40 AÑOS DEL DOBLE FUEGO SANGRIENTO

La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. Milan Kundera

¡Amables lectores multicreyentes y sentipensantes!, el 6 y el 7 de noviembre de 1985, hace ya cuatro décadas, sucedió la toma a sangre y fuego por la guerrilla del M19 del Palacio de Justicia (PJ) y la retoma desmedida y brutal por el Ejército de Colombiauna nación con un ordenamiento jurídico robusto e instituciones débiles–, ubicado en el corazón de Bogotá, su capital. A cuarenta años de este trauma e infortunio, doy a la sombra del alba esta reflexión (basada en las ciencias humanas y el arte con sus creaciones y testimonios, aprendizajes e interrogantes con o sin respuestas) que levanta el enjambre del conjuro en dolores abundantes y en sujetos oscuros, con la mira en horizontes aún más adversos ya que en el mar Caribe y el océano Pacífico ronda la arrasadora águila imperial.  

Ese 6 de nov fatídico, estaba cursando la maestría Literatura hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo cuando de pronto, en la mañana, la tranquilidad aparente del barrio colonial la Candelaria y las soporíferas clases recurrentes fueron interrumpidas por disparos y explosiones apabullantes. A boca de jarro, después de algunas averiguaciones imprudentes pero pertinentes, supimos que 35 hombres y mujeres de la guerrilla del M19 entraron a sangre y fuego al templo de la justicia, ubicado en la Plaza de Bolívar a tres cuadras de nuestra casa de estudios.

El nombre del movimiento guerrillero conmemora el 19 de abril de 1970, fecha en que surgió tras las elecciones presidenciales de ese año, en las que se denunció un fraude a favor del conservador Misael Pastrana Borrero y en contra del general Gustavo Rojas Pinilla; desde ese año se caracterizó por ser una guerrilla de contundentes golpes publicitarios: en 1974, ocupó la Quinta de Bolívar y sustrajo La espada del libertador. En 1976, secuestró y ajustició al dirigente gremial José Raquel Mercado por supuesta traición a los trabajadores. En 1978, asaltó el Cantón Norte de las fuerzas militares y se apoderó de 5.000 armas. En 1980, se tomó la embajada de República Dominicana y mantuvo secuestrados a 16 embajadores y 30 civiles durante dos meses. Todo esto en Bogotá, aunque había ejecutado acciones en casi todo el país ya que tenía militantes y simpatizantes por todo lado.

Aquel 6 de nov pues el M19 tomó como rehenes a todos los ocupantes del PJ incluidos los visitantes presentes al momento del asalto, ante todo los magistrados –mgdos– de la Corte Suprema (CS) y consejeros del Consejo de Estado (CE) que allí laboraban. Exigieron la presencia del presidente conservador Belisario Betancur, a quien le practicarían un juicio político y público –según proclama– por “traición a la voluntad nacional de forjar la paz por el camino de la participación y la negociación ciudadanas”. Lo acusaban de haberlos traicionado en una negociación de paz que ya estaba abocada al fracaso. La reacción, que al parecer el mandatario dejó en manos de los militares, fue también sangrienta (https://www.dairogonzalezquiroz.com/leer/hasta-la-naturalez-conjura-pero/). Por eso, el presidente de la CSJ de Colombia, Alfonso Reyes Echandía, suplicó desesperadamente en Radio Todelar:   

“Por favor, que nos ayuden, que cese el fuego. La situación es dramática. (…) Divulgue a la opinión pública eso, para que el presidente dé la orden”. Era la tarde de ese día y la sede de la cúpula de la rama judicial, el templo de justicia del país, era verdaderamente un campo de guerra, pues, un tanque del Ejercito entró vomitando fuego apoyado por helicópteros militares igualmente disparando: era la dolorosa retoma horrorosa del PJ en el corazón bogotano.

Tras 28 horas de terror y dolor, 28 largas horas de acciones armadas entre ocupantes y militares, más ocasionales y tensas conversaciones con aquéllos, los hechos fueron dolorosamente elocuentes, a pesar del angustioso llamado telefónico del presidente de la Corte al Gobierno en pleno para que se encontrara una salida pacífica al conflicto: un PJ totalmente incendiado, y un centenar de cadáveres incinerados, esparcidos en pasillos y oficinas, entre los que estaban el presidente de la Corte y una docena de mgdosy consejeros; y,  por supuesto, guerrilleros diligentes y máximos dirigentes de la presunta utopía redentora. El edificio terminó calcinado, 11 de los 25 mgdosde la CS fueron asesinados, miles de expedientes de todo tipo calcinados o perdidos. En síntesis, según el Centro Nacional de Memoria Histórica, de las cerca de 350 personas que allí había murieron 98 “incluyendo magistrados, funcionarios, civiles, guerrilleros e integrantes de la fuerza pública. A estas muertes se suman las 11 personas que fueron desaparecidas forzadamente”.

La rama judicial ha sentido el ataque “como un dolor permanente. Los magistrados asesinados eran colegas, profesores, jefes e incluso familiares de muchos abogados de las siguientes generaciones, y su muerte dejó una impronta que aún hoy lamenta la justicia” (Lewin, 2025): en medio del estupor y el temor, la sevicia del PJ se ensañó en sus hijos. Si los tradicionales dirigentes bipartidistas han gobernado ocultando la verdad y se han apoyado en la mentira para tapar sus desmanes o apetitos, a la guerrilla tampoco le ha importado arriesgar la vida de sus rehenes, excusa para que el Ejército arrasara con todo, “por encima de su deber constitucional de defender a la población civil. La intransigencia de ambos bandos condenó a muerte a un centenar de personas. Y como si no fuera suficiente, una vez terminó el combate, 11 sobrevivientes fueron desaparecidos mientras se encontraban bajo la responsabilidad de las autoridades.” (Duplat, 2025) Así, todo estuvo mal en este doble fuego sangriento que nunca debió encenderse, nunca debió encenderse este fuego dantesco.

