EL FUNESTO CUATRIENIO DE URIDUQUE

CD quiere decir ¿Centro Democrático o concierto para delinquir?

Óscar Alarcón

Y en ese caos fatal queréis componer / De las desdichas de cada ser ¡dicha general! / ¡Qué felicidad! Oh mortal, débil y miserable. / Gritáis ´¡todo está bien!´ con una voz lamentable. / El universo os desmiente y vuestro propio corazón / Cien veces ha refutado el error de vuestro espíritu.

Voltaire     

¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes y librepensadores!, como el pasado 20 de julio se cumplieron 212 años de la Independencia Nacional de 1810 y este 7 de agosto se cumplen cuatro años del actual gobierno y 203 años de la conmemoración de la Batalla de Boyacá, nada mejor para esta coincidencia histórica que esa frase de Óscar Alarcón y esa estrofa de Voltaire para el balance del cuatrienio del subpresidente Iván Duque y Álvaro Uribe -presidente real de Colombia-, quienes pertenecen al partido Centro Democrático. El arqueo de ese periodo uriduquista y el análisis de la coyuntura sociopolítica nacional se convierten entonces en el epicentro de este artículo para evitar el fenómeno de ofuscamiento de la dimensión histórica.

“Parecía difícil la tarea. Quien se ha asomado por los libros de historia del país la hubiera considerado imposible.” (Zuluoga, 2021) Con tantos presidentes mediocres y corruptos que ha tenido nuestra república a lo largo de sus 212 años de existencia, “con tanto demagogo e incompetente que ha ocupado el palacio presidencial, parecía muy improbable que alguien estuviese por debajo del umbral de esos méritos limitados y modestos.” (Ibíd.) Pero estábamos equivocados: a la trayectoria académica y laboral gris e intrascendente de Duque vino a sumársele este aciago cuatrienio con sus larguísimos días y noches-la eternidad parece corta-, que afortunadamente están agonizantes. Y esto sucede, de manera inverosímil, en un momento excepcional en la historia de Colombia.

“En efecto: el presidente elegido en 2018 iba a ser el primero después del medio siglo de `conflicto armado interno` que dominó la agenda nacional, polarizó a los colombianos y decidió las elecciones de los 12 presidentes anteriores. El sucesor de Santos estaba entonces llamado a ser el arquitecto del país del posconflicto, el visionario capaz de marcar nuevos rumbos, el armador de nuevas coaliciones y el constructor de los nuevos consensos.” (Gómez, 2021) Pero el escogido por Uribe -presidente eterno- tuvo que ser un Duque que le tocó “preservar las banderas de la guerra, aunque la guerra fuera cosa del pasado. Por eso, en vez del arquitecto de la nueva era, tuvimos a un segundón con el encargo de congelar la historia.” (Ibíd)

Segundón congelador de la historia que no ha sido bueno en ningún momento porque “se ha equivocado mucho: ha sido retardatario, enemigo de la paz, sectario, perseguidor de sus opositores, incluso bastante infantil. Se quedó mucho tiempo siendo un simple aprendiz del ventrílocuo Uribe.” (Robledo, 2022) Sabemos que hay diferencia entre ser y parecer, si algo caracterizó al gobierno de Duque fue su obsesión por parecer y su desinterés casi criminal por ser. Es decir, existió un esfuerzo diario y sostenido, de parte del subpresidente, por aparentar fuerza, eficacia, intransigencia con la corrupción, apoyo a la paz y tolerancia con la oposición. Pero la triste verdad es que hubo poco interés de ser cualquiera de esas cosas (Botero, 2022), e incluso intentándolo ser se tornó claramente ridículo hasta convertirse en el hazmerreír latinoamericano sólo comparable al Maduro venezolano.

El mandato del subpresidente Duque y su presidente eterno “no podía ser más exacto a su aura de autodestrucción y bajeza”, pues, Iván y su cáfila uribista en el poder rompieron los pactos sociales de Colombia, pero sobre todo el pacto social del Acuerdo de Paz firmado entre la extinta guerrilla de la Farc y el expresidente Juan Manuel Santos con su premio Nobel a bordo, garantía de acogida y reconocimiento internacionales. Pero esto les importó un bledo y con su Centro Demoniaco y coalición mayoritaria congresal (González, 2021) intentaron volver trizas en medio de risas dicho proceso hasta el colmo de desaparecer 500.000 millones de pesos de su presupuesto: una verdadera infamia histórica imperdonable.

