidades de jubilación, que la educación y la salud y la cultura sean para todos. En todo caso, era multitud. Era, a lo Atahualpa, tierra que anda… Era una demostración de disenso. Y de ejercicio de la libertad de expresión y del derecho a la protesta… (Spitaletta, 2019) Gigantescas movilizaciones estudiantiles que han sido una constancia de los humillados y ofendidos en contra de un sistema de despropósitos y atropellos, en contra de sus diálogos arrastrapiés, perversamente morosos, y en contra de la estolidez de las élites que están llevando al país al abismo.

En contra de todos los pronósticos, ahora sí que venga el verdadero diálogo nacional, que el gobierno eche atrás sus lesivas reformas socioeconómicas, que tornen las discusiones sinceras sobre la paz y el derecho del pueblo a vivir con decoro y todo lo que ello implica. Los paros novembrino y decembrino de 2019 y abrileño y mayero de 2021 o la portentosa protesta colombiana en adviento ha sido un hito en la historia de la indignAcción nacional: una auténtica primavera colombiana que transforma nuestra indignación en una acción social contra la corrupción, como lo deja entrever, pero de los dientes para afuera el mismo subpresidente en su libro de 2017 intitulado precisa pero falsamente como  indignAcción.

En la línea de la verdadera indignAcción, es necesario agregar que el magno significado de las Marchas está en el encuentro que se está dando en las calles: “encuentro de individualidades comulgando en anhelos, pasiones, frustraciones,…, encuentro de clamores, inefables, porque hace años que han estado en el inconsciente colectivo” (López de Mesa, 2019) y aquel 2019 y este 2021, “a la sazón del paro y de la protesta, afloraron para sublimarnos en una Multitud consciente, pensante y creativa, cuyo reclamo era polivalente, justamente anárquico” (Ibíd.) porque no ha habido líderes ni ideologías partidistas. Lo que se ha dado es “una conjunción de espíritus y criterios para exigir a éste y a los futuros gobiernos que sea efectiva nuestra Participación en la planeación y en la construcción del devenir de la patria.” (Ibíd.) En coro multitudinario nos decimos y le decimos “al gobierno que de aquí en adelante seremos Multitud, sujeto colectivo con criterio propositivo.” (Ibíd.)   

Además, con este pronunciamiento masivo de la nueva ciudadanía y sus rítmicos cacerolazos metálicos y sus festivos cantos rebeldes queda claro “que el poder está en la calle. Que cuando los pueblos se miran al espejo y se ven como colectivos y no como individuos ´luchándola´… es ahí cuando… mandan” (Gómez-Azza, 2019) con su empoderada democracia callejera para que sus peticiones sentidas y sufridas sean realmente escuchadas y articuladas a un verdadero pacto nacional, un pacto en el que aprendamos a lidiar con nuestras diferencias sin convertirlas en desigualdades que condenen a unos al privilegio y a otros a la discriminación, el pacto que ha estado buscando nuestra nación desde hace ya más de 210 años de falsa democracia manipulada por pésimos dirigentes eternos y muñecos de ventrílocuos ideales.

Ahora bien, si se entiende lo feo en el sentido de causar disgusto o desagrado, ahí está el sabor agrio que queda de la violencia asesina y delincuencia rapaz de una minoría que ha empañado la mayor movilización social de la historia de Colombia. Es muy feo que en el glorioso paro nacional exista terrorismo, vandalismo o robo de estirpe sospechosa, es una verdadera vergüenza para el masivo empoderamiento ciudadano. Además, es negativo que el subpresidente Duque se proclame resuelto a defender y profundizar el supuesto legado de su eterno presidente (seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social), cuando lo que necesita el país es justamente lo contrario: salir del despiadado “modelo uberricida” con su embrujo autoritario, que no ha hecho otra cosa que agravar los problemas existentes y crear otros nuevos como la concentración de la tierra, el despojo, el exterminio y abandono del campesinado y/o aborigen; la inseguridad, la desconfianza, la polarización, el desempleo y la corrupción. Porque su tarea, señor Duque, “no es encarnar, sino impedir el fascismo.” (Silva Romero, 2021)

Y también es feo que los sindicatos y organizaciones sociales “que convocaron inicialmente al paro nacional han sido incapaces de ver las raíces del malestar profundo que su llamado despertó en la ciudadanía general y que va mucho más allá de sus peticiones puntuales…” (Editorial El Espectador, 2019) que suman propósitos diversos, lo cual “es una muestra de que el problema es mucho más profundo. Los ciudadanos les están transmitiendo su angustia a unas instituciones incapaces de responder a sus expectativas.” (Ibid.) Está claro que la apoteósica primavera colombiana de 2019 y 2021 es un indignado grito democrático que quiere convertir descontento y estallido social en gran poder popular para que los de arriba nunca más puedan gobernar a sus anchas y así el Pueblo activa y colectivamente pueda construir el futuro promisorio de su amado país.

