
PARA COLOMBIA, ¿DA IGUAL?

En homenaje al glorioso paro nacional
de hace un año y al gran paro de hoy
A pesar de que siga siendo acertada la frase que escribió Simón Bolívar en 1829 sobre USA: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar de miserias a América en nombre de la libertad”. Y a pesar de que aquella estrofa que escribí en Alminares de sangre (Los rectores del titán norteño arrogantes han sido, / misiones agresoras y humillantes han asumido:/enfrentamientos, desigualdades y expoliaciones/en naciones por ellos codiciadas han originado- también sea cierta, estoy en desacuerdo de que, para Colombia, atormentada nación polarizada, dé igual el triunfo de Joe Biden o Donald Trump.
Algunos qualunquistas -aquellos que creen que cualquiera da igual- como Antonio Caballero (2020), “el maravilloso alacrán alado” que escribe con un “compromiso estético extraordinario”, y otros no tan alados ni estéticos piensan que da lo mismo que gane el primero o el segundo, e incluso algunos con ceguera dogmática afirman que ambos son lo mismo. Pues no es cierto: bienvenido Biden porque un segundo triunfo del peor presidente de la historia de Norteamérica habría sido nefasto, no solo para su país sino para el mundo entero; por eso, el lingüista e investigador Noam Chomsky dijo: “una posible reelección del criminal y dictador de hojalata sería una crisis final, terminal”. Los Estados Unidos, querámoslo o no, son un gran referente sociocultural y político ineludible para el mundo.
“No basta que haya elecciones libres y genuinas en un país; además, es preciso que los votantes voten bien. Porque a veces se equivocan. Los electores estadounidenses se equivocaron garrafalmente hace cuatro años…” (Vargas Llosa, 2020). Es indudable que en sus cuatro años de gobierno el desbraguetado hombre popular “ha mandado sin respeto por las instituciones, las normas o la tradición.” (Ways, 2020) No le dio asco “pasar por encima del que fuera para aprobar cuantas reformas de corte conservador o antiprogresista fueran posibles.” (Ibíd.) Las enormes mentiras mortales y contradictorias políticas estrafalarias del histriónico presidente republicano que van “desde la minimización consciente de la amenaza de la covid-19 y la negación del cambio climático, hasta la inmoralidad de no pagar sus impuestos y de usar el cargo para beneficio de sus negocios personales” (López Obregón, 2020), son realmente innumerables.
Ciertamente el empresario multimillonario republicano resultó peor de lo que se pensaba: mentiroso, racista, xenófobo, machista, fanfarrón e ignorante; esto es, un ultrarrico bufón patético sin la menor preparación política ni cultural. “Un estudio sicológico revela que se trata de un matón clásico: un matón con plata, que son los peores. A lo largo de los años, la revista Psychology Today se ha encargado de analizar el perfil de este sujeto inseguro y vulnerable que busca el conflicto como la hiena busca la mierda y es fruto, dice la publicación, de “fuerzas oscuras como la ansiedad, el terror, la envidia y el resentimiento”. Por eso atiza a su alrededor la atmósfera tensa y sucia en la que se siente cómodo y amenaza, insulta, reta, avasalla, quiebra las reglas de juego y borra las fronteras entre lo correcto y lo incorrecto.” (Samper Pizano, 2020) En suma, este hombre pasó de ser un empresario multimillonario republicano a ser un delirante dictador criminal.
Lo peor es que la expansión del delirante dictador criminal “forma parte de una peste planetaria cuyo rasgo común es la destrucción interna de la democracia por cuenta de un caudillo populista que galopa intensamente en las redes sociales. No importa el color de la camiseta que vistan, así pasa también con Bolsonaro en Brasil, Duterte en Filipinas, Orbán en Hungría” (Ibíd.), Duda en Polonia y por supuesto, songo sorongo, Duque en Colombia, adolorida patria violenta que ha perdido sus mejores líderes en busca de paz que hoy se está volviendo trizas en medio de risas macabras. Nuestro país, “cuyo gobierno se siente ahora un imperio de juguete, traicionó a la región siguiendo su tradición de caín de América y se puso al servicio del monstruo.” (Ibíd.) Hemos sufrido que nuestro subpresidente “se conviertan en mascota del gobierno de Washington. Pero es peor cuando, arrastrado por complejos de culpa, se flagela y se obliga a dolorosas penitencias en busca del perdón. Semejante destino parece aguardar al régimen del Centro Democrático tras apuntarse al perdedor en las elecciones de Estados Unidos. Los demócratas también saben cobrar cuentas… Los antecedentes del “disgusto” entre el sucesor de Trump y el uribismo son, pues, poco tranquilizadores. La esperanza es que Biden ayude a consolidar la paz, no a torpedearla. Sería su mejor venganza contra la derecha colombiana.” (Ibíd.)
