BOLSONARO Y TRUMP, EL NUEVO FASCISMO

El poder corrompe más seguramente al que lo codicia que al que lo ejerce.

Nicolás Gómez Dávila (1986, I Tomo: 103).

La perversidad despierta siempre la secreta admiración del imbécil.

Nicolás Gómez Dávila (1986, II Tomo: 173).

Los mensajes de los líderes pueden ser cerilla que incendia o agua que apacigua a los pueblos.

(El Tiempo, 2023)  

¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes y librepensadores!, “en los primeros ruidos de nuevo año en que la política del mundo parece tronar con los desbarajustes del tiempo” (Ochoa), en el Brasil Jair Bolsonaro una semana después de haber dejado la presidencia al igual que Donald Trump dos años después del intento de golpe de Estado ocurrido en EUA -cuando éste habló de fraude-, una horda desenfrenada de seguidores asalta el congreso con intención golpista. El paralelo de estos graves hechos del nuevo fascismo que nos dejó estupefactos es el motivo de mi columna de hoy.

Ciertamente, cuando el 6 de enero de 2021 “una turba furiosa invadió el Capitolio de Washington, la reacción generalizada fue de estupefacción. Los atavíos carnavalescos de algunos asaltantes provocaban hilaridad, pero su objetivo no era ninguna broma: impedir que el ganador de las elecciones, Joe Biden, fuera proclamado presidente; un ataque al corazón del Estado más poderoso del mundo que abrió la veda a réplicas como la que tuvo lugar” (González Miguel, 2023) el 8 de enero pasado en las sedes de los tres poderes del Estado brasilero, invadidas por miles de energúmenos bolsonaristas radicales lo que, por supuesto, también nos dejó aún más estupefactos.

“El autoritarismo derrotado es incapaz de la reflexión y mucho menos de las transiciones pacíficas de poder. Después de años en los que Jair Bolsonaro, el ultraderechista expresidente de Brasil, estuvo cuestionando la legitimidad de las elecciones y de las autoridades que las protegen, pasó… que… miles de sus seguidores se tomaron con violencia las oficinas del Congreso, de la Corte Suprema de Justicia y del nuevo presidente, Lula da Silva. No es coincidencia que esto haya pasado… dos años… después del intento de golpe de Estado ocurrido en Estados Unidos, cuando Donald Trump también habló de fraude. Los fascismos se copian y sus formas son brutales, torpes y dolorosas” (El Espectador, 2023); ni a Bolsonaro ni a Trump, dignos representantes del nuevo fascismo, les importa un bledo poner en riesgo la democracia americana con el avance de las hordas de los bárbaros.

En efecto, muchos seguidores iracundos del expresidente brasileño sumieron el pasado 8 de enero “al país en la crisis más grave desde el fin de la dictadura militar hace 38 años.” (El País, 2023) Una multitud de energúmenos radicales asaltó las sedes de los tres poderes con un propósito meridianamente golpista: reclamar una intervención del Ejército para echar del poder a Lula, quien asumió el cargo el 1 de enero pasado. Así, éste fue un ataque con características similares al ocurrido el 6 de enero de 2021 en EUA, cuando turbas feroces simpatizantes de Trump se tomaron el Capitolio, en Washington, para tratar de impedir la certificación como presidente de Biden. Al igual que en EUA, la policía logró retomar el control de los poderes en Brasil “después de horas de caos, de las que no solo queda el rastro de los destrozos y los actos vandálicos, sino una herida profunda en el corazón de la democracia” (Ibìd): Los dos –uno imitando transparentemente al otro– se parecen con precisión aterradora.

