EL POETA DE LA PATRIA SANGRANTE Y DE LA PAZ

A Reinaldo Spitaletta, escritor y periodista conocedor del poeta, al egregio vate José Luis Diaz Granados y al maestro Carlos Gaviria Diaz (q. e. p. d.), uno de los que más popularizó a CCS mediante recitales y conferencias: tres amigos humanistas e intelectuales orgánicos que me regalaron este título.

¡Amable lector exigente!, como el pasado 10 de agosto se cumplió el primer siglo del natalicio de Carlos Castro Saavedra -CCS- quien falleció en 1989, el fin de esta nota es realizar una semblanza para conmemorar y reivindicar el legado, reconocer y valorar la vigencia del pensamiento de uno de los poetas populares de la Colombia del siglo XX -que con su derramamiento de sangre su similar XXI está empeñado en superar- y uno de los más queridos por la izquierda colombiana.  

Hacer esto ahora ante tanta convulsión mundial, en medio de tanta estupidez, crueldad e indiferencia oceánicas que nos rodean e impiden oponernos al fraude electoral en Venezuela y a la ocupación de Gaza y Ucrania que debería convertirse en una cruzada mundial por la justicia social, nos permite abrevar también de las fuentes de la sabiduría castrista para otear un horizonte de nuevas posibilidades literarias, estéticas, éticas y políticas: “Tomar en serio la vida, el arte y el pensamiento es ya una manera de oponerse a la tendencia de nuestra civilización”, apuntala Estanislao Zuleta, gran pensador y pedagogo antioqueño.

Los pueblos requieren arúspices que digan “que la patria es la infancia o sea capaz de advertir acerca del porvenir… Y ese rol, de brujo y alquimista, lo tiene el poeta, cualquier vaina que esto signifique en nuestros tiempos, tan estériles en cuanto a sensibilidades que no obedecen a transacciones bursátiles ni a fondos monetarios y otras deudas externas.” (Spitaletta, 2024) Obvio que aún tiene sentido decir que un país necesita un poeta nacional -o dos o tres porque, según Hernán Borja, “este país ha dado vates de innúmeras clases”-; uno de los que así considero de la centuria pasada es precisamente CCS.

Los aniversarios de escritores nos ponen en sintonía con sus obras, sus defectos y virtudes, sus discursos y aportes a esa mixtura variopinta y desigual que llamamos humanidad. En este aniversario del nacimiento de CCS escasean las tesis, los tratados, los ensayos, las aproximaciones y las comparaciones: he aquí otra razón del porqué de este texto. Entonces, Carlos Castro Saavedra nació en 1924 en Medellín, capital del departamento colombiano de Antioquia, en medio de una familia cristiana y culta que lo condujo a estudiar en el Liceo La Paz de Envigado y en el Liceo de la Universidad de Antioquia.

En 1946 publicó su primer libro Fusiles y luceros, aunque en 1943 ya había sido premiado por el Liceo Antioqueño por su cuento El Librero; luego siguieron los libros Mi llanto y Manolete –1947- y 33 poemas -1949-. Fusiles y luceros contiene entre otros los siguientes poemas: José Antonio Galán, Por Méjico y Porfirio, Poema en espiral de muerte, Los hombres mutilados, Viviendo, Amor, Niña mudable, Invitación a amar, Voz de metal para los hombres caídos en la guerra, Los hombres turbios, Sonetos de amor elemental, Soldado en tierra, Canto los ríos de la noche, Angustia, Tiembla Sucre en mi voz, Mi corazón y la ciudad, Guerra, Matrimonio de ricos y Canto a Antioquia. En este poemario primigenio nos damos cuenta que CCS estableció “una línea original, nutrida por esencias nerudianas, que constituye un punto de partida hacia lírica crítica de alta alquimia.” (Ayala, 1984: 184)     

Para la muestra he aquí un botón de Fusiles y luceros libro juvenil en el que el vate medellinense ya mostraba sus sensibilidades- llamado Amor en el cual él aparece como un lírico espléndido, delicado y melodioso: Un deseo constante de alegría; / una urgencia perenne de lamento / y el corazón –campana sobre el viento– / estrenando badajos de elegía. // Morir mil veces en un solo día / y otras tantas quemar el pensamiento / en la resurrección, que es el tormento / de pensar en la próxima agonía. /// Ver en pupilas de mujer un llanto / y sorprenderlo convertido en canto / al soñar en un niño que lo vierte. //// Esto es amor: candela estremecida / empujando la noche de la vida / hacia la madrugada de la muerte. En torno a este poemario Manuel Mejía Vallejo dijo en su momento: “Carlos nos mostró la posibilidad de un camino cuando todos los caminos parecían errados. Él nos dijo la precaria y agobiada verdad del hombre”.

