LA PALABRA MAMERTO

¡Amables lectores sentipensantes, librepensadores y exigentes caminantes pacientes!, la palabra mamerto corresponde a mi parte del idioma. En Tacamocho Bolívar -mi pueblo- conocí a un hombre llamado Mamerto García Porto, hábil hombre gracioso montando a caballo al cual no lo aventajó nadie y que ahora vive en Barranquilla; pero donde escuché esta palabra con su connotación política fue en mi época rebelde del bachillerato en Plato Magdalena. De esa palabra voy a hablar ahora.

La riqueza del castellano, unido a la capacidad del ser humano de renovarlo provoca el surgimiento de nuevas palabras que se adecúan a los tiempos que corren. Ellas se reconocen libres, pueden crecer y adquirir varios significados, pues el uso de éstas es lo que apropia su validez. En Colombia es común el uso de referencias despectivas hacia las personas de acuerdo con su ideología política, referencias que son conscientes de que las palabras enervan, destruyen, quitan el piso o maltratan.  

Ese es el caso de ciertas palabras que nacen, gracias en parte a la creatividad humana, para calificar esa ideología o tendencia política, muchos de ellas con significado peyorativo garantizado por el uso del hablante con una finalidad negativa para lo que se designa. Es una forma de desacreditar al contrario utilizando la fuerza inconfundible del lenguaje como un recurso para etiquetar negativamente al adversario político.

Una de ellas es precisamente mamerto, palabra que aún no ha entrado en el salón de la fama de la RAE, pero su uso es tan común como cotidiano en Colombia. De ahí su registro en el Diccionario de colombianismos (2018) del Instituto Caro y Cuervo, casa singular de estudio lingüístico y literario donde hice mi maestría. Según ese diccionario éste es un término que se refiere a una persona, que sigue los lineamientos del comunismo o de los partidos de izquierda; verbigracia, tengo muchos amigos mamertos y debo confesar que, aunque en ocasiones su cantaleta me aburre, admiro su compromiso y convicción.

En Colombia, el origen de mamerto como descalificativo se remonta a los años 30 del siglo XX. Según Santiago Molina Roldán (2015), el Semanario Voz que algunos consideran mamerto fue el que trajo a colación una de las versiones del origen de dicha palabra, diciendo que “el término existe en castellano desde hace tiempo y hace referencia a aquel niño –y hasta adolescente y adulto– que “se chupa o se mama el dedo”. Así, en esa época se utilizó, el vocablo para referirse a quien se “mama”, o elude la responsabilidad o compromiso. En este sentido, continua Molina, alguien apuntó que esa palabra es un regionalismo de varios países latinoamericanos, entre ellos Colombia, que equivale a “persona miedosa, incapaz de decidirse por sí misma, por temor a las consecuencias. Pusilánime”. 

En cuanto al origen exacto del término con la connotación política, ésta apareció por allá en los años 60 del siglo pasado. A juzgar por Óscar Alarcón (2022), la cuestión sucedió cuando fue acuñada “por el inolvidable economista Jorge Child para referirse a quienes adoraban a Brézhnev (quien tenía en las cejas los bigotes de Stalin). ¿Y por qué esa denominación? Porque los dirigentes prosoviéticos criollos eran Gilberto Vieira, Filiberto Barrero y Alberto Silva (todos “erto”).” Además, por esos años había un programa de humor radial conocido como Los Chaparrines, en el cual uno de los personajes se llamaba Mamerto que decía tonterías. Así, el economista y periodista, recurriendo también a la terminación onomástica de esos dirigentes y jugando con esas palabras, dijo que al Partido Comunista Colombiano -PCC- solo le faltaba un personaje llamado Mamerto. “Pero eran otros tiempos. El muro de Berlín no existe y acaba de fallecer Gorbachov, con su medialuna en la frente.” (Ibíd)

En ese orden de ideas, mamerto, en Colombia, también es ese que comulga con el Polo, con el MOIR o con cualquier otro partido o movimiento político que tenga rasgos de izquierda. A propósito de esto, comenta el citado Oscar Alarcón que cuando el presidente Petro hizo su primer viaje al exterior, a Perú, nombró como ministra delegataria a la titular de la cartera de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, quien está afiliada al Partido Comunista, lo cual dio margen para que la derecha más recalcitrante protestara. “¡Cómo le entregan el gobierno a una comunista mamerta!”. Por eso tuvimos una “mamerta” tomando un juramento, por Dios y la patria. 

