EL ACIAGO TRIENIO URIDUQUISTA

CUANDO LAS MAMÁS DECÍAN:
“IERES TAN INTELIGENTE
QUE PUEDES SER PRESIDENTE!”,
HIJOS Y MADRES SABÍAN
QUE POR AMOR NOS MENTÍAN;
MAS SI EL CAPITÁN DE UN BUQUE,
SIN QUE NAUFRAGUE O CADUQUE,
CONTINÚA SIENDO INEPTO,
PUES CUALQUIERA DICE: “ACEPTO!”
SIN RUBOR NI DESPELUQUE.

¡Amable lector sentipensante!, como el pasado 20 de julio se cumplieron 211 años de la Independencia Nacional de 1810 y este 7 de agosto se cumplen tres años del actual gobierno y 202 años de la conmemoración de la Batalla de Boyacá, nada mejor para esta coincidencia histórica que esas décimas oportunas del gran actor Víctor Mallarino (2021) y esas caricaturas también oportunas de Jarape y Magola para el balance del tercer año y la perspectiva del subpresidente Iván Duque y Álvaro Uribe, presidente real de Colombia, quienes se encontraron con muchos tropiezos y dos desafíos inéditos: el histórico estallido social de este año y la continuación de la pandemia despiadada del Coronavirus. El arqueo del trienio uriduquista y el análisis de la coyuntura sociopolítica nacional se convierten pues en el epicentro de este artículo.

“Parecía difícil la tarea. Quien se ha asomado por los libros de historia del país la hubiera considerado imposible.” (Zuluoga, 2021) Con tantos presidentes mediocres y corruptos que ha tenido nuestra república a lo largo de sus 211 años de existencia, “con tanto demagogo e incompetente que ha ocupado el palacio presidencial, parecía muy improbable que alguien estuviese por debajo del umbral de esos méritos limitados y modestos.” (Ibíd.) Pero estábamos equivocados: a la trayectoria académica y laboral gris e intrascendente de Duque “vino a sumársele el descontento generalizado de todo un país. Un sondeo reciente de Datexco (encuesta Pulso País) muestra que la aprobación del presidente de la República tan sólo llega al 16 %…” (Ibíd.) De ahí la proliferación de precandidatos “furibistas” ineptos a la presidencia del 2022 diciendo según Vladdo (2021: 15): “Si pudo Duque, cualquiera puede.”  

El tercer año del subpresidente Duque y su presidente eterno “no podía ser más exacto a su aura de autodestrucción y bajeza” (Ochoa, 2021), pues, Iván y su cáfila uribista en el poder continúan rompiendo los pactos sociales de Colombia, pero sobre todo el pacto social del Acuerdo de Paz firmado entre la extinta guerrilla de la Farc y el expresidente Juan Manuel Santos con su premio Nobel a bordo, garantía de acogida y reconocimiento internacionales. Pero esto les importa un bledo y continúan con su Centro Demoniaco y coalición mayoritaria congresal volviendo trizas en medio de risas macabras dicho proceso. Siguiendo el guión de la ultraderecha conservadora de otros países, están amenazando el legado político de muchos años de una democracia endeble, pero al fin y al cabo democracia.

En cuanto al manejo gubernamental de la oposición y de la portentosa protesta social, sigue su errático tratamiento pues en la conmemoración del 20 de julio de este año, después del cínico discurso veintejuliero en el Congreso de la República del subpresidente sitiado por su fobia al rival y cargado de rechazo a la polarización y a la política del odio, pero alejado del país truculentamente dramático ya que ratificó su desplante e irrespeto a la oposición y a la justa protesta pacífica: se fue sin escuchar su respuesta y se despidió con una  perorata llena de resentimiento contra los marchantes. Es claro que “sin diálogo con la ciudadanía que protesta, continúa desconociendo las causas de los problemas sociales y exaltando a una fuerza pública con serios cuestionamientos por las violaciones a los derechos humanos; vemos una vez más, como si fuese una herencia republicana, la desconexión con el pueblo, pero defendiendo con gran ímpetu sus propios intereses y la de sus copartidarios.” (Burbano, 2021) En esta línea, tener el cinismo de pedir a EE.UU. que declare a Venezuela promotor del terrorismo y “solicitar al gobierno cubano respeto a la movilización popular por parte de la representante de un país que despliega la más atroz represión, asesinatos, desapariciones y detenciones causa vergüenza.” (Isaza, 2021)