Una herida exacta ocasionada “por los poseídos del América First…, azuzados por el promacho, supremacista blanco y delirante Donald Trump, que desde el abismo del fracaso quiso arrasar con toda la realidad y el tiempo” (Ochoa, 2023), al igual que el gran ´copietas´ ultrarreligioso de Bolsonaro. Así, Trump se convierte en inventor de “una nueva forma política de visibilidad desde la derrota.” Acciones impunes y criminales que causaron cinco víctimas mortales, alrededor de 200 heridos de gravedad, muchos detenidos “y un clima democrático resquebrajado en la fragilidad de futuros ataques que podrían perfectamente venir con el antecedente de lo posible.” (Ibíd) Por eso, es un error “pensar que esto no se va a repetir, pues el libreto de los republicanos trumpistas tiene muchas enseñanzas para dar todavía, y los bolsonaristas no son en el mundo los últimos alumnos interesados en aprender.” (Vásquez, 2023)

El actual Presidente del gigante sudamericano, quien tuvo que decretar la intervención federal de Brasilia para detener el ataque, “responsabilizó a los `fascistas` y señaló, sin nombrarle, a Bolsonaro por instigar el rechazo del resultado electoral y alentar un clima de intolerancia ante la toma de posesión del nuevo Gobierno.” (El País, 2023) Esa misma actitud asumió Biden con Trump en Washington. En ambos sitios, la dirección de los partidos de los expresidentes se desvinculó enseguida de los hechos, pero estos aguardaron varias horas antes de pronunciarse desde Florida y Maralago, donde se habían refugiado para evitar asistir al traspaso de poderes. Solo después de que el asalto hubiese fracasado, afirmaron que “las invasiones de edificios públicos escapan a la regla” y repudiaron las acusaciones que los implican en la intentona. Fueron unas palabras tardías, mezquinas ante la gravedad de los hechos y que muestran, una vez más, el peligro que representan Bolsonaro y Trump para la democracia americana y global con sus populismos destructivos.

El apoyo de estos dos populistas destructivos a sus simpatizantes más radicales ha marcado sus discursos falsos e incendiarios desde cuando Lula y Biden le ganaron en franca lid democrática. En Brasilia, las concentraciones y movilizaciones de militantes ultraderechistas solo fueron un aviso y, aunque la ceremonia de investidura transcurrió el 1 de enero sin mayores incidentes, la situación se precipitó el 8 “en una jornada aciaga para todos los demócratas, que se saldó con unos 150 detenidos. Detrás de lo sucedido está…, no solo la incapacidad de Bolsonaro de aceptar la derrota, sino el veneno de una vociferante ultraderecha que, tanto en Estados Unidos como en Brasil…, no es capaz de aceptar las reglas del juego democrático y busca por todos los medios…, hacerse con el poder.” (El País, 2023) El capítulo vivido el 8 de enero de 2023 en el palacio de Planalto, como lo fue hace dos años el asalto al Capitolio en Washington, “debe servir de recordatorio del enorme peligro que representan estos movimientos radicales y de la necesidad que tienen las fuerzas democráticas de mantenerse unidas y evitar darles oxígeno” (Ibìd) a esa extrema derecha pandillera y vulgar que ha dejado a Trump como el progenitor y a Bolsonaro como el primer gran copietas del nuevo fascismo.

En el gigante sudamericano, es evidente que, pese al triunfo del tercer mandato de Lula, el bolsonarismo aún tiene un profundo arraigo en ciertos sectores sociales. Algo parecido ocurre en el coloso del Norte, después de que Trump perdiera frente a Joe Biden. “Y si en las aterradoras imágenes de Brasilia resuenan los ecos del 6 de enero de 2021, el paralelismo entre los dos ataques muestra también que no valen las medias tintas en la condena de los hechos. La comunidad internacional repudió sin matices el asalto. Ese es un importante apoyo que Lula, sabedor de que solo recibirá puñaladas de Bolsonaro y sus partidarios, debe aprovechar al máximo. No es una travesía fácil la que le queda. Su antecesor dejó un país roto y la gravísima crisis de este domingo no ha hecho más que ahondar esa fractura. Para superarla, Lula habrá de imponer la ley y castigar sin paliativos a los culpables, pero también apelar a los valores que le permitieron ganar en las urnas y avanzar en el camino que permita a los brasileños recuperar la normalidad democrática.” (El País, 2023)

