BOTERO Y GABO, ARTISTAS MAYORES

¡Afable lector sentipensante y librepensador!, el pasado 15 de septiembre el pintor Fernando Botero (FB) colgó la brocha suprema en Mónaco a los 91 años después de un largo párkison y una bronquitis aguda, y a los casi 10 años de la muerte por alzhéimer -la efermedad del olvido- de Gabriel García Márquez (GGM) a los 87 años en México, voy a analizar convergencias y divergencias de sus vidas y obras consagradas al enriquecimiento universal de la pintura y de la literatura, como un homenaje póstumo a los nonagenarios artistas universales de Colombia que plasmaron putas, palomas, caballos, toros, generales, obispos, torturadores, capos mafiosos, y esculpieron de modo mágico y voluminoso el mundo, que hoy los llora ante sus ausencias físicas.

Todo indica que los hijos de la montaña antioqueña y de la costa Atlántica -lugares muy distantes y distintos en el imaginario de las gentes-, poco se conocieron y fueron pocos amigos; “cercanos en algún momento, sus figuras se eclipsaban cada vez que se encontraban.” (Diaz, 2023) Pero el más grande escritor que ha visto el país y su igual en las artes plásticas, tienen mucho en común: no solo sus orígenes modestos, sus posiciones políticas o sus personalidades, sino los mismos grandes anhelos que ambos tuvieron como artistas y que consumaron de manera definitiva y para siempre, ese azar que a golpe de talento y de trabajo fueron dos vidas admirables y épicas. “Cada uno a su manera, logró trascender las fronteras, llevando consigo el alma y la esencia de Colombia.” (Ibíd)  

“La literatura no puede influir a la pintura, ni la pintura en la literatura. Porque la pintura es intrínseca, especial”, dijo Fernando en una entrevista para la BBC. En efecto, la obra boteriana “no está atravesada por la literatura, pero de ese campo quedaron algunos amigos… que hicieron parte de su vida y trasegar por el mundo y su tiempo” (Osorio, 2023) como Gonzalo Arango y Álvaro Mutis quienes contradijeron con sus obras a lo expresado por Botero. Es cierto, el artista antioqueño dijo paradójicamente que no había influencia entre literatura y pintura, pero también es cierto que hay convergencias entre las obras de él y las de García Márquez, único premio Nobel de literatura que ha florecido en los fértiles campos colombianos infortunamente regados de sangre.

En torno a sus orígenes se sabe que “Botero fue un muchacho pobre nacido en 1932 en una aldea clerical de la periferia del mundo: Medellín.” (Abad, 1998) Asimismo Gabo nace en Aracataca en 1927, una aldea aún más perdido del mundo. Dos simples muchachos de provincia “son los monstruos del arte colombiano que rescatan la vitalidad y enseñan la maravilla de un país que, si no fuera por ellos, sería conocido solamente por sus fastuosos criminales y por su casi perpetua carnicería humana.” (Ibíd) A pesar de eso o por eso, cada uno fue labrando su propio camino y consolidando un estilo personal. Ellos lograron, mediante la creación de una obra universal, que Colombia entrara en la historia del arte y la literatura. Los dos nacieron en la primera mitad del siglo XX y “crecieron en una Colombia provinciana que… seguía al margen de los grandes acontecimientos culturales que estaban teniendo lugar en el Occidente de entonces.” (Zuloaga, 2023)

Del paso de FB en los años 50 por Bogotá ronda una foto en la que comparten con GGM “y Leopoldo Mutis, hermano de Álvaro. Los tres, elegantes y sonrientes. Muchos -incluyéndome- creímos en algún momento que dos referentes de la cultura como Botero y García Márquez podían llegar a ser grandes amigos” (Osorio, 2023), pero lo cierto es que muchos años después el pintor diría en una entrevista: “Gabo me cae pesadísimo. Lo conozco, pero no somos amigos», le dijo a Diego Garzón. A pesar de eso, GM lo llamó en 1960 para ilustrar para Lecturas Dominicales de El Tiempo el cuento “La siesta del martes”: «yo hice una ilustración loquísima, y a él le gustó mucho, y a El Tiempo también le gustó», dijo en entrevista con Fernando Gómez Echeverry.” (Cambio, 2023)

