
LA ÉPICA DE LOS VENCIDOS
¡Amables lectores senti-pensantes!, para esta ocasión nos acompaña con sus letras la cuentista y ensayista colombiana Clara Elena Baquero en la sección de invitados.
Escrito por Clara Elena Baquero
Borja publicó en el 2013 con la editorial Sociedad de la Imaginación la novela Al pie de la hoguera, que ya versaba sobre La Violencia, aunque en ella trasgredió los límites generalmente admitidos por los historiadores.
La presente novela es memoria histórica de la nación, ya que ofrece una visión de La Violencia (1946-1965) a través de uno de sus protagonistas, Jacinto Cruz Usma, Sangrenegra, un personaje que, con mucha solidez, persiste en el imaginario nacional, en especial de las generaciones nacidas en el siglo XX; no obstante, es de interés para los nuevos colombianos, pues de sus mayores habrán oído relatos de dicho personaje y les interesará profundizar en el conocimiento de la génesis y desarrollo de lo legendario, a fuer de profundizar en un período histórico.
La obra, por otra parte, presenta una existencia humana que bien puede leerse sin el referente real. Busca reconstruir la vida de este hombre desde el diálogo de voces históricas y ficcionalizadas. Es útil para los investigadores sociales como fuente de datos. Está alimentada con recursos literarios que permiten reconstruir esa época y convertir la lectura en una experiencia estética.
Los libros escritos sobre Sangrenegra, han tenido acogida favorable de parte de los lectores nacionales. Sobre esta época se han publicado diversos libros y relatos, algunos de carácter descriptivo y episódico, pero aún no existía una novela que ofreciera una visión de cómo se formó el carácter del bandolero, desde su niñez y adolescencia, y el marco histórico que posibilitó su accionar en la violencia partidista. Algunas obras se han referido al tema, pero no han profundizado en los aspectos axiales de su vida ni han construido el personaje como resultado de un proceso que de la miseria conduce al crimen, auspiciado y promovido por intereses ajenos, y que profundice en un carácter proclive a la destrucción propia y ajena. Seis novelas sobre Jacinto Cruz Usma anteceden a la actual en la bibliografía nacional.
El derrotero existencial de Sangrenegra ha llamado la atención de estudiosos, en especial del campo de las ciencias sociales; aunque, a la postre, los resultados publicados han sido pocos y repetitivos, centrados primordialmente en escasos aspectos biográficos, traídos de nuevo en muchos de dichos textos.
Al respecto, la referencia primordial de dicho período histórico sigue siendo La violencia en Colombia: Estudio de un proceso social.En este año, con base en los archivos de la Comisión Investigadora y en el archivo Germán Guzmán Campos, dos investigadores de la Universidad del Valle, Alberto Valencia Gutiérrez (La Violencia años cincuenta contada por sus víctimas: Los archivos de la Comisión Investigadora) y Luis Carlos Castillo (El bandolerismo en Colombia), han contribuido de manera significativa al acervo del tema.
Esta narración es fruto de una profunda investigación bibliográfica y de una consulta de fuentes directas. Integra testimonios de personas que tuvieron contacto directo con el protagonista, incluso familiares, y tiene de fondo precisión cronológica; así, se traduce en un texto ficcional de factura histórica. Conserva, sin embargo, el énfasis en lo creativo de las situaciones y en una prosa artística.
La estrategia textual utiliza por el autor, consiste en acumular imágenes que conduzcan a sensaciones continuas, con miras a un efecto correlativo con la reproducción de la velocidad de un destino agolpado de acontecimientos y agotado en pocos años. Con similar propósito, se omite la pausa que demanda la coma (,), cuando el hipérbaton la exige en la escritura y en construcciones adversativas; conservada en otros pasajes para ralentizar la acción. También con frecuencia, no se menciona el sujeto para que el lector lo induzca, como en el siguiente pasaje: “Y en las noches escucharon mi llanto, mis quejidos a la luna, mis golpes contra la tierra, pero ni así, nada los conmovió, como si él no tuviera el derecho de escuchar de nuevo los rezos que le enseñé en la niñez”. (207)
Presenta la degradación que produce la violencia en los nefarios, los bandidos y las víctimas; estos tres grupos sufren los efectos de sus respectivos roles. La conclusión implícita es que los actos violentos, cualesquiera que sean sus motivaciones, es un sendero equivocado en el derrotero de las vidas individuales y el de la nación. “En las ruinas incandescentes de La Ermita una gélida luna plateó la agonía de un bebé en una caneca de leche enrojecida, a cuyos gorgoritos nadie acudió; su madre yacía al costado con una estaca humeante entre sus senos. El viento ululó la noche entera y hambres salvajes trizaron carnes y picotearon ojos ya opacos. (141)
La trayectoria de Sangrenegra está signada por aspectos legendarios en la memoria popular, fruto en parte del conocimiento directo de sus acciones y de la invención de las gentes, cuando no es signada por intereses partidistas fácilmente identificables. La información de las Fuerzas Militares, al respecto, realiza el inventario de muertos y heridos, el sesgo de sus comunicaciones.