El Espectador y El Tiempo, sumado a Cromos, fueron tres de los medios impresos colombianos que plasmaron en sus páginas las horas que duró la toma-crédito Mariano Vimos / Colprensa | @bibliotecanalco/IG, nov 6/25, https://www.infobae.com/colombia/2025/11/06/los-40-anos-de-la-toma-al-palacio-de-justicia-en-colombia-a-sangre-y-fuego-asi-compartio-en-imagenes-la-biblioteca-nacional-como-titularon-los-medios-

Con toda razón, en la historia de Colombia esta tragedia se conoce con el nombre de El holocausto del Palacio de Justicia. Él ha captado la atención de las ciencias humanas y de las artes, solo comparable al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, y el posterior Bogotazo. De ahí la avalancha –sobre todo en los últimos años– de eventos, crónicas, ensayos, entrevistas, testimonios, performances, fotografías, libros, debates e informes sobre ese holocausto (H), que yo como ex docente universitario y jubilado en Lengua castellana y literatura invito a leer y escuchar pausada, contextualizada y reflexivamente. De inmediato me detendré, apoyado en Camila Osorio (2025), en el teatro de la Siempreviva, las instalaciones de Doris Salcedo, la literatura de Ricardo Silva y en las películas que como Noviembre hablan de las heridas emocionales que la justicia no ha alcanzado a resolver, pero que el arte tiene la libertad para no callar.

El dramaturgo Miguel Torres escribió La Siempreviva en 1995. Fue adaptada al cine por el director Klych López en 2015. La obra teatral se ha consolidado como una pieza canónica sobre la tragedia, porque casi cada año se ha presentado en algún lugar de Colombia. Ella retrata a la familia de Julieta, una joven que recientemente había entrado a trabajar en la cafetería del Palacio y que fue uno de los desaparecidos del baño de sangre. En la obra, la madre de Julieta, Lucía, la busca hasta en los rincones de su locura. “Yo no pienso firmar esa demanda”, dice sobre un documento que podría indemnizarla. “Eso sería como admitir que Julieta está muerta, y ella está viva”. Al final de la obra, la voz en off de un investigador que busca esclarecer los hechos, describe el trauma que comparte Lucía con muchos colombianos.

En octubre de este año se estrenó en los cines Noviembre, del director Tomás Corredor con la colaboración del gran director iraní Jafar Panahí –ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes–, que imagina lo que ocurrió en un baño, entre el segundo y tercer piso del Palacio, donde varios civiles estaban secuestrados y dirigidos por Andrés Almarales. ¿Usted quién le dijo que yo necesitaba la ayuda de ustedes?, le dice una trabajadora de la cafetería, una Julieta, al comandante guerrillero, cuando este afirma que los tiene allí para ayudar al pueblo. El filme ha estado en el debate público porque una parte de la familia del mgdo Gaona considera que el director representó injustamente al padre que amaron y perdieron ese día. “Esta película está basada en investigación, pero incluso personas que estuvieron en el baño tienen versiones completamente diferentes de lo que ocurrió”, dijo recientemente Corredor a Camila Osorio de El País de España. Así, este filme dramatiza la presunta perspectiva de rehenes y guerrilleros sitiados en uno de los baños del templo de la justicia.

Es cierto que el relato y la caracterización de Noviembre pudo molestar a los familiares del mgdo inmolado, pero no se justificaba el acto de censura que lograron por medio de una acción de tutela. “El diálogo silenciado no buscaba mancillar al magistrado Gaona, sino precisamente recrear el estigma del cual fue víctima y que probablemente contribuyó a su injusto asesinato. Eran posibles otras soluciones distintas a acallar la cinta. Además, la memoria sobre un hecho de semejante trascendencia histórica no es una garantía únicamente en cabeza de los familiares o herederos de quienes fueron asesinados; la memoria, para que cumpla su función, debe constituirse de manera colectiva. Esos diálogos enmudecidos son un poderoso símbolo de una sociedad incapaz de conversar honestamente sobre este y tantos hechos.” (Bejarano, 2025)

Otras películas como Salvador –2022–, con guion original y dirección de César Heredia, Antes del Fuego (2015), dirección de Laura Mora Ortega y guion de Mauricio Cuervo, traensigue Osorio–la perspectiva de un sastre y de un periodista, respectivamente, que viven la tragedia desde fuera del PJ.  Y la obra de teatro El Palacio Arde, de 2018, fue hecha y actuada con Pilar Navarrete e Inés Castiblanco, familiares de desaparecidos. “Año tras año nos encontramos las dos en el Palacio de Justicia para exigirle al Estado justicia”, dice una de ellas. Como en la Siempreviva, sus familiares muertos aparecen en escena. “El teatro no tiene la tarea de hacer memoria, pero eso se le da”, dijo el dramaturgo Torres. “Es formidable que el público se lleve la obra a vivir en su corazón”, agregó.

Algo parecido, sobre el corazón y las emociones, es lo que nos dice el escritor Ricardo Silva desde la literatura. “Su madre trabajaba en el Palacio cuando era un niño, y él acaba de publicar una novela llama-da Mural, un recorrido de varios personajes basados en quienes existieron y le daban vida al lugar. Usted tiene enfrente un mural de nuestra guerra, dice el narrador al principio del libro. La ficción para lo que sirve es para recrear los momentos y hacerlos comprensibles emocionalmente, complementa el autor sobre el poder del arte ante las heridas que el sistema de justicia no logra sanar.” (Osorio, 2025) En nuestro Guernica, sostiene Gloria Arias (2025), las palabras y los muertos se pueden tocar, los desaparecidos vuelven de la niebla y los gritos retumban en las páginas como si el papel fuera una caja de resonancia para que nadie se atreva a callar la historia; para que nadie deje de preguntarse por qué si la infausta toma estaba tan anunciada, el Estado no protegió el templo de la justicia.