Entonces, tanto en el Brasil de Bolsonaro, como en los EU de Trump, en donde nuevos fascistas convencidos o unos empedernidos tarados que irrumpen en un parlamento y se repantingan en un despacho a hacerse fotos, “las palabras libertad y democracia han dejado de ser bienes comunes: son instrumentos de este nuevo tipo de fascismo. No hay más que ver cómo rechazan los resultados de las encuestas, cómo atacan a los adversarios, cómo no aceptan aquello que los contradice.” (Heleno, 2023) Sin duda, las carnavalescas escenas terroríficas de Brasilia y Washington hablan por sí solas. Pero, además de parasitar la democracia, “la extrema derecha se ha apoderado de la República y de sus símbolos.” (Ibíd) Las banderas brasileña y norteamericana se han convertido en el símbolo de un partido; también los uniformes de camuflaje se han convertido en un fetiche. “El himno nacional se interpreta no como símbolo de una comunidad imaginada, sino como afirmación moral de un grupo que excluye a otros nacionales. El intento de apropiación de la República encuentra un eco vergonzoso entre los militares de reserva que desean utilizarla para ver a las fuerzas armadas implicadas en un golpe de Estado. Se trata, sin duda, de una corrupción de orden moral.” (Ibíd)

El estrato social del bolsonarismo y del trumpismo “alcanza a una porción de la población que no está acostumbrada a sentir el rigor de la ley…: en general blancos, pertenecientes a los estratos medios altos, muchos de ellos militares en activo y en la reserva de las Fuerzas Armadas, de la policía.” (Heleno, 2023) Esto da a los dos “una falsa sensación de omnipotencia y la percepción delirante de ser la reserva moral de la nación.” (Ibíd) Tanto en el país más grande del hemisferio sur como en el país más poderoso del mundo, algunos de ellos confraternizaron con la policía y publicaron fotos, selfies y vídeos celebrando el logro en uno de los fenómenos más desconcertantes de narcismo maligno. No temen ser castigados, porque para ellos la ley solo aplica a los demás. Históricamente, y por desgracia, hasta ahora, no se han equivocado; pero ojalá que, de aquí en adelante, sí se equivoquen.

Estamos viendo, pues, una vez más, lo que ocurre cuando líderes políticos atravesados como Bolsonaro y Trump “destruyen los acuerdos básicos de la democracia con fines egoístas. El problema es que la violencia seguirá en un Brasil en crisis. Todo porque Bolsonaro hizo de la violencia retórica su estrategia de campaña.” (El Espectador, 2023) Ojalá que Lula, quien llega democráticamente al poder por tercera vez, aprenda de Biden lo hecho por él contra Trump para evitar más violencia en el país latinoamericano. Es triste que en plena tercera década del siglo XXI estemos viviendo con la herencia hitleriana y mussoliniana de las políticas extremistas que ellos naturalizaron. Las ideas de estos dos populistas destructivos “nos han puesto en un rumbo realmente peligroso: el camino a una versión siglo XXI del fascismo.” (Stiglitz, 2023)

De Trump para Bolsonaro por X-Tian, enero 16/23

De acuerdo con Pablo Stefanoni (2023), el jefe de redacción de la revista Piauí del Brasil resumió bien la tensión actual: “Nunca fue tan fácil y nunca tan difícil organizar un golpe de Estado”. En efecto, los golpistas lograron, al parecer con la aquiescencia de sectores de las fuerzas de seguridad, “ingresar a varias instituciones; pero un golpe es otra cosa. Precisamente, lo que sorprende de este tipo de movimientos insurreccionales de nuevo tipo, con el asalto del Capitolio como su máxima expresión, es su extrema incompetencia estratégica. Algo que puede tranquilizarnos e intranquilizarnos al mismo tiempo” (Ibíd) porque, de todos modos, esta versión siglo XXI del aterrador fascismo destructivo posee teorías complotistas que desembocaron en la irrupción a los poderes del Estado en Washington y Brasilia atentando contra la vida humana y las ideas democráticas y progresistas de la humanidad.