“En la Medellín de los cuarentas, la `ciudad industrial`, era toda una osadía de una mujer casarse con un poeta, y más si este era un bohemio, como, en efecto, lo era Castro Saavedra -Negrilla mía-. A Inés Agudelo, que estaba `tragada` del que era visto por ciertos sectores sociales como un `vago`, su padre le prohibió el matrimonio. Pero pudo más el amor. Y se casaron a escondidas en la iglesia de Bello, con la complicidad del padre Roberto Jaramillo, un intelectual, botánico, poeta y literato.” (Spitaletta, 2024) Muy joven, entonces, CCS contrajo matrimonio con Inés, su musa única y eterna, de Bello -Antioquia-, con quien tuvo seis hijos -quienes crearían a la muerte del padre la fundación CCS para la promoción literaria-: “Inés digo y mi boca se convierte en azúcar / de manzana partida por la luz del verano. / Decir esta palabra es como adivinar /que está cantando un pájaro en un árbol lejano”, rubricó el poeta antioqueño.

Después de Fusiles y luceros y su matrimonio vendrían pues los hijos y estos 17 libros de poemas: Los ríos navegados y Camino de la patria en 1951, Música en la calle en 1952, Despierta joven América y Escrito en el infierno en 1953, El buque de los enamorados, Humo sobre la fiesta, Sonetos del amor y De la muerte en 1959, Toda la vida es lunes en 1963, Aquí nacen caminos en 1964, Caminos y montañas en 1966, Reciente paraíso, Hojas de la patria, Canciones para labriegos y Canciones infantiles en 1969. También publicó, Breve antología, Poesías, El sol trabaja los domingos en 1972, Donde canta la rana, Los mejores versos, Una victoria y una canción, Las jaulas abiertas en 1982, Oda a Colombia en 1987 y Poesía rescatada en 1988. Otras obras de CCS son: Elogio de los oficios -1961-, Cosas elementales -1965-, Elogio de la Ingeniería -1966-, Cartilla popular -1969-, El libro de los niños -1980-, Cuadros de historia, Pedro Nel Gómez y sus frescos, Tierra habitable, Adán y Eva, Adán ceniza y Matrimonio de gatos -1988-.

“Castro Saavedra era un poeta no solo porque tenía la extraña manía de hablar con el viento, con los pájaros, con las bocanadas de humo de sus cigarrillos —un fumador de todas las horas—, con las nubes (una suerte de nefelibata) pero también con la tierra, sino también porque sabía de los dolores del pueblo, de las persecuciones, de las tristezas de la gente. Escribía en revistas, suplementos literarios, en columnas de periódicos, y publicó más de treinta y cuatro libros” (Spitaletta, 2024) entre poemarios, antologías líricas, novela, libros de cuentos y textos para niños.

“Rebelde, sensible, carismático, el joven poeta medellinense se enfrentó al establecimiento con su poesía valerosa y contestataria en esos años duros en que hombres, mujeres y niños caían a diario en campos y veredas de Colombia a manos de los pájaros y los chulavitas que hacían el trabajo sucio de los gobiernos conservadores de la época… Cuando el líder popular Jorge Eliécer Gaitán cayó asesinado en Bogotá el 9 de abril de 1948, el régimen recrudeció la represión y el poeta comenzó a plasmar en sus poemas el testimonio fidedigno de aquella época sombría, pero al mismo tiempo comenzó a invocar la paz en todos los tonos y metros líricos.” (Diaz, 2014) En efecto, cuando el país estalló en mortales explosiones sociales con el magnicidio del caudillo liberal y comenzó a naufragar en la sangre de los de abajo, CCS dejó su testimonio sobre Gaitán: “Yo lo vi al lado de los hombres, / codo a codo, al pie del pueblo. / En los motines, en las fábricas, / En los ferrocarriles, en las huelgas”.