Y que a nadie se le ocurra quedarse tranquilo con una verdad que 40 años después sigue esquiva, tergiversada e incompleta por los intereses de turno. Silva aborda emociones genuinas, complejas, con una mezcla magistral de rigor, sensibilidad y lenguaje. Recorrí sus páginas –dice Arias–con el aire entrecortado, porque no es un libro sino un Guernica inmenso colgado en la Plaza de Bolívar, frente al alma de lectores, víctimas y transeúntes: he aquí pues la historia como novela, un aporte muy valioso a la tarea de rescatar nuestra historia y honrar la memoria de las víctimas de nuestro eterno conflicto.

Casi igual de icónica a la Siempreviva es una instalación de la reconocida artista Doris Salcedo, de 2002, titulada Noviembre 6 y 7. “En esas fechas hizo colgar 280 sillas vacías, de madera, en las paredes externas del nuevo edificio de mármol donde se encuentran las altas cortes, en la misma esquina del centro de Bogotá donde estaba el Palacio que terminó calcinado… Las sillas no se colgaron todas inmediatamente, sino a lo largo de varias horas, en el momento exacto en que fallecieron las personas que representan. Yo no me estaba imaginando nada, no estaba decorando la fachada, estaba intentando ser muy fiel a los reportes forenses, dijo Salcedo en una entrevista años después.” (Osorio, 2025) Estaba también, como muchas obras de los artistas colombianos que se acercan al dolor del palacio sin justicia, llegando al corazón.

Existen otros libros importantes como Noches de humo, de Olga Behar, en el que emociones, dramas y una trama escondida tras las balas y el fuego incinerante es lo que les espera a sus protagonistas durante 28 horas de terror; es una obra testimonial de 1988 que se lee de la misma forma vertiginosa como sucedieron los hechos. El Palacio de Justicia, una tragedia colombiana, de la irlandesa Ana Carrigan, texto de 1993 con 296 páginas que relata la brutalidad del ejército en la catastrófica acción con la que definió la triste suerte de los rehenes del M19, reviviendo los momentos más dramáticos de esta historia. El Palacio sin máscara, de Germán Castro Caycedo, abarca lo que nadie escuchó durante 22 años en torno al H, tiempo en el cual pareciera que se hubiese realizado un pacto para ocultar parte de la verdad de lo ocurrido; es un reportaje de 2012 en el cual ni una sola palabra deja de estar sustentada en documentos obtenidos por el autor en seis juzgados penales, en el Tribunal Especial de Instrucción Criminal, en la Comisión de la Verdad (CV), en el CE, en la Procuraduría General de la Nación, en Tribunales Contenciosos Administrativos y especialmente en la Fiscalía General de la Nación que volvió sobre la investigación de delitos como la desaparición forzada agravada. Y Los once, de Miguel Jiménez, José Jiménez y Andrés Cruz, es una novela gráfica de 2014 que nos acerca al plano más íntimo y privado del PJ y nos muestra las horas de espera, angustia y esperanza vividas por la familia de uno de los once desaparecidos; simultáneamente, presenta lo que ocurre al interior del edificio y construye una metáfora sobre el enfrentamiento armado a través de personajes animalizados, ratones, palomas, mirlas y perros, que permiten una nueva comprensión del doble fuego sangriento.

En definitiva, pues, en las obras analizadas hay aportes importantes para que las generaciones pasadas y futuras entendamos algunos aspectos del entramado y la complejidad del H del PJ, el cual es imposible reducir a un único relato. Es inevitable hacer alusión a la Melancolía de la resistencia, un relato magistral del actual Nobel de literatura László Krasznahorkai, quien construye “un escenario humano desolador en el que la inteligencia es anulada por la fuerza bruta y la violencia, y en el que el caos arrastra irremediablemente a unos personajes que, entre el conformismo y la insignificancia, no aciertan a crear un nuevo orden menos cruel y menos gris.” Esa vida húngara poco creativa transcurre atrapada en una atmósfera de terror, amarga ironía y desilusión muy similar a la nuestra.   

La Siempreviva, de Miguel Torres, Sillas vacías del Palacio de Justicia, de Doris Salcedo, y Noviembre, de Tomás Corredor. Delia Zapata/ Art-nexus/ Burning en https://elpais.com/america-colombia/2025-11-06/el

El H palaciego está tan vigente y pugnaz que de él participa el presidente Gustavo Petro; si bien no intervino en la toma, “ha defendido un relato que reduce la responsabilidad de sus antiguos camaradas.” –Lewin, 2025– (ver la autobiografía del libro de Petro en mi reseña https://www.dairogonzalezquiroz.com/leer/una-vida-muchas-vidas/) Es tan sensible el asunto como ya he dicho que una juez ordenó eliminar un diálogo de Noviembre; e incluso el pasado 5 de nov el expresidente procesado Álvaro Uribe propuso una nueva norma “que a los militares que participaron en el rescate del Palacio de Justicia, condenados o todavía en investigación o juicio, les conceda todos los beneficios equivalentes a una sentencia absolutoria”.

En fin, para la conmemoración del cuadragésimo aniversario del H ha hablado mucha gente que directa e indirectamente tuvo que ver con el horror, verbigracia: dos hijos de mgdos asesinados, Mauricio Gaona y Carlos Medellín, “le dieron sendos puntillazos a la narrativa del M-19.” Otro ejemplo es el de Helena Urán Bidegain –escritora que publicó en 2023 Mi vida y el Palacio, y este año Deshacer los nudos; ella lidera la Fundación Carlos H. Urán con el lema: necesitamos espacios donde la sociedad sienta que esto le concierne–, quien continúa su lucha para que la justicia colombiana reconozca que su padre, Urán Rojas, fue rescatado del PJ, “pero luego desaparecido, torturado y ejecutado extrajudicialmente”, como lo indica un fallo de la CIDH. Y siguen innumerables testimonios, pero solo nos detendremos en el de Humberto Murcia Ballén, el mgdo que fingió su muerte para sobrevivir a la toma y retoma, quien habló antes de su fallecimiento en 2019 con Jairo Valderrama V. para un especial que se publicó en El Espectador el pasado 6 de nov.