“Estamos en la recta final del desastroso gobierno de Duque, que afortunadamente no logró hacer trizas el Acuerdo de Paz, gracias al blindaje constitucional e internacional… Pero sí se dedicó a incumplirlo, desconociendo su carácter integral e ignorando sus aspectos más transformadores, como la reforma rural integral, la sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito y el desmantelamiento de los paramilitares, entre otros. Mientras tanto, los grupos armados organizados se han fortalecido y expandido…” (García-Peña, 2022) En el desgobierno de él los militares se volvieron más autónomos y funcionaron como unas cajas negras a las que muy pocos civiles tuvieron acceso. “Hoy se dan lujos temerarios que no habían podido darse antes. Sin mucho trauma se han convertido en activistas políticos y en sujetos deliberantes, dos cosas que prohíbe la constitución colombiana. Causa sorpresa que esta peligrosa metamorfosis que rompe el orden constitucional haya contado con la anuencia” (Duzán, 2022) del propio Duque quien, para infortunio de nuestra democracia, ha actuado como si fuera el subalterno de los generales.

Esa licencia de los militares para traspasar fronteras hasta ahora infranqueables, quedó bien retratada en el penoso episodio protagonizado hace poco por el comandante del ejército, el general Zapateiro. En un hecho sin precedentes, él se fue lanza en ristre contra el candidato Petro “y como cualquier político en campaña utilizó su Twitter para fustigarlo. Al general no le gusto que Petro hubiera dicho una verdad que reveló Otoniel, el jefe del clan del golfo antes de que fuera extraditado a los Estados Unidos: la de que en la nómina de ese poderoso cartel había `algunos generales del ejército colombiano`… En Colombia, la Constitución dice que los militares no pueden ser deliberantes y que los presidentes no pueden intervenir en política, dos prohibiciones derivadas de la época de La Violencia… A regañadientes, los presidentes, incluido el inmanejable Álvaro Uribe, han cumplido esta norma…” (Duzán, 2022) Pero con El bojote de Duque esa tradición se rompió. El mandatario intervino “en la campaña sin pudor y su ejemplo ha sido entendido por los militares como una invitación para incumplir la Constitución. Por eso, el general Zapateiro no fue llamado al orden por Duque ni ha sido destituido por los organismos disciplinarios. En cambio, Duque lo respaldó, con el argumento de que el candidato Petro se había entrometido en los cuarteles y mancillado el honor militar.” (Ibìd)

¡Exgeneral Zapateiro y subpresidente Duque!, “el honor militar no se mancilla por decir la verdad. Y lamentablemente si es verdad que hay oficiales en contubernio con el narcotráfico. Como también es cierto que hay oficiales corruptos que utilizan los gastos reservados para sus gastos personales. También es verdad que hay generales con lujosos apartamentos y con costosas propiedades que se han enriquecido en el servicio. Y lo más grave” (Duzán, 2022): los órganos de control cooptados no los investigan o sancionan. Así que Duque dando legitimidad a las fuerzas más antidemocráticas, camanduleras y patrioteras de este país, pasará a la historia por ser un presidente que fue incapaz de ejercer su liderazgo sobre los militares y que prefirió ser su alcahueta, para convertirse en un ser deplorable e incapaz de representarnos como jefe de Estado o jefe supremo de las Fuerzas Militares.

Siguiendo el guión de la ultraderecha conservadora de otros países, el presidente más alcahueta e incapaz de la historia colombiana, El patrón del ubérrimo y sus adláteres amenazaron el legado político de muchos años de una democracia endeble, pero al fin y al cabo democracia. Esa amenaza consistió en manipular todos los organismos de control y desequilibrar las instituciones. En este sentido, el primer déficit que deja Duque es el precario equilibrio democrático. “Su gobierno debilitó la independencia y la autonomía de los entes de control al elegir funcionarios que lo ayudaron a llegar al máximo cargo de elección. Esto ha afectado la eficiencia de la justicia, ha generado casos de impunidad y ha afectado la confianza en las instituciones. Hizo elegir como Fiscal General a un excompañero de clases y quien se desempeñó, previamente, como su consejero presidencial. En la Procuraduría eligió a su exministra de Justicia, reconocida ficha de los poderes locales y quien se ha hecho famosa por dejar pasar de largo flagrantes casos de extralimitación de funciones de servidores públicos.” (Foro Nacional por Colombia, 2022)