Los indiscutibles vasos comunicantes entre los movimientos de extrema derecha de los dos países más grandes de América dejan la enorme tarea a “los demócratas y los sectores progresistas del continente, ahora más que nunca, de defender la democracia por encima de todo, para lo cual hay que comenzar por solidarizarse con Lula, quien no la tendrá fácil ya que deberá gobernar un país dividido casi por mitad y lidiar con una oposición violenta y sin escrúpulos dirigida desde Florida por el fascista Bolsonaro, seguramente asesorado por Trump, otro tipo carente de límites.” (Lara, 2023) Definitivamente éstos son dos ambiciosos lideres trastornados egocéntricamente por el poder, potenciados en demasía por las redes sociales.   

Afortunadamente se conocen los abismos que hay entre las palabras de políticos como éstos “y la realidad concreta de lo que sucede. Bolsonaro, el Trump tropical, y el Trump original, Donald, se declaraban grandes defensores de la democracia y de la grandeza de sus países. Sus palabras, en la realidad, se han traducido en el mayor deterioro de la democracia y de la confianza en el futuro de los países más ricos de América del Norte y del Sur… Han generado dos de las crisis más profundas de su historia. Los motines terroristas en Washington y Brasilia… revelan que sus palabras, la grandeza de la democracia, en realidad significaban su antónimo perfecto al traducirlas a los hechos: solo yo puedo ganar; si no gané yo, es porque hubo fraude; nuestros seguidores nos deben restituir en el poder a la fuerza. La tal grandeza democrática termina en motín.” (Abad, 2023) Aquí adquiere fuerza el primer epígrafe citado: el poder corrompe más al que lo codicia que al que lo ejerce. De nuevo, pues, el parecido de ambos es realmente aterrador.

Más allá de los detalles de los graves hechos analizados, lo cierto es que lo ocurrido en las dos capitales nos informa sobre el nuevo fascismo que, “con un discurso de `ley y orden`, dinamita la institucionalidad formal e informal vigente y genera imágenes que riman con la anarquía pura y dura.” (Stefanoni, 2023) Una versión siglo XXI del fascismo “lumpen” que ha tenido en el bolsonarismo y el trumpismo una de sus máximas expresiones. “Estas derechas pueden terminar siendo… más una amenaza que una garantía para el `sistema`. La emoción insurreccional, el folclore extraño, la conspiranoia, reemplazan cualquier cálculo político.” (Ibìd) Lo de Brasil y EUA encaja entonces “en un clima de época, en el que parecen ser muchos quienes quieren incendiar Ciudad Gótica.” (Ibìd) Así, la versión brasileña del ataque al Capitolio “es tan degradante para la política, cínica para la república y dañina para la democracia como la original estadounidense…” (Heleno, 2023): “estamos encallados en el interregno del que surgen los monstruos.” (González Eric, 2023)

Desafortunadamente, los graves hechos neofascistas “se venían cocinado a fuego lento. Los mensajes de los líderes pueden ser cerilla que incendia o agua que apacigua a los pueblos”, como bien lo dice El Tiempo ya citado al inicio. Los dos neofascistas venían caldeando los ánimos al cuestionar la legitimidad del triunfo de Lula y Biden, al no reconocer sus derrotas y tampoco asistir a la posesión de sus sucesores. Actitudes peligrosas porque exacerban pasiones y pueden llevar a confrontaciones lamentables, que les hacen daño a sus países. Con Beatriz Ordoñez (2023) hago esta apuesta por el Trump original igual de válida para el copietas de Bolsonaro: “el sol seguirá saliendo / y Trump negando y mintiendo. / Su conciencia, si se acuesta, / le queda intacta en la cesta. / Y es que su comportamiento / lo imita cualquier violento / y seguirá haciendo daño / como en los tiempos de antaño, / sin ningún remordimiento.” A pesar del peligroso negacionismo cínico de ambos, esos exmandatarios tienen la responsabilidad política y social de enviar mensajes claros de rechazo a esos oprobios y si no lo hacen responder ante la justicia nacional e internacional como ya lo está haciendo a regañadientes Trump en su país y ojalá le toque muy pronto a Bolsonaro en el suyo porque es muy grave poner en duda violentamente la legitimidad de un Gobierno democrático o el resultado de las urnas.