El mgdo, después de la explosión intempestiva que reventó el amplio ventanal de su oficina, lo obligó a refugiarse debajo de su escritorio. “El cerco de las balas que silbaban a su alrededor le exigían permanecer en absoluto silencio y lo más oculto que le fuera posible. Su condición física le impedía contar con mayores oportunidades para salir de ese infierno terrenal.” Llevaba una prótesis en la pierna derecha desde hacía muchos años y solo podía desplazarse en muletas: paradójicamente, “un potente proyectil despedazó su prótesis sin causarle ninguna herida mortal”. La angustia, el dolor y los ruegos indetenibles al Todopoderoso lo indujeron a buscar un refugio menos arriesgado, pues su oficina, situada hacia el exterior del PJ, estaba más expuesta a los feroces ataques. “Resbalándose por el suelo, impulsado con lentitud por la fuerza de sus brazos y de la pierna izquierda, fue llegando a los corredores, donde se encontró con un cuadro que parecía remedar las escenas del infierno narradas por Dante Alighieri en su Divina Comedia.”

Por causa de las tuberías rotas debido a los estruendosos impactos –sigue Valderrama–, el agua que invadía los pisos y las escaleras se mezclaba con la sangre que emanaba de los incontables cadáveres que yacían por casi todos los espacios de la edificación. El mgdo Murcia notó la luz en un baño situado al costado del corredor y empezó a tomar camino para resguardarse allí. A punto de llegar, se postró aún más sobre el piso en una quietud absoluta mientras por encima de él sentía pasos apresurados que iban y venían, además de los gritos y los disparos que no cesaban. Continuó, entonces, hasta el baño donde se encontró con el también mgdo Horacio Montoya Gil, y ya juntos intentaron acordar alguna idea de salvación. Cuando parecía que un poco de consuelo y una pequeña esperanza estaban naciendo, se escuchó un estruendo aturdidor que paralizó por varios segundos al mgdo Murcia. Cuando este abrió los ojos, solo a pocos centímetros vio postrado y sin vida a su colega Montoya.

En el recinto de esa CSJ, que él había presidido en 1984, “la terrorífica realidad del momento ahora lo obligaba a reptar, no solo para evadir los disparos, sino para apartarse de las gigantescas llamas que danzaban con su tétrica luz y del denso humo que se elevaba a los cielos…, la muerte le exigía al magistrado Murcia Ballén arrastrarse, humillarse ante ella para concederle un poco más de vida. Las versiones de Mónica Murcia, hija del magistrado, revelaron cómo esta tenebrosa experiencia, que sacudió a Colombia…, dejó marcas imborrables, sobre todo porque su padre guardó en la memoria para el resto de su vida… los golpes del aniquilamiento, entre los que se cuenta la forma en que cayó ante sus ojos el también magistrado Manuel Gaona Cruz, como consecuencia de un disparo mortal.” (Valderrama, 2025)

El doctor Murcia continuó la más espeluznante de sus carreras por las baldosas de un baño, que ardían en el infierno de la venganza y la extorsión. Ahora, daba otro significado al tiempo, quizás llamándolo “eterno”, porque faltando un mes para cumplir sus 55 años, que empezaron a contarse desde su natal Ubaté, el pueblo donde nació en 1930, este periodo aparentaba llegar a su fin. Su condición de mgdo de la CSJ jamás le trajeron ningún instante de tan exagerada pesadumbre como este que ahora padecía. De esa ensoñación, de manera abrupta lo sacó un guerrillero que de manera intempestiva ingresó al baño para rematar, sin la mínima consideración, a algunos de los cuerpos que quizás mostraban algún indicio de vida. El doctor Murcia sostuvo su respiración y la quietud lo invadió, soportando al tiempo el contacto de la muerte con quienes ya habían dejado este mundo sin la eventualidad siquiera de haber imaginado tan abrupta desaparición.

“Las esquirlas que habían herido su rostro, sin que aún lo notara, y la falta de la pierna derecha pudieron ser los motivos para que el desconocido agresor conjeturara que al frente solo tenía un cadáver. Al borde de una de las escaleras que caían hasta el primer piso, el guerrillero empujó el cuerpo del doctor Murcia Ballén, quien se dejó llevar por la inercia y la gravedad juntas, sin mostrar ningún indicio de vida. Ya en el primer nivel, pero todavía en medio de esa diabólico escenario y tendido en el piso, levantó la cabeza con suma prudencia y se encontró con la mirada atónita de uno de los soldados del Ejército” (Valderrama, 2025), quien le prestó auxilio. De las víctimas mortales que se hallaron en el H, 20 corresponden a sus colegas mgdos. Aparte del Dr. Murcia, “solo ocho más de ellos salvaron sus vidas, la mayoría con el socorro de los miembros de las Fuer-zas Armadas, que trasladaban de inmediato a cada uno de los rescatados al Museo de la Independencia Casa del Florero, situado a unos 20 metros, en el costado nororiental de la calle 12 con carrera séptima…” (Ibíd)

Por unas horas–continúa Valderrama–, el doctor Murcia permaneció en ese improvisado lugar de refugio. Más tarde, fue trasladado al Hospital Militar donde recibió la atención médica necesaria para que se recuperara de sus heridas corporales. Sin embargo, de acuerdo con las versiones de su hija Mónica, la conmoción de esas siniestras horas de angustia quedó arraigada por los 33 años de vida que aún le faltaban para seguirle sirviendo al país. Esos últimos años, él se dedicó a trabajar incansablemente por la defensa de los derechos humanos, consciente de que en el doble fuego sangriento de nov de 1985 se habían cambiado las leyes y las palabras por las armas y la violencia: Colombianos, las armas os han dado independencia, os darán libertad, paradójicamente, es el lema que está en la entrada del PJ cuyo autor es Francisco de Paula Santander.