Pasó igual en la Defensoría del Pueblo, incluyendo en la terna a otro compañero de universidad, quien, además ha tenido una gris gestión. Y el actual contralor es un funcionario oscuro y sagaz que, sin ninguna explicación creíble, obtuvo varios títulos universitarios mientras ejercía su cargo; él logró colar “una reforma que inyectó cerca de medio billón de pesos a la entidad, sin estudios que soportaran seriamente la necesidad de semejante gasto y sin ningún resultado alentador. Por el contrario, …algunos de sus funcionarios habrían participado en oscuras operaciones que involucrarían actos de corrupción respecto de recursos indispensables para los municipios más golpeados por el conflicto.” (Botero, 2022) Esta concentración de poderes y funciones en el Gobierno ha sido muy peligrosa porque terminaron contribuyendo a la erosión en la confianza institucional y a la mala percepción de la labor de los entes de control hasta convertirlos en órganos cooptados utilizados para archivar andanzas del catastrófico uriduquismo.

En materia política, “Duque llegó con la promesa de acabar con las relaciones clientelistas entre el Gobierno y el Congreso, y lo que hubo fue clientelismo puro, duro y sin vergüenza. El momento culmen de esa relación clientelista ocurrió cuando el Congreso, aupado por el Gobierno, impulsó la modificación de la Ley de Garantías para permitir la suscripción de millonarios convenios interadministrativos en época electoral. Por cuenta de esa maniobra, en las elecciones del Congreso algunos candidatos desconocidos obtuvieron votaciones superiores a los 100.000 votos y la mayoría de los partidos tradicionales conservaron su representación en el Legislativo.” (Rivera, 2022) Además, por orden del uriduquismo el Congreso saliente se dedicó a dar condecoraciones ridículas, a echar madrazos en las sesiones y a sacar uno que otro proyecto de ley en sus tiempos libres.

A propósito del poder legislativo, el 20 de julio, en la instalación del nuevo Parlamento por parte del antidemocrático presidente saliente, en medio de rechiflas, éste hizo sin sonrojarse un balance cínico de su cuatrienio inflando algunas cifras y diciendo muchas mentiras de temas específicos, pero sobre todo en el educativo planteando que su gobierno es el que más ha invertido recursos y dignificado los maestros en la historia de la educación colombiana, sin aludir a los casi 80 billones de déficit presupuestal con que deja al país -más del 5% del PIB-. Lo cierto es que el gobierno de Iván Duque “entrega una educación con menor calidad y mayores brechas que la que recibió. Exactamente lo contrario a lo establecido en su Plan de Desarrollo.» (De Zubiría, 2022) Así, al monigote de Duque no le importó que el nuevo Congreso más diverso y plural en la historia de Colombia estuviera conformado en su mayoría por el Pacto Histórico y las fuerzas alternativas afines al presidente entrante, que interrumpieron su discurso diciéndole mentiroso y descarado, lo cual lo ratifico como el presidente mediocre y marrullero más abucheado de Colombia.

Según Kalmanovitz (2022), la economía comienza en el cuatrienio de Duque con el deterioro de las cuentas externas: en agosto de 2018 el dólar se cotizaba en $2.800 y el 24 de junio de 2022 en $4.137, a pesar del alza de los precios del petróleo que ha debido fortalecer la divisa nacional. La pérdida de valor del peso refleja, entre otras causas, los déficits que causó el exceso de gasto de la administración. El deterioro externo hizo que se redujera la calificación crediticia del país. Así se elevó el costo de endeudamiento del país y sus empresas se ven obligadas a pagar tasas de interés más altas por sus préstamos, al representar mayores riesgos. Duque inició su mandato con una inflación del 3 % y lo termina triplicando ese nivel. “La inflación de alimentos superó el 26 % en abril, contra un 2,5 % en 2018, lo que significa física hambre para el 40 % de la población que yace en pobreza monetaria. No se tomaron medidas efectivas para paliar siquiera las necesidades alimentarias de la gente… Los datos de crecimiento fueron mediocres: poco más del 3 % en 2019, en 2020 la pandemia contrajo la economía un 7 %, hubo un fuerte rebote del 9 % en 2021 y se pronostica un 4 % en 2022.” (Ibíd)

