30 AÑOS DE LA CAÍDA DEL CAPO MAYOR

A la décima estrella alcanzada este año por el Junior de Barranquilla, símbolo de la alegría que a la vida da todo y a la muerte nada.

¡Noble lector sentipensante y librepensador exigente!, el pasado 2 de diciembre se cumplieron 30 años del abatimiento de Pablo Escobar Gaviria-PEG-, patrón del mal nacido en Rionegro Antioquia en 1949. “Su muerte apaciguó el ruido de las bombas y los fusiles, pero Colombia aún no ha podido recuperarse de su herencia maldita.” (Duzán, 2023) Como homenaje a las víctimas que pocos se evocan en esta efeméride ruidosa, voy a hacer memoria para recordar a algunas de ellas en aquel país acorralado por el narcotráfico con la consternación de “aquellos años en los que el terror se apoderó de nosotros.” De un país amenazado por El capo de capos que sembró el miedo y cambió para siempre el rumbo del país. Aunque quisiera, tampoco es posible borrar de la memoria a tan siniestro personaje: “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, decía Santayana.

Pocas fechas tenemos tan grabadas los colombianos como la del 2 de diciembre de 1993: día y mes en que PEG fue abatido en un tejado del sector popular de las Américas en el occidente de Medellín -Oscar Alarcón interrogaría y afirmaría: “¿En qué se parecían Kennedy y Pablo Escobar? En que ambos murieron en tejas”-. La primicia me cogió en mi hogar, viendo intranquilamente en familia los noticieros por televisión. Ella le dio mucho sosiego a nuestro hogar y se sintió el respiro de alivio de todo Colombia -aunque en Medellín no faltaron los lamentos- porque este hombre era uno de los criminales más execrable parido por la patria a lo largo de su historia que el mundo no había visto; su sola existencia entrañaba un riesgo mortal para todos los vivientes porque le declaró la guerra a la Sociedad y al Estado.

El jefe del Cartel de Medellín y de sus principales secuaces fueron dado de baja (“salvo su brazo derecho y sicario mayor, John Jairo Velásquez, el infame Popeye, autor de más de doscientos asesinatos que murió de cáncer en su cama hace dos años, no sin antes convertirse en una figura mediática que cobraba por entrevistas y en autor de un libro cuya editorial calificó de ´impactante thriller´ y `trepidante novela.` Las cosas que se ven.” -Santos, 2023-) por fuerzas del Bloque de Búsqueda, cuando intentaba huir por los tejados de una residencia humilde de la capital de Antioquia, instante captado por el pincel genial de Fernando Botero -ver-. Las autoridades lo buscaban milimétricamente desde que se fugó de La Catedral, cárcel cercana a Medellín escogida y acondicionada por el mismo capo para entregarse. El Bloque de Búsqueda halló pista luego de que la familia de PEG no fue recibida por ninguno de los países donde intentó refugiarse y tuvo que regresar a Bogotá. Una de las llamadas que Pablo hizo le dio tiempo a la policía de rastrear el lugar donde se hallaba escondido.

El patrón del mal –nombre de una dramática serie colombiana producida y emitida por Caracol Televisión en 2012, creada porJuana Uribe quien se basó en La parábola de Pablo de Alonso Salazar y dirigida por Carlos Moreno y Laura Moray su ejército de sicarios puso al establecimiento en vilo, a través de una campaña terrorista en todos los frentes y por todos los medios que acabó con la vida de tres candidatos presidenciales alternativos, decenas de jueces, 700 policías en un año en Medellín, magistrados, ministros, periodistas, congresistas y centenares de víctimas inocentes del común de la gente. El gran capo utilizó una estrategia de asesinato sistemático de todo tipo y de terror selectivo “contra la extradición que combinó con carros bomba en ciudades capitales y luego con secuestros de alto impacto (Andrés Pastrana, Pacho Santos, Diana Turbay) para negociar su entrega.” (Santos, 2023)