Indudablemente que la historia del mgdo Murcia es “una demostración de resiliencia y coraje, una prueba de cómo, en medio de los caminos más oscuros, la luz de la esperanza, de la paciencia y de la justicia iluminan las conciencias cuando estas son transparentes. Y él llevó hasta el final de sus días… esa luz que hoy ilumina al mundo e inspira a todos aquellos que deseen buscar un cambio favorable y justo para esta humanidad agobiada y doliente”, termina afirmando Jairo Valderrama V. No obstante, por todos estos años, familiares de víctimas del PJ han llorado en las tumbas equivocadas e incluso muchos aún no saben qué pasó con sus seres queridos luego del asalto estúpido a sangre y fuego del M19 y la imbécil retoma criminal del Ejército.

De ahí que, 40 años después, de la derecha a la izquierda, cientos de ciudadanos aún tienen preguntas que, consideran, la justicia no ha respondido: ¿Por qué se retiró la seguridad de Palacio antes de la toma? ¿El presidente Belisario Betancur dio la orden de tomarse el Palacio a punta de tanques de guerra? ¿Qué motivó a los guerrilleros que entraron al Palacio? ¿Quién ordenó la desaparición de 11 personas? Las preguntas, importantes y dolorosas, se convierten en pensamientos intrusivos cuando la justicia no ha podido resolver las dudas. (Osorio, 2025)La actualidad de lo ocurrido pasa aún por esas y otras conclusiones-preguntas con o sin respuesta; yo me detendré en cinco siguiendo a Juan Esteban Lewin (2025).  

La 1ª tiene que ver con la protección de los mgdos. Pese a que se había develado un plan de la guerrilla para atacar el PJ, una noticia que había llenado titulares de prensa, y a que varios mgdos habían recibido amenazas de muerte, la seguridad del Palacio había sido reducida en días previos a la toma. “Yo quisiera tener la respuesta a la pregunta de quién dio esa orden”, dice Ángela María Buitrago, exministra de Justicia y quien como fiscal lideró la investigación penal por las desapariciones forzadas de una decena de personas, en manos de militares. Máxime si uno de los relatos de estos días recordó que, en la mañana del mismo día de la toma, en la cafetería del PJ, el presidente del CE “Carlos Betancur Jaramillo y su compañero Gaspar Caballero Sierra, observaron sorprendidos que ni las puertas del garaje del sótano, ni en la recepción de la entrada principal, ni en los pasillos, se encontraban los agentes de policía que desde el 16 de octubre habían prestado un servicio especial de vigilancia.” (Alarcón, 2025) En un texto que publicó Alfonso Gómez M, hace diez días en Cambio, hacía la misma pregunta de la exfiscal Buitrago e invitaba Gómez “al director de la Policía de entonces, general Víctor Delgado Mallarino, que está vivo, para que respondiera. Cinco días después, falleció… Ramón Jimeno, en su libro Noche de lobos, cuenta que el general Miguel Vega Uribe, quien fue ministro de Defensa, “murió el mismo día en que fue llamado por la Corte Suprema de Justicia a responder por los hechos del Palacio” (página 80).” (Ibíd) ¿Será que el silencio también mata?

La 2ª es el motivo del ataque. Al iniciar este ensayo cité una proclama que el M19 emitió desde su asalto al PJ que llamó Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre. Ella también convocaba “al juzgamiento público de unas minorías apátridas que han hecho fraude a los anhelos de paz y traicionando las exigencias de progreso y de justicia social a la nación entera”, para luego exigir a los principales medios de comunicación la difusión del proceso que soñaban. “Señores magistrados: tienen ustedes la gran oportunidad, de cara al país, y en su condición de gran reserva moral de la República, de presidir un juicio memorable”, se lee más adelante.

Pero la sombra del narcotráfico ha girado en torno a la toma del PJ desde su mismo año, pues, los guerrilleros coincidían en una demanda de los narcotraficantes. “Mediante un impopular escandaloso Tratado de Extradición, se entrega nuestra juricidad –la más creciente y novedosa de todas las entregas–, que es golpe mortal contra la soberanía nacional», se lee en la citada proclama. Aunque, sobre todo personas cercanas a Pablo Escobar han dicho que el capo pagó a la guerrilla por el ataque, intentando evitar que la Corte Suprema avalara ese tratado, al que se oponían a sangre y fuego. Quien fuera el lugarteniente, Jhon Jairo Velásquez, Popeye, es una de esas fuentes; otras han sido Virginia Vallejo, amante del narco, o el jefe paramilitar Carlos Castaño. Claro que el ex narcotraficante colombo-alemán Carlos Lehder lo niega en su libro Vida y muerte del cartel de Medellín.   

La pregunta sigue en el aire ya que las pruebas son enrevesadas y no es claro que una atrocidad de ese tipo tuviera el efecto esperado. Lo más cercano a una respuesta, de acuerdo con una CV conformada por las altas cortes en 2005 para esclarecer los hechos del PJ, es señalar esta como una hipótesis probable: “Todo indica, entonces, que hubo conexión del M-19 con el Cartel de Medellín para el asalto al Palacio de Justicia”. Sin embargo, sondear si en 1986, después de la toma, el M19 contribuyó, con Pablo Escobar, a difundir y consolidar la lacra del narcotráfico, es muy arriesgado como lo insinúa Mauricio Rubio (2025).