Entonces, la diferencia entre Trump y Biden es enorme. “Eso no quiere decir que si se llega a concretar el acceso del segundo al poder empiecen a correr en todo el globo terrestre ríos de leche y miel. Lo mismo —la premisa y la aclaración— se aplica para Colombia. Por ejemplo, con Biden en los Estados Unidos, el Centro Democrático tendrá mucho menos margen de maniobra para poner de rodillas y domesticar, vía reforma o referendo, el aparato de justicia. También tendrá que prestar más atención a los derechos humanos y seguramente se verá obligado a desarrollar una política que merezca ese nombre —es decir, evaluable con respecto de resultados— frente al asesinato de líderes sociales.” (Gutiérrez Sanín,
2020)
Así, el subpresidente Duque tendrá “que replantear su política interna, cual
camaleón: ya no podrá seguir poniéndole zancadillas al proceso de paz, …ya tendrá que priorizar el respeto a los derechos humanos; ya va a tener que deshacerse de su Juan Guaidó, porque lo probable es que Biden busque una salida negociada en Venezuela, en fin, ya va a tener que ver cómo cambia de piel sin que se le note tanto…” (Lara Salive, 2020) Las palabras de Biden le calzan a Colombia con exactitud: “Démonos una oportunidad. Es tiempo de abandonar la retórica brutal. Bajarle a la temperatura. Volvernos a mirar. Volvernos a escuchar. Para progresar tenemos que dejar de tratarnos como enemigos.”
Hay que celebrar pues la victoria del demócrata puesto que es un alivio espiritual saber que no siga en el cargo más poderoso del planeta ese inescrupuloso autócrata populista. Sin negar la dificultad extrema del dividido momento polarizado, el progresista binomio unitario Biden/Harris tiene una excelente trayectoria política y una inmensa probidad moral para corregir el rumbo hacia un Estados Unidos y un mundo más humano y
civilizado y más consciente de la naturaleza, la vida y la peste universal; además, para reforzar la cooperación entre las Américas, conjurar el drama de la inmigración ilegal, enfrentar y tratar de enmendar muchas tropelías en materia internacional.
Sólo resta anhelar que los Astros prodigiosos, las Energías positivas del Universo, los Faros meridianos de la Humanidad y el Porvenir venturoso se alineen para que la transición del poder no vaya a ser tan traumática porque el espectro del delirante magnate rabioso se niega a aceptar su derrota, lo cual amenaza con socavar aún más la maltrecha democracia norteamericana. Pero como todo mal perdedor, como corresponde a matones de su calaña, todavía patalea y sigue atrincherado en la Casa Blanca; además, “el fantasma del autoritarismo corrupto, del que Trump es
hijo, recorre el mundo.” (Samper Pizano, 2020)
Es evidente que el ultrarrico perro norteño no es tonto y tiene mandíbula reforzada, él no va a soltar el hueso a cambio de nada. Imagino con Santiago Gamboa (2020) que el machista empresario de reinas de belleza negociará por lo bajo una larga serie de impunidades para él y sus empresas antes de liberar la Casa Blanca. No creemos que le importe mucho el “daño a la democracia” y el golpe a la “imagen internacional” de Estados Unidos. Él sabe que no tendrá en el futuro “el fuero ni las conexiones de su cargo para enfrentar la quiebra de sus negocios y la acumulación de procesos legales de toda índole (fiscales, penales…) en su contra. Perder hoy, para los republicanos y para Trump, no es una derrota es una catástrofe. Estos son los motivos de fondo por los que se niegan a entregar el poder sin intentar antes cualquier triquiñuela legal posible.” (Abad Faciolince, 2020) De todos modos, “una rata que abandona el barco náufrago podrá ganar medallas de natación y sin embargo seguirá siendo una rata.” (Samper Pizano, 2020)