Después, cada uno siguió labrando su camino, Gabriel, al lado de su esposa de siempre Mercedes Barcha, y Fernando, al lado de su primera esposa Gloria Zea a quien conoció siendo su alumna en la Universidad de los Andes de donde por eso lo echaron y que después quiso corregir su error ofreciéndole el Doctorado Honoris Causa que él rechazó con toda razón. “Hay que ser antioqueño de cepa para inventarse un circo como hizo Botero a fin de sentar sus reales de gran culebrero en las plazas de las principales ciudades del capitalismo, y hasta en la China comunista, con la recreación de los caballitos de la infancia, la tierna fauna doméstica de las tías, los cándidos prostíbulos de la adolescencia, sus burócratas de bigote perfilado e irónico bombín. No extraña que no hiciera migas con García Márquez. A García no le gustaban los antioqueños. Y él quería ser el colombiano de mostrar. Y no soportó la competencia de otro culebrero como Blacamán, igual de glorioso.” (Escobar, 2023) Yo no tenía por qué mamarme a ese tipo, efectivamente dijo.

Según Andrés Osorio Guillot (2023), Fernando Salamanca dijo: “En los años ochenta los dos viven en París, cerca del Barrio Latino, junto a un grupo de artistas como Luis Ospina o Darío Morales.” Después del Nobel (1982) el escritor “vive a cuerpo de rey en la capital, da entrevistas y ofrece fiestas, recibe cientos de cartas y regalos por el premio, entre ellos un retrato de buen tamaño de que le hizo Morales. Plinio Mendoza le hizo un reportaje… y Luis Caballero le envía una sentida felicitación. Otros pasaron a saludarle. Invitarlo a una copa. Botero nunca se apareció. Nada. Se puede ser suspicaz si recordamos que a Vargas Llosa le regaló un óleo que el escritor peruano conserva -según un escrito suyo- en su estudio en Madrid.” Álvaro Medina sintetiza bien la tensión: “Botero es un artista celoso”. “En algunas entrevistas en los cincuenta se deshacía en halagos hacia Alejandro Obregón, luego insistía en que nunca lo influenció. Algo similar sucedió con los grandes muralistas mexicanos”. (Ibíd)

Como sea, el hijo de Medellín fue tan local como un pueblo paisa, “lo más nuestro, algo que -transmutado por la gran tradición del arte- tiene un interés universal.” (Abad, 1998) Lo mismo hizo el hijo de Aracataca quien fue tal local como un pueblo costeño vuelto universal con su pluma prodigiosa. FB -y en esto se parece también a GGM- “fue capaz de ver y de mostrar una realidad que para los demás, propios y ajenos, era invisible. Fue un clarividente, es decir, alguien que supo plasmar las posibilidades inexploradas de un mundo (el nuestro) que sin duda tiene algo auténtico, único y extraordinario.” (Ibíd) Botero vuela ahora “por los aires del tiempo la página más gloriosa que ha dado Colombia en las artes, dando testimonio ante el mundo de que este país, considerado por paradójicas encuestas, uno de los países más violentos y felices del mundo, puede producir seres geniales, que a veces no pueden ni verse… con el también inconmensurable Gabo.” (Arbeláez, 2023) Así, «Botero podía ser en pintura lo que fue en literatura Gabo, pero mientras el pueblo paisa gusta, seres pacíficos no muy lejos del folclor, que fortalecen el mito de una antioqueñidad perdida y propician el encuentro de un artista pueblerino con un público igual premoderno; Macondo, al contrario, mejor entenderlo como una cosmovisión del ser humano.” (Silva, 2023)