PEG fue un asesino que promovió un negocio ilícito “que les ha costado la vida a millones de personas, que constituye un atentado para la salud, que ha significado la destrucción de muchas familias, que contamina todo lo que toca, que promueve una red de corrupción a todos los niveles, que fomentó la consigna del dinero fácil, que convirtió el asesinato en una manera de solucionar los problemas y de callar a los contradictores, que ha sido un atentado contra” (Quiroz, 2023) la ética y la estética, “que le inyectó –y le sigue inyectando– dinero sucio a la política, que permeó la justicia, que les dejó a tantos jóvenes la idea de que el dinero lo puede todo…” (Ibíd)

La muerte de Pablo Escobar (1999) de Fernando Botero (1932-2023)

Para la muestra de sus asesinatos he aquí sólo dos casos que me tocaron de cerca y aún me producen escalofrío porque evocan la dictadura del miedo que impuso este Patrón del mal que todo lo leía, “nada olvidaba y ordenaba matar por un adjetivo que considerara ofensivo.” (Santos, 2023) El primero ocurrió en la noche del 3O de abril de 1984, estaba haciendo el amor con mi novia de entonces en su apartamento del norte de la ciudad. Fuimos interrumpidos por unos disparos que sonaron cerca, nos asomamos a la ventana y vimos hombres huyendo; salimos y enseguida nos enteramos de lo sucedido.

–Fue asesinado Rodrigo Lara Bonilla –nos dijo un hombre.
–¡Mierda!, él era el ministro de Justicia –agregué.
–El doctor Rodrigo vive como a tres cuadras de aquí –afirmó otro.
–Los asesinos eran hombres muy jóvenes –Dije cuando me di cuenta que seguían llegando muchos curiosos y la prensa hablada.

Subimos al apartamento y prendimos la radio. Ya estaban transmitiendo en directo. Efectivamente, sicarios jóvenes pagados por el narcotráfico habían acabado con la vida del alto funcionario, él había iniciado una investigación sobre aportes ilegales a la industria, al fútbol y a la política, centrándose en Jairo Ortega, senador principal por el departamento de Antioquia, y PEG, su suplente.

El presidente de entonces (1982-1986), el conservador Belisario Betancur (Amagá, 1923-Bogotá, 2018), atosigado por las acusaciones públicas de pasividad, y quizás por su conmoción personal, apeló por primera vez al tratado de extradición que él mismo repudiaba. Extraditó hacia el País Trágicamente Poderoso varios conciudadanos colombianos solicitados por tal Estado por sus vínculos con el mercado de la cocaína. Lo hizo sin pensar que el manejo del tratado dejaba de ser un asunto de principios y se convertía en un garrote de venganza. El asesinato del ministro de Justicia colocó a los colombianos frente a un nuevo conflicto profundamente preocupante, el narcoterrorismo. Nosotros seguimos haciendo el amor porque, como asegura Nietzsche, «hay siempre algo de locura en el amor; pero siempre hay algo de razón en la locura”.

El segundo caso sangriento sucedió el 17 de diciembre del 1986 cuando fue asesinado a las 7:30 de la noche el inolvidable Guillermo Cano, el valiente y recto director de El Espectador, por Los Extraditables, la organización criminal creada por los capos colombianos, un apéndice del Cartel de Medellín. Ellos, encarnizados patológicamente contra este periódico crítico que cuenta con los mejores columnistas del país, el 2 de septiembre de 1989 le colocaron una enorme bomba que causó graves daños en su sede y alrededores, por ser el diario que más se ha dedicado a denunciar al narcotráfico como «mercader de la muerte», y por haber hecho campaña a favor del tratado de extradición.

Yo pasé por el frente de sus instalaciones, lugar del hecho, cinco minutos antes. “Se sabe quiénes son y por dónde andan los fugitivos de la justicia; muchas gentes los ven, pero los únicos que no los ven son los encargados de ponerlos, aunque sea transitoriamente, entre las reglas de una prisión”, había denunciado antes de su sacrificio el gran periodista en una de sus últimas Libretas de apuntes. En ese momento pensé que había que hacer algo urgente. Si no es el diálogo, podría ser cualquier otra cosa, a condición de que no cueste la vida de nadie más. No sea que antes de que termine la guerra de nunca acabar se nos acabe tanto el País Lúdicamente Dramático y Vergonzoso como el del Sagrado Corazón de Jesús.