En esta línea, el otro día me encontré por la calle con un exalumno del posgrado en Educación Comunitaria de la Universidad Pedagógica Nacional -donde trabajé durante 30 años- al que no veía hacía tiempo, nos saludamos con la amabilidad de siempre. Él me hizo cara de angustia y desolación. Luego me comentó un par de artículo y me dijo al despedirse: “Lástima que usted sea tan mamerto”. Quedé un poco asombrado y estupefacto como Constaín (2023) en un caso parecido: “¿Mamerto yo? Me sorprendió porque entendí muy bien que el señor usaba esa palabra no en la acepción lunfarda de “borracho y mamador”, por desgracia no, sino en la muy colombiana de `militante de la izquierda`, uno obcecado y dogmático, histérico y trasnochado.” Ya sabemos que ese apelativo se ha extendido a todos los izquierdistas, de los que decía Hersán: “Dios los cría y ellos se dividen”.  

Este vocablo es pues en la actualidad un nombre propio de persona y un nombre común, con varios significados, y un adjetivo despectivo propio del español de algunos países de América que se emplea para designar -y ofender- a alguien que se define como ‘comunista’, ‘anticapitalista’ y ‘anti neoliberal’. Ahora bien, la normalización del calificativo ha suscitado que también sirva para catalogar a un campo de personas más amplio: todas aquellas que comulgan con ideas izquierdistas, y descarta los movimientos de la derecha. Su origen viene de contextos políticos y en la cotidianidad se utilizan como una ofensa.

“Los mamertos entonces están en todas partes, siguiendo con el último planteamiento, e incluso siguiendo a Voz, quien dice que equivale a “retractarse o sacarle el culo a lo que una vez asumieron”. Es esta quizá la definición más acertada de ese término: el que se mama de la lucha que adelanta.” (Molina, 2015) También lo son esos líderes estudiantiles “que hacen lo propio cuando en sus universidades venden el paro o el movimiento ante puestos o becas que les ofrecen desde la trinchera opositora y entonces cambian misteriosamente de discurso, y le sacan el ‘culo’ a lo que alguna vez promovieron.” El mamerto se convierte “en tal como consecuencia de puestos, mermeladas, viajes, becas, miedo o pereza.  Al mamerto lo crea el opositor o la mentalidad no guerrera y luchadora del mismo ser que alguna vez llevó las banderas de lucha, y ahora las tira y se mamertiza.” (Ibíd)  

A todo aquel que nos ofende diciéndonos mamerto hay que recordarle la frase gomezdavilista: “El que irrespeta para demostar su igualdad patentiza su inferioridad”, y responderle lo mismo que le dijo Juan Esteban Constaín: “¿Y si es al revés y el mamerto es él? Mamerto de derecha, que los hay, porque la mamertería consiste en creer que quienes no comparten nuestros delirios son siempre del otro bando.” Eso es también ser mamertos. De todos modos, “lo que permite soportar a los demás es la posibilidad de convertirlos en relato.” (Gómez, 1986:17) No olvidemos que las revoluciones también “legan a la literatura los lamentos de sus víctimas y las invectivas de sus enemigos.” ¡Ah!, y tampoco olvidemos que “educar no es transmitir recetas, sino repugnancias y fervores.” (Ibíd)

En suma, entonces, contra la palabra que incita a la conversión del adversario político en enemigo a muerte, hay que convocar, como Gaitán en su tiempo, “formas de resistencia pacífica”, pero no lo escucharon, se optó por la violencia y fue asesinado y tras él cayeron miles de víctimas en esos años del odio, con una seguidilla de acuerdos excluyentes, que ahondaron las desigualdades y dieron motivos para el resentimiento social. Igual que Gonzalo Sánchez (2019), no creo en la repetición de la historia, pero sí en la repetición de los errores. Cuando al pueblo se le expropia la palabra, como sucedió en largos años, se instalan las vías de hecho. Nuestra sobrevivencia y reputación como nación democrática “reside en la palabra, en el diálogo y no en las balas. Lamentablemente, los contenidos, los métodos y la retórica que circulan hoy en el debate público nos vuelven a poner en alerta. No hemos encontrado el camino para hacer realidad duradera la apertura social y política que prometían los Acuerdos de La Habana: ese momento único de recuperación de la fuerza transformadora de la palabra y el diálogo.” (Ibíd) Las expectativas iniciales se hicieron trizas en medio de risas macabras.

