LIBRE ALBEDRÍO APUÑALAD0

“Uno tiene el deber de hacer todo lo que quiera, de pensar
todo lo que bien le parezca…y de volver a poner en tela de juicio,
constantemente a todo el mundo cuando uno piensa.”

J. P. Sartre

“La esencia del espíritu es la libertad.”

Hegel

“Cuando se habla de las libertades de los demás, se parte de la propia libertad e, inevitablemente, termina siendo una apreciación subjetiva
porque los seres humanos no se rigen por los mismos gustos
o creencias, pero sí por los mismos derechos.”

Jineth Bedoya

¡Amables lectores multicreyentes, sentipensantes y librepensadores!, en medio de nuestros días, tan propensos al fundamentalismo, estas frases célebres de Bedoya, Hegel y Sartre me sirven como marco de referencia para decir que las consecuencias del atentado del 12 de agosto pasado están aún por verse, y podemos estar seguros de que la vida de Salman Rushdie quedará trastornada para siempre (autor de Los versos satánicos –1988- y condenado a muerte por el régimen islámico iraní en 1989 por blasfemo), pero sobrevivir a 10 puñaladas —en el cuello, en el hígado, en un ojo que posiblemente pierda— no está al alcance de cualquiera.

Este escritor musulman oriundo de la India y nacionalizado en Estados Unidos e Inglaterra fue apuñalado en el condado de Chautauqua, un sitio del Estado de Nueva York, donde iba a dar una conferencia sobre la libertad en la creación artística cuando fue atacado por un nortemaericano de origen árabe. Siempre que tengo noticia de un atentado a un escritor, pienso con Antonio Machado (1968, p. 42): ¡Cuántas veces por razón de su oficio, habrá este hombre mentado a la Muerte, sin creer en ella! ¿Y que habrá pensado ahora, al verla salir injustamente como figura macabre de su propia cultura?  El asunto de este escrito es el origen y contexto del acuchillamiento casi mortal al autor Salman Rushdie, de quien también presentaremos una breve semblanza.

El autor material del atentado es Hadi Matar, un joven de 24 años nacido en California de padres inmigrantes –Los versos satánicos ya llevaban diez años de haber sido publicados–, que compró una entrada para la conferencia como el resto de los 2.500 asistentes, pero para ejecutar su acción vinculada con la fetua (edicto islámico) dictada por el régimen de los ayatolás en 1989. A propósito, el chiísmo, islam chií o chiita, una de las principales ramas del islam junto al sunismo, “tiene estructuras eclesiales estrictamente jerarquizadas, marcadas por la obediencia a los grandes ayatolás… El magisterio de Jomeini y su sucesor, Jamenei, …inspira al Hezbolá dominante en el chiísmo libanés, comunidad de la que procede el sospechoso del apuñalamiento de Rushdie.” (Kepel, 2022)

A pesar de los 34 años de la publicación novelística, la capacidad de los actuales dirigentes iraníes para reclutar a sus seguidores y movilizar el aparato estatal con el fin de la instrumentalización política de las creencias es muy fuerte. Por eso, el guía supremo Alí Jamenei, quien ostenta el poder real iraní, considera a la fetua “como una bala que inevitablemente encontrará su objetivo”; además, los “comentarios de la prensa de Teherán más cercanos a su línea aplaudieron el acto `heroico` del agresor de Rushdie y condenaron a este último, musulmán de nacimiento, como apóstata del Islam y, por tanto, susceptible de ser ejecutado.” (Kepel, 2022)

Los versos satánicos de Rushdie están prohibidos en Irán desde que se publicaron, así como en otros países musulmanes, por ser considerados blasfemos. Un año después de su publicación, el 14 de febrero de 1989, el difunto líder supremo de la República Islámica de Irán, el ayatolá Ruhollah Jomeini, emitió el edicto que pedía la muerte de Rushdie por haber blasfemado contra su Profeta. “El régimen teocrático iraní también ofreció una recompensa de más de tres millones de dólares a cualquiera que matase al escritor, nacido en Bombay (Mumbai) en 1947 en el seno de una acomodada familia musulmana, si bien el escritor se alejó de la religión hasta considerarse un ateo militante.” (Sánchez, 2022) Formado en el Reino Unido, donde hizo estudios en la facultad de historia en Cambridge para concentrarse en historia musulmana, “recibió el título de sir en 2007 —lo que desató de nuevo la ira de Irán, así como la de Pakistán— y vive en EE UU desde 2000.” (Ibíd).