En realidad, ésta fue una época turbulentamente trágica. El general Oscar Naranjo destaca en su libro El derrumbe de Pablo Escobar (2023) “el papel desempeñado por la prensa, que estuvo a la altura del desafío. La “huelga del silencio” que dejó al país sin diarios, radio y televisión durante 24 horas a raíz del asesinato de Guillermo Cano, junto con la divulgación simultánea en todos los periódicos y noticieros de detallados informes sobre los carteles de la droga, fueron ejemplo mundialmente alabado de unos medios colombianos que no se doblegaron ante el narcoterrorismo. Fue sobre todo un mensaje alentador para una sociedad que Escobar tenía casi de rodillas.” (Santos, 2023)  

A pesar de los golpes mutuos entre Gobierno y narcotráfico y no obstante del descubrimiento policivo, el 2 de mayo de 1984, del imperio coquero más grande de América Latina -15 toneladas de cocaína y 40 laboratorios-, en las llanuras caqueteñas del Yarí, el 11 de mayo de ese año, PEG hizo contactos con Alfonso López Michelsen y Gabriel García Márquez -famosas figuras públicas muy amigas desde 1947 cuando López fue profesor de Derecho constitucional de Gabo en la Universidad Nacional de Bogotá- en un hotel de Panamá para que les transmitieran una propuesta formal de diálogo al presidente Belisario Betancur, en nombre de todos los grupos colombianos de traficantes de droga, comandados por Los extraditables.

Prometían retirarse del asunto, desmantelar sus bases de procesamiento y comercialización de cocaína, repatriar sus capitales inmensos e invertirlos en la industria y el comercio nacionales con todas las de la ley, y aun a compartir con el Estado la dura carga de la deuda externa. A cambio de todo eso no aspiraban siquiera a una amnistía; sólo querían que se les juzgara en Colombia, sin aplicarles el tratado de extradición porque ellos preferían «una tumba en Colombia a una celda en los Estado Unidos». Fue una propuesta “sincera” que el País Bruto y Corrupto no debió haber desaprovechado porque nos hubiéramos evitado muchos horrores que después padecimos y que aún hoy seguimos lamentando. Pero «propuestas insolentes» siguen sin enterarse de la orden que manda que la historia no se mueva, so pena de embargo económico:

–No toleraremos… –advirtió el presidente Ronald Reagan.

–El mundo gira todavía porque las grandes potencias le dan permiso –comentó el gran Eduardo Galeano.

Reagan agrega que San Lucas (Evangelio, 14.31) aconseja multiplicar los gastos militares para enfrentar a las hordas coqueras y comunistas. Dicho presidente anuncia, jubiloso, la militarización de las estrellas nicaragüenses y, por supuesto, las colombianas son amenazadas soterradamente.

Volviendo a la caída del narco asesino cuarentón, hay que decir que más de tres mil personas asistieron a sus funerales porque se decía amigo de los pobres y muchos lo toman todavía por una especie de Robin Hood -arquetípico héroe legendario de tiempos de Ricardo I Corazón de León, forajido del folclore inglés medieval y jefe de una banda de proscritos que combatió a los invasores normandos y defendió a los humildes de las injusticias de los poderosos- porque PEG es personaje de numerosas canciones populares de Antioquia y otras regiones del país; asimismo, él se decía devoto fidelísimo de la Virgen María, aún en los tiempos en que era perseguido en forma incesante por brigadas de la policía, se las ingeniaba para acudir a misa y comulgar; su madre y su familia en general eran, para él, sacrosantas; a su tumba, en Medellín, acuden ahora romerías de gentes a pedirle milagros.