El presidentico habló de la recuperación de Providencia, “cuando sus habitantes siguen durmiendo en carpas hoy, cuatro meses largos después del huracán que azotó la isla. Habló de las altísimas inversiones del Gobierno en la recuperación económica y contra la pandemia, pero olvidó contar que el grueso de ese dinero se fue en pagar billonadas a la banca privada por su heroica labor de intermediación financiera, en fondear las EPS privadas (varias de ellas involucradas en billonarios escándalos) y en auxilios para las grandes empresas mientras dejaba desprotegidas 140.000 empresas pequeñas. Habló de los $14,6 billones invertidos en canastas familiares en año y medio para paliar el hambre del pueblo, pero no dijo que esa cifra equivale a 811.000 canastas/mes en un país donde 21 millones de personas están comiendo muy mal.” (Londoño, 2021)

También habló “contra el grupo político que les regala gafas a los jóvenes de primera línea para evitar que el Esmad les saque los ojos… Habló bellezas de las políticas ecológicas del Gobierno, pero olvidó decir que en su mandato no se ratificó el Acuerdo de Escazú y sigue empeñado en el fracking y en las aspersiones aéreas con glifosato. Ponderó la democracia colombiana, pero olvidó decir que los contrapesos están más desbalanceados que él, que nuestra imagen internacional compite con las de Nicaragua… y Venezuela… Exaltó el trabajo de los médicos, pero olvidó hablar de la precaria situación de los hospitales, de los sueldos atrasados, del alto porcentaje de médicos «tercerizados»… Habló tiernamente de las etnias y de los indígenas, pero no contó que el Gobierno les bloqueó las vías a los indígenas para que no participaran en las manifestaciones del martes 20, ni explicó por qué solo hay una investigación, la de Andrés Escobar, si fueron decenas los pistoleros civiles que les dispararon a los indígenas en Cali el 9 y el 28 de mayo en las narices de los policías… Solo le faltó decir, como dijo la inaudita canciller en la ONU, que los vándalos eran los responsables de la muerte de 84 manifestantes” (Londoño, 2021) durante las apoteósicas protestas ciudadanas cuyos “detonantes fueron la malhadada reforma tributaria, el abandono del Estado a las justas aspiraciones de una juventud desempleada y marginada” (Isaza, 2021), y el incumplimiento de compromisos con muchos sectores.

En cuanto a la nueva reforma tributaria de Duque-Restrepo, es negativa, “regresiva, innecesaria, no estructural, farsa ´social´ que incumple principios presupuestales y no reactiva la economía…: la presente crisis de demanda no se resuelve con política fiscal, sino con cambios en las políticas monetaria y comercial. Iván Duque romperá el Récord Guinness en presentación de reformas tributarias: cuatro en tres años. La primera la tumbó la Corte Constitucional por mañas en el trámite; la segunda, para subsanar la primera, y ahora, la cuarta, la Duque-Restrepo, un Drácula, para recoger los destrozos de la tercera, la Duque-Carrasquilla, ese Frankenstein que enterró el paro junto con su autor.” (Suárez, 2021)

Y obvio, el duquecito habló del derecho a la protesta, “justo cuando en varias capitales la policía arremetía violentamente contra concentraciones pacíficas y eventos culturales y los helicópteros de la Policía sobrevolaban haciendo llamados a la calma, en un día sin bloqueos ni vandalismo, si descontamos el vandalismo policial… ¿Cómo explicar esta insania, este sanguinario furor? ¿Cómo entender que un Gobierno, por torpe que sea, por más desesperado que esté, imparta una directriz nacional para atacar concentraciones de ciudadanos que protestaban por medio de actividades netamente culturales? ¿Se volvió adicto a la sangre? ¿O será todo esto idea de esa facción vampiresca que, ahíta ya de sangre campesina, ahora demanda dosis altas de sangre urbana?” (Londoño, 2021)