La 3ª pregunta es hasta dónde los militares asumieron el poder real durante esas horas terribles. El entonces ministro de Justicia, el político liberal Enrique Parejo, argumentó en su libro La tragedia del Palacio de Justicia que se dio un vacío de poder, en el que fueron los generales quienes decidieron qué hacer; además de describir los antecedentes de la toma, explica que durante su presidencia, Betancur buscó la paz con la guerrilla, pero la Fuerza Pública se opuso a los diálogos presionando una política de aniquilamiento, lo que llevó a la tragedia en el Palacio de Justicia. Pero su entonces colega de Gobierno, Jaime Castro, también publicó otro libro denominado Del Palacio de Justicia a la Casa de Nariño en el que argumenta “que no hubo tal, y que la decisión de responder con la fuerza vino de Betancur y su Gobierno, que temía que darle juego a los guerrilleros hubiera llevado a que estos lograran un levantamiento popular y se tomaran el poder.” (Lewin, 2025)

Noemí Sanín, quien era la entonces ministra de Comunicaciones y quien ha sido cuestionada por varias decisiones que tomó, entre ellas haber ordenado la transmisión de un partido de fútbol mientras ocurría la crisis, conversó con Helena Urán Bidegain de Cambio (2025) en la que además de hacer reparos por el corte de las comunicaciones internas con el edificio, también explica las decisiones del presidente y reflexiona sobre este episodio sangriento: “Nosotros, los ministros civiles, no teníamos nada que ver con la operación militar. Cuando entraron los tanques y cuando llegó el helicóptero, nos enteramos por la televisión”. En fin, en la perspectiva de las responsabilidades del Gobierno, es inexcusable la falta de actuación para prevenir la toma; aunque con relación a la retoma, según Daniel Coronell, la actuación del Gobierno fue inmediata y cuidadosa para rescatar sanos y salvos al mgdo Jaime Bentacur Cuartas, hermano del presidente, y a la consejera de Estado Clara Forero, esposa de Jaime Castro, y después sí ya el ensañamiento total con las consecuencias conocidas y analizadas.

El 4º interrogante gira alrededor de la responsabilidad por cada asesinato, cada desaparición, cada decisión en las 28 horas de combates e incendios. “Investigadores, periodistas e interesados se han topado con todo tipo de problemas para encontrar pruebas suficientes de lo ocurrido. En algunos casos, los testigos dan versiones encontradas; en otros, los testigos han muerto –esos días, o en las cuatro décadas que han pasado–; en unos más, la falta de pruebas de balística o la manipulación del Palacio por policías y militares antes de que llegaran los funcionarios judiciales impide tener las suficientes pruebas técnicas.” (Lewin, 2025)

Quizás la más significativa de las preguntas sin respuesta –5ª y última–, que va de lo judicial a lo político, es si los militares sabían que el M19 iba a hacer el ataque y lo permitieron, para así poder golpear con fuerza al M19 en lo que algunos han llamado operación ratonera. Aunque los generales lo han negado de forma reiterada, los tres magistrados que lideraron entre 2005 y 2010 una comisión para investigar los hechos, le dan crédito a la idea al igual que el exministro Parejo. La CV “considera esta hipótesis como una de las más probables”, se lee en su informe final. “Jorge Aníbal Gómez, José Roberto Herrera y Nilson Pinilla señalan que el Ejército estaba vejado en su dignidad y herido en su amor propio por acciones pasadas de una guerrilla especialmente mediática. Otros han adicionado que los militares estaban molestos con el presidente, que había adelantado diálogos de paz sin consultarles y contra su opinión”, termina diciendo Juan Esteban Lewin.

Una última reflexión: ante la bifurcación de la memoria sobre el H del PJ, el actual Gobierno tenía la oportunidad de impulsar políticas culturales y educativas encaminadas a encauzar correcta y sensatamente los trágicos hechos. La conmemoración de sus 40 años, a pesar de las buenas intenciones, no está cumpliendo sus objetivos. Sigue pendiente una labor en la que deben implicarse también la derecha y la ultraderecha; harían mal tanto el presidente Petro como ellos buscar rédito electoral en una tendencia manipuladora tanto de la oposición y la izquierda como del propio Ejecutivo. En este sentido, estoy de acuerdo con Rodrigo Uprimny: “Es necesario que el Estado (y en particular el Ejército) y quienes hoy simbólicamente representan al M-19, como el presidente Petro, asuman sus respectivas responsabilidades políticas y morales por las atrocidades de la doble toma del Palacio, pidan explícitamente perdón y se comprometan a brindar toda la verdad posible” porque aún hoy esa verdad sigue esquiva, tergiversada e incompleta.

Es evidente pues que la toma del PJ no fue ninguna genialidad del guerrillero Luis Otero como lo sostiene la izquierda: fue una grave equivocación, llena de atrocidades y una clara violación del DIH. Tampoco la retoma de los militares fue una actuación inteligente en defensa del orden constitucional del Estado democrático como lo sostienen la derecha y/o ultraderecha. Obvio que no se puede “sustituir la verdad histórica por un relato ideológico creado para legitimar a quienes sembraron terror y convertirlos en supuestas víctimas del Estado” (Casas, 2025) o de la guerrilla. En definitiva, tanto toma y retoma fueron acciones criminales que merecen estudios rigurosos y aprendizajes sólidos para ni lo uno u otro se repitan nunca más. A pesar de que nos enseñaron a mirar hacia el futuro, sin mirar atrás; hay que desaprender eso porque si en Colombia se decide olvidar nuestra historia, nunca aprenderemos de ella. La remembranza del H del PJ es un ejemplo doloroso: si este hecho de semejante trascendencia histórica no se cuenta, se olvida. El pasado, ilustra el español Javier Cercas (2025) a propósito de la terrible dictadura franquista en su país, “no pasa nunca: es una dimensión del presente sin la cual el presente está mutilado. Lo mejor que se puede hacer con el pasado, empezando por el más tenebroso, es entenderlo: esa es la única forma conocida de poder dominarlo.”