Salman Rushdie ha afrontado dichas amenazas así: primero, las entendió como reales y se vio obligado a vivir escondido, con custodia permanente del Gobierno inglés que le dio protección, tiempo difícil que ha narrado con una franqueza a ratos estremecedora. En esos días, me enteré por Mario Vargas Llosa (2022) “de las mil pellejerías que Salman Rushdie había pasado desde que las autoridades británicas habían tomado su defensa. Las cosas no habían sido para nada como se figuraba la gente. Por lo pronto, él debía pagar de su bolsillo a los comandos policiales encargados de cuidarlo, lo que cumplía cada noche, buscando un lugar donde dormir, generalmente un cuartel o una comisaría, fuera del alcance de los terroristas…” Segundo, aunque el sentimiento anti-Rushdie ha persistido durante estos 34 años, últimamente Salman había minimizado dicha amenaza y había dicho que ahora “no había evidencia” de que las personas estuvieran interesadas en la millonaria recompensa; por eso, siguió escribiendo sus novelas y llevando su vida privada y además defendiendo en público, con un valor que los demás le agradecemos. Pero el atentado del 12 de agosto pasado demostró lo contrario.

“El tiempo no pasa para algunos. Nunca pasa para el ofendido. Olvidar la gravedad de la ofensa quizá sea su maldición. Creer que aquellas amenazas son cosas del pasado, que el tiempo, su vida en Estados Unidos, los nuevos conflictos, los adelantos de la ciencia, las nuevas ofensas, otros dioses… creer que tantos acontecimientos desde que publicó Los versos satánicos hasta ahora lo ponían a salvo –muchos lo creímos con él– hizo bajar la guardia del escritor…” (Ortiz, 2022) Podemos seguir defendiendo el libre albedrío. “Debemos seguir defendiendo la libertad de expresión, sin duda. Pero hay una pieza que no tenemos, una pieza que le falta a este rompecabezas incomprendido. Más de 30 años después, a Salman Rushdie lo han intentado asesinar. En medio de la gente. No alcanza nuestra indignación para protegerle la vida. Tampoco alcanzan nuestras discusiones sobre la libertad de la pluma, la crítica acuciosa, la libertad de prensa… no nos alcanza nada. Hay una dimensión del odio y de la ofensa que no entendemos, que nos deja impávidos y vulnerables. Tendremos, pese a todo, que seguir escribiendo para intentar seguir comprendiendo.” (Ortiz, 2022)

En este orden de ideas, la pregunta clave es ¿cuál fue la controversia de una de las novelas más polémicos de la historia que desató la ira del régimen iraní? Ella se inspiró en el poeta Mahoma, pero desde la ficción. “Con este libro, Rushdie realiza una interposición del Corán, expuesta en la biografía del profeta Mahoma elaborada por el escritor, traductor, médico, científico árabe” (infobae.com,2022) del año 800: Hunayn Ibn Isḥāq. Salman narra una historia “que, en ciertos pasajes, aluden a una religión que se asemeja al Islam. La trama principal que guía el relato es la de Gibreel Farishta y Saladin Chamcha, dos actores indios que viajan desde Bombay a Londres en un avión que es secuestrado y derribado por un ataque terrorista. Ambos sobreviven milagrosamente en las costas inglesas pero cosas extrañas les suceden… Farishta con una aureola angelical y Chamcha con unas nacientes protuberancias en la frente se transforman respectivamente en el arcángel Gabriel (el mensajero de Dios) y Shaitan (nombre árabe para denominar al demonio o Satanás)… Sus caminos se separan cuando se enteran que son buscados por la policía por considerarlos inmigrantes ilegales. A quien logran atrapar por sus cuernos y las alusiones a lo maligno es a Camcha. En cambio, Farishta ni siquiera fue interrogado por su aura angelical… Él empieza a tener visiones, entre ellas la de una pobre niña india comienza un peregrinaje de campesinos musulmanes al mar y se ahogan. Este sueño es una historia revisionista sobre la fundación del Islam, que cuenta la peregrinación de un grupo de fieles musulmanes desde la India hacia La Meca. Allí, Gabriel debía partir las aguas para que los devotos de Alá continuaran su camino pero todos mueren ahogados.” (infobae.com,2022)