Pocos colombianos pueden decir que no saben quiénes eran ellos. Ni siquiera los colombianos que nunca han pisado un museo ni han leído algún libro, “porque las copias y representaciones suyas en souvenirs que se venden en las esquinas de los lugares turísticos de todo el país están regadas en el piso, en tapetes de vendedores ambulantes” (Cambio, 2023), lo mismo que libros piratas de Gabo por todos lados. De hecho, FB “contó alguna vez que le habían enviado una foto de una fábrica de imitaciones de obras suyas al óleo que hacían en Vietnam.” (Ibíd) Es cierto, él “puede ser uno de los artistas más falsificados de la historia” (Ibíd) al igual que GM puede ser uno de los escritores más pirateados del mundo. Pero esta omnipresencia en todos los museos, bibliotecas, librerías y calles del país contrasta con lo poco que la gente en general sabe sobre ellos y sobre sus obras.

Pasa con FB como puede suceder con ciertas obras clásicas, que, aunque no se hayan leído, el pueblo habla de sus personajes, como suele pasar con Úrsula y José Arcadio, por ejemplo. Todos saben de Botero. Es -era y seguirá siendo- un pintor y escultor de gordos, símbolo del arte colombiano, creador del “boterismo” -estilo sellador de una pauta propia, única y bastante llamativa de lo figurativo-, que abarca figuras rotundas y voluminosas en la pintura y la escultura que marcaron la singularidad de un artista que buscó la “sensualidad de las formas”, clave en la transformación urbana. Con temas que van del realismo mágico hasta el costumbrismo y la sátira política exaltaba el volumen, “algo que él consideraba una manifestación de la sensualidad y una manera de resaltar y embellecer la figura. Esto se entiende aún más cuando se analiza que no sólo pintaba humanos, sino que jugaba con la proporción y la forma de cucharas, naranjas, montañas, moscas, serpientes y árboles, de una «gordura», inmensa, de una «obesidad» descomunal, como su «gordo» legado.” (Cambio, 2023) Todos saben de Gabo. Es -era y seguirá siendo- el gran escritor creador de Macondo, símbolo de la literatura colombiana, uno de los precursores del realismo mágico que encierra una bella forma de graficar un territorio en el que se presentan todos los contrastes posibles y que sólo nuestra realidad puede concebir.

Ellos hablaban francés, italiano e inglés. A propósito, FB una vez se le presentó a un coleccionista de arte en Nueva York con la frase «I am a colombian painting» -«yo soy una pintura colombiana»-. “En esa ciudad vivió penurias económicas, pero allí también la fama y la riqueza tocaron a su puerta: la subdirectora del MoMa en ese momento lo visitó en su estudio y le compró una versión suya de la Mona Lisa. Allí también llegaron unos alemanes que lo catapultarían en los mercados del arte de ese país europeo.” (Cambio, 2023) Algo parecido le sucedió a GGM en México, no obstante la ayuda de su amigo Álvaro Mutis, donde por igual vivió penurias económicas; pero ahí escribió Cien años de soledad que preciso por ellas envió solo la mitad de sus manuscritos a la editorial Suramericana de Argentina en la que pensaron que si esa parte era tan buena la otra tendría que ser mucho mejor para su publicación, la cual finalmente lo catapultó como genial autor latinoamericano que se vendió como pan caliente. 

Diego Garzón cuenta que a Botero “había que hablarle por el oído izquierdo, porque casi no escuchaba por el derecho… que estuvo en clases de toreo y que empezó en la pintura copiando afiches de corridas de toros, dibujando letreros para establecimientos comerciales en Tolú, Sucre –donde también se dedicó a vender purgantes–, y más adelante caminando los museos de El Prado y Louvre copiando obras de los grandes maestros de la pintura.” (Cambio, 2023) Igual Gabo que estuvo vendiendo enciclopedias y libros por el Cesar y la Guajira, donde conoció juglares vallenatos y cantos que tanto han incidido en su narrativa y periodismo que inició en El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla, continuado en El Espectador y enriquecido con un curso periodístico en Italia. En línea ascendente, FB “puede ser considerado el primer artista Pop Art de la historia, muy por encima de Andy Warhol, porque la inserción de temas populares en su obra ocurrió mucho antes que en las del estadounidense: en 1959, Botero ya había pintado cuadros del ciclista Ramón Hoyos, Teresita la descuartizada y el doctor Matallana. En esas obras ya pintaba «gordos», aunque su primera «gorda» fue Mandolina sobre una silla –1957-.” (Cambio, 2023) Igual GGM que se convierte en un integrante brillante del boom latinoamericano, esa corriente literaria que produjo lo mejor de la literatura mundial de su momento.  