Su poema Camino de la patria -quizás el más popular de su trayectoria poética- nos recuerda cuál es el camino de la patria en estos tiempos dolorosos de guerra: Cuando se pueda andar por las aldeas y los pueblos sin ángel de la guarda. / Cuando sean más claros los caminos y brillen más las vidas que las armas. / Cuando los tejedores de sudarios oigan llorar a Dios entre sus almas. / Cuando en el trigo nazcan amapolas y nadie diga que la tierra sangra. / Cuando la sombra que hacen las banderas sea una sombra honesta y no una charca. / Cuando la libertad entre a las casas con el pan diario, con hermosa carta / Cuando la espada que usa la justicia aunque desnuda se conserve casta / Cuando reyes y siervos juntos al fuego, fuego sean de amor y de esperanza. / Cuando el vino excesivo se derrame y entre las copas viudas se reparta. / Cuando el pueblo se encuentre y con sus manos teja él mismo sus sueños y su manta. / Cuando de noche grupo de fusiles no despierten al hijo con su habla. / Cuando al mirar la madre no se sienta dolor en la mirada y en el alma / Cuando en lugar de sangre en el campo corran caballos, flores sobre el agua / Cuando la paz recobre su paloma y acudan los vecinos a mirarla. / Cuando el amor sacuda las cadenas y le nazca dos alas en la espalda. / Soló en aquella hora / podrá el hombre decir que tiene patria. Según Carlos Gaviria Díaz, en este poema está la patria que queremos construir, con sus condiciones, propósitos y requisitos que satisfagan las necesidades más sentidas de sus hijos.

“En 1951 viaja a Berlín Oriental como invitado a participar en el III Festival Internacional de la Paz, por haber ganado el Premio de Poesía convocado por el Comité Colombiano por la Paz” (Diaz, 2016) con su poema Plegaria desde América, donde expresa sus deseos de que sus compatriotas se llenen de: fuerza para creer en el futuro / y para perdonar, mucha más fuerza, / paz hasta que se arruguen los cuchillos / y hasta que caiga el odio paz, y paz, / paz en el alma, paz en la mirada, / y paz mil veces, y mil veces paz.

“Después de un recorrido triunfal por los países socialistas, regresa a Colombia, donde es objeto de amenazas y persecuciones por parte de la extrema derecha dominante. Como muchos intelectuales y políticos de izquierda decide salir del país en 1953” (Diaz, 2016) y se exilia en Chile, junto con su esposa, donde encuentra la mano fraterna de Pablo Neruda -a quien había conocido durante su estancia en Europa del Este-, quien organizó veladas poéticas para recoger fondos para los dos exiliados. Ese mismo año aparece Despierta joven América -uno de los libros fundamentales de CCS- prologado por el chileno, quien entre otros elogios expresa: “Pienso que la poesía colombiana despierta de un letargo adorable pero mortal, este despertar es como un escalofrío y se llama Carlos Castro Saavedra”.

“De regreso a Colombia publica Escrito en el infierno, libro testimonial de esa hórrida violencia bipartidista de los años 40 y 50.” (Diaz, 2016) Allí aparece uno de los más memorables textos castristas: Escribo con la sangre de los asesinatos. / Mojo mi pluma en rojas humedades. / Vuelo de los cuchillos a los pechos, / de las heridas a los cementerios. / Pero no me sepulto ni me entierro / porque yo soy la lengua de los vivos / y la voz de los muertos. / Vine a llamar las cosas por su nombre / a devolverle a la palabra / su cascara de fruta y su pellejo humano. / Vine a decir naranja sin turbarme, / escribir escorpión sin esconderme, / a decir y a escribir revolución / con tinta roja y con mi mano grande.

https://www.lizardo-carvajal.com/la-amistad-en-carlos-castro-saavedra/#google_vignette

Radicado definitivamente en su patria, nuestro poeta continúa escribiendo “sobre los héroes emblemáticos –José Antonio Galán, Bolívar, Sucre y un guerrillero amigo llamado José Alvear-, sobre los paisajes y las gentes sencillas, sobre los oficios y las cosas elementales. Publica nuevos libros de poemas y antologías.” (Diaz, 2016).  Además, escribe numerosos textos para niños, obras teatrales, cuentos y su novela que “es una magna memoria”, Adán Ceniza, la cual obtuvo el Primer Premio en el Concurso Internacional “Jorge Isaacs” en Cali (1982). Así, su producción literaria fue variada, abarcando diversos géneros literarios como la poesía, la prosa, la novela, el teatro, la literatura infantil y el periodismo.