Perverso por Betto, 04 de diciembre de 2023

La figura de este criminal religioso santificado por la feligresía popular ha sido tema de tantos libros, películas, series televisivas nacionales y extranjeras. Los grandes delincuentes han sido siempre motivo de fascinación pública y de programas de televisión de toda índole, generalmente exitosos. «Desde Al Capone o John Dillinger en Estados Unidos hasta Arsenio Lupin en Francia. Para no hablar de la serie Narcos sobre los carteles colombianos, que ha sido una de las más vistas por Netflix. Y pronto tendremos a Griselda, del talentoso director caleño Andi Baiz, sobre la vida y milagros de Griselda Blanco, la llamada “madrina de Escobar” que mandó eliminar a mucha gente y a más de un marido. Estará encarnada en la actriz Sofía Vergara y será interesante ver como Baiz transforma a la bella y suave Sofía en la horrible “viuda negra de la cocaína”.” (Santos, 2023)  

Así que recordar aquella época produce mucha consternación y tristeza. “La tristeza de saber que las buenas costumbres de este país de gente emprendedora, sana y trabajadora se echaron a perder por causa de esa peste llamada narcotráfico; por cuenta de ese hombre de ingrata recordación que puso en jaque a una nación; la tristeza de saber que nos fuimos convirtiendo en unos parias y en unos sospechosos, que nos fueron cerrando las puertas de muchos lugares por el hecho de llevar un pasaporte con el nombre de Colombia.” (Quiroz, 2023) He sentido una presión en el pecho al recordar el miedo con el que salíamos al trabajo, a las calles en aquellos días en los que explotaban las bombas a cualquier hora y en cualquier lugar.

Recuerdo que el 30 de diciembre de 1986 fue allanada la hacienda Nápoles, cerca de Medellín, donde periodistas, políticos, industriales, comerciantes, y aun simples curiosos asistían a la parranda perpetua de PEG. Esto era cuando buena parte del País del Sagrado Corazón de Jesús veía a los narcotraficantes con una curiosidad y un interés que se parecían demasiado a la complacencia; esto era también cuando ellos gozaban de completa impunidad, e incluso de un cierto prestigio popular, por las obras de caridad que hacían en las barriadas donde pasaron sus infancias de marginados. Él mantenía ahí un jardín zoológico con jirafas e hipopótamos de verdad -se han reproducido tanto como los narcos que hoy no sabemos qué hacer con ellos- llevados desde el África para solaz de sus invitados, y en cuyo portal se exhibía como monumento nacional el avión en que llevó a Estados Unidos el primer cargamento de cocaína.

En el tema del secuestro acompañado de asesinatos, el capo tiene un prontuario único. Algunos ejemplos comienzan en 1984 cuando hubo un secuestro masivo de periodistas por parte de Los extraditables, para presionar la obtención de beneficio en la política de sometimiento a la justicia y evitar la extradición. Diana Turbay, hija del expresidente Turbay Ayala, fue asesinada el 25 de enero. El 30 se conoció la noticia de la muerte de Marina Montoya, hija del exsecretario general de Presidencia de la República Lúdicamente Convulsa y Vergonzosa: «¡Oh mar!, háblame, tú que guardas los secretos, quisiera hablar con Pablo Escobar, a la orilla del mar; aquí mismo, sentados los dos en esta playa de Coveñas», con estos términos se dirigió al asesino narco religioso, el 18 de abril, el padre García Herrero en su programa de televisión El minuto de Dios. Entonces, por la intervención negociadora del padre Rafael García Herrero, Maruja Pachón de Villamizar y Francisco Santos fueron liberados el 20 de mayo tras varios meses de cautiverio.

Otro caso de este tipo ocurrió el 18 de enero de 1988, cuando uno de los grupos armados del capo secuestró en Bogotá al entonces periodista candidato a la Alcaldía Andrés Pastrana Arango. Lo secuestraron hombres de PEG con el fin de hacer presión política para evitar la extradición, estrategia que impulsaba el presidente (1986-1990) Virgilio Barco (Cúcuta, 1921- Bogotá, 1997). El 25 de enero secuestraron, igualmente por hombres de Escobar, al procurador general de la Nación Dramáticamente Vergonzosa, Carlos Mauro Hoyos, funcionario que se destacaba por su lucha frontal contra el narcotráfico. En una acción casual de la policía, Pastrana fue liberado por un pequeño grupo de policía en una finca en El Retiro Antioquia. Cuando se supo del rescate de éste, el capo tomó la decisión de asesinar al procurador. Así lo hizo ese mismo 25 de enero, cerca de La Catedral de Envigado-Antioquia, cárcel cinco estrellas para narcotraficantes supuestamente arrepentidos. Barco reaccionó con un estatuto antiterrorista y una declaratoria formal de guerra que incluía la persecución y el allanamiento de propiedades de los narcos.