Si bien en 2020 el 65 % de la ciudadanía desconfiaba de la Policía, según el Observatorio de Democracia de la Universidad de los Andes citado por Ana Bejarano (2021), el farsante e inepto de Duque y el exconvicto de Uribe responden a los interrogantes anteriores con una superficial metamorfosis policial. El descrédito policial “no será solventado con estrategias estéticas, sino con una reforma policial estructural, tanto en los códigos como en su cultura. La transformación debe incluir un régimen especial para que sus miembros puedan objetar de conciencia las órdenes con las que no comulgan… Entrenamiento de cuerpos antimotines, y no antiprotesta. Una mirada honesta, desnuda, ante el espejo. No es cambiar el uniforme, sino a quienes lo deshonran…” (Ibíd.) El gesto del cambio de uniforme “es en realidad una necedad: la de cambiar una estética intrascendente, que conlleva un gasto enorme e injustificado en plena crisis económica. Desde una mirada más detenida, es también un síntoma de una manía muy colombiana” (Ibíd.): la de cambiar superficialmente todo para que todo siga igual.

Claro que los integrantes del poder legislativo no se quedan atrás. En las elecciones de la última legislatura en un Congreso que intentaron dominar hasta el final… “debían manosearlas en silencio por simple y llana sobrevivencia legal. Su poder acéfalo, a nombre de un presidente irreal, tenía que salvarse desde el mismo soporte de las bancadas burocráticas que están allí para cumplir las órdenes del contubernio y lograr por física presión lo que no pueden hacer desde el talento político.” (Ochoa, 2021) Si se supone que el Congreso representa a los colombianos, “la imagen del país que dieron los legisladores el pasado 20 de julio es la de uno plagado de inmadurez, falta de transparencia, tribalismo, polarización y trampa.” (EE, 2021) En su instalación se dejó en evidencia rencillas internas, acuerdos para buscar el matoneo contra la oposición y la “falta de responsabilidad ante decisiones políticas con fuerza simbólica. Es un mal presagio para el importante trabajo que debería ocurrir en estos meses para enfrentar la crisis que asfixia a los colombianos.” (Ibíd.)

Dicho Congreso pues “decidió seguir manchando su poca legitimidad nombrando como presidente del Senado y presidenta de la Cámara a dos personas con serios cuestionamientos. Juan Diego Gómez, del Partido Conservador, y Jennifer Arias, del Centro Democrático, recibieron nombramientos casi por aclamación a pesar de los múltiples reportes de prensa que ponen en duda su idoneidad” (EE, 2021), pero que representan la quintaesencia uribista: los padres y hermano de la exreina de belleza llanera “han sido condenados por diversos delitos, pese a lo cual aquel es contratista del Estado en la zona de influencia política de la hija. Y encabeza el Senado un antioqueño… hijo, también, de tremendo expediente condenatorio por falsificación y fraude.” (Samper, 2021) Entonces, como no valió ningún reporte u objeción, ahí está Gómez como un personaje gris del partido más gris entre todos los que existen, y ahí está Arias, “ostentando una burla más desde el alto poder de las sombras de sus entornos sin que tenga la más mínima intención de aclararlas, y sin más mérito que haber sido una gran idólatra del señor que sigue supervisando los destinos de su partido y de un país sometido bajo las botas de su nombre.” (Ochoa, 2021) Será que el nuevo presidente del Senado y la nueva presidenta de la Cámara, tan bellos, ¿son una prueba reina? Sea como sea, es vergonzoso ver a los partidos de la coalición de Gobierno “votando en bloque por estos nombres amparados en que así funcionan los acuerdos burocráticos. ¿Acaso esos pactos pesan más que la dignidad del cargo? ¿Solo porque así siempre se hayan hecho las cosas en el Congreso significa que deban seguir de esa forma?” (Ibíd.)

Como olvidar el caso del senador Gustavo Bolívar, de los Decentes, que era el candidato a la vicepresidencia del Senado, “pero fue derrotado por el voto en blanco. Esto, en un acto de incumplimiento de promesas por parte del Partido Conservador y otros partidos. ¿Por qué sí objetan a alguien como Bolívar y no a Gómez o Arias? Más aún, después el Partido Verde aprovechó la confusión para nominar a Iván Name, uno de los suyos, y quedarse con ese puesto. Desde entonces hay guerra verbal entre los principales líderes de todos los partidos… Queda la sensación de una política construida a partir de la traición, los acuerdos burocráticos, los personalismos y la falta de diálogo. Ese es el ejemplo que dan los líderes políticos de Colombia.” (EE, 2021)