Diseño de imagen: Jesús Avilés/Infobae.

Botero, “fue un artista comprometido con la situación de su país y del mundo, tal y como lo pudimos ver en sus cuadros sobre la violencia o el narcotráfico en Colombia, o en la serie de dibujos y pinturas que hizo a propósito de los abusos del ejército de Estados Unidos en la cárcel de Abu Ghraib, durante la invasión a Irak.” (Vladdo, 2023) Otro tanto fue Gabo en El otoño del patriarca y Cien años de soledad, obras que denuncian la masacre de las bananeras, la violencia en Colombia y los dictadores latinoamericanos. A propósito de esas obras y la taxonomía de la soledad que Gabo tipifica en ellas sobresaliendo la soledad del amor y del poder, es necesario decir que Armando Romero citado por J. Mario Arbeláez (2023) puntualiza que en ese mundo de imágenes febriles de la obra boteriana lo que se destaca “es la inconmensurable soledad a la que están sometidos cada uno de los participantes en esta fiesta de las formas, soledad de lo incomunicable, soledad del poder, soledad del yo que se pasea por sus mismos espejos, soledad de lo perverso, soledad de lo inútil”.

El mismo Romero -citado por Andrés Osorio (2023)- en GGM, Álvaro Mutis, FB: tres personas distintas, un objetivo verdadero, de la obra de Botero aseguró: “El pintor llama a los monstruos y estos no se hacen esperar. Su desfile nos lleva desde el apacible ciudadano que en «Escena familiar» ordena el cuadro de su cotidianidad burguesa, hasta la fiesta de moscas y colillas en el burdel, donde el mismo ciudadano, ahora en «La casa de María Duque,» carga en sus brazos no ya al infante pulcro vestido de marinero verde sino a la amarilla prostituta enorme y descuidada. Y es en estas transformaciones que vamos encontrando el hilo que traza la obra lúcida, irreverente, plena de rebelión y fantasía de Botero.” Mientras que de García Márquez comentó que su prosa “arrastra esa queja del hombre del trópico que sabe de la inclemencia del clima, de la locura que genera un sol despiadado, de la enfermedad con que nos tropezamos a cada momento y que nos lanza directos a los aposentos de los hospitales del trópico, esos palacios de la soledad y la desesperanza”. (Ibíd)

Hace 49 años, Fdo pudo no haberse convertido en el gran mecenas del arte nacional -pues donó el Museo Botero a Bogotá y esculturas a urbes nacionales e internacionales- y “en el artista plástico más universal de Co-lombia. El 19 de abril de 1974, un camión perdió el control bajo la lluvia que caía sobre la carretera que va de Sevilla a Córdoba, en España, y estrelló el carro en el que estaba el pintor, Cecilia Zambrano –su segunda esposa– y sus hijos. Uno de ellos, Pedrito, que tenía cuatro años, murió en el accidente. Botero estuvo con las manos vendadas varios meses, perdió una falange, y cuando se las retiraron lo primero que hizo fue hacer el famoso retrato de Pedrito sobre un caballo de madera, en su concepto su mejor obra, que hoy puede verse exhibida en el Museo de Antioquia” (Cambio, 2023), que también fue donado por FB a su pueblo. Algo parecido le sucedió a Gabo quien estudiando Derecho en Bogotá en 1948 se presentó el asesinato de Gaitán y la capital se convirtió por más de un mes en un torbellino de violencia, de la cual nuestro escritor pudo salir milagrosamente a Cartagena en un vuelo providencial, en donde siguió sus estudios jurídicos de los cuales finalmente se retira para dedicarse al periodismo y a la literatura de modo autodidacta.