El autor conduce al personaje desde la renuncia al amor, consecuencia de su primer asesinato, hacia la metamorfosis de sus frustraciones traducidas en muertes, secuestros femeninos y estupros: una geografía de sangre. Continuidad fatídica del transcurrir colombiano, de la cual no ha podido salir el país para reconstruir la nacionalidad lacerada por tantos años de violencia.
Su catadura siniestra y de amenaza no dejó a sus hombres y aliados más opción que atender sus inexorables mandatos y de la incandescencia de sus ojos de fría plata surgió un virulento frenesí que incitó a la matanza; se enfurruscó y acompañó con gritos la aniquilación; se transformó en el asesino de leyenda magnificado por la radio y los periódicos. Una ira ferina hizo emerger de él a Sangrenegra, ese renombrado monstruo mortífero que desconoció cuando despertó del trance alucinante de la crueldad.
Pag. 141
La novela busca adrede una comprensión de La Violencia y presenta a Jacinto y a otros cuadrilleros, inmersos en la vorágine voraz de esos años de enfrentamientos sectarios por las tierras y las propiedades ajenas. El protagonista es arrastrado por el torbellino de intereses ajenos que, finalmente, condujeron al país al resultado ignominioso de 300.000 colombianos, ya arrojados a las fosas comunes o los ríos, ya colgados de los árboles y expuestos a los gallinazos en la intemperie de campos y caminos, ya a hiperpoblar los camposantos. El panorama está constituido por seres hundidos en el anonimato de unas vidas desatendidas y desprotegidas, y desgarradas por quienes tenían la obligación legal de defenderlas y se lucraban del ejercicio del poder.
Los bandoleros, cuando ya dejaron de servir a un ideario partidista, a raíz del acuerdo del Frente Nacional, fueron impelidos al bandidismo crudo que los convirtió en acorralados y su alternativa fue recrudecer sus acciones.
Intentó rendirse a las autoridades y firmó una carta con esa intención el dieciséis de julio de 1963, fiesta de la Virgen del Carmen, pues era su devoto y tenía fe en que le serviría su invocación para ablandar la rudeza del gobierno de Guillermo León Valencia. Los ofrecimientos de garantizar el orden donde no hubiera tropa y de enmendarse con el trabajo honrado, refrendados por diversos caudillos, fueron desestimados.
Veinte días después sobrevino el multihomicidio de La Italia, perpetrado por Desquite, uno de los jefes firmantes de la carta desatendida. Treinta y nueve muertos, conservadores, según se difundió.
`Pag. 125-126
Novela de regiones, de pueblos, caminos, montañas, de mil y un protagonistas. En ella es posible discernir entre la importancia de las acciones y los sentimientos, y las motivaciones que las animan, pues la anécdota se supera a sí misma al traernos unos vencidos frágiles en sus principios, crueles en la soberbia del poder cuando lo detentaron, autoritarios frente a los débiles, lacayos de los poderosos (quienes los abandonaron cuando ya no les eran útiles).
Esta novela registra, sin atenuantes, la espiral brutal con que se anegó de sangre el país, con la equívoca justificación del enfrentamiento entre los partidos Liberal y Conservador.
Imagen de portada: Borja, Hernán. Sangrenegra: La cruz de Jacinto. Cali, Programa Editorial de la Universidad del Valle, Colección Artes y Humanidades, Narrativa, 2021, 210 págs.