En suma, entonces, después de 40 años de la toma y retoma del PJ asimilamos varios aprendizajes, que implican su entendimiento y dominio, pero finalmente enfatizamos cinco: 1º. Colombia no se acabó esos dos infortunados días de nov de 1985, pues, “luego vendrían la Constitución, los esfuerzos de paz, la reconstrucción de la justicia, las investigaciones que siguen dando respuestas y la apuesta de una sociedad civil cansada de violencia. Nos dejó la convicción de que nunca queremos volver a ver el Palacio de Justicia en llamas y de que este proyecto de nación necesita construirse en paz.” (elespectador.com, 2025)

2º. A todos los mayores de 50 años como yo nos persigue el recuerdo de esos desgarradores días de nov de 1985. “Para siempre quedarán grabados el tanque entrando a roquetazos al Palacio de Justicia, la suplicante voz del presidente de la Corte Suprema… clamando por un cese al fuego, el rostro descompuesto del presidente Betancur, desbordado por los acontecimientos, el Palacio ardiendo durante horas con cien personas adentro…” (Santos, 2025) Gritos e imágenes que exigen la necesidad de un lugar para recordar, “para fijar las voces de los inmolados. No una exposición parcial o temporal en la Casa del Florero. Un lugar en el que puedan verterse las culpas, los reproches y las celebraciones; un lugar permanente para la fluctuante memoria del Palacio” (Bejarano, 2025), para que a su vez las generaciones menores de 50 años tengan la oportunidad de conocer objetivamente esa tragedia. 

En cierto, se necesita un museo que amplíe el contacto de la gente con la historia del PJ, “que haga un aporte democrático y humano, que exalte el coraje cívico para exigir instituciones sólidas y que reitere que no podemos seguir matándonos… Tenemos que dejar de caminar sobre los lugares que cargan las tragedias como si no hubiera pasado nada. Como sociedad civil estamos llamados a la grandeza que no han tenido los soberbios y negacionistas de lado y lado” (Morales, 2025), y a dar la mano a las víctimas con sus familias que siguen padeciendo la angustia del paso del tiempo en medio del miedo, los silencios obligados y sin la verdad anhelada. Merecemos “un país distinto y eso empieza por ser conscientes de la real construcción de la memoria. Y no puede haber una memoria bien construida si no están allí la toma y retoma del Palacio de Justicia.” (Ibíd) Es claro que el pasado revive cuando se recuerda. Y es obligado hacerlo con cuidado al tratar el H del PJ. En medio del magnetismo que ejerce esta efeméride, es necesario aprender que la desmemoria, el desconocimiento y el olvido son imperdonables.

3º. 40 años después del H, las respuestas a las preguntas formuladas han variado, dejando un legado de desconfianza y poca credibilidad, como cuando los militares negaron conocer el plan del M19 lo que mantiene vivas y abiertas las heridas. Igualmente, de manera provocadora e irresponsable, “Gustavo Petro trinó que el informe científico forense determinó que ninguna bala proveniente de armas del M-19 se encontró en los cuerpos de los magistrados asesinados en Palacio. Carlos Medellín reviró: ¡falso, falso, falso!.” (Rubio, nov 13) Porque quedaron testimonios presenciales imposibles de tapar como los ya citados y analizados.

A pesar de ser la responsable de las comunicaciones, Noemí Sanín dio respuestas insuficientes para imponer un partido de fútbol antes que la divulgación imprescindible de semejante horror, dejando entrever además que ese tema no era con ella. No obstante, ella tiene razón al decir que el M19 ha cumplido, pues, “no ha vuelto a tomar las armas y se ha incorporado a la vida civil. Creo que sanar y aceptarlos en la civilidad, que puedan ser alcaldes e inclusive llegó el presidente Petro al poder, es importante. Las restricciones crean violencia. Hubo un sacrificado: las víctimas y la verdad. Me parece que todos, empezando por el M-19, deberían decirle al país la verdad sin ninguna consecuencia penal, porque ya fueron amnistiados. Sería un acto muy valioso. Después de vivir lo del PJ uno no es el mismo.” Definitivamente, uno no es el mismo después de todo lo sucedido, visto y escudriñado. Por eso, debemos seguir explicando —sin odio ni nostalgia ni afán de venganza— cómo fueron posibles todos aquellos horrores.

4º. La toma feroz e irracional de la extinta guerrilla y la retoma desmedida y brutal del Ejército Nacional, en pleno centro de Bogotá, dejaron un centenar de muertos, una docena de desaparecidos y una cúpula judicial masacrada. De ese horror, nos quedan marcados en la memoria el color y el olor de la violencia, las llamas y el humo; “el miedo y las torturas, el fracaso de la política y de la guerra; la derrota de guerrilleros, gobernantes y militares. Fue un naufragio en seco. Una desgracia criminal que acaba de cumplir 40 años y nunca dejará de doler.” (Arias, 2025). Pero neutralizado los extremos estúpidos de guerrilleros, gobernantes y militares, a pesar de la violencia que sigue y gracias al exitoso proceso de paz con el M19, se ensanchó el espacio de la convivencia para que la reconciliación dejase de ser una utopía y se convirtiera en realidad. Por contraste con el pasado oscuro, es ese legado el que nos interpela cada nov.

Y el 5º. aprendizaje enfatiza que recordar y nombrar lo sucedido es un gesto que honra a las víctimas de un país tan lleno de odio y venganza. Se centra en que la barbarie transcurre, pero pasa; ella siempre acecha y puede encenderse con una mala decisión que la empeora. Por eso, cuando se está en medio de las adversidades, hay que ser muy inteligente, cuidadoso y esperanzador. A pesar de que el Caribe y el Pacífico siguen acechados por la peligrosa águila imperial, finalmente clamamos para que nuestras vidas no sigan sumida en una atmósfera de violencia, amarga ironía, melancólica resistencia o arrinconamiento similar al mundo de Krasznahorkai: ¡No más templos de Justicia en llamas, qué cesen las horribles noches y los días aciagos y qué las energías positivas del universo, los cósmicos susurros sagrados y las ciencias humanas y las artes pobladas de amor, educación y virtud nos ayuden a acertar en la construcción de un nuevo orden menos cruel y menos gris.