El promedio del crecimiento fue de un magro 2,2 % durante el cuatrienio y el desempleo “que encontró Duque en 2018 fue del 9,7 % de la fuerza de trabajo, pero lo entrega en un 11,5 % en 2022. Aun si hubiese tenido un buen desempeño en materia económica, ese no es el rasero con que lo juzga la gente. Pesaron más su autocomplacencia y su comportamiento procaz, sin ningún logro importante que mostrar. En una encuesta reciente de Invamer, solo un 27 % de la población expresó una opinión favorable del presidente, apenas superando a Andrés Pastrana en 2001, que con un 24 % obtuvo el récord de impopularidad en la historia nacional.” (Kalmanovitz) Además, este paradigma de la ramplonería tuvo la idea nebulosa de la “economía naranja”, un discurso vacío “que nadie sabe muy bien qué significa, pero que se sustenta en conceptos aparentemente atractivos, novedosos, y a la postre no lo son. Hasta escribió un libro. Y, por supuesto, fue la fuente de innumerables burlas y viralizaciones ridículas del presidente explicando lo que ya existe hace rato y es el impulso de las artes y la tecnología como factor de crecimiento empresarial y social.” (Bejarano Ricaurte, 2022) Así, esta economía naranja no ha producido ni para comprar un jugo, terminado con esa ideota haciendo un económico oso cósmico.

Cuando llegó la pandemia que acabaría asfixiándonos, el presidente Duque que no entendía el oficio acabó por encontrar su secreta vocación: la de ser presentador de televisión. Entre marzo del 2020 y junio de 2021, el duquecito “fungió como maestro de ceremonias y moderador de funcionarios que anunciaban sus programas y decían que a otros países les iba peor que a nosotros… Sólo que las verdades que debían importarle al presidente eran distintas: que en la pandemia nos ha ido mal (así a otros les haya ido peor) y que todos los programas sumados del gobierno se han quedado cortos ante la magnitud y los alcances de la crisis… Aun así, la ineptitud de Duque no había mostrado ser peor que la de sus predecesores. Su momento estelar llegó cuando, sabiendo que el Congreso no le aprobaría el proyecto, tuvo la idiota ocurrencia de aumentar los impuestos de la gente en medio de la peor crisis social de la historia… Su premio fue el paro nacional, que juntó y potenció los viejos y los nuevos descontentos, agravó la recesión y la pandemia… y acabó por reeditar la polarización bajo la fórmula ´los que construimos contra los que destruyen´ o ´los neoliberales autoritarios contra los que soñamos con un mundo mejor´.” (Gómez, 2021)

Así, en plana pandemia, “la población urbana se sintió ofendida y enardecida. Las manifestaciones de los jóvenes en abril de 2021 fueron enfrentadas con la fuerza letal de la policía, que causó 70 muertos, cientos de desaparecidos y miles de heridos, entre ellos varios jóvenes que resultaron tuertos a bala durante el paro nacional. Hubo incluso respuesta armada de civiles opositores a las marchas en Cali. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó las graves violaciones a los derechos de los protestantes cometidas por el Gobierno.” (Kalmanovitz, 2022) El presidente más torpe e inepto de la historia colombina “mostró su solidaridad con la fuerza pública y no con las víctimas de sus acciones, y en actitud retadora posó para las cámaras vestido con una chaqueta policial. Parece que nunca le enseñaron empatía con los pobres de la tierra, con quienes no quiso su suerte echar. Para rematar, salió al rescate del no tan pobre Carrasquilla, a quien nombró codirector del Banco de la República, degradado tras de ser ministro de Hacienda en dos gobiernos uribistas.” (Ibíd)

Pero el mandatario saliente más ramplón y mediocre de la historia de Colombia tampoco quiere irse o, por lo menos, no piensa hacerlo de manera leal y legal, sino que está acudiendo a las míticas jugaditas de su presidente eterno para prolongar su influencia más allá del 7 de agosto de 2022. A pesar de las diferentes comisiones de empalme del presidente electo y el actual subpresidente, éste a “las ganas de quedarse —la quedanza— agrega otra actividad indigna: la desquitanza” (Samper, 2022), para prologar su vil gobernanza. “Casi todos los jefes de oficina que llegaron en la mediocre caterva de Duque tendrán que irse sin remedio, pero no lo harán sin antes cobrar cuentas pendientes de tipo personal o demostrar que hasta el último día pueden hacer daño.” (Ibíd)

El recurso torticero, gracias al cual el Gobierno alargó el periodo de la junta directiva de Ecopetrol para que sus delegados sigan controlando la política petrolera, fue una ñapa tramposa de Duque a favor de Luis Guillermo Luigi Echeverri, su amigo, “a quien él puso al frente de la junta directiva de la empresa. Ahora Luigi sigue hasta 2025 en un delicioso masallá que maniatará en materia energética al elegido en los comicios presidenciales.” (Samper, 2022) En fin, es errónea, injustificable e imperdonable la decisión de cambiar los estatutos de Ecopetrol con la cual se abrió de par en par la puerta a la politización de una empresa bandera.