Las esculturas boterianas «sufren un constante e incesante acoso sexual. En Nueva York, Medellín o en Cartagena. El pene de su Adán, en el Time Warner Center, está desgastado y agotado. Los pezones de su exuberante doncella de Cartagena están condenados a soportar las caricias de todos los turistas que llegan a la ciudad. En Medellín –como escribió Ana Piedad Jaramillo…– su Soldado romano ‘es objeto de una extraña devoción… los turistas se toman fotos tocando el minúsculo falo para encontrar el amor eterno o para aumentar la virilidad’, escribió Fernando Gómez Echeverry, editor de cultura de El Tiempo.” (Cambio, 2023) Lo mismo pasa con algunos personajes macondianos, por ejemplo, hay un Aureliano que estando en un prostíbulo macondiano levanta una botella de cerveza con el pene erecto; muchos machos del mundo desean tener esa fortaleza sexual para demostrarla a cualquier Pilar Ternera, aquella asesora de erotismo iniciático e inigualable pantera en la cama.

Así que entonces, más que la similitud en los conceptos, que las amistades o enemistades, semejanzas o diferencias, sin duda hay algo en común entre ellos, “y es que se volvieron colombianos universales que vieron en lo propio o en lo local algo que trascendía nuestros colores, climas y fronteras, y que bien podía ser digno de trascender el tiempo, el espacio y sus propias vidas” (Osorio, 2023) acompañadas de sus mujeres -Gabo siempre por Mercedes y Botero por Sophia Vari, su tercera y última esposa-.  Y en nuestro país son solo ellos dos. No ha habido, de momento, dos figuras de semejante calado y resonancia. Ni siquiera José Asunción Silva o Doris Salcedo, acaso los dos únicos de nuestros artistas que pudieran “acercarse a lo universal. Y siendo la nuestra tierra de magníficos escritores y artistas. Hombres y mujeres por igual, que quede claro.” (Mallarino, 2023) Obvio que “hay y ha habido en nuestro país mujeres y hombres capaces del heroísmo y la mayor hondura humana concebible. Pero ese es otro asunto… Ambos, Gabo y Botero, nacieron en la estrechez material. Y sin embargo, echaron a andar por el mundo con su canción inconsciente y vital entre las tripas y erigieron una obra de proporciones planetarias.” (Ibíd)

A pesar que Botero y Gabo no congeniaron, ahora, “ungidos por el amor universal en compensación por la alegría que le dieron al mundo sus invenciones, tal vez se saludan de abrazo en la otra orilla realizando la paz total que entre los vivos parece tan esquiva, y reconocen cómo se parecieron a pesar de todo en la expresión del pueblo colombiano apelando al sarcasmo amoroso y el grotesco.” (Escobar, 2023) Nuestro actual presidente aseguró que Fernando Botero fue el “pintor de nuestra violencia y de la paz”; mientras que el exmandatario Uribe dijo: “Dio buen nombre a la Patria, enalteció la cultura”. Aunque Julio Cesar Londoño (2023) dice que bien mirado, “Botero no es ni siquiera el mejor pintor colombiano. Mejores son el macabro y rebelde humor de Débora Arango, Darío Morales a pesar de su rancio hiperrealismo, el color y el trazo amplio y rudo de Alejandro Obregón, la fuerza expresiva de los cuerpos sin rostro de Luis Caballero, la geométrica sobriedad de Rayo, y en especial Doris Salcedo, una suma conmovedora de política y poesía. Doris, principio y fin de todas las rosas.” Por eso, para armar tanta algarabía con FB, “hay que ser muy audaz o muy delirante”.  