Así, los congresistas amangualados y atizados por el gobierno mezquino y destructor para seguir afianzando sus tenazas sobre un país deshecho, prefieren los tratos silenciosos y “el servilismo con rostro de progresismo top y las dádivas temporales de un poder que los traicionará también cuando el momento llegue y el naufragio no deje posibilidades para los favores pagos. Pero lo saben muy bien, y desde siempre, como lo saben todos en esta historia de traiciones y vilezas sin que nada importe más allá de un leve ruido de indignación sin dimensiones ni efectos. Lo saben y ahora lo han hecho en el último periodo legislativo que le permitirá a un gobierno confiado explayarse en los excesos de sus delirios más turbios. Lo harán ahora que saben los efectos del tiempo en contra y las dimensiones peligrosas de las instituciones cuando no estén en su poder para manipularlas a su antojo.” (Ochoa, 2021) Para toda labor y todo pacto, todo favor y toda conveniencia, el subpresidente Duque y su expresidiario eterno con más de 200 procesos en contra “necesitan un Congreso a sus pies para avalar las últimas firmas de la tierra arrasada. Sospechan el aliento del cambio brusco de la historia en sus espaldas, y este último periodo lo saben como el más trascendental y definitivo. Ahora, con todo en contra, aumentarán su poder para alcanzar las últimas posibilidades de su permanencia y controlar, hasta donde les sea posible, la fuerza de ese nuevo tiempo que llega con las represiones alimentadas por el cinismo y la burla.” (Ochoa, 2021) El ridículo sainete congresal del pasado 20 de julio fue muy bien resumido en las redes sociales: «Un presidente que tiene el 78 % de desaprobación fue ovacionado por un Congreso que tiene el 85 % de desaprobación» (Londoño, 2021).

Continuando con el arqueo del presidentico, hay que agregar que en este tercer año apareció de nuevo el Duque “negacionista, el apóstol del no, el fabricante de prosopopeyas capaz de llamar a una reforma tributaria ´el salto de desarrollo humano más grande de las últimas décadas`, el retórico que denuncia la retórica ajena, el defensor del pensamiento positivo de manada que está aquí para lograr la inmunidad de rebaño, el impopular adalid de las instituciones que puso cara de demócrata mientras unos congresistas expiatorios tramitaban a sus espaldas la prórroga de su período, el frentenacionalista que en pleno estallido social se atrincheró con el país que le mejora los promedios, el avatar de un presidente que ha sido expresidente desde el principio, el gerente que promueve los consensos entre aquellos que piensen igual, pero deja a su autodestructiva oposición –´la vieja esa´– hablando sola” (Silva, 2021): un subpresidente “que se escabulle para no escuchar el discurso de la oposición no es garantía de palabra, pues obedece a los gritos del amo… El CD ensució la agenda con una de las típicas jugaditas uribistas” (Samper, 2021) como una muestra más de su lujuria irrefrenable por el poder marcado con la tendencia morbosa a la vil mentira y a la creciente vileza. 

Ciertamente, ¡amado lector sentipensante!, Duque siguió siendo “el populista punitivo, el evangelista de la Fuerza Pública que, ciego a los abusos estatales, despreció a la CIDH” (Silva, 2021) corroborando que Colombia no está dispuesta a sancionar lo que ella estableció que había pasado lo cual nos expone a sanciones internacionales; despreció también la reconstrucción de Mocoa, San Andrés, Providencia y Santa Catalina, “pues su gran propuesta de estos años ha sido la introducción del positivismo tóxico, de la programación neurolingüística, de “el secreto” –o sea de la convicción de que ocurrirá lo que uno anhele– en la política colombiana. Pero, ya que lo suyo ha sido la plegaria sin la acción, el “se puede” sin el “se hace”, todo parece indicar que su verdadero legado, el involuntario, ha sido, es y será este estallido: esta ciudadanía, harta de la violencia, que se le resiste al “todo está bien” oficial e iza la bandera al revés.” (Ibíd.) Sí, Duque fue Duque el disociado, el duquecito “del no que invitó a la unidad, el conciliador pasivo-agresivo que les concedió a nuestros heroicos médicos el estatus de ´la primera línea de la vida´ como renegando –de paso– del reconocimiento político a ´la primera línea de la protesta´.” (Ibíd.)