Sabemos que la progresista democracia americana respiró con alivio cuando el izquierdista y líder del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, derrotó a Bolsonaro en el proceso democrático de elección popular al igual que el demócrata Joe Biden al republicano Donald Trump. Pero olvidamos que estos populistas y narcisistas tóxicos consiguieron casi el 50 % de los votos y todavía controlan el Congreso e incluso se nos olvida que, dos años después, “Trump no esté acabado políticamente, pueda ser candidato a las elecciones de 2024 y su partido no le haya echado.” (Domínguez, 2023) Tampoco, 15 días después, a Bolsonaro su partido no lo ha echado ni ha sido llamado por la justicia. Sin embargo, esa dura realidad cruel es parte también de esa América que asombra y espanta por algunos escenarios y personajes anormales que hay que acabar con una Justicia en mayúscula. 

Así, la herencia política del espectáculo y de la furia destructora “que impuso Trump en el tiempo parecía haber quedado entre la tensa calma de los marginados del progreso que han entendido que su mundo… puede seguir existiendo desde un rugido colectivo que no pueden detener los esquemas o los operativos de las instituciones que desprecian. Saben que el antecedente de un hecho posible desde el que fueron mundialmente visibles por su fuerza destructora puede repetirse sin que las individuales queden tan expuestas bajo la histeria de la masa que aparece y desaparece entre la destrucción. Y es lo mismo que han entendido los bastiones derrotados de la derecha más rancia del sur del continente, confiados en la impunidad del país más poderoso del mundo… Es el nuevo lenguaje que han aprendido ahora que se saben perdidos desde el tiempo. Las falacias discursivas del miedo y del estigma, los paradigmas bancarios, la fobia a la modernidad con su apertura total y la prevención enceguecida contra lo que les parece pagano, ya no tiene cabida en las generaciones que han entrado al mundo con el poder de la opinión y del voto, y ya no tienen los canales tradicionales para sostener el mundo como existía en los largos años de un statu quo de resguardo seguro contra el futuro que arrecia en las ventanas y en todos los oídos.” (Ochoa, 2023)

“No les ha quedado más que el boicot peligroso de la realidad que ha aparecido ante sus ojos sin posibilidades de maniobra. La herencia de Trump es la única y última legitimidad que les queda entre un mundo desconocido, y es la última voz de la soberbia a la que pueden seguir desde el final del tiempo, donde siguen insistiendo en negar la diversidad y las posibilidades ajenas a su exclusividad racial, religiosa, y financiera… Jair Bolsonaro, un día antes de la posesión del nuevo poder, decidió huir en un avión conociendo las implicaciones políticas de su negacionismo peligroso. Desde lejos, los caudillos de la destrucción intentan bendecir las nuevas víctimas de su legado.” (Ibíd) Como sea, la realidad es “que los anclajes de estos movimientos extremos se basan en concepciones políticas elaboradas. Sus líderes no son títeres, ni representantes de un peligro provisional. Su fuerza aumenta a medida que penetran en las instituciones, como hemos visto con Bolsonaro y Trump, pues se hacen cada vez más influyentes en el corazón mismo del sistema.” (Martínez, 2022) Para ello, se apoyan en sectores dinámicos de la sociedad, en las iglesias evangélicas y católica y en las redes sociales, donde son reyes y magos.