El más significativo síntoma de que el gobierno actual no quiere irse y pretende alargar la despedida como los invitados borrachos es el proyecto de ley 392 de 2021, obra del ministro de Gobierno, sobre la transmisión de mando entre los funcionarios que salen y los que llegan… Vale la pena señalar otros, como el ámbito ecuménico de aplicación, que abarca ´todas las ramas del poder público en el orden nacional, distrital, municipal y metropolitano´ y se extiende a aquellos particulares ´que manejen fondos o bienes del Estado´ (Artículo 3). Por poner un ejemplo: el alcalde saliente de Tibacuy y el que lo reemplace tendrán que crear comités de empalme, llevar actas, aplicar los formatos que manda la ley, mantener archivos de custodia… y todo ello será confidencial. Un simple trámite de facto se transforma así en intrincada red de condiciones, requisitos, formalidades, cláusulas y obligaciones. Está bien que existan normas destinadas a guiar y ordenar el proceso. Pero en la red que teje el Gobierno con tanto esmero se mecen dos arañas venenosas: la implantación de secretos que protegerán al que se va y el insólito deber de continuar políticas de su antecesor que adquiere el que llega.” (Samper, 2022)

Según el periodista e intelectual orgánico citado, el propósito encubridor que inspira al proyecto queda al desnudo en el artículo 26, que tiñe de ilegalidad (“falta grave disciplinaria”) a cualquier funcionario público que “viole la reserva de la información suscitada con ocasión del empalme”. Obligación extensiva a “los participantes designados por el candidato electo”, pese a ser meros ciudadanos particulares. Lo más paradójico es que todo esto —lo juro con Daniel Samper Pizano (2022)— se gestiona a nombre de la transparencia administrativa. Mucho ojo, pues, con el uriduquismo que aún tiene unos pocos días para excitar las ganas de quedarse y las ganas de desquite. Me niego también con Samper a aceptar que algunos alimenten la mala idea de garantizarse el futuro ordeñando un buen contrato de última hora.

Sin embargo, ha sucedido con frecuencia en la triste y gruesa historia de la corrupción nacional que ciertos sinvergüenzas actúan según la filosofía del Me voy, pero salgo rico. Es el famoso último golpe, para favorecer compadres o agenciarse una mordida. Entonces, mientras el presidente más anodino y retardatario de la historia colombiana “está dedicado a hostigar en las últimas horas de su corrompido gobierno y a facilitarles prebendas a los burócratas aprovechados y asaltantes que medran a su lado, ha guardado silencio sobre el robo de los dineros de la paz…” (Bejarano Guzmán, 2022) Así, el uriduquismo y sus alfiles “quieren quedarse con los hilos amarrados para que nunca nadie escale las paredes escabrosas de los dineros mal habidos y descubra el sofisticado enriquecimiento a costa de la cosa pública.” (Bejarano Guzmán, 2022B)

Faltan unos pocos días para que termine el gobierno del autor de la insulsa economía naranja y avanza a toda máquina una codiciosa operación para raspar la olla. En estas dos semanas se diligenciarán muchos documentos Conpes y “se otorgarán licitaciones billonarias como las del Canal del Dique y las minas de carbón de La Jagua y Calenturitas; se comprometerán vigencias presupuestales futuras hasta por ocho años y se gastarán las regalías petroleras que no han entrado. De esta manera el mandatario saliente dejará con pocos recursos y muchos compromisos a su sucesor” (Coronell, 2022), lo cual se constituye en un verdadero clientelismo legalizado. “Todo esto ya es suficientemente grave pero nada tan lesivo como un Tratado de Libre Comercio, hecho a las volandas, con el que quieren dejar amarrado para siempre al país.” (Ibíd)