INDISPENSABLES MURMULLOS REFERENCIALES

Alarcón, Óscar (2025, nov 25). ¿El silencio mata? El Espectador, Bogotá, 25 de noviembre de 2025 – 12:05 a. m. https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/oscar-alarcon/el-silencio-mata/

Arias Nieto, Gloria (2025, nov 11). “Mural”, nuestro Guernica en la plaza de Bolívar. El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/gloria-arias-nieto/mural-nuestro-guernica-en-la-plaza-de-bolivar/.

Bejarano Ricaurte, Ana (2025, nov 9). MEMORIA PARA EL PALACIO. Los Danieles y Cambio Colombia, Bogotá, https://cambiocolombia.com/los-danieles/articulo/2025/11/memoria-para-el-palacio/

Casas, Sofy (2025, nov 9). Asalto al Palacio de Justicia: 40 años después. Semana, Bogotá, https://www.semana.com/opinion/articulo/asalto-al-palacio-de-justicia-40-anos-despues/202500/

Cercas, Javier (2025, nov 16). Nada que celebrar. El país de España, Madrid, https://elpais.com/espana/2025-11-16/nada-que-celebrar.html

elespectador.com (2025, nov 6). ¿Y si aprendemos de la horrible historia del Palacio de Justicia? El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/editorial/editorial-y-si-aprendemos-de-la-horrible-historia-del-palacio-de-justicia/

Lewin, Juan Esteban (2025, nov 6). Las heridas y los interrogantes que siguen abiertos tras 40 años de la toma del Palacio de Justicia. El país de España, Madrid, https://elpais.com/america-colombia/2025-11-06/las-heridas-y-los-interrogantes-que-siguen-abiertos-tras-40-anos-de-la-toma-del-palacio-de-justicia.html

Morales, Claudia (2025, nov 13). Otro asunto pendiente: un museo sobre la desgracia del Palacio de Justicia. El Espectador, Bogotá,  https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/claudia-morales/otro-asunto-pendiente-un-museo-sobre-la-desgracia-del-palacio-de-justicia/

Osorio, Camila (2025, nov 6). El arte colombiano retrata la herida abierta del Palacio de Justicia. El país de España, Madrid, https://elpais.com/america-colombia/2025-11-06/el-arte-colombiano-retrata-la-herida-abierta-del-palacio-de-justicia.html

Rubio, Mauricio (2025, nov 6). Menopausia con memoria selectiva, sin víctimas del M-19 ¿Y qué? El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-rubio/menopausia-con-memoria-selectiva-sin-victimas-del-m-19-y-que/

__________ (2025, nov 13). Los puntillazos a la narrativa del M-19 sobre la toma del Palacio de Justicia. El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-rubio/los-puntillazos-a-la-narrativa-del-m-19-sobre-la-toma-del-palacio-de-justicia/

Santos Calderón, Enrique (2025, oct 26).  SE VOLTEÓ LA TORTA. Los Danieles y Cambio Colombia, Bogotá, https://cambiocolombia.com/los-danieles/articulo/2025/10/se-volteo-la-torta/

Uprimny, Rodrigo (2025, nov 16). Los indultos al M-19 y las astucias de NHM. El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/rodrigo-uprimny/los-indultos-al-m-19-y-las-astucias-de-nestor-humberto-martinez/

Urán Bidegain, Helena (2025, nov 6). Noemí Sanín habla SOBRE EL ASALTO AL PALACIO DE JUSTICIA. Cambio, Bogotá, cambiocolombia.com/poder/articulo/2025/11/nada-mas-injusto-que-achacarme-a-mi-lo-del-partido-de-futbol-noemi-sanin-habla-sobre-el-asalto-al-palacio-de-justicia/

Valderrama V, Jairo (2025, nov 6). Humberto Murcia Ballén, el magistrado que fingió su muerte para sobrevivir la toma al Palacio de Justicia. El Espectador, Bogotá, https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/humberto-murcia-ballen-el-magistrado-que-fingio-su-muerte-para-sobrevivir-la-toma-al-palacio-de-justicia/

8 respuestas a «40 AÑOS DEL DOBLE FUEGO SANGRIENTO»

  1. Excelente y ponderado artículo, uno de los mejores de este blog.
    Sigue, sigue la audiencia sobre el tema y se teje cada día la realidad de dichos acontecimientos.
    Por mi parte, adelanto la novela sobre el tema, cada vez con mayores requerimientos en la medida en que crecen las reflexiones y los materiales.
    Tu ruta de aprendizajes es indispensable si queremos salir de la vorágine sangrienta que ahoga desde siempre este país.

  2. Otra de las arraigadas luchas del hombre Colombiano por la supervivencia de su ser, Continúa el gran enigma de los avatares cotidianos que No suelen dejar la lucha de Poder causando recepción en una sociedad que sigue siendo escudo de los diferentes problemas del hombre.

  3. Es verdad, que Alfonso Reyes Hechandía suplicó en forma desesperada por la radio; Todelar, el cese del fuego al entonces presidente Belisario Betancourt; este haciendo caso omiso a tal petición siguió con la furrusca; me consta personalmente.
    También es verdad, que la verdad de los hechos no se han esclarecido y más verdad es, que jamás se esclarecerán; es nuestro país.

  4. Gracias profe Dayro por compartir su artículo. En particular me permite rememorar tan trágico suceso, lo cual me lleva a seguir pensando, en un futuro mejor para nuestra sociedad y nuestro país; futuro que debe estar apoyado por la verdad, por supuesto la memoria y acompañadas por el perdón a todos los estamentos y de todos los involucrados y afectados, como muy bien lo afirmas, sin olvidar pero también sin guardar rencor…

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