En la línea de lo feo ascendido, hay que decir que, si se asume lo malo de esta fervorosa lucha social inédita como lo nocivo a la salud del pueblo colombiano, aquí están las agresiones violentas contra muchos protestantes y policías y la ronda macabra de la muerte en torno a casi un centenar de protestantes. También está el sarcasmo y la ironía del subpresidente que ocultan su sordera: “hoy hablaron los colombianos, los estamos escuchando” o “las puertas siempre han estado abiertas al diálogo”, la primera fue una de las tantas frases insulsas que pronunció en su corta alocución de las diez de la noche del 21N/19, día del estallido del gran paro nacional pausado por la pandemia y continuado ahora en abril y mayo de 2021, momento en que dijo su segunda frase, reafirmadora de su no disposición a un consenso auténtico ni a una negociación verdadera; por eso, está repitiendo la misma pendejada de aparentar que habla con todos para no hablar con nadie, y, peor áun, dejando de últimas a los líderes de la apoteósica estación multicolor: “¡Colombia!, ni un paso atrás, que el virus aún es Presidente”, protesta una pancarta colombo-española en la Puerta del Sol de Madrid. 

Luego de oírlo queda claro que Duque es un hombre enconchado en su torre revolucionaria molecular de marfil disipado. Subpresidente, lo que hay es “un descontento por el rumbo que ha tomado el país. Hay una juventud que siente que la están devolviendo al pasado y que se resiste a volver a la guerra… los colombianos no ´hablaron´… presidente. Salieron a protestar y a demostrar su descontento por varias políticas de este Gobierno.” (Duzán, 2019) ¡Señor Duque!, si se considera un gobernante capaz, su deber es entender y actuar en consonancia con el momento histórico actual y la complejidad sociopolítica del momento; pero está claro que lo usted quiere ser es un gran revolucionario molecular disipado o un dictador aplastador de la supuesta conspiración castrochavista.

En suma, pues, esta masiva irrupción popular está expresando la insatisfacción ante un gobierno que en casi tres años de desbarres y desatinos ha logrado juntar a la inmensa mayoría de la población que está realizado la mayor protesta que haya tenido lugar contra un gobernante en los últimos 40 años. Hecho histórico que se constituye en el principio de reformas coyunturales y estructurales que nos lleva a reflexionar sobre el cambio del futuro político que puede tener esta sociedad, lo cual es una manifestación de la madurez que está adquiriendo la sociedad colombiana, que este caso es un evento admirable del cual nos debemos sentir orgullosos, que muestra el despertar de un pueblo para hacer efectivos sus derechos, lo cual precisa Estanislao Zuleta (2004) así: “Los derechos son importantes, pero la democracia consiste en algo más, que tiene que ver con las posibilidades efectivas de la realización de esos derechos.”

Ojalá pues que cada partitura sinfónica de la Apoteósica primavera colombiana atruene en la conciencia del Gobierno para que rectifique su rumbo (González Quiroz, 2019) y comprenda el momento histórico y la complejidad social actual nombrando a un nuevo gabinete realmente comprometido con el clamor comunitario y convoque sin enjambres de lagartos un constructivo diálogo decisivo a dirigentes sindicales, organizaciones sociales y pobladores no organizados o convocantes de uno de los paros más grande de Colombia para construir, después de más 210 años buscando nuestra verdadera patria, un Real Pacto Nacional sobre lo Fundamental que recoja los sufridos reclamos coyunturales y estructurales de la musical multitud clamante, sin poner zancadillas y sin mamadera de gallo de subestimación.

Porque si Duque continúa jugando la carta del desgaste, a que se diluya en el tiempo, en el espacio, a que el diálogo se atomice, se dilate y evada núcleos de la gloriosa movilización ciudadana, generará “una inmensa frustración que, después, puede desembocar en una protesta mucho mayor, esa sí, de consecuencias imprevisibles” (Lara, 2019), que pueda desbordar las agresiones contra más marchantes y policías y la ronda macabra de la muerte sobre muchos más protestantes, e incluso que pueda desbordar corrupciones sistemáticas, desigualdades sociales e injusticias inadmisibles que tanto afectan a la mayoría del pueblo. Señor Duque “para gobernar hay que tener muchos atributos: capacidad, liderazgo, conocimiento, legitimidad, pero si todos ellos no están precedidos de la capacidad de entender, especialmente el momento histórico y la complejidad social a la que se enfrenta, todo puede salir mal” (Cuervo R., 2019) y empeorar como efectivamente está sucediendo.

¡Ah!, y el país espera que se judicialice a los responsables intelectuales y directos de la tragedia de casi un centenar asesinatos. Se espera también que el Gobierno no siga pisoteando los acuerdos en busca de una paz demorada y difícil, desconociendo la vivificante voluntad noble de la emotiva y hermosa multitud sedienta de dignidad, equidad y transformación porque el archi-Duque y su Partido creen estar por encima del pueblo. Y da tranquilidad saber que no nos hemos entregado del todo a las nocivas fuerzas del innombrable. La Consagrada primavera colombiana, las últimas encuestas de 2021 y las elecciones de 2019 muestran que la gente no cree en el Subnormal, y menos en el corrupto partido criminal que lo puso en el trono. Tampoco en algunas instituciones, ni en la inmensa mayoría de parlamentarios, ni en muchos mandatarios locales, ni en la billonaria dirigencia empresarial.