En 1987 publicó Oda a Colombia, un hermoso libro en el cual se destaca el poema Definiciones de la paz en donde dice con una tremenda vigencia nacional e internacionalmente: La paz es la madera trabajada sin miedo / En la carpintería y en el aserradero. / Es el negro que nunca se siente amenazado / Por un hermano blanco, o por un día claro. / Es el pan de los unos y de los otros también, / Y el derecho a ganarlo y a comerlo después. / Es la casa espaciosa, mundial, comunitaria, / Para alojar el cuerpo y refugiar el alma. / Es el camino lleno de pasos y de viajes / Hacia los horizontes que desbordan las aves. / Es el hombre que puede cultivar esperanzas / Y alcanzar las estrellas más dulces y más altas. / Es la patria sin límites, la patria universal / Y la gran convivencia con la tierra y el mar. / Es el sueño soñado sin sed y sin zozobras, / Las alegrías largas y las tristezas cortas. / Es Colombia sin tiros ni muertos en la espalda, / Cultivando sus montes y escribiendo una carta. / Es Colombia de barro, Colombia y mucho más: / Todo el mundo colmado de luz y de libertad.

Y Claro, nuestro autor fue un crítico del poder, de los politiqueros, a los que les escribió un poema, cuya primera estrofa dice: “Liberales y godos son los mismos, / y si no que lo diga la manera/ como todos saludan la bandera/ y se codean con los clientelismos”. Es cierto, él fue un “cuestionador de las inequidades sociales y otras injusticias.” El citado “Camino de la patria apareció por todas partes, sobre todo en tiempos del miedo (que han sido casi todos los de nuestra historia) y de una colección infinita de desamparos y otros sustos.” (Spitaletta, 2024)

El vate colombiano obtuvo un premio en Berlín con el poema Plegaria de América, que años más tarde le granjearía nacionalmente el galardón Germán Saldarriaga del Valle. El gran reconocimiento a su obra se dio con el homenaje nacional que el gobierno le rindió el 23 de abril de 1986 en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, donde se exaltó el aporte que hizo a la literatura Colombiana. “Castro es considerado el poeta de la paz, ya que recrea la muerte, pero que establece la existencia de la esperanza hacia una vida mejor. Siguió un camino opuesto al de sus compañeros de generación, quienes saturaron sus obras de temas metafísicos, mientras que Castro se volvió hacia la realidad social en búsqueda de una literatura nacional.” (wikipedia.org) CCS consolidó pues la poesía nacional de alto vuelo en Colombia con clara influencia nerudiana y con obvio seguimiento a «las recomendaciones de Jean Paul Sartre con relación a la literatura comprometida.»

Según la enciclopedia digital citada, el poeta escribió la letra de los himnos de muchas instituciones colombianas como la Universidad Gran Colombia de Bogotá, la Universidad de Medellín, el Ingenio Riopaila del Valle del Cauca al igual que el himno del cooperativismo colombiano, el himno al municipio de San Roque – Antioquia, entre otros. En 1985 creó el Concurso de Cuentos «Jorge Zalamea». En 1990 ese certamen tomó el nombre de su fundador. Actualmente hay un centro educativo en su memoria en La Estrella, Antioquia. Además, otro gran centro educativo toma su nombre en Puerto Caldas, Risaralda, y seguramente en otros sitios colombianos.