En suma, entonces, dos años después del asalto al Capitolio en Washington por partidarios energúmenos del neofascista original Donald Trump, los tropicales golpistas en Brasilia copiaron el esquema. En todas las dimensiones, incluida la económica, “hoy la mayor amenaza contra el bienestar es de naturaleza política” (Stiglitz, 2023), aunque sigamos sin una brújula que nos oriente sobre lo que decidimos banalizar y lo que no. “Más de la mitad de la población mundial vive bajo regímenes autoritarios.” (Ibíd) En Estados Unidos y Brasil, los dos países más poderosos de América donde en cada “uno de los dos partidos principales se convirtió en un culto a la personalidad que se muestra cada vez más contrario a la democracia y sigue mintiendo sobre el resultado de la elección de 2020” (Ibíd) y 2022. “Su modus operandi es atacar a la prensa, a la ciencia y a las instituciones de enseñanza superior, sin dejar, al mismo tiempo, de inyectar en la cultura tanta desinformación como pueda.” (Ibíd) No obstante, como bien lo dice el segundo epígrafe citado, la perversidad despierta siempre la secreta admiración del imbécil.

A pesar del futuro promisorio de la nueva rebeldía democrática que arrecia en ventanas y oídos del voto libre, llevamos unos años en que lo impensable se ha vuelto frecuente; verbigracia, los dos casos analizados de Bolsonaro y Trump. Por eso, es importante que la justicia actúe certeramente contra ellos y contra cualquiera que copie esas tácticas. Para que cualquier cosa que se parezca al aterrador neofascismo destructivo no se vuelva a repetir en ningún país del mundo. En definitiva, entonces, ¡amables lectores multicreyentes, sentipensantes y librepensadores!, si alguna duda existe, los caminos establecidos en las leyes son las vías legales, no el vandalismo y la destrucción ni el desconocimiento de la normativa. Lula da Silva debe buscar unir a su país, así como lo está haciendo Joe Biden con el suyo. Y al mismo tiempo tener mano firme para aplicar justicia, pero sin desbordes de autoridad. La hora es difícil, pero hay que apostar por que la estabilidad política se mantenga, por el bien de Brasil, de Estados Unidos y de todo el continente americano: hoy en día la lucha verdadera está entablada entre democracia y neofascismo. Y no hay otra escogencia que la democracia.

INDISPENSABLES MURMULLOS REFERENCIALES

6 respuestas a «BOLSONARO Y TRUMP, EL NUEVO FASCISMO»

  1. Excelente análisis político social y económico del atentado y violación a la democracia en América latina a causa de estos dos personajes ávidos de poder, que dan el peor de los ejemplos a otros países, que si contextualizamos, en el nuestro se soplan cornetas constantes de perversidad antidemocrática por emisarios torpes de ultraderecha (Polo Polo, Paloma Valencia, María Fda. cabal), todos idiotas y útiles que están atizando a sus seguidores para tratar de deslegitimar, desvirtuar y desaprobar los buenos propósitos de gobierno de nuestro presidente actual Gustavo Petro, para lo cual están convocando de manera próxima (14 feb-2023) marchas de protesta en contra de su propuesta de gobierno de equidad y por la vida, a lo cual ha que contrarrestar y rodear a un gobierno legitimo actual.

  2. Mi estimado profesor Dairo González, un acierto tu reflexión sobre el nuevo fascismo que se cierne en el mundo y, obvio, Latinoamérica no será la excepción. Ahora más que nunca se convierte en un verdadero peligro con la ayuda de las nuevas tecnologías que permiten manipular la información en un santiamén. Debo decir que las ideas maquiavelicas, por desgracias, no han perdido vigencia.

  3. Lo cierto es que; quedó atrás, esos tiempos en que era imposible imponer la voz del pueblo.
    Aunque; con dificultad y pocas veces, pero ya tenemos ejemplos de que hay que respetar las decisiones democráticas.
    Ejemplos mundiales y llegados a buena hora Estados Unidos y Brasil.
    Buen resto de día.

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