Así, cuando hablan de FB, “algunos intelectuales balbucen, se ahondan en cóncavas reverencias y emiten unas interjecciones fervorosas. Otros son cautos: `Podemos dudar del valor artístico de sus obras, pero lo cierto es que fue un genio del marketing`… `Paisa` y marketing configuran una rima contante y sonante, un axioma de la economía criolla, pero es ingenuo pensar que un hombre tan rico hizo todo lo que hizo solo por dinero. No. Él quería labrarse un nicho en la gloria o al menos en la fama y lo logró. Por eso fue sereno, infinitamente generoso y casi feliz… Pero Botero, virtuoso en la técnica y discreto en la creación, se equivocó en la puesta en escena. Estos aparatosos montajes solo consiguieron que su obra pareciera, en perspectiva, sobrevalorada.” (Londoño, 2023) FB solo hizo en “sus volúmenes el trabajo de un artesano aplicado; en las telas, cómics renacentistas, esmerados y traviesos. Naïf contemporáneo. Primitivismo feísta… No quiero ser irreverente ni aguafiestas, solo afirmo que no hay proporción entre su éxito y su obra. ¿Qué hay de grandioso, aparte del tamaño y del virtuosismo metalúrgico, en esas redondeces monótonas…, que bostezan en los más exclusivos espacios públicos del mundo?” (Ibíd)

Algo similar piensa Fernando Vallejo de García Márquez. Este antioqueño pretende demoler Cien años de soledad diciendo que es una novela escrita en tercera persona y otras cosas más. “Gabito: No te preocupés que vos estás por encima de toda crítica y honradez. Vos que todo lo sabés y lo ves y lo olés no sos cualquier hijo de vecino: sos un narrador omnisciente como el Todopoderoso, un verraco. Y tan original que cuanto hagás con materiales ajenos te resulta propio. Vos sos como Martinete, un locutor de radio manguiancho de mi niñez, que con ladrillos robados a la Curia se construyó en Medellín un edificio de quince pisos propio. E hizo bien. Las cosas no son del dueño sino del que las necesita. Además vos también estás por encima del concepto de propiedad. Por eso te encanta Cuba y no lo ocultás. El realismo mágico es mágico. ¡Qué mágica fórmula!”, dice Vallejo citado por Nelson Fredy Padilla (2013). El autor paisa también arremete contra el comportamiento político de su famosísimo compatriota sin contemplación (ver: http://bit.ly/10bJ9XH), aunque a Gabo le debemos más que su gloria literaria, le debemos su compromiso permanente por la paz: fue el “gran artífice en la sombra de todos los procesos de paz en Colombia” y quiso a su pueblo como muy pocos, a pesar de que algunos sectores, por razones políticas, han querido deformar esa realidad.  

No obstante esas pocas críticas, GGM ya “está, hombro con hombro, con figuras como Joyce, Eliot, Dostoyevski, Mann, Proust o Faulkner, …los mayores autores de la modernidad, los mayores transformadores y renovadores del arte literario. Durante décadas la potencia telúrica de su estilo narrativo, la gracia, la poesía de su lenguaje, en decenas de idiomas alrededor del mundo, se volvieron incontenibles. Muchísimos escritores lo imitaron y lo imitan. Miles de académicos lo citan y lo estudian. Millones de lectores lo leyeron y lo leen sin cesar. Se convirtió de este modo en un escritor universal.” (Mallarino, 2023) Y de esa estatura es FB por la “tremenda originalidad, el pulimento, la celebración cromática y formal de su estilo, ora como pintor, ora como escultor, lo volvieron omnipresente en las calles, las plazas y los museos del mundo entero. Cómo lo quiere la gente, cómo gozan con su obra, cómo se ríen y se abrazan en la fiesta de su arte expansivo y sensual.” (Ibíd) Ya Botero también está, hombro con hombro, “con figuras como Van Gogh, Frida, Chagall, Matisse, Picasso o Monet. ¡Nada más y nada menos! Esa es la envergadura de su jornada como artista en el decurso de una vida.” (Ibíd)