No obstante, la gran controversia viene con la última parte del libro: “De un total de 550 páginas, las últimas 50 son las que despertaron la furia. El otro sueño que tiene Farishta se convierte en la más polémica porque describe a un personaje llamado Mahound que -en teoría inspirado en la figura de Mahoma- intenta fundar una religión monoteísta en medio de un pueblo politeísta, Jahilia. Mahound tiene una visión en la cual se le permite la adoración hacia tres diosas. Esta revelación, que fue enviada por el diablo, hace que el profeta se retracte… Este pasaje es el que contiene más elementos considerados como blasfemos por los musulmanes. El lector, así, conoce la vida de Mahoma (Mahound en el libro), su exilio y su eventual regreso triunfante a La Meca preislámica y politeísta (Jahilia en la novela)… ¿Por qué? Porque algunos de versículos del Corán que se refieren a tres diosas preislámicas de La Meca: Allāt, Uzza, y Manāt. Entonces, Los versos satánicos son palabras de una supuesta “inspiración satánica” que, supuestamente, el profeta islámico Mahoma confundió con una revelación divina.” (infobae.com,2022) Así, el libro, para no `espóilear`, termina de un modo trágico.

Salman Rushdie. Fernando Vicente en El País de España, Madrid, agosto 20/22

Además de Los versos satánicos, Rushdie publicó un libro extraordinario de memorias titulado Joseph Anton, en que el escritor narra sus años más difíciles de la clandestinidad tras la fetua. Ahí nos recuerda “cuántos escritores o periodistas —es decir, gente que vive de la libertad de expresión, o gracias a ella— no consideraron inaceptable que una figura religiosa pidiera a sus fieles el asesinato de un novelista por el hecho de haber puesto en palabras un acto de imaginación.” (Vásquez, 2022) En la década de los ochenta se inició también como articulista y ensayista. Entre su obra de no ficción destaca el volumen de ensayos Los lenguajes de la verdad: ensayos 2003-2020, con varias referencias a la enfermedad y sus metáforas, en la línea de la ensayista estadounidense Susan Sontag.” (Sánchez, 2022)

No obstante, el autor de 75 años logró la fama internacional con la novela Hijos de la medianoche, publicada en 1980, que le valió al año siguiente el Premio Booker, el más prestigioso del Reino Unido. “El título de la obra hace referencia a la medianoche del 15 de agosto de 1947, cuando se consumó la independencia de la India de los británicos, así como la partición con Pakistán. El libro provocó controversia en la India por supuestos comentarios despectivos hacia Indira Gandhi, que era primera ministra del país cuando se publicó.” (Ibíd) Su último libro se titula Quijote, de 2020, una relectura de la obra de Cervantes que el autor adapta a la situación que vivía en ese momento Estados Unidos bajo el Gobierno de Donald Trump. Sobre esta obra, Rushdie declaró en una entrevista con El País citada por Sánchez (2022): “Cuando se celebró el cuarto centenario de las muertes de Cervantes y Shakespeare [2016], releí el Quijote y vi cómo surgían en mi cabeza pícaros a los que puse el nombre de los personajes inmortales de Cervantes. Para mí, esta novela es un poco lo que fue Hijos de la medianoche: una especie de compendio de todo lo que quiero ser y decir como artista”.

De imaginación desbordante, Rushdie, “epígono del gran R. K. Narayan, es la figura más célebre de la plétora de escritores indios contemporáneos que utilizan el inglés como lengua literaria… Su estilo ha sido comparado con el realismo mágico de Gabriel García Márquez” (Ibíd), por quien profesa una admiración total y con quien sólo habló una sola vez: “según contó, lo hizo por teléfono y, aunque él no habla una sola palabra de español y García Márquez no hablaba una sola palabra de inglés, se entendieron a la perfección.” (Cercas, 2022) Salman ha reconocido sus importantes vínculos con la literatura latinoamericana, pero también bebe de la rica tradición oral india, que hunde sus raíces en las grandes epopeyas fundacionales. Su mezcla de realismo mágico y ficción histórica hace de sus novelas, más que una narración al uso, una cosmovisión, herencia cultural de la vasta cosmogonía del hinduismo. Sus textos combinan la sátira, la fantasía y la alegoría política.” (Sánchez, 2022)