El drama bestial del secuestro que vivió Colombia por cuenta del narcoterrorismo, entre finales de los años ochenta y comienzo de los noventa del siglo XX, sería recogido por nuestro Nobel de literatura en su libro de 1966 titulado -más que un título, es un titular-: Noticia de un secuestro. Es una de las obras que más le dolió escribir a GGM (1927-2014) “donde apenas hay espacio para su imaginación porque la realidad trágica de su país superó lo inimaginable”: el secuestro de varios periodistas relevantes y familiares de importantes políticos colombianos como estrategia coercitiva contra el gobierno de Colombia ante la Ley de extradición a USA. Historia que acaba de revivirse con la adaptación del libro como miniserie en 240 países estrenada el 13 de agosto de 2022.

En este historial del narcoterrorismo colombiano, fue importante el año 1988 porque el 4 de diciembre murió abaleado Gonzalo Rodríguez Gacha, por parte del Bloque de Búsqueda de la Policía Nacional, en la cercanía de Coveñas (Sucre). Gacha, alias El mexicano, era el socio principal de PEG, algo más sanguinario, brutal y audaz que el propio Escobar. En ese momento también se sintió el respiro de alivio del país -aunque en Pacho Cundinamarca, donde había nacido en 1947, no faltaron los lamentos- donde hubo expresiones de júbilo, sobre todo en Bogotá.

Ese alivio se incrementó el 19 de junio de 1991, cuando se conoció la noticia que la Asamblea Nacional de Colombia -institución establecida para crear la Constitución de 1991- había abolido la extradición e inmediatamente PEG se entregó a las autoridades con algunos de sus hombres. Escobar y sus secuaces fueron recluidos en una cárcel de máxima seguridad, diseñada especialmente para él en Envigado, municipio al sur de Medellín. En la entrega del capo intervinieron varios elementos: la mediación del padre García Herreros y Alberto Villamizar, la política de sometimiento a la justicia impulsada por el ministro de Justicia -Jaime Giraldo Ángel- e ideada por el presidente liberal (1990-1994) César Gaviria Trujillo -Pereira, 76 años- y, por supuesto la no extradición de colombianos al exterior.

El 22 de julio de 1992, “cuando el Gobierno Gaviria había decidido trasladarlo a otra prisión por todos los abusos y tropelías que había cometido desde su privilegiado sitio de reclusión”, Escobar Gaviria y nueve de sus secuaces se fugaron de La Catedral, cárcel de “máxima seguridad’ acondicionada especialmente para recluirlos; así, se confirmaron las denuncias de lo que ocurría dentro del penal, especialmente sobre los privilegios de que gozaba el capo con la anuencia del ejército y la policía:

“Esto es como para meter la cabeza en la tierra”, comentó ese día Delgys Romero Cabeza, abogada experta en Derechos Humanos.

“A mí no me sorprendió nada porque la fuga estaba preparada antes que la entrega”, diría muchos años después el periodista y escritor Daniel Coronell.

Pocos días después de su escandalosa fuga tuvimos, dijo Enrique Santos Calderón (2023), “con María Isabel Rueda y Juan Gossain una larga conversación telefónica con Escobar, quien había llamado a la casa de este último para negar indignado que se hubiera escapado disfrazado de mujer y a poner toda suerte de condiciones para volver a entregarse. La cosa nunca cuajó y duró fugado año y medio —lapso durante el cual produjo toda suerte de atentados— hasta el día de su muerte…” Pero no sólo en ese año y medio produjo atentados y asesinatos, sino que, como lo hemos venido diciendo, desde que inició su actividad delictiva hasta el día de su muerte: como cualquier tirano, el capo de capo sin piedad mandó a atentar y asesinar cruelmente a tantas personas todos los días.