En cualquier democracia que se den elecciones libres y transparentes, un candidato gana los comicios y el perdedor así lo reconoce. Salvo que existan pruebas serias de irregularidades. La reticencia del fanfarrón de la Casa Blanca “para reconocer su derrota electoral, ante un inexistente fraude, y aceptar de una vez que el presidente electo es Joe Biden, causa un daño innecesario a la institucionalidad. Su actitud autoritaria y populista debe servir como una lección sobre lo que no puede ser jamás la conducta de un demócrata. Con seguridad Trump terminará reconociendo lo evidente y aceptando que Biden es su legítimo sucesor, no tiene alternativa”, puesto que “una coalición de autoridades federales y estatales de Estados Unidos manifestó que las elecciones fueron “las más seguras de la historia” de EE.UU. y “no existen pruebas de que se hayan perdido o alterado votos durante el escrutinio”. También lo expresó “el analista Nicholas D. Kristof… al decir que… “la mayor injerencia en las elecciones estadounidenses no ha venido de Rusia o China, sino del mismo inquilino de la Casa Blanca, que ha sembrado confusión y desconfianza en el sistema”. Una lección para no olvidar” (Editorial de elespectador.com, 2020) en ninguna parte del planeta. Reiteramos pues que ojalá el gran dúo Biden/Harris, ayudado por los Astros prodigiosos, las Energías auténticas del Cosmos y los Faros meridianos de la Humanidad, salve a Estados Unidos de la catástrofe trumpista y la locura republicana, para bien de los norteamericanos y para bien de nosotros, los colombianos.
REFERENCIAS
- Abad Faciolince, Héctor (2020). ¿Por qué no pueden perder? El Espectador, Bogotá, publicado el 14 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/por-que-
no-pueden-perder/ - Caballero, Antonio (2020). Para Colombia, da igual. Semana, Bogotá, publicado el 7 de noviembre en https://www.semana.com/opinion/articulo/para-colombia-da-igual/202000/
- Editorial elespectador.com (2020). Cómo poner una democracia en peligro. El Espectador, Bogotá, publicado el 13 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/editorial/como-poner-una-democracia-en-peligro/
- Gamboa, Santiago (2020). Crónica de días no felices. El Espectador, Bogotá, publicado el 13 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/cronica-de-dias-no-felices/
- Gutiérrez Sanín, Francisco (2020). Apuestas altas sin resultado claro. El
Espectador, Bogotá, publicado el 12 de noviembre en
https://www.elespectador.com/opinion/apuestas-altas-sin-resultado-claro/ - Lara Salive, Patricia (2020). Gracias, Felipe. El Espectador, Bogotá, publicado el 12 de noviembre en https://www.elespectador.com/opinion/gracias-felipe/
- López Obregón, Clara (2020). La gran mentira. Semana, Bogotá, publicado el 11 de noviembre en https://www.semana.com/opinion/articulo/la-gran-mentira/202045/
- Samper Pizano, Daniel (2020). Cuatro años a bordo de un matón. Los Danieles, columnas sin techo, publicado el 8 de noviembre en https://losdanieles.com/daniel-samper-pizano/4-anos-a-bordo-de-un-mato
- Ways, Thierry (2020). Una victoria trumpírrica. El Tiempo, Bogotá, publicado el 21 de octubre en https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/thierry-ways/una-victoria-trumpirrica-columna-de-thierry-ways-544563
- Vargas Llosa, Mario (2020). Un tiro en el pie. El País de España, Madrid, publicado el 31 de octubre en HTTPS://ELPAIS.COM/OPINION/2020-10-31/UN-TIRO-EN-EL-PIE.HTML
Un análisis l’ucido y provocador.
Gracias Manuel.
Es indudable que el mundo entero se siente más seguro sin ese individuo en un cargo de tanto poder. Su pataleo terminará de un momento a otro, aunque él no parece darse cuenta del ridículo que hace y de lo afrentosas que son sus actuaciones para sus propios conciudadanos.
El caleidoscopio de voces que Dayro González convoca para su argumentación, le da un sustrato evidente a sus afirmaciones centrales.
Maestro Borja gracias por sus comentarios juiciosos, Como siempre, seguimos «Al pie de la hoguera lecto-escritora».