Así, ¡afable lector multicreyente o sentipensante y librepensador!, que es urgente y necesario contrarrestar pues los discursos del odio y el miedo, estructurar sobre razones y no sobre emociones las diferencias programáticas, y revalorar el disenso como elemento sustantivo de la convivencia. “Colombia no puede permitir que la violencia le vuelva a ganar la partida a la palabra”, violencia que llevó a la tumba a varias personas que estigmatizaron con la palabra mamerto hoy convertida afortunadamente en un clásico colombianismo folclórico e inofensivo; aunque ahora hay otras palabras en la escena política que pueden ser incendiarias, pero también garantes de consensos que arreglan la realidad. Pueden “azuzar a la guerra o impulsar pactos de nación en momentos de divisiones que pudieran parecer insuperables.” (Sánchez, 2019)   

INDISPENSABLE TÁBULA GRATULATORIA

  • Alarcón, Oscar (2022). Los “mamertos” al poder. El Espectador, Bogotá, publicado el 6 de septiembre en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/oscar-alarcon/los-mamertos-al-poder/
  • Constaín, Juan Esteban (2023). Ser mamerto. El Tiempo, Bogotá, publicado el 7 de septiembre en https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/juan-esteban-constain/ser-mamertos-columna-de-juan-esteban-constain-803309
  • Gómez Dávila, Nicolás (1986). Nuevos escolios a un texto implícito. I y II Tomo, Procultura: Bogotá.
  • Molina Roldán, Santiago (2015). ‘¿Qué significa ser mamerto?’ Las 2 orillas, Bogotá, publicado el 19 de noviembre en https://www.las2orillas.co/que-significa-ser-mamerto/
  • Sánchez, Gonzalo (2019). La palabra y la violencia. Semana, Colombia, publicado el 9 de abril https://www.semana.com/la-paz-y-la-palabra-empenada-del-estado—columna-de-gonzalo-sanchez/608885/

4 respuestas a «LA PALABRA MAMERTO»

  1. Interesante Dairo la descripción qué haces de cómo se impone el uso del término mamerto.
    Efectivamente ese paso como nombre propio de una persona y que al compararlo con su uso actual no coincide con la acepción de hoy, es de gran importancia; para luego pasar de como políticamente se le da su uso.
    Y destacó lo que señalas que si hay mamertos de izquierda, también lo de derecha, marcando que su aplicación hace referencia a una manera muy particular de pensar, políticamente, para indicar peyorativamente a una persona por su concepcion política es contraria.
    Importante la oportunidad de tu escrito, ya que amplía su uso y aplicación, además de retomar esa interpretación para indicar al que no es consistente o se “mamá de algo”, desde una perspectiva política en que ha militando.
    Me gusto como r creas ese uso del término y los cuidados qué hay que tener en el uso de ciertas palabras, por sus efecto e incidencias, en la relación con los otros, teniendo en cuenta los contextos.
    Gracias Dairo
    P. D.
    Para mi, me inscribo, en su uso del término, para indicar a la persona que se mama de algo. Si me dicen mamerto, me elogian, ya que me mame de tanta sinverguenzura, de tanta desfachatez de una clase política Muérgana.

  2. Buena Noche.
    Mamerto; inofensiva y clásica palabra.
    Nunca sabremos a cuantos ha llevado a la tumba.
    En nuestra sociedad ha servido muchas veces, para señalar un objetivo a eliminar.
    Afortunadamente, han pasado ciertos momentos históricos y, ya hoy se toma la palabra «Mamerto» en forma folclórica.

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