Es evidente, entonces, que El patrón del mal fue artífice de una moral que engendró la inmoralidad que estuvo siempre al servicio del narcoterrorismo de los extraditables: para un narcotraficante, más vale un crimen de ultraderechas que una verdad de izquierdas. “Con semejante cínico bagaje”, cualquier derramamiento de sangre, cualquier tortura, cualquier secuestro, cualquier acción contra la ley entran dentro del marco religioso de la nueva moral mafiosa. Esa nueva moral mafiosa ayudó a corromper la clase política tradicional y la narcoguerrilla desde diferentes ángulos, aunque algunos dicen que fue lo contrario. ¿Qué es lo que hace tan sanguinario e inmoral a los narcotráficos? “Es la preocupación por su seguridad, y el hecho de que su ánimo apocado no les proporciona otro método para sentirse seguros que el de exterminar a quienes puedan hacerles daño…, ataca todo porque todo teme”, descripción de los tiranos de Michel de Montaigne muy aplicable a los narcotraficantes.

En suma, ¡noble lector sentipensante y librepensador exigente!, PEG fue el criminal más famoso y repugnante de Colombia, responsable de miles de muertes directas e indirectas, de centenares de secuestros y de buena parte de la violencia política y social que sufrió y aún sufre nuestro país. Es verdad que su muerte apaciguó el ruido de las bombas y los fusiles, pero Colombia aún no ha podido recuperarse de tanto bandido célebre, de su herencia maldita y de la imagen romántica que proyectó. “Un tipo querido por los pobres, un Robin Hood salido de la miseria, que se convirtió durante algunos años en la persona más poderosa del mundo (llegó a suministrar el 80% de la cocaína del planeta, cuatro de cada cinco rayas…).” (Iborio, 2018)

Fue tanto el daño que nos hizo PEG que se alió con gente “de la peor índole, que sobornó y corrompió gente de bien, que dejó la idea de que cualquiera tiene un precio –aunque no sea así–, que financió a algunos poderosos para que accedieran a las más altas esferas del poder… Fue tanto el daño que nos hizo que resulta doloroso que hoy su imagen se ofrezca como souvenir en forma de camiseta, de llavero o de afiche, como las figuras gordas de Botero o el Sagrado Corazón, y que tanta gente le rinda culto como si acaso no se tratara del hombre que más daño le ha hecho a Colombia.” (Quiroz, 2023)

Lo más preocupante es que después de 30 años de la caída de PEG e incluso desde los años setenta, los neoconservadores políticos moralistas sigan desconociendo que el prohibicionismo “sólo ha servido para vararnos en la guerra y la desigualdad” lo “que ha hecho de Colombia una venganza y un peligro.” (Silva, 2023) Nuestro amado y adolorido país sigue en mora de una discusión pública sincera, sin populismo moralizante y emotiva politiquería, sobre la guerra contra las drogas. “Ya se sabe que mientras sea ilegal y haya tanta demanda y oferta, el de la droga será el más rentable de los negocios y no se acabarán la violencia ni corrupción que lo acompañan. En el país del norte que lanzó la `guerra contra la droga` la marihuana se convirtió hace tiempo en el más dinámico cultivo comercial y hoy la hierba recreativa es legal en 24 estados.” (Santos, 2023B)

Y en esta Colombia de 2023, continúa Santos, la nación que más alto precio ha pagado en la guerra contra el narcotráfico, aún estigmatizada como “potencia de la droga”, se recalienta ahora la vieja polémica sobre la prohibición o regulación del cannabis. Más valdría recordar que, como dijo en los noventa el presidente uruguayo Sanguinetti, “el tráfico de estupefacientes no nació en Colombia, sino en las calles de Nueva York”. O a aquel jefe de la DEA que desde 1985 sostuvo —por algo será— que “podemos golpear a los narcotraficantes, pero no logramos golpear el narcotráfico.” Dos frases para tener en cuenta, indudablemente.