De acuerdo con el periodista e investigador citado, se trata de un veloz TLC que planean pactar con Emiratos Árabes Unidos. Las negociaciones del acuerdo empezaron apenas en marzo de este año y pretenden concluirlas antes del 7 de agosto. Las más recordadas inversiones emiratíes en Colombia consisten en una sociedad de la familia real de Abu Dabi con los Gilinski, los dueños de la revista Semana, para quedarse con las empresas Nutresa, Sura y Cementos Argos aún controladas por el Grupo Empresarial Antioqueño. “El rapidísimo TLC está listo para cerrarse con apenas dos rondas de negociación. Solo para ofrecer una referencia vale recordar que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos se conversó en al menos once rondas de negociación a lo largo de varios años y tuvo mecanismos de información permanentes al Congreso de la República y a los empresarios interesados.” (Coronell, 2022) Pero ahora, por obra y gracia de la prisa del torpe presidente saliente más abucheado, Colombia va a firmar con los Emiratos en menos de cinco meses.

Ni el ridículo le ha sido esquivo al subpresidente Duque, “como cuando vaticinó en febrero de 2019: ´Hoy es digno de aplaudir lo que está viendo el mundo y es que a la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas´. Han pasado tres años y Maduro, ahí. O la otra frase bobalicona de: ´A alias Guacho se le acabó la guachafita´. Y esta otra perla con la que creyó que el país quedaría asombrado de su genialidad: ´Y nos remontamos a lo que llamamos las siete íes. ¿Y por qué siete? Porque siete es un número importante para la cultura. Tenemos las siete notas musicales, las siete artes, los siete enanitos. Mejor dicho, hay muchas cosas que empiezan por siete´. Por todo eso y por mucho más, este año abrió plaza con su más reveladora y original agudeza: ´Mi mayor defecto es ser perfeccionista´”. (Bejarano Guzmán, 2022) Mejor dicho: «El secreto de su éxito es que de joven descubrió que era Dios”; ojalá pues que alguien le recomiende al duquecito que, por su propio bien, si no puede quedarse callado, al menos pensara antes de hablar.

Sabemos que de bienintencionados “que pactan con el error está hecha la historia de Colombia. La Regeneración de finales del XIX, que también se veía a sí misma salvándonos de la catástrofe, fue la voluntad de completar la pacificación religiosa, militarista, racista, castellana, sexista, que habían empezado ciertos conquistadores tres siglos atrás: el empeño de acabar de despojar, colonizar, someter y uniformar a estas poblaciones demasiadas e indómitas que se habían resignado a una geografía novelesca. Fue esa cultura regeneradora –´una nación, un pueblo, un Dios´, se repitió hasta la náusea– la que sembró los fanatismos, alentó las guerras civiles, instaló los prohibicionismos, saboteó las firmas de paz y promovió los negacionismos que nos han traído hasta acá. Fue ese modo de ser colombiano, tan anacrónico e insano, el que Duque asumió” (Silva, 2022) para ingresar a la historia colombiana de la infamia.

“Hasta el último minuto de este último mes, mitad empeliculado, mitad ensoberbecido, se ha seguido metiendo e imponiendo en terrenos en los que sólo se metería e impondría un regenerador: en las elecciones presidenciales, en los derechos reproductivos, en los coros que culpan a Petro de las subidas del dólar, en las juntas y en las comisiones que tendría que dejar en manos del próximo gobierno.” (Ibíd) Quizás Duque siga imaginándose, bajo el reflector presidencial que poco deja ver, “un fin de los tiempos en el que se le reconocerá su consistencia. Pero es que esa consistencia entre comillas, que entorpeció la cultura del diálogo durante cuatro largos años, que insistió en una política de seguridad que tanto sirve a la violencia, y no sólo nombró, sino que mantuvo en el Centro de Memoria a aquel defensor de una narrativa caradura e inverosímil sobre semejante guerra, es, ha sido y va a ser el problema. Dígale usted a ese millón de exiliados, contados, con compasión, por la Comisión de la Verdad, que no tuvieron que irse por un conflicto armado pues no lo hubo y no lo hay. A ver qué le responden. A ver si no recuerdan cómo, cuándo, por qué, de qué país tuvieron que marcharse. A ver si no son colombianos despojados por otros colombianos.” (Silva, 2022)