CCS es de los pocos vates que pudo conseguir un lugar en Colombia “con los derechos de autor de una de sus obras (los del Elogio de los oficios). No permitió que sus amigos, encabezados por Mejía Vallejo, realizaran una colecta. `Él dijo que él mismo construía su casa, con su plata, con sus poemas, y así lo hizo`, recordó alguna vez doña Inés. O como dijo Ciro Mendía: `construyó su casa con el sudor de sus versos`.” (Spitaletta, 2024)

A pesar de que «matarnos jamás será una buena idea”, el país sigue todavía sangrando “y no ha recobrado su paloma. No ha llegado la hora de tener patria. Pero tenemos un poeta que nos… sigue recordando” (Ibíd) que su canto, su deseo, su alerta y su manera de dar luz con el farol de las palabras irrigó la tierra que alguna vez fue de los despojados, de los desheredados y expulsados por todas las violencias. “Cuando se pueda andar por las aldeas y los pueblos sin ángel de la guarda”, dice el poema citado más cantados y afamados de Colombia. Por eso y todo lo anterior, Reinaldo Spitaletta dijo: “Es extraño que un poeta se torne en una figura popular, reconocido entre artesanos, obreros, estudiantes, y así sucedió con el hombre que les cantaba a los derrotados, a los pentagramas y los trenes.”

Es evidente entonces que este escritor colombiano de origen antioqueño y revolucionario romántico sigue vigente nacional e internacionalmente porque “dedicó su pluma a cantar los dolores de su pueblo, a exaltar las cosas sencillas y a buscar por todos los caminos posibles la tan anhelada paz” (Díaz, 2014) que su patria y el mundo necesitan desde hace mucho tiempo. De ahí que haya dicho una frase que tengo enmarcada en mi estudio-biblioteca: “Para defender la paz, el amor y la comida, hay que matar a la muerte con las armas de la vida”. Esto es, pues, el poeta de la lengua viva y la voz de los muertos o el poeta de la patria sangrante anhelante de la paz “perfectamente equipado para crear un mundo visionario que nos evoca nuestro mundo real.”

Carlos Castro Saavedra, con su obra conmovedora y maravillosa, “es el consolidador de la poesía social de gran calibre en Colombia” que “merece un lugar de honor en la poesía nacional por su coherencia estética y su mundo siempre en expansión” (Ayala, 1984:184), lírica a la cual le entregó las mejores horas de su existencia. En definitiva, esta figura de las letras colombianas hay que seguir leyendo y escuchando a través de sus obras que han hecho que no sintamos vergüenza por Colombia, y que hacen que, pese a tantas calamidades, sigamos creyendo en la razón, la inteligencia y, sobre todo, en la poesía que no salvará al mundo, pero nos dará el placer lector, la fuente del saber sentipensante y «el gusto de meter el hombro en esa bella minga… de soñar la paz.»

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13 respuestas a «EL POETA DE LA PATRIA SANGRANTE Y DE LA PAZ»

  1. Que mejor Referente de CCS tener al poeta de poetas NRRB. Nuestro gobierno hubiese tomado como ícono de la Paz Total el poema Camino de libertad, que es muy didáctico y trascendental. Los trabajos de CCS están llenos de Recursos estilísticos. ¡Gran Trabajo González!

  2. Excelente información sobre el gran literato Carlos Castro Saavedra.
    No tenía conocimiento sobre el entorno violento que lo rodeó y del cual emergió victorioso; agradecido con tan completa información.

  3. Gracias maestro, como siempre maravillada por tan impecable manera de expresar los mensajes. Excelente recopilación de información. Gracias infinitas y mi mayor admiración.

  4. Doctor Dairo González: Muchísimas gracias, por esta excelente información, sobre el fallecido Dr. Carlos Castro Saavedra. A este representante de las letras y escritos en Colombia, hay que seguirlo escuchando y leyendo, porque, hace posible, que no sintamos mal por Colombia, que no salvará el mundo, pero, nos permitirá sentir el placer del sentipensante lector, de sonar con cómodos y nuevos procesos que nos convoquen a la paz y los progresos individuales y colectivos.

    Doctor Dairo González, mil y mil gracias, por esta excelente información.

    Álvaro José Gracia Díaz

  5. Gracias profe Dayro, por compartirme su escrito, en verdad, poco y nada sabía sobre Carlos Castro Saavedra, considero que su legado, vigente como muy bien lo afirmas, es un llamado a despertar y a reconocer en su obra, una luz de esperanza, que aunque tenues, puede brillar con fuerza por mí, por mi familia, mi vecino, mi Colombia y el mundo entero… Gracias y hasta la próxima.

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