Así, la efervescente personalidad de Rushdie, el éxito de algunos de sus libros —y también la notoriedad que le dio la fetua— “le han convertido en uno de los personajes más célebres de los cenáculos artísticos a ambos lados del Atlántico. Sus peripecias personales y su agitada vida sentimental —en 2007 se divorció de su cuarta esposa, una conocida modelo india— han hecho las delicias de los medios serios, y de los menos serios, como integrante de esa aristocracia literaria en la que también militan el británico Martin Amis, otro escritor habitual de la prensa rosa, y sus compatriotas Julian Barnes o Christopher Hitchens. Todos ellos, autores convertidos a su vez en personajes.” (Ibíd) Su sentido del humor es, “junto con la fantasía, el elemento más definitorio de su literatura: devoto de Cervantes, heredero directo del realismo mágico latinoamericano, Rushdie es un humorista, y la mayoría de sus novelas, empezando por la más celebrada —Hijos de la medianoche—, son a su modo novelas cómicas -el humor permea incluso su libro más dramático, que también es el mejor: …Joseph Anton…-.” (Cercas, 2022)

En suma, es importante que el escritor se sienta libre de hablar y escribir la verdad literaria que realiza un lento trabajo de demolición de las certidumbres y del conformismo. Con ella, el escritor contribuye a mantener viva la insatisfacción humana y a impedir que se anquilosen el espíritu y la historia. En este sentido, la literatura es una tradición indispensable de la humanidad. A pesar de las diferencias de temas y ritmos, unas obras se sostienen en otras y abren horizontes a nuevos sueños y desafíos; verbigracia, Los versos satánicos. Rushdie es un escritor y, como todos los escritores, ha estado siempre dedicado a su pasión, aunque las circunstancias de la condena del ayatolá Jomeini hicieran de él un “escritor maldito” atacado frontalmente en su libertad. Hablar y escribir la verdad literaria es lo que siempre ha hecho; por eso, no ha parado de hacerlo para defender las mismas libertades por las cuales fue condenado a muerte.

Sabemos que detrás de los actos humanos, de los proyectos políticos, de los estilos de vida y de las guerras, se esconden o brillan las ideas. “Están en todas partes porque las ideas ordenan la realidad. Son una pauta para la acción; jerarquizan los valores y las emociones, les dan una orientación y un sentido. Quien defiende la libertad individual por encima de los sistemas colectivistas, por ejemplo, vivirá de una forma muy distinta a quien considera que el individuo es un simple epifenómeno de entidades mayores, como la nación o la clase social. Y estas diferencias, que son abstractas, que surgen en bibliotecas, cafés o universidades, tienen consecuencias dramáticas en la realidad. [] A veces las ideas irritan, en ocasiones entrañan enorme peligrosidad y no es infrecuente que se recurra a la violencia para mutilar su fuente, los libros, los filósofos o los artistas.»(Granés, 2022) Lo acabamos de ver: el pasado 12 de agosto el escritor británico Salman Rushdie, defensor incansable de una idea muy concreta, la libertad de expresión, «sufrió un terrible atentado que venía a cumplir la condena a muerte que le impuso el ayatola Jomeiní por hacer uso, justamente, de su libertad creativa.” (Ibíd)

Así, todos los escritores deberíamos escribir defendiendo a Rushdie y expresar nuestra solidaridad con la defensa de la libertad que, al juicio del Nobel peruano (2022) y el nuestro, debería llevar a cabo todo intelectual digno de ese nombre, en vez de todos aquellos escritores, estimulados por la solidaridad con los fanáticos del islamismo, que usaban cualquier pretexto para atacar a sus supuestos adversarios. Pero “no a todos les parece evidente que Rushdie merezca nuestro apoyo sin condiciones, y aun hay quien condona o justifica los ataques de que ha sido objeto durante treinta años. No me refiero a los fundamentalistas, como es evidente, ni a las sociedades que desde fuera parecen democracias pero cuya mentalidad es en la práctica la de un sistema totalitario, sino a las que Rushdie ha llamado “las brigadas del pero”. Sí, dicen estos militantes, la libertad de expresión está muy bien, pero no si dice lo que a mí me ofende; sí, yo defiendo la libertad de conciencia, pero hasta cierto punto.” (Vásquez, 2022) También esas voces han acompañado a Rushdie desde la fetua de 1989.