Esa actitud descalificadora, falaz e insólita del presidentico ha sido repetida muchas veces ante diferentes situaciones. Sin embargo, lo que no pudo desconocer fue “que detrás del magnicidio en Haití están los exoficiales colombianos y salió a rasgarse las vestiduras, pero haciéndose el de la vista gorda con el papel de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada. Esta es la responsable de conceder y renovar las licencias a las compañías que, en ese complejo universo de la delincuencia extranjera, hacen atractivo para ciertas organizaciones contratar en Colombia comandos que afuera hagan cosas inclusive lícitas. No se atrevió Duque a pedir cuentas al superintendente Alfonso Clavijo, quien moral y legalmente está obligado con el país a no guardar silencio.” (Bejarano G., 2021) Solo nos contaron que los exoficiales son mercenarios en el extranjero, “pero no nos han dicho qué habrán hecho o estarán haciendo aquí por cuenta del paramilitarismo que no incomoda al Gobierno ni al Centro Democrático. ¡Qué miedo!” (Ibíd.) Nunca “se había visto tanto despliegue de colaboración con detenidos en otras latitudes. ¿Será para evitar confesiones incómodas?” (Isaza, 2021) Ahora bien, si la Procuraduría y la Fiscalía “estuviesen dispuestas a ser independientes y no apéndices del Gobierno, deberían al menos iniciar investigaciones para establecer si esas conductas” (Bejarano G., 2021) u otras similares de este gobierno constituyen o no faltas que deban ser sancionadas.

En cuanto al manejo gubernamental de la pandemia, ha sido errático porque Colombia ocupa el tercer lugar en las muertes en el mundo y el séptimo en contagios. Además, mucha gente actúa como si el COVID no existiera por tres motivos: lo primero “es el evidente fracaso de la incidencia de los debates científicos en Colombia. Me resulta muy intrigante que el discurso científico no sea comprendido, ni siquiera mínimamente… Lo segundo es la pérdida completa de consideración por los otros y las otras… Y, por último, la idea de que el covid es una maldición de origen sobrenatural. “Dios proveerá”, me dijo una señora… a la que le sugerí… el tapabocas…” (Thomas, 2021) La Colombia de hace dos décadas “se me adivinaba como un país tejido por un vínculo social muy intenso, lleno de tensiones, sin duda, pero tal vez más empático y con un proyecto de futuro más evidente.” (Ibíd.) Ahora, en cambio, se ve mucho pesimismo “sobre los rituales ciudadanos de la vida en común, reafirmando mi profundo escepticismo ante una sociedad a la que le cuesta profundamente pensar en el cuidado colectivo. Pienso entonces que los picos de esta macabra enfermedad están anclados en nuestra cultura” (Ibíd.) y en el mal manejo del pésimo gobierno que tenemos. Y que, en ese sentido, la lucha contra el virus y la caterva uribista “al final es tal vez un combate inútil si no atendemos a conversaciones más profundas de lo que nos imaginamos y queremos ser como sociedad.” (Ibíd.)

No obstante, el aumento de los precios del café es un bálsamo en medio de la actual crisis de la pandemia. A propósito, aunque la vacunación empezó tarde, con el paso del tiempo el proceso ha mejorado un poco, pero fue “larga la espera por la vacuna, pero llegó. Y largos los días que faltan para alcanzar la llamada inmunidad de rebaño.” (Quiroz, 2021) También hay que reconocerle al duquecito la promulgación de la ley por la cual desde el 30 de julio internet se volvió un servicio público esencial y universal, y “el haber firmado el decreto que autoriza la exportación de flor seca de cannabis. Somos potencia y no nos podemos quedar atrás.” (Semana, 2021) Y también son refrescantes las “recientes y contundentes decisiones de la JEP sobre los “falsos positivos” que restablecen la confianza en la justicia colombiana. Va quedando claro quiénes y por qué quieren eliminar la JEP.” (Bejarano G., 2021) Pero el gobierno de Duque y su club de fantoches que faltan a la verdad sin ruborizarse no son la solución a los problemas, son el problema porque ya lo han requeté demostrado.

En suma, el balance del trienio uriduquista no puede ser más sombrío ante “un país crispado y una sociedad profundamente agrietada” (Medellín, 2021): la crisis del Estado es tan grande que cada vez más asfixia a los colombianos porque “con su crisis se ha perfilado la crisis de las ideologías, y por tanto de los partidos, y en general de toda apelación a una comunidad de valores que permitía al individuo sentirse parte de algo que interpretaba sus necesidades.” (Eco: 10) Todo se ha disuelto “en una especie de liquidez” y se ha perdido “la certeza del derecho (la magistratura se percibe como enemiga)” y la única solución para el individuo es esta orgía de crimen, corrupción, desigualdad, desplazamiento, estupidez y locura. Crisis de las ideologías y de los partidos que “son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma viven en un proceso continuo de precarización” (Ibíd.) y de licuación de todos los valores.

Aunque es evidente que estos años son diferentes a los tiempos de 1810 y 1819, definitivamente estamos “ante un pasado sin llegada, un presente que se difumina ante nuestros ojos, donde ´el comienzo nunca es el comienzo´.” (Carvajal, 2021) Además, la educación para la obediencia y el sometimiento aún impera. Obvio que el gran despertar del pueblo en la portentosa protesta social, especialmente de los jóvenes es una realidad, pero las viejas prácticas de la corrupta, criminal y tradicional clase dirigente se mantienen y “se confirma el centralismo, como en aquel Santa Fe de 1810; no se quiere aceptar, que hubo otros gritos de independencia y otras realidades, las de Cartagena, Pasto y Santander, entre otras; actualmente pasa lo mismo. La respuesta del gobierno ya llegó, reformas superficiales para la Policía Nacional, leyes para criminalizar la protesta y así acallar voces. El grito: “abajo el mal gobierno”, retumba hoy exclamado por el pueblo y lo harán suyo los partidos que apoyan al gobierno, con oportunismo y sin escrúpulos; pero a diferencia de ayer, está claro que no quedarán exculpados.” (Burbano, 2021)

Realmente han sido largos los días de este desgobierno, “y larguísimos –la eternidad parece corta– los que faltan para terminar uno de los más lamentables cuatrienios de nuestra historia política.” (Quiroz, 2021) Con el inicio de la última legislatura del aciago duquecito y su exconvicto supremo con más de 200 procesos en contra, comienza otro año más viendo cómo una minoría vinculada a la criminalidad y al narcotráfico sigue haciendo trizas la paz desde el Congreso y el Ejecutivo e impide que Colombia sea un país verdaderamente democrático. Como todavía le queda un año a este gobierno inepto conviene “aguantar la respiración –o sea llenarse de paciencia…, afinar las críticas, dejarse liderar por quienes sí están cerrando las brechas, replegarse, prepararse– para doce meses más de negación demencial.” (Silva, 2021) Es claro que nuestro amado país no puede seguir a la deriva de esa asesina minoría corrupta pasando de la estupidez a la locura, urge ponerle freno a esa infamia histórica: “reconstrucción y paz o catástrofe, evitemos lo segundo, esa es la consigna” (Leyva, 2021) para que la conciencia colectiva arraigue con patriotismo y valentía la esperanza de otro futuro mejor con las elecciones de 2022. La honesta mayoría sana tiene que seguir luchando para salir adelante con un cambio real que permita el ingreso de actores alternativos a Congreso y Gobierno renovados: ¡Llegó el momento del país de gentes maravillosas!

BIBLIOGRAFÍA

8 respuestas a «EL ACIAGO TRIENIO URIDUQUISTA»

  1. Sabiduría popular dice»No hay peor ciego que aquel que No quiere ver». Gran lupa histórica. Esa es nuestra patria Colombia.

  2. Pinocho Duque, convencido que está en la Suiza de América, los candidatos del CD que se perfilan a reemplazarlos, parecen sacados de una novela de Gabo.
    Excelente artículo mi amigo Dairo, es una radiografía de nuestro país, con sus parásitos intestinales que viven del erario público.

  3. Hernán Borja (autor de la novelas "Al pie de l a hoguera" y "Sangrenegra: La Cruz de Jacinto". e de la Hoguera" dice:

    Acertadísimo. Sigue espoleando los lomos de esos depredadores.

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