Pareciera entonces que la gente por fin se aburrió de ellos y de los eternos dirigentes bipardistas y ahora exige diálogo real de entendimiento y reconciliación que adelante las propuestas socioeconómicas que consoliden los procesos de paz y las reformas coyunturales y estructurales que el país necesita: aprovechemos pues esta Consagrada primavera colombiana para la construcción colectiva de un multicolor país pacífico del tamaño de nuestros sueños comunitarios porque creemos en la reivindicación de los demócratas de centro, centroizquierda e izquierda para “derrotar en las urnas la continuidad de las políticas que nos trajeron a este Estado del malestar y la zozobra.” (Silva Romero, 2021) Y porque creemos en “que todo esto está ocurriendo para pactar el duelo.” (Ibíd.)

BIBLIOGRAFÍA

  • Cuervo R., Jorge Iván (2019). Gobernar es entender. Bogotá, publicado el 29 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/gobernar-es-entender-columna-893462
  • Duarte, Carlos (2019). 21-N: primavera colombiana y la política del miedo. Cali, Javeriana, publicado el 9 de diciembre en https://www.javerianacali.edu.co/noticias/21-n-la-primavera-colombiana-y-la-politica-del-miedo-por-carlos-duarte
  • Duzán, María Jimena (2019). Un presidente enconchado. Semana, Bogotá, publicado el 23 de noviembre en https://www.semana.com/opinion/articulo/un-presidente-enconchado-por-maria-jimena-duzan/641781
  • Editorial El Espectador (2019). Anacronismos y egoísmos en tiempos de paro. Bogotá, publicado el 1 de diciembre en https://www.elespectador.com/opinion/editorial/anacronismo-y-egoismo-en-tiempos-del-paro-articulo-893610
  • González Quiroz, Dairo Elías (2019). “Cartas” de la edición impresa Duque en su laberinto. Semana, Bogotá, diciembre 8, p. 4.
  • Lara Salive, Patricia (2019). Dialogar con todos para no dialogar con nadie. El Espectador, Bogotá, publicado 29 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/dialogar-con-todos-para-no-dialogar-con-nadie-columna-893320
  • López de Mesa, Alberto (2019). Multitud clamante. El Espectador, Bogotá, publicado el 27 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/multitud-clamante-columna-893212
  • Gómez-Azza, Simón (2019). Se está despertando el león dormido. El Espectador, Bogotá, publicado el 19 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/se-esta-despertando-el-leon-dormido-columna-891866
  • Gómez Polo, Germán (2021). Uribe, la revolución molecular disipada y la protesta como objetivo militar. El Espectador, Bogotá, publicado el 4 de mayo en https://www.elespectador.com/noticias/politica/uribe-la-revolucion-molecular-disipada-y-la-protesta-como-objetivo-militar/
  • Ospina, William (2019). Estamos cansados. El Espectador, Bogotá, publicado el 1 de diciembre en https://www.elespectador.com/opinion/estamos-cansados-columna-893621
  • Silva Romero, Ricardo (2021). Duelos. El Tiempo, Bogotá, publicado el 6 de mayo en https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/ricardo-silva-romero/duelos-columna-de-ricardo-silva-romero-586648
  • Spitaletta, Reinaldo (2019). Marchas y cacerolazos. El espectador, Bogotá, publicado el 26 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/marcha-y-cacerolazos-columna-892865
  • Zuleta, Estanislao (2004). Ensayos selectos. Medellín: Instituto para el desarrollo de Antioquia -IDEA-

8 respuestas a «CONSAGRADA PRIMAVERA COLOMBIANA»

  1. Desde la conciencia colectiva del más allá, Carpentier seguro está susurrando las tonadas de la apoteósica sinfonía de la consagrada primavera Colombiana para hacer ver su emoticón de alegría por ¡el despertar del pueblo y su manifestación contra la iniquidad del infra-gobierno Duque!!

  2. Excelente análisis de pensamiento reflexivo y crítico hecho por su pluma en su artículo…Consagrada y Apoteósica Primavera Colombiana…¡qué bien! Profesor Dairo recibe mis más sinceras felicitaciones por su trabajo y aportes que vienes haciendo constantemente y que tanto se necesita en estos momentos. Muchas gracias profesor y que pases un feliz domingo.

  3. La enjundia de este artículo está respaldada por la presencia en las calles; atendiéndose así el mandato de Fals Borda: Investigación-Acción.

  4. La gran pluma de Tacamocho hace alusión a una ampulosa realidad que vive el pueblo colombiano, ojalá la clase dominante tenga en cuenta este análisis exhaustivo para que así no se continué con esta afrenta que resulta tan nociva…

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