La lucha en los campos contra el narcotráfico y la lucha “en las ciudades contra los carteles de microtráfico la estamos perdiendo y no es por falta de capacidades de las autoridades, sino porque no tenemos herramientas alternativas para cambiar el paradigma. El problema es que, si cada vez que se propone un cambio, salen los argumentos falaces” (El Espectador, 2023) de protección y vigilancia a “la familia para insistir en ese populismo punitivo e irracional” que pone en riesgo a niños, niñas y adolescentes –“ya es hora de que “la familia” deje de ser ese feudo político de la derecha” (Silva, 2023)–. Así, atrincherados en los prejuicios, el país se está quedando atrás en los progresos del mundo en este tema y nunca vamos a poder avanzar en la solución del problema que no solo es nacional sino internacional. Urge pues avanzar con las herramientas alternativas del cambio de paradigma que está proponiendo y poniendo en práctica la paz total rectificada del primer Gobierno de izquierda de la dupla Petro-Márquez.   

Una pregunta final de Enrique Santos Calderón (2023) que hago mía es si engendrar tanto bandido célebre obedece a factores geográficos o socio-culturales muy propios, o a un entramado de complicidades, venalidades y tolerancias que convirtieron a Colombia en una “potencia del delito”. Y si es cierto el viejo proverbio francés de que “cada pueblo tiene los gobernantes que merece”, en nuestro caso se podría agregar: “y los mafiosos que produce.” Por eso, lo único que puede derrotar esa potencia mafiosa y esa moralidad inmoral del narcoterrorismo y de la narcoguerrilla es que la mayoría trabajemos por transformar eso, a través de un gran acuerdo nacional, y convirtamos a Colombia en verdad en La potencia mundial de la vida.

Adenda. ¡Noble lector sentipensante y librepensador exigente!, en medio de un férreo abrazo vital y una alegre rebeldía, te deseo una Feliz Navidad, un Fin de Año de conexión familiar y descanso digital, ¡y un próspero Año Nuevo y ventura para los que vienen lleno de nuevos aprendizajes, experiencias y reflexiones!

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12 respuestas a «30 AÑOS DE LA CAÍDA DEL CAPO MAYOR»

  1. Buena mañana.
    Siempre he creído que la caída de PEG, capo de capos, se debió en gran parte por atreverse a quitarle el poder a la clase política colombiana del entonces, que posiblemente tenía más artimañas que Él 🤔

  2. Excelente artículo mi amigo Dairo, que más que un buen marcado y sintetizado relato sobre esa triste historia trágica y violenta de nuestro país en la que sólo el creador sabe hasta cuándo permanecer con ella, es una invitación reflexiva, la cual me uno apoyando gobiernos como el actual, Petro- Márquez a luchar por concenso Nacional donde se viva la verdadera democracia y equidad en pro de la vida y protección de los recursos naturales. 🙏

  3. Cesó una clase de guerra en Colombia, aunque para algún sector le restó en su economía que le era favorable; pero aún continua otra forma de conflicto casi similar a la anterior por las clases de masacres que se dan cotidianamente. Esperamos que cesen esas hostilidades con nuestro actual mandatario.

  4. Este país no sé cómo aguanta tanta violencia de tan múltiples orígenes. Nuestra pobreza cultural está patente en la forma como se entroniza la delincuencia y se crean héroes hasta de la hez. Un artículo magnífico. Hay que apuntar a la legalización, como ocurre con el alcohol que causa más daños cuantitativamente que la droga.

  5. Bogotá, D. C., diciembre, 24 de 2023

    Doctor:
    Dairo Elías Gozález Quiroz
    Respetuoso Saludo:
    Tenemos una gran falla, que radica en nuestra falla de desarrollo cultural, lo cual, ocasiona que tengamos ceguera ante la delincuencia del narcotráfico. Pienso, que tenemos una gran alternativa, que radica en la legalización de la droga, a la manera como en años anteriores, se hizo con el alcohol, que produce actualmente, muchísimas muertes, por la adicción que genera y que acaba con el organismo humano, creándole plena dependecia y finalmente, la muerte prematura.
    Hasta el momento, Colombia, no presenta ninguna alternativa de solución a este problema, por el contrario, sigue propagándose de manera vertiginosa y como van las cosas, en breve va a colocar los nuevos presidentes, ministros, gobernadores y alcaldes.

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