Se va, bien ido, el subpresidente Duque. Se va, bien ido, “su gobierno obtuso e insaciable hasta los últimos días. Pero lo más importante para este país lleno de países es que por fin se deje atrás –pues hemos insistido e insistido en el error durante un par siglos– esa política regeneradora que jamás va a sacarnos de una guerra que sólo ven sus víctimas.” (Ibíd) Cómo será tan agobiante la situación descrita que condujo a alguien decir en las redes sociales: “Normalmente, los presidentes culpan de sus errores al gobierno anterior. El de Iván Duque es quizás el único en el mundo que ha culpado al PRÓXIMO” y al anterior. Es deplorable la forma lánguida e indigna como Duque y su gobierno han venido enfrentando su despedida del poder. Parece que todavía no han entendido que perdieron las elecciones y tienen que irse, pues están entregados a la tarea de culpar a Santos y a Petro de todo. A ello se suma el no disimulado esfuerzo de planear y ejecutar maniobras indelicadas que les permitan seguir gozando de las canonjías de las que hoy disfrutan: ¡Qué vergüenza!    

En suma, entonces, el peor presidente en la historia de Colombia tuvo un talante marcado de derecha, que se expresó en la política de la economía de mercado que le quita a los pobres para darle a los ricos y gremios, “la sujeción a Trump y los republicanos, los cavernarios ministros de Defensa, la mano dura frente a las protestas y la defensa abierta de sus copartidarios implicados en líos judiciales” (Gómez, 2021), lo cual se agravó con los dos años de pandemia en la que El bojote encontró su verdadera vocación: ser presentador periodístico de televisión porque entendió que el exceso de información solo produce confusión, ruido y silencio. En su mandato hubo un desmadre solo comparable al de Venezuela y Nicaragua.

Con Francia Márquez y Gustavo Petro, “Colombia no será Finlandia en el 2026 pero habremos caminado cuatro años en la dirección correcta y estaremos saliendo de esta asquerosa mezcla de sangre, corrupción y mierda donde chapaleamos hoy.” (Londoño, 2022) Una dirección correcta de estos verdaderos transformadores sustanciales sería “superar la mediocridad suprema, las jugaditas innobles, la bobería colosal, los destrozos sociales y el desdén por la ley que nos dejan Iván Duque y su gavilla. No más Iván, no más gobiernos teledirigidos por el Presidente Eterno, no más uribismo camuflado en individuos estrafalarios y apolíticos falsos” (Samper Pizano, 2022). Por eso, por fin decimos con Beatriz Ordóñez (2022): Adiós gobierno indolente / incapaz y marrullero, / dirigido sin esmero, / por un muy mal presidente. / Engreído y prepotente / viajero desaforado, / que dejó al pueblo olvidado / y la paz firmada, herida. / Le damos de despedida: / un hasta nunca extenuado.”

Así las cosas, “es imperioso darle el puntillazo al uribismo, esa peste que padecemos hace 20 años y que nos ha traído más muertes, más violencia, más pobreza, irrespeto a los tribunales y a la Constitución, corrupción desbordada, polarización, fanatismo, desbalance en los contrapesos.” (Londoño, 2022) La mayoría de colombianos está sintiendo verdadero alivio por la ida del subpresidente Duque, su presidente eterno y sus áulicos, esa aliviada mayoría socialdemócrata “jamás va a añorar el desprecio del sí a la paz, la megalomanía, la hibris, el amiguismo, la desconexión y la pequeñez que también hacen parte del legado.” (Silva, 2022) Sin embargo, ¡oh bendita paradoja!, a todo ese putrefacto legado uriduquista tenemos que agradecerle profundamente porque nos hizo tomar conciencia para ver la necesidad del cambio sustancial.  

NOTA IMPORTANTE: ¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes y librepensadores!, los invito gustosamente al lanzamiento de mi libro Triple aventura académica en el colegio Usaquén de Bogotá (calle 127C N.º 9A-03) el martes 9 de agosto de 6:15 a 7:45 pm. Programa: presentación del doctor Alfonso Torres Carrillo, lectura del autor, conversatorio y copa de vino. Hay parqueadero.

INDISPENSABLES MURMULLOS REFERENCIALES

6 respuestas a «EL FUNESTO CUATRIENIO DE URIDUQUE»

  1. Que desdicha conocer y recordar los azotes que ha padecido nuestro país, Gran realidad plasmada en estas líneas dolorosas. Felicitaciones González.

  2. Excelente artículo, es sin lugar a dudas una radiografía de lo que fueron cuatro años de un gobierno que no tiene otro calificativo distinto al de Nefasto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *