“¿Un paso atrás?, ¡ni para coger impulso!”
Por: Víctor Manuel Castro Castellar, Lic. Ciencias Sociales y Económicas y profesor del colegio Distrital El Salitre Suba.

Fue el 17 de octubre de 2019. Ese día Bogotá registraba una de las marchas más apoteósicas convocadas por la dirigencia sindical del país. Viejos y jóvenes maestros con pancartas y gritos llenos de rebeldía inagotable, marchábamos hacia el centro de la Capital convencidos de que la hora del cambio estaba próxima. Para aquel entonces el “subpresidente” Duque no la pasaba bien. El mandatario y su partido de gobierno pataleaban amenazantes. Una ola de marchas ciudadanas tomaba fuerza, era un verdadero tsunami de inconformidades acumuladas en la memoria de un pueblo cansado de esa demagogia inservible para los pueblos latinoamericanos que aún esperan cambios reales en la administración del Estado.
En medio de esa fiesta democrática y participativa, apareció el profesor Dairo Elías González Quiroz. Con el colega Dairo Elías, nos conocemos hace más de treinta años. Hicimos amistad en la facultad de Educación de la Universidad Libre de Bogotá: él de Tacamocho y yo de San Juan Nepomuceno, ambos del departamento de Bolívar. Ahí nos cruzamos en un grupo de teatro y fuimos protagonistas de varias obras de la dramaturgia nacional y universal. Fue una experiencia inolvidable y rica en saberes y aprendizajes para nuestra formación como maestros. Desde entonces, se le notaba al futuro lingüista su disciplina para asumir retos humanísticos como la encomiable labor de servir y formar almas para la académica vida rebelde, sin dejar de lado, jamás, las raíces de donde se proviene. El maestro Dairo, me atrevo a afirmarlo, jamás falla a las marchas, a los encuentros de intelectuales inquietos y decididos a enfrentar las injusticias sociales. En medio del maremágnum, el gran compañero marchaba con un pesado maletín de dónde extrajo varios ejemplares de un libro recién publicado: “Desafíos de la generación del Bicentenario”. Y la escritura e inteligencia del coterráneo me comprometieron a leerlo y a darle su opinión: “Para Víctor Castro, amigo y formador de pensamiento crítico”. ¡Qué vaina con el compañero escritor! Guardé el texto y seguimos marchando. El libro se me perdió en la mochila y ahí reposó un buen tiempo hasta que lo volví a ver y me martilló esa dedicatoria generadora de ineluctable compromiso crítico.
La verdad fue que tomé el texto y de un tajo leí el trabajo del profesor González; un esfuerzo hecho a pulso y con el rigor que sólo los académicos lo pueden hacer. Contemplé la portada del libro, ilustrada con la foto de un cuadro donde se observan unas centenarias embarcaciones
navegando en medio de un mar embravecido. Al instante me pregunté: ¿desafíos? ¿Qué es un desafío? Como juicioso lector precisé en el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española (tomo 4): “Desafío. Acción y efecto de desafiar. Desafiar. Retar, provocar a singular combate, batalla o pelea”. (p. 512) He aquí la esencia, la idea del autor costeño. Con motivo del Bicentenario de la Independencia de Colombia existen unos retos inaplazables en este momento histórico. Plantea que este acontecimiento sea un pretexto para abrir los ojos y prepararnos para la lucha en diferentes frentes de batalla. Entonces comprendí ese mar embravecido y esas embarcaciones llenas de arrojo, desafiantes, que parten de La ola verde de Claude Monet, portada de su libro.
Así, el escritor González Quiroz se sumerge en un reto personal y social porque escruta el pasado histórico y recientes acontecimientos sociopolíticos de Colombia con el entusiasmo de un batallador. Y es que nos hace pensar que la generación del bicentenario no es más que un grupo de ciudadanos arrojados a descubrir y transformar la sociedad, una nueva ciudadanía que no se amilana ante la adversidad y ante viejas y rancias estructuras de poder. Me cogió de sopapo y me advirtió el primer reto: no caigamos en la trampa de los tramposos del mundo. El Bicentenario debemos conmemorarlo entre países hermanos. En un ambiente de fraternidad. No podemos tolerar que países hermanos nos dejemos provocar para la guerra, para la maldita guerra. Debemos revivir y saldar la deuda que tenemos con el pasado: la paz. Las ideas del Libertador siguen vivas y hay mucho camino por recorrer para alcanzar la libertad y la paz verdadera.
Para tal fin, los ciudadanos comprometidos debemos armar todo un frente de batalla que desvele el inmediatismo, las falsas noticias; nos invita a ser suspicaz—malicia indígena, diría yo— ante la desinformación que manipula y mantiene a millones de compatriotas aletargados y enfrentados en odios malintencionados. Un desafortunado ciudadano que ha “renunciado a ser hombre”.
Sigue el profesor investigador mostrando otros retos: La lectura como arma fundamental que abre las puertas al conocimiento y a la crítica. La lectura como “experiencia de conocimiento, creación, placer, comunicación y de recuperación de las vivencias y los sueños contenidos en la memoria escrita y la memoria colectiva e individual del hombre” (p. 37), sentencia el educador costeño. Sólo con buenos y críticos lectores ganaremos en confianza ciudadana para decidir nuestro futuro. Pues, las democracias se fortalecen con una eficiente y eficaz participación ciudadana. Sólo así dejaremos de reinventarnos de error en error.

Y continúa el sesudo ensayista enfatizándonos las preocupaciones que le generan las “jugaditas” politiqueras. Personajes de la trampa política; aquello que no dejan que hable el diferente, el contradictor y se empeñan en hacer que la mentira se acepte como verdad absoluta.
Maquiavélicas formas del “todo vale”. Entonces se asesina al líder social, se acalla al contradictor con la calumnia, se expía al que piensa diferente. Mientras tanto, como bien lo señala el autor caribe, parodiando una frase en boca de Doña Bertha de Ospina Pérez, ellos, refiriéndose a la clase política incapaz, siguen “mamando arrodillados como el ternero grande.”(p. 74) Es hora de “pensar en nosotros” como individuos y como nación. He aquí el gran reto del maestro pensador, organizador y dirigente.
Según el hombre de letras necesitamos un pacto fundamental nuevo. Y ese pacto debe salir de las futuras luchas que le esperan a la generación del bicentenario. Es inaplazable que el buen ciudadano se comprometa a tomar la Constitución Política de Colombia y sea el abanderado en hacer de la Carta Magna una cátedra por donde quiera vaya. El profesor Dairo Elías enfatiza en las palabras de Luís Sandoval: “Existe un diseño de nueva república, pero no se materializa porque no hay sujeto, mejor sujetos, en capacidad y con voluntad de hacerlo carne y sangre de la vida social”. (p. 84) Para tal fin, hay otros retos no menos importantes: Escuchar a los sabios y que hagamos realidad la visión de éstos. La verdad se busca, se tiene, pero impera más la demagogia y las prácticas corruptas que seguir el camino de la verdad como Nación. Una Nación soberana e independiente.
En el trasegar histórico de la Nación surgirán nuevos retos que se sumen a los expuestos por el autor caribe. Mientras tanto, cada vez que haya una marcha convocada por los líderes de la paz, la libertad y la fraternidad, procuraré estar presente. Y no hay duda, de eso estoy seguro, de que en esas marchas por la vida y la reconciliación, encontraré marchando a mi amigo y colega, para tomarnos un tinto y sopesar como van las batallas, los retos. Y jamás daremos un paso atrás, tal lo diría, apoyándose en un dicho popular, el desaparecido Luis Carlos Galán Sarmiento: “¿Un paso atrás?, ¡ni para coger impulso!”.
En medio del contexto de la pandemia del Covid-19, Bogotá, D.C., julio de 2020.