Lo ocurrido el 12 de agosto pasado, en un pueblecito neoyorquino, echa por tierra la defensa de los Gobiernos británico y estadounidense, “sobre todo, al ver cómo la prensa de Irán ha celebrado al autor de este intento de asesinato de Salman Rushdie, donde los principales periódicos lo consideran poco menos que un héroe y llueven sobre este asesino en ciernes las alabanzas más abyectas. El vocero del Gobierno iraní, Nasser Kanani, declaró que `en este ataque solo Salman Rushdie y sus partidarios merecen ser culpados e incluso condenados`. Kanani subrayó que `insultando los asuntos sagrados del islam y cruzando las líneas rojas de más de 1.500 millones de musulmanes, Rushdie se expuso a la ira y a la rabia de la gente`” (Vargas, 2022): ¡Qué desvergüenza!

El brutal ataque a Rushdie en Nueva York plantea unas reflexiones que tienen que ver con el fanatismo religioso y la libertad de expresión, las tensiones entre una cultura secular y una cultura religiosa. El acuchillamiento a la literatura en cabeza, cuerpo y alma de este escritor indio nacionalizado en Estados Unidos e Inglaterra es, en resumen, un acto violento, doloroso, que refleja el horror absurdo que el odio le ha hecho vivir al mundo literario. Ojalá lo analice el mundo entero: a ver si así nos convencemos de que hay que terminar ya esa pesadilla; reitero lo dicho en los epígrafes: uno tiene el deber de pensar todo lo que bien le parezca y de volver a poner en tela de juicio, constantemente a todo el mundo cuando uno piensa.

Eso es lo que ha hecho Salman Rusdhie en toda su carrera literaria porque la esencia de su espíritu ha sido su propia libertad y la de los islámicos, que sus máximos dirigentes han apreciado tan subjetivamente que han confundido gustos o creencias con sus mismos derechos como el derecho sagrado de la vida de Salman contra la cual se atentó de manera miserable. “La palabra «agelasta” significa en griego “el que no sabe reír”. No hay nadie más temible. Los agelastas llevaban 30 años buscando a Rushdie, y este verano lo encontraron. Debemos proteger a toda costa a Rushdie. Proteger a Rushdie es proteger la alegría, la risa, las ganas de vivir. Proteger a Rushdie es proteger la civilización. Es protegernos.” (Cercas, 2022)

INDISPENSABLES MURMULLOS REFERENCIALES

8 respuestas a «LIBRE ALBEDRÍO APUÑALAD0»

  1. Hermoso tratado sobre la libertad de prensa y los peligros para ejercerla.
    Al empezar a leerla vino a mi mente un ataque con arma blanca de muchos impactos sobre la humanidad de un joven que ama su libertad de decir cosas que a alguien ofendió, hoy aún en UCI.
    La discrepancia en el pensar no debe dar para tanto.

  2. La argumentación de este artículo es absolutamente sólida y escrita desde la sensibilidad humana con la esperanza puesta en la eliminación de los fanatismos. Pareciera que el hombre en vez de avanzar, hace como el cangrejo. Uno imagina que el mundo mítico, ya superado por la ciencia, diera paso atrás y sucumbiera ante un hombre racional; pero no, las religiones siguen haciendo de las suyas y enriqueciendo a los individuos que las usufructúan; una muestra es el desmedro del rol femenino en todas ellas. A propósito, recomiendo la novela de Gonzalo España, «Odios Fríos: La novela de Miguel Antonio Caro en el poder», 2016, donde podemos disfrutar de una extraordinaria prosa y conocer al dedillo la influencia decisiva del catolicismo en los entresijos del poder.

  3. Proteger la vida de Rushdie es una obligación de la humanidad consciente de la importancia de la libertad de expresión; y, hechar abajo aquella sentencia: «Cuando ponen precio por tu cabeza, perdiste».

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