En suma, entonces, sin ser muy audaz o muy delirante, los colombianos universales “no son los millonarios más encumbrados por la sociedad, ni los políticos vitoreados con mayor pasión. Ni las personas más… buscadas en Google, ni las que se precian de ser inteligentísimas, ni las que arrasan en las redes sociales. No. Son dos personas de una infancia casi precaria, ¡qué ironía!… La vida va y vuelve, con su ritmo secreto. Y señala, mansa, sus verdades y sus arcanos intemporales. ¿Quién se acuerda de quién gobernaba Grecia en el siglo VIII a. C? ¡Nadie! Lo que la humanidad recuerda y tiene siempre presente, generación tras generación, es a Homero.” (Mallarino, 2023) “Las obras de verdad grandes hablan por sí solas, resisten las malas reproducciones y las traducciones apresuradas, ignoran nuestras limitaciones y nos excitan, al tiempo, el alma y el pensamiento. Solo así se explica la popularidad de los clásicos.” (Londoño, 2023) Por eso, cuando Botero o Gabo nos cuenta cuentos o pinturas “todos somos niños lelos”, incluso la mayoría de los críticos despiadados.

FB y GGM para siempre: Colombia y el mundo sintieron las muertes de Gabo y Botero, dos hombres geniales, pero también dos hombres buenos que persiguieron “la misma meta por diferentes caminos y con elementos y recursos evidentemente distintos”. Con Gonzalo Arango -citado por Osorio (2023)- admiro ahora en Botero, además del mecenas, al hombre que ha indagado en los secretos más hondos de su arte “para llegar al secreto misterio, a la última luz del descubrimiento de sí mismo por medio de la pintura, a su independencia artística, a su independencia espiritual y que me hace pensar en la gran verdad hegeliana del hombre que reivindica en la pintura su independencia frente a la naturaleza y a los hombres”. Amo en Botero al igual que Álvaro Mutis, también citado por Osorio, el “mundo por él creado, de lo que ese mundo entraña como visión implacable que perpetúa en el lienzo la infame mezquindad satisfecha de una cierta especie humana, o los conmovedores devaneos del resto de los hombres por entre el opulento universo de la carne y de los frutos tropicales”.

Así pues afable lector sentipensante y librepensador que con las muertes de Fernando Botero y Gabriel García Márquez, perdimos a dos maestros de tallas mayores. ¡Adiós!, Fernando, y a los cósmicos Susurros sagrados y a Gabo que te debía estar esperando, llévales el abrazo de Medellín, de Antioquia y de la montaña, de Aracataca, del Magdalena y del Caribe, de Colombia y del mundo. Con ellos murieron dos estilos y dos sellos que dieron “realce a esa condición muchas veces dura y tantas veces cuestionada de ser colombiano.” (Diaz, 2023) ¡Gracias eternas, maestros! Hoy ambos son ya leyendas del arte y la cultura en Latinoamérica. Gabo dejó una obra invaluable en el campo de la literatura, mientras que Botero lo ha hecho en las artes plásticas; por eso, fueron despedidos con honores en Colombia, México e Italia. “Uno no puede menos que festejar que sean artistas mayores –y no de ninguna de tantas vulgaridades nacionales–, sobre el que el pueblo respetuosa y cariñosamente marchó en ronda” (Silva, 2023) para darles la última despedida. Sin duda alguna, son y serán siempre dos de las más grandes figuras del arte en el siglo XX e inicios del XXI.

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3 respuestas a «BOTERO Y GABO, ARTISTAS MAYORES»

  1. Excelente, Dairo. En fin, artistas desmesurados en su calidad como ellos, cuando abandonan estas coordenadas ingresan en las de la eternidad, o los ingresamos nosotros, sus adeptos.

  2. Dayro: Excelente análisis sobre los aportes de: Botero y Gabo, que fallecieron con edades de 91 y 87 anos, que fueron magníficos aportantes a las artes plásticas y a la literatura de la Latino-AméricaEsto corresponde a dos de las más grandes figuras del arte en el siglo XX e inicios del siglo XXI. Este tipo de artículos aportan conocimientos significativos, que no son conocidos de manera común y corriente. Álvaro.

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